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23

Un trágica verdad.

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Veía mis manos, mis manos con el raspón que provocó la fuerza de Nathan en quitarme el arma, me dolía pero aún su muerte era reciente en mi interior. Rodeada de muerte, de tristeza y soledad, miraba fijamente a la cantidad de personas en la comunidad, en Hilltop. Muchos sonreían, habían ganado una batalla y muchos se reconciliaban, o algunos como yo, entristecidos. Mis pies colgaban en el aire, me encontraba en la azotea. En aquella azotea donde se me hacía costumbre estar últimamente. Veía a todos pasar, veía desde aquí cualquier cosa. Todo había acabado, eso me traía tranquilidad pero desde aquí podía ver a Natasha sentada aún lado de la tumba de Nathan, la cual ella había cavado con sus propias manos para él, aunque no perteneciera aquí o a nosotros. Me dolía, me dolía pensar en que ella estaba muriéndose por dentro, ella amaba a Nathan, igual que a mi, pero era nuestro único hermano varón y quien siempre nos cuidó, pero ya eso no era así. Baje la mirada, dejando de observar cómo ella se consolaba acercándose a su tumba y hablándole. Yo estaba rota por dentro pero era como si no sintiera nada, sólo un vacío inmenso.

Levante mi mano, donde estaba sosteniendo aquel papel blanco con mi nombre escrito. La carta que Carl me había escrito, la carta que había decidido leer. Aunque no me sentía preparada para esto, creo que era un buen momento para liberarme, para empezar a procesar que Carl nunca volverá y que realmente se había ido para siempre. Carl deseaba que esto terminara, y así fue, le vencimos a Negan y le dimos una última oportunidad de vida, al igual que a su gente y ahora; aquí estábamos. En el momento exacto en que decidí abrir la carta solo escuche algo, algo que me alarmo y me hizo levantarme con rapidez de esa esquina del techo de aquella azotea. "Despertó". Fue lo que escuché provenir cerca de aquí, si, podía escuchar muchas cosas. La voz de Siddiq alertando sobre el paciente que estaba en la enfermería me hizo entender que no era el momento para leer la carta, era el momento de ajustar cuentas, de dejar ir el dolor y aferrarse a la verdad. Respire hondo y guarde la carta, bajando con rapidez de aquella azotea. Pise el césped, mirando lo verde que estaba, se veía espectacular. Alce mi mirada la cual estaba opaca por el sol, pudiendo observar algunos rostros conocidos mirarme. Conocidos que se lamentaban lo sucedido, que se lamentaban aún la muerta de Carl y ahora, la muerte de Nathan. También se lamentaban que el bebé que yo esperaba crecería sin padre. Evadí algunas miradas, aunque me topé con personas más cercanas, las evadí también.

—Despertó.—giré mi cuerpo, topándome con el rostro de Rosita, esta me miro fijamente.—Está vivo.—me dijo ella algo molesta.

—Lo sé, ¿y Maggie?—le pregunté a ella, no había visto a mi figura materna en todo este rato que llevaba afuera, era como si se hubiese encerrado en la estadía en que Negan estaba aquí. Rosita bajo la mirada.

—Está en el despacho, ella no está contenta con que Rick haya permitido que Negan se hospedara aquí en lo que nos empezamos a mover a Alexandria.—me confesó Rosita, le asentí.—No estoy de acuerdo con que no hayan matado a ese hijo de puta.—asentí ante su opinión, la respetaba mucho.

—Todos merecemos una segunda oportunidad, es lo que Carl quería, es lo que Rick hizo.—le dije yo, dando mi opinión.

—Abraham y Glenn merecían también una segunda oportunidad, Sasha y todos los que perdimos.—me recalco ella, me había dado una buena respuesta.—Daryl no está contento tampoco.—me añadió.

—Nadie lo está, nadie.—arregle, observando algunos residentes pasarnos por el lado, incluso Tara; esta quien nos sonrió y saludó.

