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Capítulo 3. Perdida En El Bosque

Cora miró con recelo la cafetera que descansaba a un lado de la estufa donde su papá estaba preparando el desayuno, y sintió grandes tentaciones en beber litros de aquella bebida hasta que sus párpados ya no fueran capaces de siquiera parpadear.

La velada en el Mystic Grill había concluido más tarde de lo que ella misma esperó. Caroline y Bonnie se dedicaron a conversar sobre temas triviales con Stefan, mientras que Cora se descubrió a sí misma conversando tranquilamente con Elena. Fue toda una sorpresa saber que ambas chicas tenían diversas cosas en común, y al mismo tiempo eran tan distintas. Podía ser que estaba cansada, pero la joven rubia podía jurar que con Elena había algo que la atraía de ella. No era atracción como la que ella sentía con Stefan, a quien trató de evitar durante toda la noche en cuanto descubrió que él venía como acompañante de Elena. Con la chica Gilbert Cora sentía una atracción como la de los imanes: dos polos opuestos que se atraían. Era bastante sencillo conversar con ella, casi como si fueran amigas de toda la vida.

Era extraño, lo sabía, pero ni siquiera ella misma se lo podía explicar. Solo sabía que se sintió segura al estar con Elena, y se maldecía a sí misma por animarse por la idea de volver a verla. Pero quería saber si aquello había sido cosa de una sola noche, o ver si podía ser más. Muchos decían que nunca sabes en quien conocerás a tu mejor amiga, pero Cora quería cerciorarse de que esto no sucediera. No deseaba forjar vínculos con nadie, y si conocía más a Elena, posiblemente encontraría la manera de alejarse de ella sin verse como una persona grosera o algo peor.

Cuando regresó a casa, en compañía de Elena y Stefan, caminata que además fue un tanto incómoda porque Cora pudo percibir las miradas que la chica Gilbert le dedicaba al Salvatore. Y él a ella. Pero eso no fue lo peor, por supuesto que no. Como si el cielo hubiera escuchado sus plegarias de que su vida fuese como la de las novelas que ella leía, la rubia había quedado en medio de los dos, teniendo así que soportar todas esas miradas que se lanzaban ambos enamorados a través de ella.

Fue, indudablemente, el momento más incómodo como vergonzoso de su vida. Por qué rápidamente descubrió que, de ser una novela romántica juvenil, ella no era la chica de la historia, sino Elena, y Cora no era más que la pobre amiga que no se quedaba con el chico.

Al menos aprendió que cuando pensara en desear algo, fuera más específica al hacerlo.

Una vez que logró despedirse de ambos chicos, quienes además la trataron amablemente, más de lo debido inclusive, Cora se sintió terrible por que no podía sentir siquiera frustración por ello. Elena había perdido a sus padres, Stefan no conocía a nadie en ese pueblo, y los dos parecían complementarse de una manera extraordinaria. Las miradas que se dedicaban decían más que todos los poemas de amor escritos desde el inicio de los tiempos hasta la actualidad, y ella no pudo sentir más que culpa, porque se sentía atraída hacia Stefan y estúpidamente llegó a pensar que a él le pasaba lo mismo, pero no fue así.

Gracias a todo esto, Cora se había metido a la cama ya después de la media noche, y no logró conciliar el sueño hasta las cinco de la madrugada, durmiendo así menos de dos horas. Y ahora estaba pagando las consecuencias de esto en la mesa de la cocina donde estaba desayunando con su padre, viéndose tentada en probar el café que él había preparado pero que sabía que no podía consumir.

El doctor le había dado una dieta a seguir para el cáncer. Él había dicho que algunos alimentos no estaban en sí prohibidos, pero preferentemente debía evitarlos. Claro, sus padres no opinaban lo mismo que él, por lo que habían colgado la lista de alimentos que su hija no podía ingerir. Y entre esos alimentos estaba el café.

Ella jamás amo el café, pero ahora sentía que había dejado ir a un gran amor y se arrepentía de no haberlo consumido durante el tiempo que pudo hacerlo. ¿Por qué lo prohibido siempre era lo más apetitoso?

Lo único que no podía soportar de la dieta era no poder consumir carne. Solo pescado blanco y pollo. Sin mencionar que no podía comer la yema del huevo, sólo la clara.

Siempre odió las dietas, pero esta era la peor de todas.

—¿Cómo te fue anoche?

Cora parpadeó y alzó su mirada del plato que tenía delante suyo, el cual consistía de un coctel de frutas (el cual no contenía ninguna clase de cítricos ya que también los tenía prohibidos) con un tazón de yogur sin grasa y un licuado de manzana con papaya.

Estaba segura de que ella era la adolescente con dieta más sana en Mystic Falls. Y no tenía idea de cómo le haría en la cafetería, pues las personas empezarían a percatarse tarde o temprano de los alimentos que podía llegar a evitar, y las preguntas saldrían a flote.

Dejando su tenedor a un lado del plato, Cora vio cómo su padre se sentaba delante suyo con su taza de café y un plato de huevos revueltos con tocino. Jamás se le había antojado más ese desayuno como ahora.

—Bien.

—¿Llegaste con alguien?

—Unos chicos de la escuela—respondió con un encogimiento de hombros, cruzando sus piernas bajo la mesa—. Se ofrecieron en acompañarme.

—Oh—André Beckham tomó un bocado de su desayuno con el tenedor y Cora hizo lo mismo con su fruta hasta que él volvió a hablar—. ¿Te divertiste entonces? Recuerdo que el Grill era un buen lugar para pasar la noche lejos de los padres.

—No diría que me divertí, pero—tragó en seco ¿Por qué era tan difícil hablar de su vida social con su padre?—, no estuvo mal—exhaló—. ¿Cuándo dices que instalamos la radio? Extraño escuchar la estación de la mañana.

Por qué así el silencio sería menos incómodo, así como le sería más fácil evadir las conversaciones con su padre sobre su vida social.

Sin embargo, André sabía el por qué detrás de esa pregunta, cosa que lo hizo sonreír para acto seguido suspirar.

—Disculpa—murmuró—. Es solo que me preocupo por ti. Soy tu padre ¿de acuerdo? No puedo evitarlo. Y este es un lugar nuevo para ti, donde no conoces a nadie y nadie te conoce.

Inexplicablemente, Cora no pudo evitar pensar en Damon, el chico de ojos azules que se encontró en la calle. Quería pensar que él era real y no un fantasma que se apareció ante ella y luego desapareció, pero no estaba recordando eso, sino su conversación, y el cómo le fue tan fácil hablar con él, así como él parecía escucharla de verdad, como si cada palabra que la rubia tuviera que decirle fuera importante.

Era extraño, por no decir espeluznante, pero jamás había hablado con chicos como él, mucho menos bajo las circunstancias en las que se encontraron.

—Lo sé—musitó—. Pero también entiéndeme, papá. No sé qué quiero exactamente. Sé que no quiero hacer amigos, porque crear vínculos sería algo cruel para cuando llegue el momento de volver a Chicago. Sé que así será.

—No lo sabemos.

—Papá, no—pidió ella con voz temblorosa—. No quiero hablar de eso ahora. Y tampoco quiero que tengas esperanzas falsas—apartó su mirada azul de su padre para que así le fuera más fácil el poder expresar lo que deseaba comunicarle—. Los chicos fueron muy amables anoche, y creo que pude entenderme con una de ellos. Elena Gilbert.

Los ojos de André se abrieron entonces como platos y Cora vio de reojo como su rostro parecía ser más pálido de lo usual.

—¿Gilbert?

—Si—hizo una mueca—. Papá sé que Elena vivió una tragedia terrible, pero no por eso tenemos que hablar de ella como si fuera un alienígena.

