Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

OUTRO

Aún a metros de distancia del sitio en el que yacía la tumba de su padre, era capaz de sentir su propia ansiedad ir en aumento.

Reconoce al o precipitado de la decisión tomada la noche anterior, mas tras las palabras de Hongjoong y considerando la inestabilidad emocional causada por el incidente con Wooyoung, en aquel instante había estado seguro de que era lo correcto. Su convicción, lamentablemente, fue disipándose conforme se acercaba al cementerio, pues con cada kilómetro avanzado, la realidad se tornaba más y más inevitable.

No obstante, ahora era demasiado tarde para arrepentimientos. Echarse para atrás no era una opción, al menos no una que fuese viable para San, quien se había esforzado en recaudar el valor suficiente como para impulsarse a sí mismo a visitar la tumba de su padre por primera vez luego del funeral.

Sus dedos se cerraron alrededor de la manilla del automóvil y tiró de ésta para abrir la puerta. Con la determinación que le permitían los crecientes nervios acumulados en su interior, posó un pie fuera del vehículo, deteniéndose al percibir una presión sobre su piel.

La mano de Hongjoong se asió, en torno a su muñeca antes de que pudiera abandonar el interior del automóvil. San parpadeó.

—¿Qué ocurre? —dudó volteándose a verle. El mayor inhaló y exhaló hondo, con la mirada fija en el rostro del rubio, dejando que en su agarre firme se transmitirá toda la consternación que esta situación le provocaba.

—Escucha... Sé lo que dije anoche... Pero tal vez sería mejor irnos y volver otro día— un surco nació entre las cejas de San, expresando su claro desconcierto—. No quiero forzarte...

—No me estás forzando a nada, Hongjoong... Soy un niño grande, puedo tomar mis propias decisiones, ¿sí? —le sonrió en un intento de otorgarle calma. Desde que había optado por seguir el consejo del mayor, éste no había cesado sus esfuerzos por disuadirlo.

—San... Lo de Wooyoung es reciente... y esto no será simole. Es bastante mierda emocional con la que tienes que lidiar en un lapso tan corto. Puedes volver luego...

—Mira —se irguió en su asiento y conectó su mirada con la del mayor—. Sé que será difícil; pero quiero hacerlo, Hongjoong. No es una idea que vino de la nada. Es algo que he estado recapacitabdo desde hace semanas, y no me arrepentiré ahora. Lo que ocurrió con Wooyoung no tiene relación con esto. Así que déjame hacerlo ¿sí?

Hongjoong suspiró profundo, como siempre lo hacía cuando San usaba ese tono tan tierno de voz y ponía sus mejores ojos de cachorrito mojado. El arte de la manipulación era ciertamente un fuerte de Choi San; y podía afirmar ciegamente que Hongjoong no era su única víctima.

—Sí... tienes razón. Es algo que tú debes solucionar —coincido, causando que la expresión del rubio se iluminara. Era tan binito que dolía, dolía como un infierno. San volvió a coger la manilla y Hongjoong fue incapaz de contenerse—. ¿Seguro que no quieres que te acompañe?

—Hongjoong...

—Lo siento, lo siento. Esperaré aquí.

—Buen chico —se burló el rubio, tratándole como un perrito y propinándole una ligera acarician el cabello. Hongjoong observó atentamente a San abandonar el interior del auto y dirigirse, no sin antes sacudir una mano en su dirección, hacia la entrada del recinto.

El rubio hizo el mismo recorrido de hace unas semanas, atravesando el cementerio y siguiendo las direcciones en los senderos hacia la lápida que hacía no tanto tiempo no ocupaba ese sitio aún.

Luego del entierro, se rehusó a regresar. Yuqi le ofreció varias veces que fuesen juntos, Yongsun le informaba de sus visitas diarias y no necesitaba oírlo para saber que su madre también era una visitante frecuente.

Su respiración se atascó en su garganta cuando pudo atisbar los girasoles que cubrían parte de la piedra, y la inscripción que gracias a la cercanía se hizo visible, fue suficiente para hacerle doler el pecho.

Amado esposo, padre y amigo.

Sus pies pararon en seco a ínfimos metro de la lápida, mientras que con el corazón desembocado se forzaba expulsar el intento de una sonrisa. La fecha del fallecimiento estaba grabada bajo el nombre despertando nuevamente esa sensación irrevocable de pesadumbre.

Hola, vejestorio... Ha pasado tiempo ¿no? Has sido tan testarudo, que tuviste que irte para que yo pudiese verte...

El tema es que... un hombre sabio me dijo una vez que los problemas no se rehuían, sino que se enfrentaban para resolverlos... Maduro ¿no te parece?