—¿Y tú?—ella me miró fijamente, mientras que se acercó un poco más a mi.—¿Estás bien?—me pregunto ella, baje la cabeza ante su pregunta y realmente negué, dándole la sinceridad.

—Sabes, estaba pensando que fui egoísta cuando no me acerqué a ti para saber cómo estabas cuando perdiste a Abraham, gracias por preocuparte por mi, significa mucho.—Rosita me sonrió ampliamente, acercándose a mi y dándome un abrazo, uno que nunca recibí de ella.

—Abraham, su misión era protegerte a ti, a Carl y a Judith, cuando se fue; se convirtió la mía. Sigue así.—la apreté cuando me hizo recordar a aquel pelirrojo que tanto hacía falta.—Ahora debo proteger a ese pequeño alguacil que viene en camino.—me solté de su abrazo, observando la gran sonrisa que ella tenía.

—Estoy agradecida que estés aquí, espero que sea un niño.—le dije sonriente a Rosita, quien me palmeó la espalda para darme pasó a la enfermería, la cual se distinguía.

—¡Pongámosles Abraham!—negué ante el grito de sugerencia de Rosita, no me encantaba ese nombre. Vi como ella me sonrió, mientras que proseguí mi camino.—¡Lee la carta!—me detuve en seco ante su último grito, lleve mi mano a mi bolsillo trasero y sentí la carta saliéndose, no tarde en acomodarla más profundo para que no se saliera.

Me quedé detenida delante de la enfermería unos segundos, más allá, pude observar a Daryl. Estaba arrodillado delante de las tumbas que estaban aparte, que daban referencia que pertenecían a nosotros. Pude ver a su lado a Natasha, recostada de la tumba de Nathan. Mire fijamente la imagen en donde ella abrazaba a Daryl, donde ella lloraba. Ver esa imagen me recordó en cómo ella no quería soltar el cuerpo de Nathan, como quería arrancármelo de las manos para ella abrazarlo, para ella despedirse pero yo no solté su cuerpo y me mantuve con él, hasta que entendí que debía dejarlo ir. Las perturbadoras imágenes del caminante despellejando partes de su cuello me molestaban en las noches, se que me molestarían pero así paso. Suspiré, sentí la gran tristeza arropar mis emociones cuando desde aquí escuché varios sollozos, ella estaba muerta por dentro y nunca sería la misma. Le había arrebatado las esperanzas a mi hermana de que Nathan cambiara, de que le diéramos una oportunidad pero lo peor de todo es, ella no sabe que fui yo quien se la arrebate. Giré mi mirada, sintiendo como alguien me perturbaba con la mirada y era él, era Jayden.

Pude observarlo sentado, aislado de todos y a su lado, alguien a quien no conocía; era un salvador. Pero pude ver como me miraba fijamente, como me miraba con tristeza y ira. Jayden cambio su mirada, no me preocuparía por él. No lo haría, me prometió no decir nada y se que a pesar de lo enojado que estaba, ese oscuro secreto se quedaría entre él y yo. Observe cómo se levantó del suelo en donde estaba para aislarse más, para que no lo siguiera con la mirada y entendí que me quería lejos, que quería espacio. Observe cómo se acercó a Dwight, mi amigo quien se recuperaba, quien al ver qué lo miraba me sonrió. Repetí la misma acción, dando pasos atrás para así, adentrarme a la enfermería. Pude ver a Siddiq, este quien me sonrió ampliamente, un hombre humilde y agradecido que salió de la enfermería pero me detuve cuando observe a Rick y a Michonne estar delante de aquella camilla. Me quedé sin habla cuando lo observe, cuando observe a Negan derrotado y sin fuerzas, con un vendaje en vuelto en su cuello por la cortadura que Rick le hizo. Estos tres me miraron fijamente, los dos adultos delante de mi extrañados pero conscientes de la situación.

—¿Estás segura?—Michonne habló en un tono bajo mientras se acercó a mi y me miró fijamente, ella llevo sus manos a mis hombros acariciándolo.