—No, no es eso. Solo...—titubeó—. Es que no pensé que ella decidiera volver a la escuela. Lo sé—añadió al ver la mirada acusatoria que le lazaba su hija al otro lado de la mesa—, no soy nadie para juzgarla—suspiró—. Todos en el pueblo hablan de ello, y honestamente no imaginé que de todos aquí en el pueblo te sintieras más cómoda con ella. Pero me alegra que al menos estés dispuesta en relacionarte con alguien.

—Sé lo que piensas—dijo amargamente—. Elena ya perdió a sus padres, yo me estoy muriendo. Las dos somos como bombas de tiempo. Pero nunca dije que éramos o que tengo una intención de que así suceda, solo dije que me entendí mejor con ella. Además, solo fue cosa de una noche. Me invitaron a la fiesta de la cascada, pero dudo en ir. Sería estúpido de mi parte.

—¿Por qué estúpido?—preguntó desconcertado, a lo cual Cora enarcó su ceja y le miró incrédula.

—Yo, en el bosque en medio de la noche con cientos de extraños adolescentes embriagados—río con evidente sarcasmo—. No soy suicida.

—Te divertiste anoche ¿no?

Cora titubeó.

—No lo sé. —respondió finalmente con un suspiro de derrota, a lo cual André sonrió. Era una de esas sonrisas paternales que ningún hijo deseaba ver, por que significaba que lo siguiente que tuvieran por decir no se les podía negar.

—Ve a la fiesta.

Cora casi se atragantaba con el trozo de pera que estaba masticando.

—¿Qué?

—Ve a la fiesta—repitió con calma—. No me emociona a mí tampoco la idea, pero sé que no te fue mal anoche, porque de ser así no habrías llegado tan tarde.

—¿Me esperaste despierto?—preguntó en voz baja.

—¿Qué clase de padre sería si me voy a dormir contigo afuera en un pueblo nuevo para ti?—negó con su cabeza como gesto desaprobatorio a aquella pregunta que él mismo dijo—. Eres mi hija, y quiero protegerte de todo. Pero tampoco quiero que te prives de la vida de adolescente. Comprendo que tu situación te pone más límites, pero no es algo que tengas prohibido de hacer, solo te dijeron que debías ser cuidadosa.

Cora suspiró y tuvo que beber de su licuado para así digerir cada palabra que su padre le acababa de decir, pues no era lo que ella esperaba oír de su parte. Menos en su segundo día de clases en Mystic Falls.

—Sabes que tengo clases, ¿verdad?

—Sé que eres prudente y responsable, por lo tanto confío en ti. Sé una adolescente por un día. O la mitad de él, por lo menos. Dale una oportunidad a Elena, conoce a sus amigas y entonces podrás regresar antes a leer, ver televisión o lo que te haga sentir más cómoda.

—Un padre normal le diría lo opuesto a su hija ¿Sabes?—indicó con un dedo acusatorio.

—Suerte que no somos una familia normal. Y no lo digo por el cáncer. —añadió con voz queda.

—Bien—dijo con resignación—. Pero si termino con dolor de cabeza, y no necesariamente por el alcohol que además tengo prohibido ingerir, es tu culpa—chasqueó la lengua—. Sabes que tengo problemas con entender a los chicos de mi edad.

—Entiendo.

—Pero ¿crees que mamá lo apruebe?

—Por supuesto que no—respondió—. Por eso no le vamos a decir.

Los ojos de Cora casi se salían de órbitas al escuchar esto. Definitivamente su padre no era como todos los papás que cuidaban de adolescentes. ¿Cuándo se había visto a su padre encubrir la salida de su hija a una fiesta a la cual ni siquiera ella deseaba ir?

—Oye, yo confío en ti—le recordó con gentileza—. Y el bosque de Mystic Falls es más seguro de lo que aparenta ser. Aquí no suceden cosas extraordinarias, Cora. Lo más anormal de ver sería un chico apuesto que no fuera un imbécil o una porrista con cerebro.

—Mi mamá era una porrista.

—Por eso me casé con ella: era lo más inusual de aquí. —señaló con una radiante sonrisa que rápidamente Cora le imitó. Sin embargo, su rostro rápidamente volvió a adquirir un semblante serio y su apetito se vio cerrado en cuanto a ella llegó el recuerdo de un par de ojos verdes en compañía de unos azules, y solo esperaba que sus mejillas no se hubieran sonrojado en el acto.

—Papá—llamó al cabo de unos instantes en donde él ya iba a la mitad de terminar su desayuno, mientras a que ella le faltaba mucho por comer—. ¿Cómo lo sabes?

—¿Qué cosa?—preguntó todavía con la boca llena, y masticó rápidamente.

—He leído novelas, ya lo sabes, y también conozco que la mayoría de las casos son reales—titubeó—. ¿Cómo sabes que tu noviazgo de preparatoria es el amor de tu vida? ¿Cómo sabes cuando debes proponer matrimonio?

—Oh—André, sin haber esperado aquella pregunta de su hija, se limpió los labios con la servilleta de papel y alternaba su mirada gris de los ojos azules de su hija hacia la taza de su café todavía llena—. Bueno—aclaró su garganta—, no lo sabes. No es algo que puedas explicar con la lógica. Yo era de los creyentes que decían que el amor era también a base de pensar y no sentir demasiado, pero cuando conocí a tu madre eso terminó. Era como si la gravedad no existiera cada vez que la veía o ella me hablaba. Quería su compañía porque ella me hacía sentir bien, me hacía reír, y yo quería hacerla feliz en todo momento. Creo que la clave está en que tu pareja es con quien te sientes cómoda, tú misma, y sabes que con esa persona estas a salvo, así como también tú deseas darle esa misma sensación—suspiró—. ¿Por qué la pregunta?

Se encogió de hombros.

—Curiosidad. Es sólo que me cuesta entenderlo ¿sabes? Estoy acostumbrada a leerlo, pero saber quien es el amor de tu vida siendo un adolescente me parece difícil de siquiera imaginarlo.

—Bueno cariño, entonces no lo entiendas. Amas a los personajes de los libros por que te enseñan a esperar grandes cosas en la vida real ¿correcto?

—Cosas que jamás llegarán—declaró en voz baja. No podía pedir a un hombre apuesto con un gran corazón que se ocultase detrás de una personalidad cerrada, o de alguien que mostraba saberlo todo cuando en realidad no tenía idea del amor. No podía tener a alguien de la época victoriana o a un chico adolescente sarcástico pero de un noble corazón. Era imposible—. No busco eso, papá. Solo tengo curiosidad. La mayoría de las personas en este pueblo se casaron con sus novios de preparatoria, solo que no entiendo por qué o como lo decidieron.

Sin embargo, antes de que André pudiera tener la oportunidad de responderle a su hija lo que acababa de plantear, se escuchó como la puerta principal se abría en cuanto una llave se introdujo dentro de la cerradura y tanto padre e hija hicieron a un lado el tema de conversación como su desayuno para ver cómo Lydia Beckham llegaba finalmente a su hogar tras una cansada ronda nocturna en la estación de policía de Mystic Falls. Su cabello castaño que había llevado sujeto en una trenza la noche anterior ahora caía sobre su espalda completamente suelto. Se le veía un poco pálida, pero fuera de esto no tenía la apariencia de llegar a estar exhausta, cosa que Cora tomó como una buena señal de que su trabajo no le era tan pesado. Esto le aliviaba, ya que significaba que no tenía por qué sentirse tan culpable por que su madre hubiera dejado su trabajo en Chicago para cambiarlo por ser oficial de un pueblo pequeño que jamás tendría ningún crimen escandaloso.

—Cariño—saludó Lydia a su hija acercándose por detrás de ella para así depositar un beso sobre la coronilla de Cora—. Buen día. Amor.

