𝐄l golpe resono en la fria sala, un eco que se habia perdido entre las paredes. Me habia equivocado, mis dedos resbalaron entre teclas desafinando la melodia y en un solo pestañeo el castigo de mi imprudencia habia llegado. El dolor llego a mi muñeca con una violencia imprevista, mi piel abierta ardia como una herida recien abierta.

La madera, gruesa y áspera como el desprecio de su mirada, impactó con fuerza contra mi piel. Un crujido sordo se mezcló con mi grito ahogado, y la sensación de ardor explotó en mi brazo. El impacto me dobló, pero no caí al suelo; me quedé allí, inmóvil, esperando el siguiente golpe.

Mis ojos ardieron queriendo llorar, pero no debia, si lo hacia recibiria un castigo mas grande, debia aguantar. El silencio que provenia de el lo decia todo, estaba despcionado, el silencio que llenaba la habitacion era mucho mas doloroso que cualquiera de sus golpes. Mi muñeca vibraba con cada punzada de dolor, mi vista se cego ante el vistaso de aquel liquido carmesí.

──Pense que habias mejorado. ──Otro golpe habia llegado a mi herida, resistiendome a sacar un grito de mis entrañas, mordiendome con fortaleza el labio en busca de callar mis sonidos.

Queria gritar, queria irme, salir de aqui. Salir de esta prision.

Perdoname padre, te falle. No fui lo que querias que fuera.

La risa de mi hermana hizo que mi cuerpo temblara, me encontraba humillada con la cabeza baja, antes sus ojos criticos.

Giré la cabeza lentamente, y ahí estaba ella, apoyada contra el marco de la puerta con los brazos cruzados. Sus labios curvados en una sonrisa de burla, sus ojos iluminados con diversión cruel. Como si todo esto no fuera más que un juego para ella.

──No puedo creer que seas tan débil ──dijo, llevándose una mano a la boca en un intento falso de contener su risa. Pero la carcajada escapó de todos modos, resonando en el aire frío de la habitación──. Padre, realmente pierdes el tiempo con ella.

Tiene razon, perdian el tiempo conmigo. Era debil, no tenia nada en especial. Padre no respondio, dejando de lado el trozo de madera para luego dirigirse a la puerta junto a mi hermana.

La puerta se cerró tras ellos, dejándome sola en la penumbra, con el eco de su risa todavía vibrando en mi cabeza.

Me llevé la mano a la muñeca, sintiendo la piel ardiendo bajo mis dedos. El dolor no se iría pronto.

Pero lo peor no era eso.

Lo peor era que su risa seguiría sonando en mi mente mucho después de que el dolor se desvaneciera.

Y porfin pude soltarlo, gruesas lagrimas corrian por mis mejillas, mi mirada seguia baja. Mis manos apretaban con odio la suave tela de mi vestido. No queria seguir viviendo asi.

Pero que podia hacer.

Crucé la habitación con pasos lentos y me acerqué a la ventana. Afuera, la noche comenzaba a caer, tiñendo el cielo de un azul profundo, casi negro. Me quedé observando las sombras alargadas en los jardines, la forma en que la luz de los faroles apenas alcanzaba a iluminar los rincones más oscuros.

Por un instante, una idea cruzó mi mente.

En algún lugar, lejos de aquí, existía un mundo al que no tenía acceso. Personas que nunca conocería. Nombres que jamás pronunciaría. Caminos que jamás pisaría.

No era un presentimiento irracional. No eran susurros en la oscuridad ni un mal sueño. Era solo... una sensación. Algo indefinido, lejano, pero inevitable.

Me aparté de la ventana y volví la vista a mi muñeca enrojecida.

El mundo fuera de estas paredes era un misterio para mí. Pero tarde o temprano, lo conocería.

Y con él, conocería también a las personas que lo habitaban.

Si es que existia algun "él" para mi.

Acaso mi destino era no ser amada?.

Tan complicado era amarme?

── WAAA ESTOY MUY EMOCIONADA POR ESTE FANFIIIIC.

──Les admito que esta vez si busco traumarlos.