
𝐒𝐑 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «06»
(BIBI)
No hay nada mejor que jugar con el ego de un hombre, y crear una tensión sexual para luego bajarla con una simple frase. Y era eso lo haría. Formule una sonrisa de labios sin exposición de dientes, acerqué mis manos hasta su cuerpo. Mis manos abrazaron sus mofletes, los cuales apreté y comencé a bajarlas lentamente hasta sus hombros.
Seguí bajando por su torso hasta llegar a los bolsillos de su pantalón, de los cuales saqué un cajita de cigarros y un encendedor. Mordí mi labio inferior alejándome para tomar un cigarrillo y encenderlo, ir aspirando humo. Bajo su penetrante mirada, no negaré que mi corazón me latía a toda velocidad, a decir verdad es que Min Yoongi me encantaba, ¿Y a quién no?
Lastima que era todo un imbécil. Mi mano derecha separó el cigarrillo de mis labios, y la izquierda se posó en su cuello. Pegué nuestros rostros y solté todo el humo en él. Se podría decir que nuestros labios estaban a milésimas de la colisión, de su cuello pasé dónde estaba situado su corazón. Nuestros ojos batían en guerra de quién tenía más impotencia en la mirada. Juraría que su corazón latía en velocidad tan acelerada, cómo si estuviera teniendo taquicardia.
—Sé que parece que soy una zorra, pero eso es sólo porque me porto como una zorra. —dije, y asentí lentamente con la cabeza— Además, soy muy guapa. ¿Estás de acuerdo? ¿Tú crees que soy guapa, no?
Le clavé mi mirada por un momento. Sus ojos oscuros cargaban con las sombras de un complejo de superioridad creado en una infancia solitaria y sin amigos.
—¿Qué? No te entiendo...
Volví a hundir la mirada en sus labios.
—Soy consciente de que los rumores que hay sobre mí, son y serán rumores que tú no tendrás el lujo de descifrar.
Terminé mi cigarro, dándole una última calada para tirarlo al suelo y pisarlo con mis tacones negros.
—¿Por qué no dejarías que sepa de ti?
—No soy como las putas que estás acostumbrado a frecuentar, no me voy a abrir de piernas porque me coqueteas con tu linda sonrisa. —me río, y le acarició el brazo— Bastante cliché, ¿No? Seguramente todas te dicen eso. Pero... ¿Sabes cuál es la diferencia entre ellas y yo? Yo no soy como todas. No me abro de piernas al primero que me dice cosas lindas o al primero que venga vestido con Dior.
Él se me quedó mirando sorprendido y sentí la conexión.
—Sé que no eres como ellas. Por eso te busqué, Bibi.
—Pues... creo que no entiendes lo que quiero decir.
Me alejó de él bruscamente, vuelvo a mirarlo a los ojos con una sonrisa traviesa en mis labios. En cambio él está hipnotizado, parecía perdido. Seguramente no habrá escuchado absolutamente nada de mí discurso. Inclusive diría que está un un trance, sus mejillas regordetas están sonrojadas.
—¿Qué? ¿Qué has dicho? ¿Qué es lo que no entiendo? —se burló el joven, sonriente, haciéndose el inocente.
¿Es lo único que dirá? Cada día vamos de mal en peor con los hombres. Resopló con frustración, vamos a hacerlo entender. Tomé el cuello de su camisa escolar, acercándolo a mí. Invirtiendo posiciones, ahora el golpeado contra el casillero es él. Se sobresaltó por mí acción y abrió grandemente los ojos, soltando un jadeo.
—¿Me estás escuchando, Min Yoongi?
—No. La verdad que no. Me perdí en tus labios y esos pechos que se ven deliciosos. —me insté, y guiño un ojo.
—Lo que digo, es que no te comerás este caramelito. —doy palmaditas con mi palma en su mejilla— ¿Me entiendes ahora?
—¿Y si te equivocas? ¿Y lo que en realidad deseas es que me coma ese caramelito?