Cora vio como su mamá se alejaba de ella para así acercarse a su papá y darle un beso en los labios.

—¿Cómo te fue en tu primer turno?

—Oh, ya sabes. Lo normal—respondió con desinterés—. Dos multas, y mucho papeleo. Liz Forbes ¿te acuerdas de ella?

—Me daba miedo en clases. —murmuró.

—Ella me ayudó salir de la estación antes de lo previsto—informó mientras se hacía de una manzana que había en un tazón sobre la barra junto a la cafetera—. Según me informó, esta me necesita descansada por que los chicos harán fiestas esta noche y, por lo tanto, debemos estar alertas. Los chicos con alcohol en sus venas no tienen control. Yo lo sé, me sucedió varias veces.

—Vomitaste en mi auto cuando te encontré ebria caminado en la calle. —rememoró André con un esbozo de sonrisa un tanto cariñosa que hizo que Cora no pudiera soportar más su desayuno e hizo un plato a un lado.

—Aunque me encantaría escuchar sus anécdotas de cómo se enamoraron—dijo, incorporándose de un salto de su silla y tomó su vaso para buscar un termo e introducir ahí el licuado para beberlo en el auto—, tengo que ir a la escuela. Es mi segundo día y no quiero volver a perderme en los pasillos.

—Claro—su padre le dio un sorbo a su café para ponerse de pie y también buscar un termo donde pudiera transportar su bebida en el auto—. Ve por tu mochila y todo lo que llegues a necesitar, salimos en cinco minutos.

—¿Te tomaste tu medicina?—preguntó entonces su mamá apenas y la rubia ya estaba en el umbral de la cocina, y Cora, agradeciendo que estaba de espaldas hacia sus padres, arrugó su nariz y puso sus ojos en blanco antes de responder con voz calmada.

—Cada una de ellas.

Cuatro pastillas en total, y de acuerdo con el doctor, estas dosis no harían más que aumentar con el paso del tiempo hasta cambiar de medicina. Todo dependía de que tan rápido se expandiera el cáncer.

—Bien, no tardes demasiado. —pidió, y Cora, tras asegurarse de que su mamá no añadiera alguna otra cosa a la conversación, se apresuró en salir de la estancia para subir los escalones y entrar a su habitación donde encontró su mochila sobre la cama.

Mientras esperaba a que la secadora de cabello terminase su labor, había decidido en terminar la poca tarea que tenía pendiente. El problema era que se trataba de álgebra, y ella no le entendía nada.

Suerte que la fecha límite de entrega era para el día siguiente. Tal vez podría avanzarle en la hora del receso.

Tras revisar que llevaba cada uno de sus libros como plumas y lápices, Cora colgó su mochila sobre sus hombros y salió al pasillo para descender las escaleras, sin embargo, apenas y su pie derecho estaba a punto de tocar el escalón, la joven rubia escuchó las voces amortiguadas de sus padres, quienes hablaban en voz baja, como si no quisieran que ella lo escuchase.

Temiendo que de tratase sobre su enfermedad, Cora apretó la mandíbula y sus labios formaron una fina y pálida línea de tensión para acto seguido retroceder sobre sus pasos y apoyarse sobre la barandilla de madera para poder escuchar lo que sus papás estaban conversando. No era la primera vez que los sorprendía secretando cosas entre ella, más específicamente sobre la salud de Cora. Y, por ende, esto yacía enfurecer a la joven Beckham.

Era su vida, su cáncer, y su bien ellos tenían derecho de cuidarla, no por eso tenían que decidir qué haría con su vida durante el poco tiempo que tenía garantizado.

—Encontraron cuerpos mutilados cercas del bosque, cercas de las afueras de Mystic Falls—decía su mamá, la intranquilidad se estaba apoderando de su voz con cada palabra que decía—. Fue un ataque animal. Pero, André ¿qué tal si esta bestia llegó al pueblo y ronda por las calles? La preparatoria no está rodeada de calle, sino del bosque. Es un perímetro amplio. Tal vez Cora debería juntarse con alguien. Caroline Forbes, ella parece ser una buena chica según me dijo Liz.

—Lydia—interrumpió André a las incoherencias que decía su esposa—. Si ese animal está en el pueblo, no creo que ataque una escuela.

—¿Cómo podemos estar seguros de eso? Hay adolescentes sin control, cualquiera puede capturar su atención y la bestia atacará a ciegas.

—¿Y qué harás entonces? ¿Vas a encerrar a Cora en una caja de cristal cada vez que haya un peligro externo? Cuando pase cercas de un panal de abejas, o de un bar ¿la vas a encerrar en su habitación por meses? Está enferma, lo sé, pero lo que queríamos al mudarnos aquí era darle lo más parecido a una adolescencia. Ya es malo que ella se recluya y se niegue en tener amigos, no aportes en encerrarla. No podes protegerla para siempre del mundo.

—Es mi hija.

—Y también es mi hija—espetó—. Y quiero lo mejor para ella. Y eso es, por ahora, dejarla ir a la escuela, ayudarla a conocer el pueblo y que se sienta lo más pronto posible como en casa. No le hagas más daño de lo que el cáncer ya le está haciendo. No la obligues a alejarse de ti, porque tú más que nadie sabe que eso hacen las chicas de su edad cuando los padres buscan manejar sus vidas. Sé una madre para ella, no una titiritera. Esto es Mystic Falls, cariño. Nada malo sucede en este pueblo.

Su día no pudo describirse como uno terrible, pero tampoco había sido el mejor de todos. Tras despedirse de su papá, quien la dejó en la escuela no sin antes hacerla prometer que iba a comer bien, Cora no había hecho otra cosa más que pensar en la conversación que había escuchado entre sus padres. Una parte de ella se sentía agradecida por que su papá fuera más comprensivo y estaba dispuesto en darle el espacio que ella necesitaba. Todavía no sabía cómo sentirse al respecto de estar en un nuevo lugar, que además era un pueblo pequeño. Era demasiado por pensar, y su mamá no parecía colaborar con darle el espacio y tiempo que ella requería para asimilar del todo su situación.

Las clases en Mystic Falls no eran como esta en la preparatoria de Chicago, pero era grato saber que ella empezaba el año como todos los demás y que no llegaba a mitad de semestre como todo un cliché de novelas que ella encontraba en los libros. Pero eso no quería decir que la parte de socializar la tuviera del todo dominada.

Había sido cuando la clase de álgebra había finalizado. El profesor los había liberado, no sin antes advertirles que no había excusa para no traer la tarea que tenían por entregar al día siguiente, y que la clase que habían visto ese día les ayudaría a resolver dicha tarea.

Pero Cora no había entendido absolutamente nada gracias a que se perdió, una vez más, en la mirada de Stefan Salvatore.

Fue algo que no tuvo previsto. Solo sucedió. Ella había estado anotando cada palabra que él maestro les decía, pero por una razón inexplicable ella sintió la necesidad de voltearse y mirar sobre su hombro, solo para verse a sí misma siendo hipnotizada por la mirada profunda de Stefan, que parecía ocultar cientos de secretos que Cora quería descifrar, poder acercarse a él....

No podía explicar el porqué de este sentimiento, sólo sabía que había algo en él que la atraía, pero no sabía si él sentía lo mismo hacia ella.

—Cora.

Cuando iba saliendo del salón de clases, dispuesta en encontrar el aula de literatura, la joven Beckham escuchó la suave y aterciopelada voz de Stefan detrás suyo. Tuvo que sostenerse del marco de la puerta para no caer al suelo en cuanto escuchó como pronunciaba su nombre con tal delicadeza que la hacía sentir como si pudiera tocar las nubes.

Quería dar crédito a que su vida se basaba demasiado en novelas literarias, que tal vez esto ocasionaba que se sintiera abrumada ante Stefan. Era como contemplar a un personaje de una novela romántica, donde el desenlace podía ser feliz, o trágico.