Creo que tú y yo Necesitamos hablar.

¿Tú qué dices?

[ • • • ]

Transcurridos los primeros 10 minutos desde el momento en que San desapareció de su campo visual, el automóvil se tornó inexplicablemente sofocante.

¿Pero qué se suponía que debía hacer? Cuando la noche anterior surgió el tema del padre de San, aconsejarlo al respecto parecía ser lo más sensato. No esperaba que el rubio se tomase tan enserio sus palabras, o que decidiera seguirlas al pie de la letra tan pronto. Y a pesar de que había tratado de disuadirlo, había sido en vano.

Se apoyó contra el capó de su vehículo y sacó un cigarrillo de la cajetilla. Lo observó detenidamente antes de encenderlo; no costumbrado a fumar, pero uno no le haría daño, ¿no? Además, de cierto modo se lo merece. El chico de sus sueños le había rechazado hacía menos de 12 horas, rompiéndole el corazón y las casi inexistentes esperanzas. ¿Acaso no era esa una excusa válida para justificarse?

Dándole una calada, recordó la transparente compasión que cubría la expresión de San cuando rompió el beso que habían compartido y le explicó que sus sentimientos no eran recíprocos. Nunca se había imaginado que su confesión sucedería de esa manera, ni que sus posibilidades con el chico fuesen nulas. Pero no podía juzgarlo. El corazón de San acababa de ser roto y Hongjoong... lo entendía mejor que nadie.

Solamente esperaba que pudiera superar a Wooyoung y seguir con su vida eventualmente. Dejar que el tiempo curarse las heridas infringidas. Y que, por sobre todo, la resolución de perdonar a su padre terminase bien.

Expulsó el humo del cigarro a la vez que su mirada era cautivada por el ingreso de un automóvil al estacionamiento. Hongjoong observó como el vehículo se detenía cerca de la entrada y un chico un poco más alto que él, salía del asiento trasero. El rostro de Hongjoong se descompuso.

Hablando del rey de Roma.

No fue difícil de reconocer. No en realidad, cuando Hongjoong había pasado horas frente al ordenador estudiando el perfil del más reciente de los clientes de San. Cabello azabache, ojos cafés, facciones acentuadas.

Tampoco fue difícil de adivinar cuál era el motivo de su presencia.

Sopesó seriamente el encararlo. No quería entrometerse, pero el chico era un idiota, y aquel era definitivamente de momento más inadecuado para arreglar las cosas con San.

Apenas alcanzó a apagar el cigarro contra el suelo, siendo interrumpido por la repentina aparición del rubio, quien no fue consciente de la presencia del pelinegro por largos segundos. Le vio caminar a través de la entrada distraído, probablemente por lo que hubiese sucedido hay adentro en la tumba de su padre.

Hongjoong se retuvo a sí mismo, regresando a sentarse sobre el capó y sacando otro cigarrillo. Porque esto no te incumbe. Porque San no es tu propiedad y puede defenderse por su cuenta, como un niño grande.

Aunque interferiría si la situación que salía de control.

No metas la pata esta vez, Jung Wooyoung.

Hay idiotas como yo que moriríamos por estar en tu lugar.

[ • • • ]

C

on la mente ocupada por la conversación silenciosa que sostuvo con la memoria de su padre, le resultó difícil procesar que lo que había frente a él era real y no una ilusión.

Jung Wooyoung de carne y hueso.

¿Acaso el destino no podía ser más cruel?

Sus pasos fueron perdiendo velocidad conforme la distancia entre el pelinegro y él disminuía, volviéndose dolorosa de soportar. De cerca los ojos de Wooyoung eran más café, su piel era más suave y sus labios más rosados.

Dios. ¿No podías hacerlo un poquito más feo?

Queriendo una postura defensiva, cruzó sus brazos por encima del pecho y alzó el mentón, a la espera de que Wooyoung se dignase a explicarle qué demonios hacía allí. Al no obtener una respuesta inmediata, optó por ser él quien rompiera finalmente el silencio.

—¿Qué haces aquí?

Su voz o sonó más temblorosa y más vulnerables de lo que hubiese querido. No era una sorpresa. Wooyoung de la misma forma en que botaba sus barreras, convertía a San en un desastre andante. Sólo que... ¿cuánto tiempo tendría que pasar hasta que fuese inmune a su efecto?

El pelinegro le miró, con una expresión que San fue incapaz de descifrar. —Quería hablar contigo.

—¿De qué? ¿Cómo sabías que estaba aquí? —cuestionó con plausible desconfianza.

—Fui a tu departamento a buscarte. No estabas... —San cerró los ojos, sabiendo lo que venía. Yuqi.