Me eché a reír y sin más dilación le plantó un beso. Besaba genial, lo admitió. Tenía unos labios carnosos y grandes y se notaba. Los besos fueron cada vez más largos e intensos. Me empujó contra el casillero, agarrando mis brazos en alto. Sus labios recorrieron mi cuello para bajar por mi piel sensible. Se acercó más aún a mí y rozó su polla con mi cuerpo, no sabía que tenía entre las piernas pero les juro que me mojé entera al notar lo que tenía entre las piernas. Escuché su aliento entrecortado en mi oído, estaba a mil. Empezó a subir la temperatura del ambiente y no era el lugar adecuado para ello.
—Ese beso, es solo un pelín lo que esté caramelito puede hacer. —dije tras un silencio demasiado largo.
Bien, ya estábamos los dos en el mismo punto, cuestionándonos mutuamente con evidente suspicacia. Reflexioné durante unos instantes sobre el camino verbal a seguir y se aventura una nueva pregunta.
—Podrías darme más. —arguyó Yoongi, impasible— ¿Qué me dices? ¿Vamos?
—Me doy cuenta que eres más tonto de lo que creí. —aventuro— Quiero que me dejes en paz.
Yoongi me miró sin poder creer lo que acababa de descubrir, y luego se echó a reír.
—Dices que quieres que te deje en paz pero me has comido la boca. ¿Es psicología inversa?
—Quería que supieras lo que te perdías por ser un idiota.
Pues no, no lo sabía, y sospeché que dicha información no influiría en mi vida de manera especial. Además, Yoongi era obstinado y áspero. Tenía cara de gato, pero era delgado, ancho de estructura, pesado y ágil. A mí, que siempre me han encantado los hombres más delgados que fuertes, me atraía, sin embargo, extrañamente ese muchacho con corpachón de hombre. Porque era un muchacho. De hecho, yo hubiera podido ser su madre con la madurez que tengo a diferencia de él. Ya lo dijo una vez él mismo con pérfida inocencia:
—Este idiota te besaría toda. Cada parte de tu epidermis.
—Al menos has dicho algo inteligente, por qué sí, la piel es epidermis. Pero con lo otro… Besame el culo lleno de mierda.
Comienza a reírse descaradamente. Yo no le veía la gracia por ninguna parte. Como mucho, veía la insensatez, el absurdo de que me resultara atractivo ese mocoso. Y no es que sea una estrecha, pues de joven tuve mis más y mis menos amatorios.
—¿No quieres que te libere de esa tensión que tienes entre las piernas? —comentó Yoongi medio indignado medio insultante, cuando yo le pregunté para, acto seguido, incorporarse delante de mí con aire altanero y ponerme delante de los ojos la elocuente cordillera que abultaba sus jeans gastados.
—Ayuda a correrse a una de tus tetas de plástico, cómo Jieun. Que te estará esperando en los baños, cómo lo hace siempre a este horario. ¿No? —bramé, acariciando sus hombros— Sí, seguramente que sí, por qué las chicas como ella hacen eso, y las chicas como yo, van a clases.
—No...nosotros, no...
—Ahorra tus palabras, amor... nada de lo que salga de esa repulsiva boquita me hará cambiar de parecer. Adiós.
Lo empuje lejos de mi. Su expresión confundida delinean sus facciones, parpadea mientras limpiaba sus labios con el pulgar y el índice el rastro de saliva. Me terminé por alejar e irme, dándome la media vuelta. Con pasos seguros, se puede oír un golpe en el metal. Pobres casilleros, no le hicieron nada. Por el pasillo miré las ventanas, el fulgor de la luz que penetraba por la ventana. Me asomé para descubrir un panorama dantesco. El patio, los árboles, el cielo y todo en el horizonte era de color blanco, tan sólo los altos postes de la luz se delineaban en otro color. Fue un momento de incomparable belleza, en el que tuve la certeza de estar contemplando una obra de arte.
—Maldito y jodido imbécil.
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