¿Por qué los chicos de pueblo siempre tenían que ser los más atractivos?

—Hola. —saludó la rubia con una gran sonrisa, abrazándose a sí misma para mantener la compostura y no dejarse llevar por los nervios que ya se estaban apoderando de ella.

—¿Tienes clase de historia?

—Literatura—haciendo un ademán con su cabeza de señalar hacia el pasillo, Cora se encogió de hombros y suspiró—. ¿Vamos?

Ambos jóvenes abandonaron el aula de álgebra para así caminar juntos por el corredor de la escuela para llegar a sus respectivas aulas. Cora todavía podía sentir las miradas de los demás compañeros sobre ella al ser la chica nueva, pero había descubierto que en ese segundo día era más sobre llevadero, sobre todo porque ya la gran mayoría tenía otros temas de conversación, como la fiesta de la cascada que habría esa noche.

—Estaba pensando sobre esta noche—dijo entonces Stefan—. Acerca de la fiesta.

—Oh, la fiesta—tartamudeó—. No sé si pueda ir. Tego tarea por hacer, y ni siquiera conozco a nadie de por aquí ¿qué sentido tiene que vaya?

—Bueno, supongo que ya somos dos—declaró él con un suspiro por lo bajo—. Los bosques y las fiestas no son mi especialidad. Pero todos van a ir ¿por qué nosotros no?

—Tal vez por qué quiero ser una alumna responsable—respondió con una breve risa, con sus labios esbozando una sonrisa aún tanto tensa ya que no se sentía segura con la idea de asistir a dicho lugar—. No lo sé, creo que es demasiado pronto para mi. Soy un ratón de biblioteca, las fiestas no son mi ambiente—entonces, sus latidos empezaron a ser más acelerados y sus mejillas se tornaron de color carmesí al percatarse del escenario, y tuvo que morder el interior de su mejilla para no gritar de pánico ¿Cómo es que no lo había visto antes? Stefan quería preguntarle algo y ella no hacía las que balbucear incoherencias—. ¿Por qué la pregunta?

Stefan carraspeó y se encogió de hombros, más su nerviosismo no pasó por alto ante la rubia, quien veía como el chico ya se masajeaba el cuello, buscando liberar la tensión que se había impregnado en esa zona de su cuerpo.

—Bueno, somos los nuevos por aquí—musitó—, y mi tío tiene varios mapas del pueblo. Tal vez podamos ir juntos a la fiesta y también puedo darte un mapa. Es antiguo, y puede que no muestre los cambios que hay actualmente a como era hace años, pero muestra las zonas del bosque en caso de querer cruzarlo. Puede que un día lo necesites.

Cora dudó, porque todo lo que Stefan le había dicho la había dejado un tanto confundido? ¿La estaba invitando a la fiesta de la cascada o solo estaba siendo educado y le quería prestar un mapa antiguo del bosque de Mystic Falls? Y de ser lo primero ¿Por qué habría de importarle? Eran sólo dos chicos desconocidos que no conocían casi a nadie en el pueblo; dos forasteros que tardarían tiempo en ser aceptados en el lugar, sin ser vistos como si fuesen del otro continente. Además, Cora estaba segura de que no había intenciones ocultas detrás de su invitación. Había podido comprobar en sólo dos días que Stefan era un chico amable, educado y fuera de época. Literalmente. Algunas ocasiones Cora tenía la sensación de estar presenciando a un personaje de Dickens fuera de las páginas de un libro. Pero posiblemente él era lo que se le podía denominar un alma vieja. Su propio padre lo era, según le contó su mamá. No había razones para no creer que sus intenciones eran puras e inocentes, de un buen samaritano.

—Claro—asintió antes de poder seguir dándole vueltas en su cabeza al asunto y así sonreírle—. Suena bien. ¿Tengo que pasar por ti o nos vemos en un lugar específico?

—Pensaba en recogerte en tu casa.

—Oh—y rápidamente sus ojos se abrieron como platos al recordar que su mamá podía seguir en casa a esas horas, y que su padre, de llegar temprano, se volvería loco de sólo ver a un chico en la puerta de su casa que venía por su pequeña hija—. Mi casa—repitió con un hilo de voz—. Por supuesto. ¿A qué hora?

—¿Las siete estaría bien para ti? —preguntó él, y Cora casi quería lanzarse sobre su pecho y golpearlo por ser tan formal. ¿Es que acaso el cielo había escuchado en verdad sus súplicas y tal vez ella no estaba destinada a ser el personaje secundario? Stefan era todo lo que ella pedía desde sus trece años: un chico apuesto, con una mirada de la cual ella jamás podría cansarse de contemplar, así como una radiante sonrisa que reflejaba pureza, y que, por su esto no fuera ya suficiente, se comportaba como todo un caballero.

—Siete treinta—pidió ella—. Me gustaría tener tiempo para hacer la tarea.

Y así tener más tiempo de no morir de un colapso nervioso sobre qué les diría a sus padres si alguno de los dos veía llegar a Stefan.

—Te veré entonces a esa hora.

Cora cerró sus párpados, buscando recordar aquellos hermosos y profundos ojos verdes que la veían con profundo interés, a la expectativa de lo siguiente que ella llegase a decir. Tomó una profunda bocanada de aire, y cuando volvió a abrir sus ojos contempló su reflejo ante el espejo, terminando de recordar el cómo es que había terminado ahí por segunda ocasión en tan solo dos días.

Había seleccionado unos jeans azules con una blusa negra de tirantes en compañía de una chaqueta de mezclilla azul y botines de plataforma negros con cuatro centímetros de altura. Sabía que no lucía como alguien que iba a una fiesta, pero tenía entendido que cuando alguien iba al bosque debía procurar ir lo más cómodo posible, así que aquí estaba ella, terminando de vestirse para asistir a una fiesta y esperar a que un chico que apenas y conocía viniera por ella para recogerla.

De no ser porque Mystic Falls era un pueblo pequeño, Cora habría empezado a creer que había sido una terrible idea. ¿Qué tal si Stefan era un sociópata? Por supuesto, esto era falso, pero aun así sabía que tenía que empezar a ser más cautelosa referente a conversar con extraños, y cuidar lo que les decía. Su problema era en que no sabía cómo relacionarse del todo con las personas, así que quería pensar que esto la ayudaría para aprender que decir, y que guardarse para sí misma.

Exhaló. No había tiempo para arrepentirse.

Cuando se aseguró de llevar todo, y que su celular estuviera cargado, así como de tener una alarma que sonaría media hora antes para tomar sus medicinas que le tocaban esa noche, Cora tomó su bolso y bajó las escaleras solo para ver como su mamá iba saliendo de la casa, completamente absorta en sus pensamientos sin percatarse de que su hija iba descendiendo los escalones de la casa.

En cuanto vio que la puerta se cerró, la joven rubia no pudo evitar soltar un suspiro de alivio. Estaba sola, y no quedaban menos de cinco minutos para que las siete treinta. Con suerte, cuando su papá llegase, ella y Stefan ya estarían a mitad de camino para llegar a la cascada.

Cora aprovechó el poco tiempo que podía tener antes de que llegase Stefan para así escribir una nota para su padre y la dejó en la mesa de la cocina, donde sabía que era la primera habitación en la cual buscaba a su hija o esposa cuando ninguna de las dos la recibía en la puerta. No le generaba un buen sabor de boca la sola idea de tener que dejarlo cenar solo por segunda vez, pero quería pensar que hacía lo correcto al ir a esa fiesta. Él quería que ella fuera normal, que se divirtiera. Tenía que hacerlo al menos por una sola noche más.

Definitivamente no era una adolescente normal. Y no lo decía necesariamente por su enfermedad. De hecho, esto era el mínimo de sus problemas con respecto a su vida social.