—Conociste a mi hermana —lo interrumpió—. ¿Ella te dijo que estaría aquí?

Mordisqueó el interior de su mejilla, dubitativo. —Sí...

San asintió, con ese ilógico nerviosismo de ser descubierto carcomiéndole por dentro. Rogaba porque Yuqi no hubiera hablado de más. Si Wooyoung tenía dudas respecto a su visita a un cementerio podía ocurrírsele una excusa. Sin embargo, si Yuqi había mencionado a su padre entonces...

—¿Por qué nunca me dijiste lo de tu padre?

Ah... Mierda...

Se relamió los labios completamente consciente de que la sequedad de su boca se debía exclusivamente a que su mayor miedo estaba siendo confirmado. Yuqi era un asco guardando secretos y manteniendo sus palabras al margen, lo que por supuesto debió haber previsto.

Con la garganta cerrada por lo que estaba apunto de decir, se dio cuenta de que era inútil continuar corriendo. —No le dije a nadie. No me sentía listo para decirlo en voz alta... Todavía me cuesta.

Percibió los suaves destellos de compasión que iluminaron momentáneamente los ojos el pelinegro y tuvo que convencerse de que aquello no era una señal de que lo de ellos le importaba. Nunca había importado. Ahora no era diferente.

Sin deseos de oír el pésame de cortesía que le ofrecería Wooyoung, evocó el tema de conversación que para ambos era imposible de ignorar y que era la principal razón por la cual siquiera le estaba dirigiendo la palabra el pelinegro.

Nada tenía que ver con que extrañase su voz... o que sus abrazos le hubiesen hecho falta durante esa noche...

Al menos era más fácil convencerse de esa manera.

—Renuncié a Rent A Boyfriend —confesó en voz baja.

La confusión fue evidente en la expresión de Wooyoung y también su desconcierto al comprender a lo que San se refería. El rubio esperó en silencio, ansioso por la reacción del pelinegro, quien no tardó demasiado en expresar sus pensamientos en alto.

—Hablas del proyecto.

San exhaló el aire retenido. —Sí.

—¿Esto es por lo que sucedió ayer?

—No —le interceptó, sin desear evocar las memorias del incidente—. Renuncié hace mucho tiempo, Wooyoung. Lamento no habértelo dicho antes, sólo... planeaba hacerlo pronto. Ya no necesitaba el dinero.

—Ya... —musitó, levantando una de las comisuras de sus labios en una irónica sonrisa—. Quién lo diría... Tenías bastantes secretos guardados, ¿no?

—Tal vez... pero no fui el único que le guardo secretos al otro —la sonrisa ladeada se esfumó del rostro del pelinegro, desvaneciéndose sin dejar rastro.

No era necesario oír una explicación. Y aclararlo que ambos ya bien esclarecido cuando Wooyoung no negó sus sentimientos por Yeosang. A San le dolía, como un infierno. Sin embargo, su orgullo a veces sacaba lo peor de él, incluyendo aquella ocasión, en la cual no le importó hacer lo que resultase correcto, sino lo que fuese capaz de demostrarle al contrario, que a pesar de su rompimiento reciente, se hallaba bien.

Solamente anhelaba demostrarle a Wooyoung que su efímero y nunca oficial romance, no importaba lo suficiente para dejar heridas.

—Te tengo un trato.

Conocía lo riesgoso que era, conocía lo mucho que sufriría si el contrario aceptaba. Pero sus sentimientos en aquel instante daban igual. Con tal de aparentar ser fuerte, con tal de hacerle creer a Wooyoung que esto no le afectaba en lo absoluto. Ponerse una máscara no era difícil cuando la situación lo ameritaba.

—Puedo fingir ser tu novio por una cita más —continuó, consciente de que no duraría mucho soportando el nudo en la garganta—. Sería como nuestro falso rompimiento. Para hacerte quedar buen frente a tus amigos. No puedes pagarme, ya que no sigo en el negocio, pero... puedes tomarlo como una invitación de la casa.

Wooyoung frunció el ceño. —San, yo no...

—De verdad no me importa hacerlo si eso es lo que te preocupa. Fuiste mi cliente, y separamos lo emocional de la profesional desde del principio. Esto no es diferente.

—Sabes que lo es.

—No lo es, Wooyoung —inhaló hondo al percatarse de que estuvo cerca de perder su calmada postura—. Es solo negociosos. Si la oferta no te interesa...

—No me interesa —lo interrumpió cortante. San tragó saliva, parcialmente aliviado de que hubiera denegado su ofrecimiento y parcialmente dolido por la brusquedad en su tono al hablar—. No continuaré con esta farsa.