—Si.—le respondí, asintiendo con la cabeza y viendo cómo Rick y ella se miraron.—No tienen que quedarse, quiero hacerlo sola.—les pedí, ambos me miraron y parecían respetar mi decisión.

—No quiero que hagas esto sola.—me dijo Rick, hablando en un tono bajo al igual que Michonne lo hizo.

—Los escuchó, imbéciles.—Rick miró fulminante a Negan ante este interrumpir nuestra privada conversación, yo aún no lo miraba, no después de todo; aún no lo procesaba.

—Bien, estaremos afuera.—asentí ante las palabras de Rick, observando cómo él y Michonne entrelazaban sus manos y abrían la puerta de la enfermería, mientras que me quedé observando a Negan sin habla alguna.

—Es un gusto verte, de verdad.—lo miraba, miraba sus fracciones faciales, nunca me había dado cuenta el parecido que Nathan tenía con él, incluso yo. Estaba aturdida.—Deseaba verte cuando supe lo de Carl, lo lamento.—me acercaba a la camilla mientas que lo miraba detenidamente, lo examinaba.

—¿Sabes cual es mi segundo nombre?—fue lo primero que pregunté, quedándome distante y recostándome de los tubos de la camilla, observando a Negan mirarme fijamente. Él negó.—Alessandra.—le confesé, quedándome parada en el mismo lugar.—Ese es el nombre de la mujer que más amaste, la que te dejó grandes regalos, la que una vez me mencionaste. Lo hiciste, lo hiciste sabiendo que ella era mi madre.—fui al grano, sacando de mi bolsillo aquella foto y deslizándosela a Negan en su mano, esperando a que él la viera.

—¿Donde está Nathan?—fue lo que me pregunto cuando en sus manos releyó el mensaje escrito en la parte trasera de la fotografía, ante esa pregunta mi corazón se revolcó; Negan no sabía.

—Las preguntas las hago yo.—le evadí, ante no saber cómo reaccionar por su pregunta.—¿Donde esta mi mamá?—le pregunté, de tantas preguntas que tenía, esa era la primordial.—Responde.—le pedí ante ver cómo el silencio me devoraba, quería respuestas, más de las que tenía por mi misma.

—Me abandonó, igual que a ustedes.—me respondió, no molesto, melancólico.—Es lo único que puedo decirte.—Negan parecía también procesar que tenía idea que era mi papá, que todo este tiempo quien nunca creí tener estaba ahí delante de mi.

—¿Por eso me querías en el santuario?—le pregunté mientras que mi garganta me quemaba, aquel sollozo por las penas que guardaba.—Esperabas que me encariñara contigo para que así pudieras poder decirme la verdad, ¿no?—Negan me miraba, me miraba fijamente.—¿Qué? ¿No puedes decirle la verdad a tu hija? Me extraña, eres muy explícito.—le dije mordiéndome los labios, la ira también se mezclaba con mi debilidad.

—No.—me dijo.—Lo único que quería era que mi hija viera que no era un monstruo.—lo mire fijamente, vi como hacía el esfuerzo de hablar aunque su garganta fuera un infierno.—Amaba a Nathan, igual que ame a tu madre y a ustedes pero chocarme con la realidad de que el destino los llevo por el mismo camino que yo, me hizo dudar sobre mi postura de liderazgo y no puedes mezclar una cosa con la otra.—me explicaba roncamente, mientras que me mantuve distante.

—¡No!—le grite.—Tú y tú maldita gente se cruzaron en nuestro camino.—le arreglé, señalándolo.—Ustedes acabaron cada cosa importante que amábamos, el precio de pelear con ustedes nos costó, ustedes arruinaron todo. Mi hermano se convirtió en el monstruo que pensé que eras tú. ¡Lo llevaste a una guerra donde pelearía contra sus hermanas, nos quería matar, nos veía como un enemigo!—me miró fijamente, y ahí fue que sentí el dolor.—le hablé alterada, sintiendo mi voz entrecortada.—Lograste ser un gran padre para él al menos, quería ser como tú.—añadí menos alterada.