Buscando una manzana en el frutero que su mamá debió de haber llenado a lo largo de la mañana, Cora le dio unas cuantas mordidas antes de que el timbre de la casa sonase, haciendo eco por las paredes gracias a que no había ruido alguno dentro.

Tras casi atragantarse con el trozo de manzana que estaba masticando, Cora lanzó a la basura el resto de la fruta y tomó unos tragos de agua de la llave para así correr hacia la puerta y abrirla, encontrándose en el acto con el rostro pálido de Stefan, quien al verla inmediatamente le sonrío.

—Hola.

Cora se sujetó con más fuerza de la debida de la puerta y le devolvió el gesto.

—Hola.

—¿Estás lista?

—Casi—tomó sus respectivas llaves que estaban detrás de la puerta sobre el buró y esbozó una sonrisa—. Que puntual eres. Tengo entendido que los chicos no siempre son puntuales, o tocan el claxon de sus autos hasta que los padres se vuelven locos por el ruido. —bromeó mientras salía de la casa para así cerrar la puerta con llave.

—Al parecer soy la excepción a la regla. —respondió con una pequeña risa, cosa que Cora respondió con una sonrisa ladina pero honesta.

El camino a la cascada, donde sería la fiesta, no fue tan largo como la joven había pensado. Especialmente porque se descubrió a sí misma disfrutando de la compañía de Stefan apenas y pasaron dos minutos desde que abandonaron su casa. Stefan la había llevado al comienzo por la zona peatonal, hasta que le indicó cuando era tiempo de internarse en el bosque, pero, por fortuna, no pasaron más de cinco minutos antes de escuchar el sonido el agua cayendo desde la cascada, la cual, él le había informado, estaba bastante cercas de donde ellos estaban, más específicamente sobre ellos, y debajo suyo.

—Mystic Falls parece para mí como un pueblo que encuentras en las novelas sobrenaturales—dijo ella con una sonrisa tímida cuando vislumbraron a la distancia el camino que los llevaba hacia la fiesta, y tanto la música como las voces de los adolescentes rápidamente se alzaron sobre el ruido del agua. Pero ninguno de los dos parecía tener prisa con llegar y reunirse con el resto—. Solo que sin los personajes escalofriantes. Las estructuras de las casas, el bosque y sus rincones naturales que jamás podrás ver en Chicago; no soy una chica de pueblo, pero creo que puedo adaptarme a esto si me concentro en ver más en lo mejor de aquí, y no solo en lo malo—se encogió de hombros—. ¿Qué hay de ti?

—Me pasa lo mismo que a ti. Recuerdo este pueblo de un modo diferente a como lo veo ahora. Y no hablo solo por la época.

—Cuando eres niño el mundo se ve diferente. —dijo ella con una sonrisa, y él solo pudo asentir a modo de respuesta.

—Cierto.

—Es una pena que cuando somos adolescentes, nos concentramos demasiado en lo trágico que nos cuesta volver a tener esa inocencia—dijo con una mueca en sus labios—. Es verdad que las cosas cambian porque crecemos, pero a veces pienso que todo sería más fácil si fuéramos capaces de ver lo bueno y lo malo al mismo tiempo. ¿Sabías que los adolescentes somos las personas más difíciles de tratar junto a las personas de la tercera edad? Lo leí en un libro una vez, para la escuela—aclaró—, y terminé traumada.

Stefan rio, esta vez con más libertad y espontáneamente apenas y vio como los ojos de Cora parecían salirse de órbitas, y ella inmediatamente se rio a carcajadas por esto.

Era increíble lo fácil que era reírse con él. Ninguna sonrisa o risa era actuada, todo era genuino cada vez que estaba junto a Stefan. Sentía como si al estar cercas suyo ella podía ser honesta, sentirse libre de la prisión en la que ella tenía que vivir bajo la mentira y secretos sobre su salud. Por unos momentos ella era capaz de olvidarse de todo, y solo querer escuchar la voz de aquel chico por horas, hablando de todo y de nada.

Sin embargo, en cuanto llegaron al final del camino, Cora se detuvo apenas y vio cómo Stefan parecía dudar respecto a decirle algo, y ella se apartó un mechón de cabello para colocarlo tras su oreja.

—¿Qué?—preguntó con una exhalación y una sonrisa tiró de sus labios, embelesada por aquellos ojos verdes que la observaban con detenimiento, admirando cada facción que componía su rostro.

—Es solo que...

Pero Cora no pudo saber lo que Stefan estaba por decirle, pues en ese momento una voz aguda se alzó a espaldas de ellos, y lo próximo que la joven Beckham vio fue como una muchacha de cabellera rubia se interponía entre los dos y tomaba a Stefan del brazo.

—¡Viniste! 

Y sin esperar respuesta del chico, Caroline Forbes se llevó a toda prisa a Stefan, dejando así un tanto confundida a Cora. ¿Qué demonios acababa de pasar?

Pestañeando en medio de la confusión y perplejidad, la rubia ojiazul vio como Caroline empezaba a decir millones de cosas a Stefan, quien intentaba ser atento con ella, pero por su postura se le veía de lo más incómodo. Cora estuvo más que tentada en intervenir, justo como la chica Forbes había hecho, de no ser porque algo más capturó su atención.

En una rama del árbol más apartado del gentío, pasando inadvertido gracias a la oscuridad que otorgaba el bosque, había un cuervo de plumas negras y ojos oscuros, y su mirada estaba clavada en Cora. La muchacha contuvo la respiración, y sintió como su corazón latía con fuerza debajo de su pecho. Sus oídos comenzaron a zumbar, y sus pies parecieron repentinamente perder la sensación de estar pisando la tierra del bosque de Mystic Falls.

Por un momento, tuvo la impresión de que el cuervo quería que ella lo siguiera en las profundidades del bosque, donde se perdía el sonido de la cascada, de las voces, de la música...

—Cora.

Al escuchar su nombre ser pronunciado por una gentil y delicada voz a su lado, la aludida dejó escapar el aire que había estado reteniendo, y vio un tanto confundida a Elena, quien tenía ya en sus labios una sonrisa nerviosa en cuanto se percató de que la chica Beckham se había ido a un lugar de su mente donde nadie más podía alcanzarla.

—¿Estás bien?

—Si—tragó grueso. Sentía que su cabeza estaba palpitando, así como le brindaba la falsa sensación de que el suelo estaba dando vueltas, cuando no era así. Solo esperaba que no fuera uno de los síntomas de la leucemia, pues de ser así estaba condenada—. Lo siento, estaba pensando en mi mamá, y en que ella no está de acuerdo con que esté aquí.

O más bien dicho, que ella no tenía idea de que se encontraba en esa fiesta.

—¡Ahí están!—exclamó entonces Bonnie, acercándose a ambas chicas con dos botellas de cerveza, ofreciéndole una a Elena mientras su atención se dirigía a Cora. La rubia jamás había visto a una persona en la vida real ebria, solo en la ficción, pero, basándose en los pasos tambaleantes que daba la castaña, podía intuir que había bebido al menos una botella de cerveza, aunque parecía todavía ser dueña de su mente sin estar diciendo cosas irrelevantes a causa del alcohol, cosa que la ojiazul quería tomar como una buena señal—. Cora, me alegra tanto que vinieras. Elena estuvo horas preguntando si vendrías.

—Tenía curiosidad. No te veías muy convencida ayer. —explicó Elena con una pequeña sonrisa.

—Bueno, aquí estoy.

—Uno menos en la lista de invitados. ¿Dónde está Salvatore? También preguntaba por él. —añadió en dirección a Cora, y la rubia vio como Elena reaccionaba a esto con sus mejillas sonrojándose.