—¿Ah, no? ¿Acaso te arrepientes? ¿Has decidido ser honesto con los demás desde ahora?

—Sí —la respuesta le agarró por sorpresa, mas no alcanzó a digerir el significado de aquello adecuadamente, cuando el pelinegro prosiguió—. Ayer yo... le dije a Yeosang lo que sentía.

La respiración de San se atascó en la base de su garganta. Oh.

Definitivamente el rubio tenía una muy cercana indeseada familiaridad con los corazones rotos. Por experiencia, sabía que sanarlos era arduo trabajo y que reconstruirlos era un proceso eterno.

Cuando descubrió que Wooyoung amaba a Yeosang, pudo sentir cómo su apenas sano corazón se resquebrajaba dentro de su pecho, y pensó que algo tan destrozado, sería imposible de romper nuevamente.

Wooyoung era experto en demostrarle que estaba equivocado.

A pesar de que se esforzó por hallar su voz para soltar otra gran mentira, un brazo rodeando su cuerpo se lo impidió. Trastabilló un poco, descolocado por el afecto de alguien que no pudo ver, hasta que su mirada se encontró con la de Hongjoong.

—Te estabas demorando, cariño. ¿Pasó algo? —San parpadeó, sin entender a qué venía el apodo o el inesperado gesto, mas finalmente comprendiendo cuando la presencia de Wooyoung pareció justificarlo todo.

—Sí —titubeó, apoyando incómodamente su mano sobre la del mayor—. Me encontré a un amigo y... ¿podrías esperarme un poco más? Iré en un minuto.

Hongjoong sin lucir convencido, asintió, estudiando de reojo a el pelinegro antes de soltar a San y propinarle una leve caricia en su brazo. Se marchó con un suave "te espero en el auto", dejándolos nuevamente a solas.

Wooyoung fue el primero en hablar. —Entonces... ustedes...

—Solamente paso —se apresuró responder—. Hongjoong ha estado ahí para mí y anoche también lo estuvo. Creo que era obvio que algún día sucedería.

Pensar que la noticia siquiera importaba para Wooyoung era... absurdo, por no decir patético. Por lo que se obligó a sí mismo a pensar que el rayo de dolor que cruzó fugazmente el semblante del pelinegro, no fue nada más que su ego siendo lentamente aplastado.

—Me alegro por ti —respondió Wooyoung. Una sonrisa tierna tiró de sus labios—. Te merecías algo mejor que yo, ¿no crees?

—Concuerdo —medio bromeó San, eclipsando con un falso humor, el dolor que la indiferencia de Wooyoung le causaba, como si todo se resumirá absolutamente nada entre ambos—. Yo también me alegro por ti. Realmente... les deseo lo mejor a ti y a Yeosang.

—Se lo haré saber.

—Hazlo... —suspiró, preguntándose cómo demonios había llegado hasta acá, cómo demonios la calidades que la otorgaba el pelinegro se había acabado tan rápido—. Yo... ya debería.

—¿Mm? Sí. Claro. No te retengo más.... Cuídate, San.

—Tú también — correspondió, viendo una última vez la sonrisa del pelinegro, antes de que éste alzara su mano en un ademán de despedida y se diera media vuelta. El aire se expulsó fuera de sus pulmones al ver a Wooyoung alejarse. —Tú también... —susurró.

Se dirigió pasos lentos hacia el automóvil, subiéndose al asiento del copiloto sin pronunciar palabra. Hongjoong encendió el motor, cuidando no mencionar algo al respecto.

"Le dije a Yeosang lo que sentía".

Ah... qué fastidio era querer a alguien...

Al menos el día siguiente era domingo.

Tendría tiempo de sobra para llorar.

[ • • • ]

Al parecer, el amor no era eterno.

Los dibujos animados, los cuentos de hadas, las historias de príncipes azules... Desde pequeño había creído en la eternidad. En que el "vivieron felices para siempre" era real y él una de las personas que se lo merecía.

Al final lo que la sociedad hacía era enseñarle cosas inciertas, para después verle descubrir la cruda realidad a base de golpes. Cruel. No obstante, una manera efectiva de aprender.

No insinuaba que el amor no existía. Por el contrario; Yongsun amando a su padre era una viva prueba de ello. Sin embargo, sí creía que era temporal. Un sentimiento agradable, pero efímero, que eventualmente se desvanecía, rompiendo relaciones, corazones, ilusiones, y un sinfín de cosas que se demoraría años en enumerar.

