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𝐒𝐑 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «17»

(Bibi)

Esa fue la gota que derramó el vaso. Oh, ¿Tenía razones? Sí tenía, y muchas si vamos al caso. Podría hacer una biblia de las razones que tenía para hacerle la vida negra a Min Yoongi. Estaría más que segura que no tendría ni un problema por ello, hasta estaría más que justificado lo que le hice y podría joderlo sin piedad para luego reírme en su rostro. Me apodarían: William Cuthbert Faulkner, por escribir ese libro. La historia podría llamarse, «Las mil y una maneras del por qué destruir a Min Yoongi» o «El libro del hijo del diablo»

Podría ser peor, y claro que será peor. Me alejó rápidamente de él, con una sonrisa maliciosa para demostrarle que puede ser peor.

―¿Querés razones, Yoogie? ―agregó, enarcando las cejas con suspicacia― Bien, te las daré... pero vamos a comenzar por algo, jamás en tu vida me vuelvas a llamar puta, por que juro que te arrepentirás tanto. Y será lo último que hagas antes de no volver a respirar.

Agarró una de muñecas con fuerza, clavando mis uñas en ella, que entre su carne blanca desaparecen, lo arrastré conmigo fuera de la arena tóxica. Ya que como si fuéramos celebridades de Hollywood, los alumnos presenciaban la escena más que interesados en lo que pasaba hasta se podría decir que los profesores estaban expectantes a nosotros. Me detengo en el patio, era hora del receso todos los jóvenes pubertos que asistían al instituto nos miraban, el odio recorrió mí cuerpo. Los ojos de todos estaban llenos de curiosidad pero no era el momento de demostrar mí irá hacía ellos, tenía otra prioridad, cierro mis ojos concentrandome. Min Yoongi, se mantenía en un silenció gradual.

―¿Oye? ¡Suéltame! ¡No resolverás todo con un polvo! ―matizó.

Yoongi miró de reojo a todos los alumnos. Luego se puso recto en su lugar y puso las manos en su espalda. Después lo rodeó, le puse la mano en la espalda y dimos unos pasos hacia delante para apartarnos un poco.

―No te preocupes. Aunque no lo creas, no tendremos un polvo. ―continué defendiéndome, incapaz de morderme la lengua.

―¿Qué es lo que mierda quieres, entonces?

Lo miró fíjate con el ceño fruncido pero no hay tiempo para que continúe, el odio que siento es más grande, mí sed de venganza me supera, la esencia de perversidad emana por mis poros. Golpea el suelo con el pie, alejándose unos sentimientos, la audiencia del campus observándonos me ponía de los nervios. Respiré hondo, mirando a mí alrededor, sabía que nuestras boca estaba llena de palabras útiles, sin embargo, ninguno tuvo el coraje de decir. Hasta ahora.

―¿Ves a todas las personas que están aquí, Yoongi?

Él asiente con desconfianza mientras señalaba a la multitud que nos observaban. Traga saliva, sabía que lo peor se avecina, Yoongi sacá el aire de sus pulmones pero no le doy el tiempo para hablar, por qué comenzaría el verdadero show.

―Todos ellos, los presentes, fueron humillados de manera cruel por ti y ese ego tuyo de niño malcriado se acaba hoy. ―continúo.

Yoongi finge estar tranquilo, cómo si no le importará lo que le decía. Sin embargo, estaba que se moría por dentro, él no tenía argumentos para discutir conmigo. «Por qué yo sí tenía verdaderas razones para hacer lo que hago». La vergüenza abraza su rostro, las ganas de irse se le notaban, pero no le permitía ese gusto, por qué continúo hablando.

―¿Crees que jugar con los sentimientos de las personas es un espectáculo de talentos? ¿Se te hace divertido crear el estereotipo perfecto en un títere? ¿Te hace más grande desilusionar y ver llorar a los demás por tus acciones infantiles? ―lo miré con odio― Todos son testigos de que al menos de los que están aquí hoy, un terció tuvo pensamientos suicidas por tus juegos inhumanos con ellos.

El rostro de Yoongi está conmovido, conmocionado, enojado consigo mismo y totalmente estropeado. Quizás se sentía humillando. Obtuve lo que quería, si, pero no era suficiente, deseaba más.

―¿Alguna vez te pusiste a pensar si faltaba alguien? ―aclaré, firme― Por qué tengo entendido, que se han suicidado más de tres chicas una vez que tuviste su virginidad y las descargaste como papel desechable.

―¡Cállate!

―¿Si sabías de eso? ―abrí la boca sorprendida. Tomándome con mi palma abierta― Pues, también se que más de cinco chicos se cambiaron de escuela por la violencia psicológica que les causabas, sumándole a eso que tuvieron que ir a terapia por qué sus pensamientos suicidas acababan todo su tiempo.

―Basta... por favor... ―replicó Yoongi― ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué me disculpé? ¡Lo haré si eso te hace feliz! ¡Pero cállate!

Yoongi formó una fina línea con los labios, quizá intentando no perder la paciencia.

―¿Por qué debería callarme?

―Porque tengo una imagen que mantener. Hay cosas que no saben...

―¿Quieres cuidar una imagen? ―pregunté con una sonrisa ladina― Hazlo luego que la destruya.

―Cállate por favor. ―suplicó.

Quizá pensó que esa aclaración sería suficiente, pero no me detendría aún.

―¡No! ¡Cállate tú! ¡Me escucharás, todo lo que tenga que decir! ―rebatí, y sentí que ahora comenzaba a hablar con sinceridad― No tienes el derecho de hablar, no tienes el derecho a defenderte con justificaciones estúpidas y mucho menos tienes el derecho a debatir sí es cierto no, cuando toda esta maldita sociedad sabe de lo que habló.

Lo señale con un dedo, él se quedó congelado en su lugar, sus párpados estaban humedecidos, aguantando las ganas de llorar, se notaba el arrepentimiento que sentía. Por un momento me recrimine en seguir, sin embargo, mí ceguera por llegar a la meta fue mayor. Su silenció me molesta, aunque yo se lo haya pedido, me da por los cojones que no tenga la valentía suficiente de decir algo que lo beneficie, así que continúo jodiendolo a sangre fría.

―¿Ahora entiendes lo que se siente? ―le sonrió― Qué se rían de ti, que usen tus cosas, que tu cuerpo se sienta sucio, que tengas unas inmensas ganas de llorar y gritar. Quieres salir corriendo pero sabes que sí lo haces nadie te apoyará, nadie te escuchará. Lo que estás sintiendo es una astilla de lo que hiciste en este instituto. ―él agacha la cabeza― Tómalo como lección, porque el karma existe, y todo lo que hagas vendrá mil veces peor, Min.

No respondió, aproveche para seguir.

―¿Sabes lo que es esto? ―le pregunto― Este prejuicio tuyo, se termina hoy. Esa careta hipócrita con la que vives día a día, se cae, y tu reinado de follador se destruyó. ¿Lo sientes, no?

Pero no era todo lo que sucedería en esos momentos porque luego de mí discurso, a pedido mío, habían muchas cabezas de porristas y chicas del instituto hundidas en el baño de hombres rasgando esas ropas mías que estaban en el cuerpo de Yoongi. Mientras de sus ojos brotaban lágrimas y pedidos que ya pararán, las risas y burlas eran música para mis oídos, él pedía a gritos que lo dejarán. Que lo estaban lastimando. Sin embargo, así, simplemente los alumnos lo estaban insultando y diciéndole las cosas que él mismo les decía.

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