—Caroline lo secuestró. —respondió la rubia, e inmediatamente se arrepintió, pues sabía que Forbes era amiga de ambas chicas, y no quería sonar celosa y disgustada. Sin embargo, Bonnie solo reaccionó a esto riéndose mientras que Elena ponía los ojos en blanco, más había una sonrisa de diversión cruzando por sus labios.

—No me sorprende. —masculló Elena.

Bonnie bebió un trago de su cerveza, sin embargo, sus pies llegaron a tropezar el uno con el otro cuando parecía estar dispuesta en dar media vuelta y encaminarse hacia dónde debían tener más botellas llenas. Cora reaccionó a esto antes que Elena y sostuvo con sus manos a la chica Bennett para así ayudarla a estabilizarse.

Los ojos de Bonnie brillaron ante este gesto de la rubia en compañía de un esbozo de sonrisa, no obstante, esto desapareció rápidamente de su rostro y sus ojos se vieron empañados de horror en cuanto contempló a Cora de frente, y se apartó de ella como si sus manos ardieran.

Elena se tensó en su lugar, preocupada por la reacción de su amiga, y le miró con pánico.

—¿Bonnie?

—No es nada—su voz era débil, y temblaba con cada palabra que decía—. Cora, es mi culpa. Lo siento. Es que...—entrecerró sus ojos y miró nuevamente las manos de la rubia, las cuales mantenía entrelazadas por temor a que, de algún modo, hubiera llegado a lastimar a Bonnie—. Cuando me tocaste vi algo. —dijo, y si bien sonaba convencida de sus palabras, sus ojos contemplaban a Cora con recelo.

—¿Viste algo?

La aludida sintió como si alguien le hubiera dado un golpe con una sartén en la nuca, dejándola un tanto aturdida. ¿Qué quería decir con esto exactamente Bonnie?

—Sonará loco—dijo, más su tono de voz no demostraba vacilación, sino que estaba segura de lo que había visto, pero no se explicaba el cómo esto era posible—, pero vi un cuervo.

Y fue entonces cuando sintió que su corazón se detenía. No era la primera vez que veía esta ave en el pueblo, y ya iban dos veces en las cuales ella sentía que un cuervo, y posiblemente se trataba del mismo mismo, la observaba con detenimiento, y sabía que esto no podía ser normal. Un cuervo no podía presentar tanto interés en una persona. Era imposible.

Y por eso mismo, tal vez en un arrebato guiado por la curiosidad por esta ave, fue por lo que buscó creer en lo que Bonnie alegaba haber visto cuando la tocó.

—Dos hombres, y niebla—prosiguió la castaña con voz ahogada—. Demasiada niebla, y era roja. Era muy difícil ver a través de ella—titubeó—. ¿Saben qué? Tal vez lo que vi es cierto, pero puede ser por efecto del alcohol—dijo entonces con una sonrisa tensa—. Estoy ebria, eso es todo—suspiró—. Esto ya no me está gustando. —dijo esto último en voz baja y más para sí misma.

—Bonnie.

Elena siguió a su amiga en cuanto ella dio media vuelta para alejarse, pero Cora, cuando estaba por seguir a ambas chicas al preocuparse por el estado de Bonnie, se quedó helada en su sitio cuando el cuervo volvió a aparecer en su campo de visión.

Estaba en el árbol vecino de donde lo había visto momentos atrás antes de que Elena la interceptara.

Sus manos empezaron a sudar, y pensó en Bonnie, en lo que acababa de decir. Todo parecía tan falso, pero al mismo tiempo era como si la misma Bonnie no pudiera creer en lo que decía, porque se veía segura en que había visto aquella visión, más no entendía el por qué, o si al menos era una visión real.

Soltó un gruñido por lo bajo y apretó sus puños hacia su costado. Todo lo que ella debía tener presente como algo real, era que ese cuervo no era normal, había algo en esa ave que no estaba bien. Terminaría con ese misterio, y luego volvería a casa, lugar del cual no debió de haber salido.

Avanzando a grandes zancadas hacia el interior del bosque, Cora se internó en la oscuridad de éste, perdiendo en el acto rastro alguno del cuervo. 

—Te ves perdida. De nuevo. —dijo una voz traviesa cercas de su oído.

Cora no pudo reprimir dar un grito ahogado para acto seguido darse la media vuelta y golpear con su bolso a la persona que tenía ante ella, pero rápidamente se arrepintió de esto apenas y vio como dos ojos azules la observaban con gesto divertido por su reacción.

—¿Es que acaso haremos de esto parte de nuestra rutina?

La joven rubia abrió sus ojos como platos y seguido de esto volvió a golpearlo con su bolso, solo que está vez sin aplicar demasiada fuerza solo para intentar borrar su sonrisa socarrona.

—¡No hagas eso! —le reprochó al —. No es normal ¿sabes?

—Yo también podría quejarme de algunas cosas anormales sobre ti—indicó él—. Como que me has gritado en la cara dos ocasiones.

—¿Y de quien es la culpa? —bufó, volviendo así a colgar su bolso sobre su hombro y se cruzó de brazos—. ¿Qué haces aquí? Y por favor no me digas que me estas siguiendo que eso ya sería demasiado raro.

—Lamento informarte que no pienso en ti a diario—declaró él con una sonrisa burlesca—. Vine por una amiga. Se sintió mal y quiere que la recoja. ¿Qué hay de ti?—preguntó con él ceño fruncido—. ¿Qué haces lejos de la diversión de adolescentes? Es una fiesta en el bosque. Literalmente es lo más emocionante que tendrás aquí en meses.

La joven rubia dudó sobre cuál sería su respuesta. No podía decir que había entrado al bosque en busca de un cuervo. Si él ya debía de pensar que era una loca por gritarle en la cara día veces, decirle esto haría que él llamase a un manicomio para que vinieran por ella.

—Estaba buscando a una amiga—dijo, y en parte era verdad, ya que se había quedado preocupada por el estado de Bonnie—. Pero me perdí al intentar encontrarla.

—Chica nueva y ya tienes una amiga. Nada mal. —declaró con diversión, cosa que Cora le miró de mala gana.

—No somos exactamente amigas, pero de momento nos llevamos bien—aclaró entre dientes—. ¿Y tú amiga?—inquirió entonces, utilizando un tono de voz arisco—. ¿No deberías ir por ella?

Damon se percató de este cambio en la voz de la joven rubia, ya que sus labios se torcieron nuevamente en una sonrisa socarrona y enarcó una de sus cejas.

—¿Tan rápido me quieres fuera de tu vista?

—Bueno, la última vez que nos vimos, desapareciste como un fantasma.

Y ahora que lo pensaba, Cora se percató con un escalofrío de que, de nuevo, se había encontrado con él a solas, sin algún testigo que pudiera corroborar de la existencia de Damon. ¿Cómo es que aparecía y desaparecía de aquella manera?

—No es mi culpa que seas tan distraída. —dijo él, inclinándose hacia ella, cosa que la ojiazul reaccionó retrocediendo unos pasos y mantuvo el equilibrio apoyando su mano sobre el tronco del árbol que había detrás suyo. Esto sólo hizo sonreír aún más a Damon. Era una sonrisa fría, que hizo sentir a Cora que podía estar cayendo de un precipicio.

—No lo soy—contradijo, aunque ni siquiera sabía por qué decía esto—. Solo que no estoy acostumbrada en hablar con extraños.

—¿Soy un extraño para ti?

—Solo sé tu nombre. No sé de dónde vienes, cuál es tu apellido, o por qué he de encontrarme contigo bajo estas circunstancias.

—¿Cuáles circunstancias?

—A solas, en la noche, sin testigos.

—Oh—Damon dejó salir una pequeña risa entre dientes y sus ojos azules emitieron un destello que Cora no pudo identificar que podía significar—. ¿Te doy miedo, entonces?

—No. Pero tengo la teoría de que podrías ser un fantasma—tomó una pequeña bocanada de aire para que su voz no temblara—. El cómo desapareces no es normal.

Damon reaccionó a esto lanzando una carcajada y sus ojos azules le miraron atentamente, capturando así la mirada de Cora.

—Así que, si fuera un fantasma ¿no me tendrías miedo?

—Honestamente, no.

Entonces él entrecerró sus ojos y extendió su mano hacia él rostro de ella, sujetando un mechón de su cabello rubio y empezó a entrelazarlo sobre sus dedos. Cora sintió como si sus pulmones se hubieran visto incapacitados por poder respirar, y sintió nuevamente cómo su pulso se alteraba junto a los latidos de su corazón.

—Tu vida social en serio es un desastre. —declaró él en voz baja, y ahora ella le miró desconcertada.

—¿Cómo puedes saber eso?

—Toda persona que quiere a un fantasma en su vida, no está bien. No tiene lazos con personas.

—No conozco a nadie aquí—le recordó ella con una sonrisa vacilante—. Además, no necesito que me digas qué hacer con mi vida social. Lo tengo controlado.

—¿Segura? Estas aquí en el bosque, sola, hablando con un desconocido, cuando allá hay una fiesta. Y no hueles a alcohol. ¿Qué eres? ¿Una adolescente o un alma vieja?—preguntó, y ella percibió cierta frustración en su voz cuando hizo estas preguntas.

—Ambas.

Damon alzó sus dos cejas y le miró por un momento con incredulidad, como si ella fuera la persona más peculiar que él hubiera visto en su vida, y ella posiblemente podía decir lo mismo de él. ¿Quién era él? ¿Por qué siempre que parecía estar perdida él aparecía?

Soltando su mechón se cabello, Damon inclinó su cabeza y le miró con aprensión los ojos. Pero antes de que él pudiera decir algo al respecto, ella tenía que preguntarle algo que consideraba más importante que cualquier comentario sarcástico que el chico pudiera llegar a decirle.

—Damon ¿Por qué estás aquí realmente?

Pero antes de que él siquiera pudiera pensar en su respuesta, ya fuera una verdad o una mentira más, pues Cora estaba segura de que le estaba mintiendo, se escucharon dos gritos llenos de pánico al otro lado del bosque, donde estaban todos reunidos en la fiesta.

—¡Auxilio!

—¡Por favor que alguien llame a una ambulancia!

Aquellos gritos provocaron que la espalda de la rubia se estremeciera por completo. Reconoció la voz de Elena, más no la segunda voz, que pudo identificar cómo la de un chico joven con matices de terror en su voz cuando pidió ayuda.

Apartándose de Damon unos pasos, la joven rubia caminó entre los árboles y se asomó por el costado del tronco de un árbol para averiguar el porqué de estos gritos. Al comienzo no pudo ver nada más que varias personas dándole la espalda a ella, murmurando entre ellos un tanto conmocionados. La música había cesado, y algunos tenían el aspecto de querer vomitar. A la lejanía pudo a Caroline agazapada sobre un árbol, con el aspecto de haber bebido de más, y Cora no sabía si quería vomitar por el mismo alcohol o por lo que sucedía.

Varios chicos empezaron a moverse para dejarle el paso libre a Stefan, quien no se veía nada bien igualmente. Cora no podía decir a ciencia cierta si se veía más pálido o sólo era la poca luz que había aquella noche, pero, por su expresión de pánico como de horror, la joven Beckham podía suponer que se trataba por lo que Elena debió de haber traído consigo de las entrañas del bosque.

El ceño se Cora se frunció apenas y lo vio desaparecer de ahí, sin siquiera reparar en qué ella estaba en aquel árbol observando todo a la distancia.

Fueron solo unos segundos, pero la rubia pudo alcanzar a ver que lo que sucedía alrededor de sus compañeros de clase, y fue algo que la dejó con la respiración entrecortada. Tuvo que apoyar todo su peso sobre el tronco del árbol para no caer. Sobre una mesa de madera había una chica de cabello castaño. Estaba demasiado pálida, y en una lateral de su cuello había mucha sangre, pero a través de ella se podían ver dos orificios, semejantes a las perforaciones. Elena estaba ahí, sosteniendo con sus manos temblorosas su celular, seguramente para llamar a la ambulancia. Un chico de cabello rubio miraba con impotencia a aquella chica que había resultado herida, y Cora supuso que debía ser alguien muy importante para él.

—Damon. —llamó en voz baja al chico azabache y se volvió para informarle que lo mejor era salir de ahí.

Ella leía novelas de todo género, pero sabía que cuando alguien resultaba herido en el bosque, y si alguien más había estado ahí, fuera o no inocente, sospecharían de ellos. Y en esos momentos tanto Cora como Damon debían irse de ese lugar. La rubia sabía que la policía llegaría en cualquier momento, y eso implicaba a su mamá, quien, por si fuese poco, no tenía idea de qué su hija se encontraba en dicha fiesta.

Sin embargo, apenas y volvió al lugar donde había estado conversando con Damon, descubrió que él ya no estaba.

Cuando llegó a casa, todo lo que podía pensar era en que sus pies la estaban matando por todo lo que había tenido que recorrer en el bosque, y todas las veces en las que llegó a tropezar con una raíz de árbol. Jamás había estado en la naturaleza, su hábitat natural siempre fue la gran ciudad, por lo que no estaba familiarizada con los caminos engañosos del bosque, menos si tenía que escapar de su mamá y los policías.

Tenía miedo de que le hicieran prueba de alcoholismo, y si bien saldría en cero, siempre cabía la posibilidad de que cometiera el más mínimo desliz y se supiera del cáncer que padecía. Además, tampoco le ayudó que su mente sólo fuera capaz de pensar en Stefan, Damon, y aquella joven herida. ¿Por qué Stefan había escapado de ahí de aquella manera? ¿Acaso también había estado ahí sin permiso de su tío? ¿Por qué Damon siempre desaparecía sin dejar rastro? ¿Y por qué ella tenía el presentimiento de que él estaba ahí sin que nadie más lo supiera? Siempre que hablaba con Damon, estaban a solas, sin testigos, y en la noche. No podía ser una coincidencia. Sin mencionar que jamás dijo quién era su amiga, o que se fue de la fiesta sin ella.

En cuanto cruzó el umbral de su casa, tuvo que abrazarse a sí misma cuando sus manos empezaron a temblar, y ahogó un jadeo en cuanto tuvo la sensación de que sus huesos se iban a trozar en cualquier momento. Sabía que esto era consecuencia de la leucemia. Había hecho más esfuerzo esa noche al intentar volver a casa, las veces que llegó a caer seguramente la habían desgastado, y ahora tenía que pagar las consecuencias.

Algunas noches en Chicago el frío llegó a calar sus huesos. Jamás se lo dijo a sus padres por miedo a que entraran en pánico, y ahora mismo tenía la misma sensación que cuando vivía en dicha ciudad. Sus huesos se sentían frágiles, y le brindaban la impresión de que si movía un solo dedo, este se iba a romper.

—¿Cora?

La aludida parpadeó a través de las lágrimas de rabia por su enfermedad y se esforzó por esbozar una sonrisa cuando todo lo que quería era gritar y llorar. Gritar de impotencia, llorar por angustia y miedo. Pero no podía. Había prometido ser fuerte por sus padres, y estaba dispuesta a cumplir al menos con esta promesa.

—Aquí estoy, papá.

Dirigiéndose a la cocina, Cora encontró a su padre lavando ya el que debió de ser su plato donde cenó. La estancia olía todavía a pescado horneado, con verduras y el aroma a un vino rosa. La rubia arrugó la nariz en cuanto percibió este aroma. Detestaba el olor de aquel vino.

—¿Por qué regresaste tan temprano? ¿Todo está bien?

¿Qué sentido tenía mentirle? Su mamá le diría lo acontecido al día siguiente.

—No—respondió en voz baja—. Una chica resultó herida. Creo que se cayó, no lo sé. No me quedé para averiguarlo. No quería que mi mamá me viera ahí.

—¿Una compañera tuya resultó herida? —repitió un tanto incrédulo su padre, así como conmocionado, y el agua del fregadero se detuvo apenas y terminó de enjuagar su plato—. Por dios ¿Tú estás bien?

—Si. No bebí nada, apenas y hablé con Bonnie y Elena. Todo fue tan rápido.

El cuervo. Stefan. Damon.

—¿Quieres cenar algo? Preparé pescado.

Cora suspiró. No tenía hambre, y lo último que deseaba era comer pescado, pero no le iba ayudar tampoco irse a dormir con el estómago vacío cuando sabía que su padre se iba a preocupar más por esto.

—Quiero cambiarme primero, y ya casi me tocan mis medicamentos—musitó.

—Claro. Mientras tanto iré calentando.

Cora sintió como la presión que hacía en sus manos, las cuales ocultaba bajo sus brazos al abrazarse a sí misma, incrementaba y sentía como sus dedos le calaban cada vez más pese a que no hacía frío. Pero ella tenía frío, y aquello la aterró. Una sola noche fuera de casa, y estaba a punto de pagarlo con una terrible noche a causa del cáncer.

—Gracias. —dijo casi en un susurro para así darse la media vuelta y dirigirse a toda prisa a los escalones. Ignoró el hecho de que en cada paso que daba sentía como sus pies se iban debilitando hasta hacerle ver el tramo de escaleras como un camino empinado y eterno. No fue hasta que llegó a la seguridad de su habitación cuando finalmente se lanzó sobre la cama y ahogó un grito sobre su almohada.

¿Cómo pudo permitir que todo se saliera de control en una sola noche? No sólo fue imprudente, sino que también fue un acto suicida ir a una fiesta en el bosque sabiendo que ella no puede tener las libertades que una adolescente sana, porque ella no lo es. Su único deber, la única promesa que se hizo, fue tener una vida tranquila en Mystic Falls, alejarse de las actividades que le provocasen dolor físico el tiempo que pudiera. Pero en menos de una semana había roto esta promesa.

Alguien había resultado herido en la fiesta, Stefan y Damon eran dos personas tan opuestas en personalidad y aun así ella, al estar en el bosque y ver como ambos desaparecían, no sabía por qué, pero algo dentro de sí le decía que estaban conectados.

¿O es que acaso ya estaba siendo paranoica? No podía saberlo con precisión.

Cuando su reparación se regularizó, y se aseguró de que ya no quisiera gritar más, la ojiazul se alejó de su almohada para extender su brazo hacia el buró junto a su cama y tomar tres frascos y una caja de pastillas, las cuales descansaban alrededor de un vaso con agua que ella había llenado horas antes de que Stefan llegase por ella.

Cuando tomó cada una de sus pastillas, recostó su cabeza contra la cabecera de su cama y extendió sus piernas donde pudo descansar sus manos sobre sus muslos y tomar treinta profundas respiraciones, a la espera de que el dolor de sus articulaciones disminuyera.

Una vez que el dolor pareció serle llevadero, lo suficiente como para soportar dos horas más de la noche antes de irse a dormir, Cora tomó entonces su diario, el cual había guardado bajo la funda de su almohada sabiendo de que su mamá podía verse tentada en leerlo, y de su bolso, el cual todavía traía consigo, sacó una pluma y lo abrió en una página en blanco, anotando así la fecha del día actual.

Necesitaba desahogarse antes de siquiera encarar a su padre, a quien no sabía cómo mirar, o que decirle sin pensar en todo lo que aconteció durante su noche. No podía hablar con nadie de lo que pasó con Damon o Stefan, o de cómo se sentía respecto a Elena y Bonnie, y en que ellas dos estaban amenazando con hacerle romper su promesa de no dejar entrar a nadie. Sus padres no podían saber todo esto, porque entonces se preocuparían y querrían intervenir. Nadie salvo su diario podía saber la tormenta que se había formado aquella noche dentro de sí. Dejando un caos de emociones que la estaban abrumando.

Querido diario...

Rompí mi promesa. Tenía un plan, un trato conmigo misma cuando accedí en venir a Mystic Falls. Dejaría atrás a la chica enferma con leucemia, y solo sería una joven más en este lugar, alguien que iba a sonreír y ser amable, más que no dejaría entrar a nadie. Pero no es tan fácil. No puedo fingir algo que no soy. No puedo cerrarme y alejar a las personas que son amables conmigo y que insisten entrar en mi vida.

Dentro de mi hay dolor, mi mundo cambió por el cáncer. Dicen que el cáncer no sólo te mata, sino que también contamina todo lo que te toca, y temo que esto sea real. ¿Qué tal si al dejar entrar a estas personas, los contamino?

Creí poder hacerlo sola, fingir estar bien para mis padres. Pero no puedo. La soledad pesa, y sé que tengo que dejar entrar a alguien, pero ¿cómo saber quién será esa persona? ¿Cómo puedo identificar al bien entre la oscuridad de mis tinieblas? Temo qué si un día me veo al espejo y sonrío, ya no sabré cual es la sonrisa auténtica, y la falsa que busca esconder mi dolor.

El cáncer me persigue cada día que me veo al espejo. Hoy veo la imagen de una chica pálida, pero que se ve sana, más que por dentro no lo está. ¿Qué pasará mañana? ¿Todavía veré lo mismo, o algo peor?

No puedo ser un fantasma cuando ni siquiera sé si estoy muerta por dentro. Quiero ser alguien con vida, al menos la mayor parte del tiempo que pueda. Pero es duro, porque conozco mi verdad, y es que mis días están contados, solo que no sé cuánto tiempo más me queda.

El dolor siempre estará en mí, e irá aumentando, pero es peor cuando el dolor físico se fusiona con el interno, haciendo de ti un alma en pena. Y la única manera de evitar esto es dejar entrar en bien a tu vida. Y yo necesito esto. Y cuando pase, lo dejaré entrar. El cáncer escribió ya el final de mi historia, pero yo decido como crear un punto intermedio para mi vida. Los libros dicen que estos son los mejores, y espero que el libro de mi vida también lo sea antes de llegar al final que yo y el cáncer sabemos cómo terminará.

No solo se lo debo a mis padres, sino que también a mí misma. No puedo vivir por ellos cuando la vida que busco prolongar es la mía. Y quiero vivirla.

LUCIE HERONDALE SPACE


¡Hello everybody! Cora se rindió y dejará caer sus muros para dejar entrar a alguien, pero ¿esto puede ser algo bueno? Ya veremos.

Algo que me gustaría aclarar respecto a los cambios que pudo haber con respecto a la serie en este capítulo: Elena y Stefan si tuvieron su conversación en la fiesta después de que él deja a Caroline, mientras que Cora se encontró con Damon en el bosque. Damon no ha conocido a Elena, la ha visto de lejos pero no ha conversado con ella hasta ahora. Stefan si vino por Elena a Mystic Falls, pero la presencia de Cora fue lo que él puede llamar un imprevisto que puede cambiarlo todo. Igualmente, Bonnie jamás tuvo la visión con Elena, aquí solo fue Cora. Y por último, no, Damon no está obsesionado con Cora. Solo tiene curiosidad hacia ella y pues digamos que le divierten sus encuentros pero no llega a más. De momento.

Esto no es más que el comienzo, pasarán muchas cosas en la vida de Cora. Pero ya veremos eso más adelante.

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