
𝐒𝐑 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «02»
(Bibi)
No obstante, no crean que me gusta ser el centro de atención, No. No, no me gusta, no me gustaba para nada, no era grato para mí lado feminista. Que hablasen de mí como si no estuviera presente en el lugar, la gente misógina de sus labios solo sabían decir mi nombre, una joven de cabello largo, lacio y oscuro. Recogido en una coleta de caballo, que dejaba apreciar mis hombros y mi cuello blanco. Me elogiaban por mis curvas bién formadas cubiertas por mí falda de jean, mí micro top negro que hacia juego con mí chaqueta de cuero, mis borcegos largos hasta la rodilla. Exponiendo tan solo un poco de piel de mis piernas.
¿Qué querrán de mí?
Pues está claro que lo que no quieren es, sentimientos tan íntimos y nobles. Ya sabía esa respuesta, una reputación me precede, y ellos quieren comprobarla. Lo que era una tocada de huevo que no tengo, imprescindible, era cuando decían que mis notas altas no era por mí esfuerzo innato, sino porque le chupaba la polla a mis profesores.
¡Ay qué puto asco!
Ni hablar de los chicos con los que andaba, decían que nunca durábamos porque ellos no me daban lo que buscaba, que no estaban a mí alcance, y que solo estuve con ellos por diversión. O desquite dolido.
Y, vamos a la pregunta del millón. ¿Amigos?
Primero definamos lo que es la amistad. La amistad es una relación afectiva que se da entre dos o más personas a las que une algún tipo de afinidad. Es una conexión cimentada en valores como la lealtad, el compromiso, el apoyo y la sinceridad. Y, es por eso que no los tengo. O por lo menos no tenía amigos reales, son todos falsos, de pura fachada.
¿Y saben qué?
Los amigos falsos pueden sentirse como un verdadero puñal en la espalda, fundamentalmente cuando hemos depositado en ellos unas altas cuotas de confianza, abriéndonos a confesiones y estableciéndose como un «espacio seguro». Algunas veces resulta difícil identificarlos: una serie de eventos van difuminando lentamente nuestra seguridad en ellos y creando una distancia ineludible. Otras, el descubrimiento es repentino y movilizante; un terremoto que nos abandona en el desconcierto y en la decepción.
Es por eso, que suelo escaparme del instituto cuando esas falsas amistades se aproximan, así como de mis problemas, huyó lejos. Creando una coraza protectora hacia todo, nadie puede dañarme. Que les importa a ellos si me gusta follar con pobres perdedores hasta el amanecer para evitar pesadillas de una noche solitaria. Que les importa a ellos, si hago cosas malas para divertirme. Que les importa a ellos, mis acciones, mis dichos y mis pensamientos. No les debería importar, pero les importa más de lo que me importa a mí. Debería confesar que, puedo ser la mujer más dulce con la que te vas a encontrar hasta que me traiciones, y ellos me traicionaron.
¿Me siento una chica mala?
Sí, me siento así, y lo soy. Sin embargo, soy la mejor de todas. El ruido suele ser algo que casi siempre nos rodea en nuestra vida diaria, para poder pensar con una mayor claridad y ordenar nuestros pensamientos, el silencio es una gran herramienta la cual nos puede permitir hacerlo con una mayor eficiencia. Muchas personas no suelen valorar el silencio como realmente deberían, pero en la ajetreada sociedad actual es algo que suele suceder muy a menudo. Todos necesitamos tomarnos nuestro tiempo para poder reflexionar o meditar y encontrar un lugar tranquilo donde realizar estas actividades, actualmente es una tarea bastante complicada.
Es por eso, que procuro ser tan bella, cómo mi rotundo silencio.
—¡Aquí estamos Bibi! —gritó, la mayor de las falsas. Moviendo su mano en el aire para que me acerqué— ¡Ven!
Aquí dentro me sentía atrapada, como un animal en cautiverio. Comencé mi recorrido hacía el grupo de barbies, poniendo la mejor sonrisa que podía, más me valía no meter la pata o provocaría un escándalo. Un nuevo escándalo.
—¿Cómo están mis muñecas de porcelana fina? —pregunté con voz aniñada— ¿Me extrañaron mucho?
Por detrás se escuchaban susurros de los estudiantes, cómo zumbidos ahogados en este sofocante y tóxico lugar.
—Pues muy bien. Es más, estábamos debatiendo algo con las chicas, si ir a la Discotheque o hacer un pool party este fin de semana en mi casa. ¿Tú qué opinas, bebé? —me preguntó, Jieun— ¿O deberíamos hacer ambas?
—Por algo el fin de semana, tiene dos días. Es una señal divina de los Dioses de la fiesta. —comenta la castaña, socarrón— ¿Pero que dices tú Bibi?
En lugar de contestar, me hice la pensativa. Me agotaba tener que ir a esas fiestas con gente sin cerebro.
—Hagamos la votación. —increpó, Lili— O, sábado nos vamos de fiesta y el domingo hacemos la fiesta.
El alma gemela de Jieun. Igual de hueca que ella.
—¿Y el lunes venimos a estudiar amanecidas? —dice Jieun— Pero... ¿Y el viernes?
—¡Noche de chicas! —exclamó Lili.
—Estaría más que bien. ¡Jalo!
Las barbies entre chillidos emocionados, decían los planes que haríamos del viernes al domingo. Hasta que Jieun hablá:
—¿Hacemos por lista privada o evento público?
Nos mirá esperando una respuesta, para comenzar a teclear en su celular.
—Ñeeeeee... lista privada, la última vez que hiciste evento público entraron los pajaritos nerds. ¡Uno me quiso besar! ¡Casi me vomito! —gruñó, Lili.
Su rostro pasó a ser de disgusto e indignado.
—No exageres. Lili, un kiss, no sé le niega a nadie. —le respondí. Volteando los ojos.
Mis ojos viajan a Jieun, que me sonrió con complicidad.
—No exagero. Olía a humedad y a libros. —chilló— ¿Saben cómo estaba vestido? ¡Estaba vestido de traje y camisa! —lleva un dedo a su boca, sacando la lengua, cómo si fuese a vomitar— Su expresión era francamente alegre. Cómo sí estaba en su primera fiesta.
Luego me sonrió. Le devolví la sonrisa con más efusividad de la estrictamente necesaria.
—¿Y a qué huelen los libros? —aproveché para divertirme un poco. A costillas de la niña idiota.
Me detuve a mirarla con desdén.
—A hojas y tinta. —explicó.
Sonrió divertida.
—¿Y a qué huelen las hojas y la tinta? —pregunté, riendo.
Lili miró a Jieun, quien torció la boca hacia un lado y se encogió de hombros, dándole a entender que no tenía ni idea.
—A nerds. ¡Oye! ¿Por qué te ríes?
—No es que yo sepa demasiado, -intervino de repente Jieun con su voz ñoña. Su comisura derecha se elevó un poco, como si estuviera sonriendo para sí misma— Pero tiene razón.
—Si ustedes lo dicen. ¿Quién soy yo para contradecir? —respondí concisa. Cómo diciendo: «Pobres estúpidas»
La sonrisa de Lili se había acentuado a una orgullosa. Qué chicas más estúpidas.
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