Tras pasarse el día encerrado en su departamento, sobreviviendo a base de pizza y en la compañía de su hermana menor, San finalmente se deslizó entre las sábanas de su cama. Apoyando su cabeza en el almohadón, dispuesto a descansar y recuperar las fuerzas que el encuentro con el pelinegro le había drenado.

San ya había superado un corazón roto antes; y era consciente de que podría hacerlo otra vez. En el futuro conocería a alguien diferente a Wooyoung, que despertará esas abrumadoras emociones y le tendría flotando en las nubes como si todo fuese nuevo.

De eso se trataba, ¿no? De amores efímeros, uno seguido de otro, otro que le haría a olvidar el dolor del anterior, y el mundo volvería hacer color de rosa.

Quizás esa persona no tendría sus ojos chocolate, y su sonrisa roba aliento, o sus tan besables lunares.

Pero eso estaba bien.

Más que bien.

San era fuerte, con el apoyo de su hermana y el apoyo de un buen amigo; si buen Wooyoung quedaba fuera de la ecuación, eso no significaba que el universo se derrumbaría.

Estaba seguro de que las cosas funcionarían.

Tal vez no para ellos.
Pero sí para ambos.

°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°
°

A las 3:17 a.m., una piedra chocó contra su ventana.

Llevaba tiempo viviendo solo, por lo que los ruidos extraños sin una fuente conocida, que al principio la enterraban, ahora eran costumbre. Por lo que aunque ruido no le causó miedo por creer que un fantasma estaba penando, sí le produjo confusión.

Se irguió en la cama, somnoliento buscando en la oscuridad el interruptor de la lámpara que yacía en la mesita de noche. Tras encenderla fue visible en la penumbra como otra piedrita chocaba de la misma manera contra el vidrio, sobresaltándolo.

La puerta de su cuarto se abrió un instante después, revelando a la rubia con numerosos tubos en el cabello y una máscara pegajosa que cubría sus facciones. Yuqi se volteó a verlo, con un ojo medio a abrir. —¿Es necesadio golpear cosas a esta hora, San? ¿Acaso no tienes mejores cosas que hacer?

—No soy yo —se defendió aún aturdido, desperezándose para finalmente incorporarse y ver quién era el imbécil borracho con buena puntería acabaría rompiendo el jodido cristal. Yuqi se acercó a la ventana con los brazos cruzados, manteniéndose a un lado del mayor.

—Te juro que si es el novio de la chica del 403 voy personalmente a patearlo en el rostro por no saber contar los pisos de este edificio —se quejó antrs de desbloquear la ventana y tirar de ésta hacia arriba—. La gente no tiene ninguna consideración con quienes intentamos leer un fanfic de deportes homoerótico de doscientos capítulos y cuatro temporadas.

San estuvo tentado de preguntar lo que eso significaba... pero hacía mucho que había dejado de comprender los intereses secretos de su hermana menor.

Un grito ininteligible proveniente de la calle, capturó la atención de ambos hermanos, haciéndoles inclinarse sobre el marco de la ventana para saber de una vez quién era el desgraciado perturbador de sueños y fanfics que osaba interrumpirlos. Aquello hasta que, con los ojos levemente entrecerrados, la figura se hizo reconocible, sobre todo para San.

Oh, Dios.

—¡San! —gritó Wooyoung, moviendo sus manos en el aire para llamar su atención. Honestamente era un poco difícil ignorarlo, estando en medio de la calle vacía, gritando, tirándole piedras. —¡San, baja! ¡Tenemos que hablar!

—¿Ese no es...? —Yuqi volvió a inclinarse, abriendo su boca con sorpresa al verificar que en efecto era el chico de aquella mañana—. ¡Es Wooyoung!

—¿Qué demonios hace aquí? —susurró San. ¿Lo habrán asaltado? ¿O quizá su departamento se había incendiado? No era capaz de razonar otros motivos por los cuales Wooyoung siquiera se presentarían su departamento.

Su mano se sujetó a la pared para buscar el equilibrio del cual la inesperada presencia de Wooyoung le privaba. Realmente tenerle ahí a tales horas con una escena familiar a Romeo y Julieta no ayudaba en lo absoluto a su supuesta separación, ni hablar de la esperanza que esto provocaba.

Tiene novio, por el amor de Dios. Era absurdo ilusionarse por gestos tan mínimos e insignificantes, menos cuando era consciente de que el "algo" entre ellos se había destruido en el momento en el que se bajó del taxi la noche anterior.

Le habían puesto fin a lo que ni siquiera tuvieron la oportunidad de empezar oficialmente. El lazo emocional que San sentía no tenía que ser de tal magnitud, ni de tales insanas dimensiones.

No era correcto. Y no era en ninguna manera posible un sentimiento conveniente.

