
𝐒𝐑 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «13»
(Bibi)
La ropa cae a mis pies en décimas de segundo, si bien luego Yoongi se entretiene contemplándome en ropa interior. Le gusta lo que ve, se siente afortunado por tener el honor de ser el primer basquetbolista del instituto de admirar tan de cerca a la chica más aclamada en bragas y sujetador. Es entonces cuando me pide que me gire para ver el perfil de mi espalda, de las caderas, del surco entre mis nalgas. Durante un instante luzco un tanga rojo con puntitos negros, de algodón, nada rebuscado, cómodo, pero enseguida me lo quita.
―Me gustas muchísimo, Bibi, voy a chuparte entera, pero si quieres que te devore, tienes que quedarte muy quieta.
Saber cuáles son sus intenciones hace que mi estómago se contraiga, que me quede sin aliento y mi cabeza asienta repetidamente sin pensar. Yoongi se tumba sobre la cama, vestido todavía con su maldita camiseta blanca y unos jeans claros llenos de salpicaduras de tierra. Seguramente por su práctica en el instituto.
―Vamos, preciosa, ven aquí.
Me resulta atractivo, en el peor sentido de la palabra. Me despierta un interés malsano y tan difícil de domar como yo misma. Me gusta como se le marcan los pómulos, la forma de su nariz, de la barbilla, también huesuda, propia de un hombre rudo. Aún así camino todo lo estirada que puedo y sonrió fugazmente, con el pudor elegante que poseen los gestos sencillos.
Yoongi ocupa toda mi cama y, desde allí, me mira mientras acaricia el cuello moviendo un dedo arriba y abajo como para comprobar que esa mañana se ha afeitado de forma muy apurada, temiendo escocer los muslos a la señora de la casa. La mirada de ese hombre me paraliza, me deja sin aliento, me maneja desde lejos, me vuelve torpe, irreflexiva.
Me subo a la cama y, tal y como Yoongi me solicita, me arrodillo sobre su rostro. Obedezco animada por su posesiva forma de mirarme, pero sobre todo por las incendiarias palabras que sigue pronunciando: coño, saliva, lengua y orgasmo... hasta que le tapó la boca y por fin se calla.
Sin dilación me agarra por los muslos y su boca se pasea con decisión a lo largo de mi vagina. Me chupa como a mí me gusta, sin remilgos, a lametazos, mezclándome con su saliva, volviéndome del revés. Me succiona allá donde soy más sensible, mientras me restriego sobre su boca y siento que sus dientes, o puede que sus labios, me dan unos mordisquitos que me hacen jadear con nerviosismo. Puede que sea yo quien esté encima, pero él es un lobo adulto y mi conejito es su presa.
¡Dios, qué gusto!
A horcajadas sobre un hombre que debe pertenecer a mi misma generación. Cierro los ojos. Estoy extasiada, febril, ya no sé quién de los dos babea más. Bueno, sí que lo sé, pero me da vergüenza reconocerlo. Mis caderas danzan pecaminosamente sobre su boca, anticipando el orgasmo. Su lengua baila bajo mi clítoris, lo frota, lo chupa.
Mis pezones apuntan al techo como las astas de una sátira endemoniada. Turgentes, mis pechos oscilan arriba y abajo dudando si seguir el desacompasado movimiento de mi respiración o el de su lengua. Y entonces Yoongi me agarra las tetas con sus manazas y me corro a chorros.
¿Cómo he llegado a esto? Instinto, esa es la respuesta... Mi instinto, no el de Yoongi. No me refiero al instinto sexual, sino a ese sexto sentido que me guía hacia eso que estoy buscando. El placer que va más allá de un orgasmo, de dos, o de la media docena que he llegado a tener. La excitación que te hace volar, que te hace desear todo lo que un hombre puede hacerte. Es el poder de disponer y usar a ese hombre, de controlarlo a mi antojo.
No veo, pero siento sus ojos clavados en el rubor de mis mejillas. Hago que me suelte las tetas y nuestros dedos se encuentran y entrelazan. Soy consciente de que nota como me derrito entre sus labios, como me restriego sobre su boca de forma egoísta, preocupada por mí, sólo por mí. Entonces abro los ojos y descubro un mundo nuevo que me gusta más todavía. A cada momento mi disfrute aumenta, y ya es muy superior a mi vergüenza o a mi preocupación porque él se asfixie.
No sé lo que me dice, pero no me importa porque el orgasmo que estoy teniendo hace que mi coño se desintegre, y mi cabeza estalle. Me encorvo sobre la cama y acabo aferrada con ambas manos a su cabeza y cierro las piernas. Gimo, jadeo como una perra, mientras el mundo se desvanece.
Cuando el placer se disipa, abro los ojos y me veo reflejada en sus ojos. Oigo algo que se rasga y supongo que es un preservativo. Voy a volver, quiero ver otra vez su miembro, pero súbitamente Alberto me empuja hacia delante y se esfuma de entre mis piernas.
Un instante después, a cuatro patas sobre toda mi colección de bragas y tangas, siento como Yoongi rebaña mi sexo con su miembro viril antes de metérmelo. Luego coloca el extremo romo a la entrada de mi ardiente vagina y, poco a poco, se introduce dentro de mí. Estoy a su merced, tan excitada que noto como resbala en mi interior, haciendo ceder cada pliegue, ocupando todo el espacio, drenando los fluidos de mi vagina.
Respiro entrecortadamente, otra vez en el punto de no retorno. ¡Maldita sea, no sé qué me pasa!
―¿Otra vez? ―comenta divertido, mientras tiemblo― Acabarás desmayándose de tanto correrte.
Las manazas de Yoongi me sujetan con fuerza de la cintura, y gritó al notar como empieza a moverse adelante y atrás para empaparme en su miembro viril. Cada grito mío, se solapa con un resuello suyo. Entonces mi amante restriega algo bajo mi vagina, meneando mi cuerpo a su antojo con una sola mano, y susurra:
―Anda, que no estás mojada...
En ese preciso momento Yoongi me acaricia sensualmente ambas nalgas, lo que me hace recelar sobre la moralidad de sus pensamientos.
Calor, tengo calor, me sofoco.
¡Voy a explotar!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro