
«𝐄𝐏𝐈́𝐋𝐎𝐆𝐎»
(Bibi)
Yoongi comenzó a besarme con ganas. Al notarlo, mi corazón latió enloquecido. Mi respiración se vio afectada, al igual que el control sobre mí misma. A medida que nos fuimos sincronizando sin cometer errores, aquello se volvió sofocante. Me perdí tanto en el sabor de su boca que ni siquiera me di cuenta de que él había pegado su cuerpo al mío, y ahora tenía su torso contra mis pechos, esos que había desarrollado merced a un estricto tratamiento hormonal desde los once años.
Sus manos me guiaban ahora sujetando la parte de atrás de mi cabeza, mientras nuestras bocas se regalaban cientos de besos. No nos apresuramos, él era cuidadoso y yo aún me sentía torpe. Aunque no se me daba muy bien, no dejé de besarle. En cierto momento pasó lo que inevitablemente pasa cuando empiezas a besarte: que quieres más. En una larga caricia, mi mano bajó desde su rostro, pasó por su cuello y agarró con fuerza su hombro. Hundí mis uñas en su piel, en la piel que ya estaba convencida de querer explorar, morder y besar.
Al mismo tiempo, mi boca también trató de jugar a otros juegos. De modo que, entre beso y beso, mi lengua se coló en el interior de su boca. Apenas rozó la suya, apenas la humedad y la calidez de nuestras lenguas se juntaron, sentí una intensa punzada en el vientre y pequeños gemidos escaparon de mí de manera inevitable. Se me acumuló una deliciosa pero exigente punzada en mi parte más íntima, y hube de admitir que nunca antes había experimentado una excitación de ese nivel. Yo deseaba a Yoongi, aunque nadie lo entendiera, aunque ni yo misma supiese si realmente le quería o sólo me gustaba muchísimo.
―Voy a quitarte la ropa, necesito verte... ―me informó él, rozando el rostro con la punta de su nariz.
Inesperadamente, me puse nerviosa. El corazón se me iba a salir del pecho. Oírlo decir eso de esa forma, seguro, firme y decidido. Hizo que las piernas me temblaran, me faltara el aire y los labios se me secaran de ansias de él.
―Min... Yoongi... Min Yoongi... ―intenté pedirle que tuviera cuidado.
―¿A qué hueles? ―me interrumpió, inspirando a ras de piel― Me gusta.
Sus manos llegaron a mi cintura, bajo la camiseta. No entendí qué pretendía hasta que sus dedos tomaron la prenda y me la sacó por la cabeza. Una mezcla de frío, calor y nervios me erizó la piel. Mi lado sensato se quedó de piedra, estático, mudo. Sólo oía mi propia vocecita: «Quieres esto, sabes que quieres esto»
―Tu piel... ―susurró muy bajito antes de chuparme en el cuello- El olor viene de tu piel.
A partir de ahí, las cosas sucedieron muy rápido. No nos detuvimos a pensar nada. Él siguió sus impulsos y yo seguí los míos: dejar que hiciera conmigo lo que se le antojara, como se le antojara, porque necesitaba entregarme a él de una vez.
Me tomó por las caderas y me dejó caer en la cama. Me quedé apoyada sobre los codos, vigilando. Él se colocó de rodillas sobre el colchón y se agazapó con aire depredador. Vi la excitación arder en sus ojos cuando deslizó las manos por mis muslos, llegó hasta el botón del pantalón y lo desabrochó. Bajó la tela por mis piernas y me las sacó de un tirón, impaciente, arrastrando al mismo tiempo mis bragas. Quedé totalmente desnuda ante él, pues yo misma me quité el sujetador, sin ocultar nada. Me observó fijamente mientras se desabrochaba el pantalón. Me recorrió con hambre en los ojos. Me sentí pequeña, como un animalito a punto de ser devorado por una bestia y, sin embargo, estaba ansiosa, impaciente.
Yoongi se quitó rápidamente el pantalón, y mi organismo entero se calentó hasta la ebullición cuando vi que llevaba un bóxer negro, y que su miembro se encontraba ya duro y abultado justo debajo. Era sexy. Era lo más sexy que había visto en mi vida. Mi rostro pasó a ser el fiel retrato de la diversión y la picardía. Como hubiera dicho su propio hermano, tenía a un gran muchacho frente a mí, pensé antes de desviar la mirada hacia el techo de mi habitación. "Hola, techo".
Despeinado, con la mirada ardiendo de ganas, los músculos contraídos, el pecho agitado, las cejas fruncidas, los labios húmedos, entreabiertos por los besos. Yoongi se colocó sobre mí, con las manos apoyadas en el colchón por encima de mi cabeza, y se acomodó entre mis piernas. Me agarré a sus hombros, y por la posición, mi zona sensible quedó apretada contra su miembro, separados solamente por la tela de su ropa interior. Aquello era tan emocionante, y delicioso, y bonito como yo siempre lo había soñado. No lo dudé.
―Yoongi ¿sabes qué no? ―empecé a decir, temblando de miedo.
―Sí... ―me interrumpió, como si lo tuviese todo controlado― Sé que no debo decir nada a nadie, no te preocupes.
Estaba segura de que lo que iba a pasar no saldría perfecto, o increíblemente romántico como en las novelas y las películas. Por un lado, era casi imposible que Yoongi hubiese estado con alguien como yo después de lo que le hice. Por otro lado, pese a que yo había hecho algunas cosas, nunca lo había hecho del todo. Pero ahora quería hacerlo, necesitaba más que aire para respirar. Fuese raro, saliera mal, o durará poco, para mí lo significaría todo. Para mí, esta primera experiencia siempre sería importante. Porque sería la primera vez que estaría con Yoongi siendo un hombre nuevo. Y no, no era el mejor momento ni el lugar más romántico para que sucediera, pero tal vez sería el único, y no lo dejaría pasar. No esta vez.
Antes de hacer cualquier otra cosa, Yoongi se llenó los dedos de saliva y los llevó hasta lo más bajo de mi vientre, dejando un camino que me quemó la piel y me cortó la respiración. Entonces me tocó con las yemas entre las piernas, ahí donde yo le esperaba. Su toque fue curioso y exploratorio. Solté un gemido alto e incontenible que me sorprendió a mí misma. Tuve la impresión de que quería comprobar algo, y luego noté como lo hacía, porque sentí su dedo dentro de mí. Para mi sorpresa no hubo dolor, al contrario, fue como si esa zona de mi cuerpo lo estuviera esperando desde siempre. En cambio, el segundo dedo costó un poco más. Después Yoongi metió la mano dentro del bóxer y sacó aquel miembro duro, más que preparado.
Pude haberme quedado mirando, inmóvil al atisbar esa parte de él, pero decidí actuar. Del cajón de la mesilla saqué un tubo de gel lubricante, el que estaba junto a mi dildo rosa, y embadurné su falo. Pude haberme quedado embelesada, pasiva, pero decidí guiarlo. Coloqué mi mano sobre la suya y entonces lo ayudé a introducirse en mí. Su cuerpo se tensó por completo, cada músculo, cada miembro, sobre todo el más viril. Apoyó la frente en la mía, y emitió un ronco y caliente suspiro que se entendió claramente como un gesto de placer y alivio, de realización masculina. Volvió a derramar saliva en sus dedos y los llevó hacia mi sexo, casi tan duro como el suyo, y con el pulgar comenzó a rozarme la punta tan fuerte que tuve que morderme para contener la sensación inicial, esa imposible de evitar.
Y empezó a ser real, y justo como tenía que ser. Primero lento para que yo me hiciera a su tamaño, aunque estuviese extremadamente lista para él, en un nivel de excitación que jamás había conocido. Aún así cada milímetro me produjo que soltará algunos gemidos, pequeños, ansiosos, mientras experimentaba la deliciosa sensación de estar llenándome de él, con su miembro dentro de mí. Otra vez. Y aún más realista.
―Relaja, Bibi, relaja... Estás tensa... y eso que no es la primera vez que tienes sexo.
Yoongi se deslizó pausadamente hacia lo más profundo y entonces se quedó un momento así, quieto, mirándome. Tuve la impresión de que esperaba algo, de modo que hice un leve asentimiento para indicarle que siguiera. Y entonces empezó a moverse. Al inicio lo hizo despacio, hacia dentro y hacia fuera. Su aliento comenzó a mezclarse con el mío. El ritmo me hizo sentirlo más piel con piel, menos doloroso, más como algo que encajaba perfectamente en mí y menos como algo que había profanado mi virtud.
-Te haré el amor... haré el amor por primera vez en mi vida, y será contigo Kim.
Luego los movimientos fueron aumentando de intensidad. Yoongi tomó una nueva iniciativa. Con su mano izquierda sujetó con firmeza mi cabeza y empujó las caderas con mayor fuerza. A pesar de que todavía era muy pronto, me gustó ese giro inesperado, así que me aferré a sus hombros con ambas manos y empecé a lanzar gemidos de placer.
El lado salvaje de Yoongi, esa parte desconocida y animal que vivía dentro de él se manifestó de repente. Su respiración se fue haciendo más agónica, sus músculos se contrajeron más y más, su rostro se crispó, y sus ojos, parecieron perderse en el origen de la vida. Dios santo, sus pupilas se dilataron tanto que sus ojos acabaron siendo casi completamente negros. Pude haberme asustado, pero no. Quería conocerlo todo de él, incluso esos cambios físicos, por lo que sonreí y me zambullí en el tenebroso estanque de sus ojos.
Lo hicimos. Perdí la noción del tiempo. Solo supe que él entró, salió, jadeó sobre mi boca, se tragó mis pequeños gemidos y me embistió con ganas, con ímpetu, con fuerza. Mis sentidos estaban desbocados mientras mi cuerpo se restregaba rítmicamente contra el colchón, mientras su mano me llevaba al límite. Deseé que ese momento no terminara nunca, sentir a Yoongi tan inmenso, descontrolado y poderoso sobre mí, liberando aquello que él también había estado reprimiendo, generando un tsunami de placer dentro de mí.
Más embestidas, más jadeos. Su boca rozando mi nariz, mi mejilla, mis labios. Calor, gemidos, más y más placer, más fricción, unión, y más, y más.
Mi boca sólo pronunciaba su nombre.
Mi cuerpo sólo sentía su cuerpo.
Mi alma daba gracias por él.
Sí, me sentí afortunada por haber conocido a Yoongi. Quería quedarme para siempre en esa cama, en la inexperiencia, en lo inusual, uniéndonos a pesar de ser totalmente diferentes, siendo iguales porque ansiábamos el cuerpo del otro sin precisar más razones. Empezamos a rodar, abrazados como dos gatos peleándose en la noche, y luego, cuando alcanzamos el orgasmo, ambos quedamos maravillados por la nueva experiencia. Fue como un arco iris dentro de mí, un arco iris que se elevaba por encima de mí, allá abajo, donde mis ganas se juntaban con sus ganas y juntas hacían que nuestros sexos latieran como el corazón de un pájaro en vuelo.
Lo primero que sentí fue una deliciosa onda expansiva entre las piernas. Mi boca se abrió, pero no salió sonido alguno. Un placer tan inmenso que anula cualquier otra percepción, un placer que surgió entre los restos del dolor y la acumulación del deseo, un placer que dio sentido a lo que acabábamos de improvisar, sin experiencias ni pruebas. El orgasmo de Yoongi fue distinto. Permaneció muy pegado a mí y dejó escapar un gruñido brutal, tenso y, al mismo tiempo, liberador. Una expresión de verdadero orgasmo, algo muy sensual y satisfactorio para él, para los dos. Verlo así y sentir su caliente esencia en mi interior provocó unos últimos cosquilleos dentro de mí.
Había salido mucho mejor de lo que yo había imaginado. ¡Cómo iba a imaginar algo así! ¡Era imposible! Sentía su calidez en torno a mí, encima, por dentro, y un sutil aroma a su piel y sudor. Me quedé inmóvil, temblorosa todavía, intentando recuperar la cordura y volver al tiempo real. Yoongi permaneció quieto, respirando agitadamente, muy profundo, con los músculos aún en tensión y los ojos cerrados.
Alcé un poco la cabeza para besar sus labios de forma suave y repetida durante un rato. Lo besé para que su pecho fuera aminorando la velocidad de subida y bajada. Lo besé para devolverlo a su estado normal, y poco a poco así fue sucediendo. Cuando abrió los ojos, ya no tenía las pupilas dilatadas, sino un brillo intenso y vivo. En seguida el rubor de su piel fue desapareciendo, y quedó otra vez tranquilo.
No dijimos nada, y yo entendí su silencio, porque a los hombres se les da mejor actuar. Pasó su pulgar por mis labios, después deslizó los dedos hacia mi barbilla en una caricia que siguió por mi cuello. Bajó más, a mi pecho, que acarició antes de irse con la mano abierta hacía mi vientre. Allí me acarició con cuidado un rato, como si quisiera decirme: sé que sientes dolor, lo noto. Yo cerré los ojos y disfruté de sus caricias. Luego, Yoongi separó un poco las caderas de mí y salió de mi interior, despacio.
Desnuda sobre la cama, noté su semen dentro de mí, también noté que tenía semen pegado al abdomen, ese era mío. Entre mis piernas había restos también.
¡FIN!
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