—Cierra la ventana —le ordenó a Yuqi con las emociones contradictorias a flor se piel. La rubia le miró, sin mover un dedo—. Te he dicho que la cierresm

—¡Choi San!... ¡San!

—Creo que deberías hablar con él — opino la chica encogiéndose de hombros. San sube tu el puente de su nariz costándole pensar—. Vino hasta aquí para hablarte. No sé... Yo creo que merece una respuesta.

—Dios, Yuqi. A mí me importa una mierda qué demonios quiera ese idiota —masculló, las palabras saliendo se su boca sin la capacidad de detenerlas—. No somos nada. No quiero verlo, no quiero hablar con él. ¿Entiendes?

Exhaló, sintiendo la frustración ir acumulándose. Por la mierda... ¿por qué tenía que ser de esta forma? ¿por qué tenía que aparecer una y otra vez como un recordatorio de lo que no fueron? ¿No le había bastado con su encuentro en el cementerio? San carecía de la voluntad y de la energía para enfrentarlo racionalmente en tal situación.

Vete a casa... Solamente vete a casa.

—¡San!

—¿¡Qué mierda quieres, Wooyoung?! —el volumen desgarró su garganta, o quizás era el nudo que se comenzaba crear por tener al chico del que estaba enamorado enfrente. Al que quería más no podría jamás tener.

Porque no estamos destinado a ser amados.

Porque somos temporales.

—¡Le dije a Yeosang lo que sentía! —contestó Wooyoung a gritos. San mordió su labio inferior, aguantando las lágrimas que ya llevaba horas conteniendo, preguntándose si era necesario escuchar las palabras de Wooyoung a esas alturas. Si era necesario romper absolutamente su corazón y millones y millones de trizas. Preguntándose si no era más sencillo fingir que la realidad era diferente.

Inhaló hondo, cuando el silencio de los envolvió a ambos, sabiendo que la realidad era algo que inevitablemente debía encarar y que tarde o temprano terminaría conociendo.

Así que hazlo.
Solamente dilo.

Transforma los escombros de lo nuestro en cenizas.

—¡Le dije que te quiero, Choi San!

Parpadeo, sin percatarse de las lágrimas que habían empezado a empañar su vista. Con las manos temblorosas, empuño las cortinas entre sus dedos, cuestionándose seriamente si es que había escuchado bien o si definitivamente estaba alucinando.

Te quiero. ¿Qué? No. Dio un paso hacia atrás, cerca de perder la estabilidad, mientras su respiración iba descompensándose. Buscando apoyo, mas no encontrándolo, se mantuvo estático en su lugar, con su pecho subiendo y bajando, y el impacto asentándose.

Era imposible. No, no... era legítimamente imposible. Nada de lo que sucedía tenía sentido, de ninguna manera. Wooyoung estaba enamorado de Yeosang. Wooyoung estaba loco por Yeosang y había sido así desde la secundaria. Era imposible que él...

—¿San? —la voz alarmada de su hermana resonó en sus oídos, despertándole del trance—. ¿Estás bien?

—No —sacudió la cabeza, inconsciente de su cuerpo tembloroso—. Se ha vuelto loco, Yuqi. Wooyoung no me quiere. Está simplemente diciendo tonterías.

—San...

—¿Por qué hace esto? ¿Por qué viene aquí a mentirme? No me quiere, Yuqi. ¿Cómo podría...?

—San —repitió duramente, notando con facilidad el estado inestable de su hermano y lo afectado que parecía por sentimientos que Yuqi había visto esa mañana en el comportamiento del pelinegro.

La negación de San sentía respecto a lo que Wooyoung profesaba no era extraño. Ella misma lo había experimentado. Las inseguridades y el temor; cosas que no eran agradables, mas que eran difíciles de eliminar del sistema una vez que habían sido impuestas.

Había permitido que su hermano se engañase a sí mismo, que se resguardase del mundo exterior para no salir herido. Porque ella lo entendía mejor que nadie. Porque ella y él fueron quienes tuvieron que ver a su padre marcharse, con una madre tan dolida, que procuró transmitirles el mismo dolor.

"Nosotros no fuimos diseñados para ser amados, ¿entienden?".

No es así, San.

Nunca fue así.

—Sé que tienes problemas de abandono —dijo Yuqi, con la misma presión en el pecho que sintió cuando su psicólogo se lo dijo—. Y lo sé porque yo también los tengo. No es pan comido sobrellevarlos... papá se fue cuando éramos pequeños, mamá sufrió por semanas... y aprendimos que amar era solamente salir herido. Sé que tienes miedo, San... —el rubio la miró con desconfianza y Yuqi suspiró—. No finjas que no es así. Pasaste años rechazando citas y alejándote de las personas por temor. Y ahora que Wooyoung está aquí diciéndote que te quiere, tienes miedo a que sea real... Pero mereces darte una oportunidad, San... de verdad la mereces.

San pasó saliva, sus músculos tensándose al verificar que no tenía ninguna excusa o argumento que pudiesen engañar a la persona que más le conociendo el mundo. —¿Cuándo te volviste tan inteligente?

—Cuando te volviste experto en hacer tonterías —contestó, reprimiendo una sonrisa en el instante en que San volcó los ojos como respuesta—. ¿Irás a hablar con él?

—Ah... —suspiró agobiado—. No quiero hacerlo...

—Necesitan hablar, San.

—Lo sé, lo sé... Sería más fácil de ignora si no gritase a los cuatro vientos, ¿sabes?

—Creo que ese es el punto —puntualizó, haciéndole reír entre dientes.

Observó su ventana abierta, las cortinas moviéndose con cuidado a causa del viento. Y aunque se prometió mantenerse firme era consciente de lo bueno que Wooyoung era derribando sus barreras. Poco convencido sobre su propia decisión permitió que sus más básicos anhelos se hicieran cargo.

—Sólo será un momento.

Los labios de Yuqi se curvaron en una sonrisa al ver a su hermano coger una chaqueta, contenta de que sus palabras hubieran sido más que un simple discurso por compromiso para San. Contenta de que por fin parecía ser que ellos avanzaban, lejos de lo que su crianza les había enseñado erróneamente.

San le dedicó una última mirada, mezclada en agradecimiento pero también el irrevocable miedo de perderlo todo nuevamente, antes de abandonar su departamento y cerrar la puerta detrás de él.

Hizo su camino hacia la entrada del edificio intentando compensar su agitada respiración y controlar los latidos de su corazón irremediablemente acelerado. Sin estar seguro de cómo Wooyoung le convertía en un desastre, incluso sin tocarlo.

Se detuvo por um segundo amtes de cruzar el umbral, hallando a Wooyoung al otro lado, mirándole bajo uno de los faroles que iluminaban la calle. Procurando mantener distancia considerable entre ambos, para su propio deficiente autocontrol.

—Bien —dijo rompiendo el silencio. Percatándose de la expresión de Wooyoung tornándose suave, mas obligándose a actuar con racionalidad, a pesar de las intolerables ganas que tenía de besarlo—. ¿No querías hablar?

—Sí... Yo... —carraspeó y aún estando en la penumbra, San pudo atisbar las sutiles chispas de rojo tiñiendo sus mejillas—. Disculpa por haberte tirado piedras a la ventana.

—Eres el único al que se le ocurriría entablar una conversación a las tres de la madrugada pero continúa.

—No estabas equivocado —soltó de pronto, descolocando un poco al rubio al carecer de un contexto—. Sí quería a Yeosang, lo... hice por bastante tiempo. No es mentira.

—Dios... —susurró sintiéndose por algún motivo como si se estuviera ahogando. Esforzándose por ahuyentar las lágrimas que amenazaban con brotar—. ¿Por qué no pudiste decírmelo desde el principio?

—No planeaba que nuestro negocio fuese más allá de una cita... Pero se extendió y luego... las cosas cambiaron.

—¿Cambiaron cómo?

Los vellos de su nuca se erizaron cuando la mirada de Wooyoung se volvió profunda bajo la suya, la tensión en el aire se hizo palpable. —Me enamoré de ti, San.

Oh. Evitó el contacto visual al notar el ardor en sus mejillas, preguntándose cómo Wooyoung podía decir tales cursis confesiones sin sentir un mínimo de vergüenza.

—¿No vas a decir nada? —inquirió al no recibir respuesta una respuesta. San resoplóm

—¿Qué quieres que diga, Wooyoung? ¿Que te creo? Siento que todo lo que vivimos fue una mentira, sabes...

—No lo fue, San. Nada de lo nuestros lo fue. Eres lo más real que tengo —dio un paso hacia adelange, dubitativo por la distancia que San imponía entre ellos—. Sé que metí la pata y sé que no manejé las cosas bien. Pero no quiero que lo nuestro se termine sin que sepas lo que siento.

San se mordió el labio inferior, odiando lo fácil que era para Wooyoung causarle esas jodidas mariposas en el estómago. ¿Acaso no tenía dignidad? Este era el mismo chico qje le había amenazado con reportarlo a su jefe para obtener lo que quería, el mismo que le ocultó sus sentimientos por Yeosang, haciéndole quedar como estúpido durante semanas. El mismo chico que no le siguió bajo la lluvia y que tenía... una horrible pronunciación de francés, capaz de remover las piezas correctas en San.