—Nunca quise que Nathan fuera como yo, siempre quise acercarme a ustedes pero no podía, me veían como el enemigo. Él se cegó, no pude detenerlo.—hablaba en un tono de tristeza, y ahí entendí, entendí que Nathan fue más que un hijo para Negan; fue su otra mitad, su parte varonil, su único hijo.—¿Donde está? Quiero verlo. Quiero ver a Natasha, quiero que hablemos.—me pidió él, pero negué, cruzándome de brazos y bajando mi cabeza cuando sentí mis lagrimas caer.

—Nathan está muerto, lo mordió un caminante cuando intento huir de la guerra a donde lo llevaste. Murió en mis brazos, murió en mis brazos.—con mi mano tape mi boca ante el sollozo que solté, recordando y perturbándome con lo que yo hice, con lo que provoqué.—Nathan murió de la misma forma en la que mató a Carl, así fue. Él provocó la muerte de Carl.—dije.

Mi mundo se detuvo, cuando visualicé al hombre que estaba en la camilla en negación. Nunca imaginé ver la debilidad en él, en ese hombre con la postura de líder, que plantaba temor. Negan delante de mi estaba aturdido ante lo que le dije, tape mi boca para evitar los sollozos o caer en llanto cuando tuve que decir aquellas palabras. Sentí mi corazón desvanecer las de lo que estaba, roto en miles de fracciones pero mi estrujé cuando fue testigo de cómo Negan se desvaneció, como su mundo cayó encima de él. Comprendí que él amaba a Nathan, comprendí en este instante del por qué Nathan era tan unido con Negan, del por qué lo defendía; ahora entendía. Nathan hubiese dado la vida por Negan solloce, porque si hubiese entendido el por qué de sus acciones no hubiese nunca enfrentado a mi hermano, hubiese hablado. Nathan había encontrado lo que siempre deseo, a su padre. Nathan había encontrado a alguien que lo entendiera, que lo guiara pero yo no tenía idea. Tapaba mi boca cuando solloce observando a Negan mirarme perplejo.

Aquel hombre estaba derramando lagrimas, si, Negan cayó en llanto ante lo que le dije. Ante lo que había procesado de mi boca. Su hijo había muerto de la misma forma en que mató al amor de la vida de su hija, de mi. Tomaba aire, buscaba el aire que necesitaba para procesar que Negan se estaba restregando ahora mismo con lo que le dije. Con el hecho de que su hijo estaba muerto, me dolía, si, me dolía ver a ese monstruo restregarse del dolor. Ver cómo tapaba su rostro, cómo negaba. Observe cómo Negan agarró la fotografía, la cual estaban sus tres hijos y él la besó. Veía las lagrimas resbalarse y ante ese gesto, llore. Acaricié mi barriga mientras tomaba aire y procesaba este doloroso momento. Solo observe cómo la puerta de la enfermería se abrió y me topé con los ojos color miel de Natasha, esos ojos hinchados mirarme, mirar la escena. Mi tiempo había acabado, ahora ella vendría por sus respuestas. No le di explicaciones, pase por su lado pero antes de eso mire cómo Negan se restregaba por la camilla buscando consuelo y fue ahí que entendí lo que Carl quería.

—Rick te dio una oportunidad de vida, tómalo como una para ser un buen padre.—le dije con mis ojos llorosos, sintiendo como una calma me recorría.

Observe cómo él me escucho pero el dolor que sentía era real, le dolía haber perdido a un hijo. Pase por el lado de Natasha, quien estaba ida ante ver a aquel gran y fuerte hombre debilitarse por completo. Cuando salí de aquella enfermería sentí el aire faltarme, entre lagrimas y ver cómo muchas personas me miraban buscaba el aire. Sentí como acariciaron mis manos, eran ellos, Rick y Michonne. Vi como me observaron, me hablaban pero no los escuchaba. Con delicadeza y respeto me desprendí de ellos para empezar a correr, a correr en la dirección de la puerta principal. Necesitaba aire, necesitaba correr. Mis ojos ardían, pero me mantuve caminando de prisa y observando aquella gran puerta de madera abierta. Nadie me detuvo, me dieron mi espacio y eso lo agradecí, emprendí una gran corrida. Deseando que todo pasara y parara, pero los recuerdos pasaron como secuencia de una película en mis ojos. Lo veía, veía cada momento, sentía las risas y las voces.

Corría, pisaba aquel césped verdoso mientras que me adentraba al bosque, al bosque que me recordaba días de torturas y malos recuerdos. Me tire de rodillas en el suelo, para así desgarrarme este dolor y sacarlo del pecho. Llorando y negando, deseando que nada fuera real pero era real, y había que dejarlo ir. Fue ahí que entre lagrimas saque de mi bolsillo trasero el papel doblado y algo rasgado que Carl había utilizado para decirme sus últimas palabras, para despedirse de mi. Con mis temblorosas empecé a abrir ese papel, respiré hondo y di a continuación lo que Carl había escrito. Imaginándome su voz, imaginándomelo a él escribiendo esa carta. El paso que daría, es que cuando leyera esta carta dejaría ir todo, empezaría de cero conmigo misma como Carl lo hubiese deseado.

"Querida Aliana, si estás leyendo primordialmente es porque no pude despedirme o ya me he ido. Fui mordido, en la mañana, lo sé, mi sentencia de muerte está firmada. Escribo esta carta sabiendo que cuando la leas o sepas lo que sucedió estarás sin salida, buscando respuestas a algo que no tiene pregunta, sólo pasó. Es cuestión de un segundo y todo puedo acabarse, todo puede terminar. Cuando perdí a mi mamá sentía que no tenía salida, que ya nada valía y que nunca podría volver a ser feliz. Su ausencia me dolió hasta hoy pero hay algo que cambio. Cuando llegaste a mi vida diste un gran impacto en mi, un gran cambio, tú me hiciste florecer. Tú me hiciste volver a sentirme vivo de nuevo, me hiciste sentir esas mariposas en el estomago. Quería estar cerca de ti, porque me dabas esperanza a que podía cambiar el mundo, a qué podía hacer lo correcto. Fuiste mi salvación en tiempos donde no creía en la vida, no creía en nada, todo era oscuro y tú me diste luz en medio de ese camino. Fue ahí cuando entendí que el hogar es una persona y tú eres mi persona".

"Te convertiste en mi primer y último pensamiento del día. Tu risa me contagiaba, me hacías feliz y dabas esperanza a quien estuviera a tu lado porque siempre querías pelear por lo que era correcto, por lo que merecíamos. Nunca te negaste a nada, aunque tuvieras miedo, aunque sintieras que todo se acababa; te levantabas, ahí estabas en primera fila con nosotros dispuesta a darlo todo. Verdaderamente no siento miedo de morir, no siento miedo de irme, siento miedo de dejarte a ti aquí Aliana, de cerrar los ojos y olvidarme por completo de cuanto te ame, porque te amé con cada latido de mi corazón que cuando no estabas cerca sentía como latía con lentitud, sentía que algo me hacía falta y eras tú, porque eras mi hogar. Muchas veces fui egoísta, orgulloso y no pelee por ti lo suficiente, pero juro que con cada pensamiento me torturaba por no tenerte, por no hacerte mía pero lo eres, eres mía Aliana Alessandra. Me hiciste entender que para amar no teníamos que estar cerca uno al lado del otro. Me hiciste entender que el verdadero amor es cuando haces el sacrificio de alejarte de esa persona para protegerla pero si hubiese sabido que me costaría la vida tenerte cerca, volvería hacerlo".

Nunca me olvides, con amor Carl.

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