—¿Me quieres? —preguntó buscando una reafirmación de sus sentimientos. El semblantr de Wooyoung se cubrió en seriedad.

—Sí. Te quiero.

Sabía que escucharlo no tenía sentido.

Sabía que el corazón funcionaba de una manera inusual más lejos de la comprensión de la mente humana. Sabía que tarde o temprano los sentimientos se acababan, porque el amor es atemporal aún cuando se sintiera eterno.

Sabía que todo se derrumbaría eventualmente. Conocía la historia. Conocía las palabras de amor que su padre solía decirle a su madre, semanas antes de abandonarlos. Por encontrar a alguien más. Y sabía, a la perfección, que ahí afuera habían cientos de personas mejores que él, que podrían darle el mundo a Wooyoung.

Pero en aquel momento nada de eso le importaba.

En aquel instante lo único que su mente podía razonar, era lo cálido que era estar entre los brazos del pelinegro y lo correcto que era regresar junto a él.

Sus brazos rodearon el cuello de Wooyoung y atrajo sus labios a los suyos, uniéndolos en un beso que no debió haber extrañado tanto como lo había hecho. Dios, sólo había pasado un día, ¿qué estaba mal con él?

Las manos del pelinegro sostuvieron su cintura, para pegarlo a su cuerpo, ambos fundiéndose en un abrazo y un beso en el que podían transmitir sus verdaderos sentimientos. Sin temer por lo que pensase el otro, porque era mutuo. El amor entre ellos era mutuo.

—También te quiero... —susurró San contra su boca. Wooyoung afianzó su agarre sobre él y el castaño esbozó una sonrisa—. Cerdito.

—Ah... nunca creí que me sentiría tan aliviado y feliz de escuchar ese apodo.

—Por fin reconoces lo lindo que es, Cerdito.

—Bobo —se burló Wooyoung, sonsacándole una risita adorable al rubio—. No tienes idea de lo feliz que me hace tenerte conmigo, bebé.

—Mm... muy posesivo —fingió sopedar, antes de besar los labios del pelinegro. Se fundieron en otro largo y duradero beso, hasta que los musculoso de Wooyoung se tensaron bajos las manos de San, generándole sorpresa.

Se separaron, el ceño fruncido de Wooyoung siendo lo primero que notó. —¿Qué hay de ese chico con el que estabas en el cementerio?

—¿Hongjoong?

—Ese... ¿vas a dejarlo?

—¿Dejarlo? —era prácticamente su mejor y único amigo. Claro que no iba a dejarlo.

Eso, al menos hasta que su diminuto cerevro se iluminó al recordar lo que Hongjoong y él habían insinuado discretamente frente al pelinegro.

—¡Oh! —exclamó al comprender, sin ser capaz de contener la risa—. No, no, solamente somos amigos.

—Te dijo "cariño" —agregó Wooyoung con desconfianza. San lo beso, en un intento de disipar sus sospechas y entregarle la tranquilidad que necesitaba.

—No tienes de qué preocuparte, Cerdito, tú eres el único que quiero. ¿Sí?

Wooyoung se sonrojó. —Sí...

—Ay... eres tan bonito... y estás tan helado —dijo en un tono de preocupación, tocando sus mejillas—. ¿No tienes frío? Siento que está helando...

El pelinegro sostuvo las manos de San, entrelazando sus dedos con los suyos y apoyando sus frentes entre sí. Wooyoung inhaló hondo, permitiendo que sus narcies se impregnaran con el aroma del castaño.

—No siento frío —contestó luego de una pausa. Su voz suave y arrulladora, encerrándolos en una burbuja en la que solamente existían ellos—. Tú conviertes el invierno en primavera, Choi San.

Los pómulos del rubio enrojecieron, y si bien no era consecuencia del frío, podría excusarae con que sí lo era.

Se besaron una última vez bajo la luz de la farola, entregándose tiernas caricias y sonriendo contra los labios del otro. Transmitiéndose no en palabras sino en gestos, los sentimientos abrumadores y reales que compartían, en una promesa silenciosa.

Rent A Boyfriend te presenta a: Choi San.

¡Muchas gracias por preferir nuestro servicio de renta de novios!

¡Hasta pronto, y mucha suerte con tu nuevo bombón!

_____________________________________________

¡QUE CAPÍTULO MÁS LARGO!

Bueno, mi gente, hemos llegado al final de Rent A Boyfriend ㅠㅠ no puedo creerlo ㅠㅠ

Sin embargo, aún quedan unos poquitos extra, así que nos leemos pronto ♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro