Los funerales siempre le resultaron tétricos.
Cuando niño, pensaba que los muertos saldrían del cajón y lo perseguían para comerse su cerebro. Estaba muy inmerso en las películas de zombies, por lo que no era demasiado sorprendente o inesperado. Luego vio Sexto Sentido y simplemente ya no podía ir a la cocina por la noche a buscar un vaso de agua, sin sentir que un fantasma lo perseguía.
Sin embargo, aquel funeral se sentía distinto al resto. Era una combinación de melancolía y amargura. Las flores olían bien y eran bastante bonitas. La ropa negra no era lo suyo, pero... le hacía sentir que la tristeza de su alma se derramaba en vez de contenerse.
Yuqi y su madre se abrazaron durante toda la ceremonia.
No era fácil perder a un padre. San le dolía recordar que la última vez que le vio, fue en su nueva casa, aquella que compartía con su nueva familia, y su voz grave, rasposa, que antes le contaba cuentos y fábulas, ahora pronunciaba las palabras "no quiero verlo" para referirse a su hijo mayor. Cerrando las puertas no solamente es hogar, sino también de su vida.
Sabía que la reacción había sido a causa de su famosa homosexualidad. Nunca tuvo la oportunidad de hablarle respecto al tema, pero estaba seguro de que su madre se había encargado de informarle. Pues, a pesar de que su padre los había abandonado, su madre le perdonó y entablaron una amistad que, aunque fuese un tanto extraña parecía ser sincera.
De cierto modo, su padre había fallecido, quedando en buenos términos con todo el mundo. O casi todo. San no determinaría el desenlace con su padre como un buen término. Sin embargo, no había cómo remediarlo ahora, que ya era demasiado tarde para enmendar lo que fue roto.
Una mano suave acarició su brazo y San no tuvo que volverse para saber que era Youngsun. Esbozó una tenue sonrisa, hallando dulce la manera en que la mismísima viuda trataba de confortar al hijo que su esposo difunto negó. Youngsun siempre se había preocupado y razonablemente de San y él no podía estar más agradecido.
—Él estaría orgulloso de ti —susurró Younsun con la voz quebrada y aunque San era consciente de que mentía, asintió.
Tras el funeral, hubo una recepción en la casa de su padre. Entrar a aquel lugar fue... extraño, considerando que nunca se le había permitido ingresar más allá del recibidor. Las personas se dispersaron por la sala de estar, el comedor y la cocina. Había gente que San no conocía y supuso que eran amigos que su padre había encontrado luego de iniciar su nueva vida.
Una fotografía enmarcada colgado en la pared llamó su atención y observó, con un nudo amarrándole la garganta, la sonrisa de su padre mientras era rodeado por Younsun y los hijos que habían concebido juntos. Como una familia feliz. Que San anheló, mas no pudo tener.
Una vibración en el bolsillo de su pantalón lo distrajo de aquella escena inmortalizada y sostuvo en su mano el teléfono, mirando el nombre de quien hacía la llamada entrante.
Le había estado ignorando desde hacía unos tres días, rehusandose a hablar con Wooyoung durante el periodo del velorio. San se sentía frágil, como si cualquier palabra pudiera romperlo en mil trizas, y quizás era por ello que no deseaba decirle a Wooyoung que su padre había muerto.
No tenía ni la menor idea de cómo decírselo. No tenía ni la menor idea decir corrector hacérselo saber. La relación entre ambos era confusa y los límites no habían sido impuestos adecuadamente.
¿Podía buscar en Wooyoung el apoyo y la contención que necesitaba? ¿Podía pedirle mimos y caricias que le ayudasen a sanar? Porque honestamente le aterraba. Le aterraba ser vulnerable frente a Wooyoung, mostrar sus inseguridades y sus miedos, las heridas y cicatrices que em abandono de subpadre le había dejado.
Pero... extraña tanto oír su voz. La extrañaba tanto. Y Wooyoung había detenido sus mensajes en el buzón de voz, por lo que ya no había grabaciones que pudiera reproducir. Inhaló hondo, con el corazón desembocado y las emociones a flor de piel, antes de presionar su dedo contra la pantalla.
—Wooyoung —exhaló tras atender. Un golpe seco se escuchó al otro extremo de la línea.
—¿S-San? —dijo el pelinegro exaltado. Una sonrisa curvo los labios de San y cerró los ojos por un instante, permitiéndose sentir la calidez que el sonido de su voz transmitía—. ¡Creí que te habían secuestrado!
—Ves muchas películas de acción.
—¿Cómo estás? Yo... fui a buscarte a tu departamento después del cumpleaños de Seonghwa, pero no habías regresado aún.
—He estado... ocupado —lo que no era una mentira, no completamente. Pero era incapaz de confesarle el verdadero motivo—. ¿Cómo estuvo el cumpleaños de Seonghwa?
—Bien... le gustó mucho el mantel de jirafas.
—Por supuesto que sí. Soy un genio en hacer regalos —alardeó en broma, con la intención de subir los ánimos de la conversación y consiguiendo una risita por parte de Wooyoung como recompensa.
Mandando descartas electrizantes a cada una de sus fibras nerviosas.
Estremeciendo su mundo entero con facilidad.
San sopló y no consideró las consecuencias, cuando un par de palabras riesgosas se le fueron del pecho.
—Te extraño.
Oh, joder. Realmente lo había dicho.
Se mordió la lengua, sintiendo sus mejillas hervir, y ocultó sus ojos con la palma de su mano. Maldición. Lo había dicho en un impulso, pero no podía retractarse ahora ¿o sí? Se mantuvo inmóvil y absolutamente callado. Esperando impaciente por una respuesta recíproca que jamás llegó.
La línea quedó en silencio y sello a sí mismo carraspear.
—Olvídalo. Em... regresaré a casa esta noche, ¿si? —dijo con la boca seca y las piernas temblorosas. Idiota. Idiota. Idiota—. Nos vemos, Wooyoung.
—Sí —dijo tardíamente—. Nos vemos, San.
El rubio cortó la llamada, con la presión en el pecho siendo insoportable y pesada. ¿Te extraño? Dios. Soy tan estúpido. ¿Qué esperaba? ¿Que me dijera "yo también"?
Guardó el teléfono en su bolsillo, mortificado por su propia efusividad arruina-todo. El sonido peculiar de unos tacones acercándose le hizo voltear y entre el resto de la gente, la observó.
—¿Era tu novio? —le preguntó Youngsun. San parpadeó perplejo ante la deliberada insinuación de conocer su orientación sexual, cuando era un secreto. Aunque no debía estar sorprendido ¿verdad?
—¿Papa te lo dijo?
—Tu padre me contaba todo —explicó caninando unos pasos más hacia él y tocando con las yemas de sus dedos la fotografía familiar enmarcada—. Él estaba... muy afectado por la noticia.
Quiso reír, pero le costaba respirar. —Me odiaba, ¿no?
—No, San. Nunca te odió —su mirada tierna se posó en el rostro de San, con el fantasma de una sonrisa—. Pero sí se odió a sí mismo.
Frunció el ceño, confundido por el significado de esas palabras. El brazo de Youngsun rodeó su cintura y apoyó su cabeza sobre el hombro del menor.
—Tu padre siempre pensó que la homosexualidad era un error y un pecado. Fueron sus propios padres quienes lo criaron de esa manera. Cuando supo tu orientación sexual estaba... estaba muy enojado —alzó la cabeza para ver a San y él devolvió la mirada—. Estaba enojado porque sabía que sus creencias te harían daño. No fue lo suficientemente fuerte para abandonar sus creencias homofóbicas por ti. Y se odiaba por ello... Por eso decidió protegerte de sí mismo. Te alejó para que no tuvieras que ser víctima de su odio y de sus errores.
La mujer guardó silencio y San esbozó una sonrisa sardónica, decidiendo que mirar el techo sería mucho mejor que ver la cara desmoronada de Youngsun.
—De todos modos su alejamiento se debe a mi homosexualidad —masculló. Youngsun palmeó su espalda.
—No lo estoy justificando. Ni a él ni a su homofobia. Y tampoco estoy defendiendo sus decisiones —se apartó del rubio y le propinó una ligera caricia en el hombro—. Pero no te odió, San. Tu padre siempre te amó. No dudes al respecto.
¿Me amó?
El corazón del menor se encogió en su pecho, como si hubiese estado esperando siglos por esas palabras tortuosos siglos en los que latió atormentado por tales pensamientos, y sintiéndose liberado por al fin encontrar alivio.
Lágrimas saladas se acumularon en sus ojos antes de si quiera poder contenerlas. Dios, realmente iba a llorar frente a esa mujer, esa mujer que por mucho tiempo culpó del abandono de su padre y el derrumbe de su felicidad. Llamándole rompehogares en silencio y odiándola por robar el amor de su padre. Prometiéndose jamás ser como ella.
Youngsun, la persona que siempre estuvo para él, cuando su padre no lo estuvo.
—Gracias –dijo San, luchando contra sus ganas de llorar. Youngsun asintió, con una delicada sonrisa atestada de compasión.
—Este es tu hogar también, San. Puedes venir aquí cuando quieras.
Era doloroso y también un bálsamo que sanaba las heridas infringidas en el pasado. Podía recordar a su madre diciéndole que se fuera, que no deseaba su presencia en su casa. Podía recordar a su padre rechazándole, no dignandose haberle de frente. Su familia dándole la espalda solamente por amar.
Nunca creyó que volvería a escuchar la palabra "hogar" luego de tal desenlace.
Agradeció a Youngsun por su desinteresada amabilidad y le explicó que era su momento de retirarse. Necesitaba volver a su departamento para poner su vida en orden. Ella besó su mejilla y le deseó un buen viaje de regreso.
Su cuerpo se sentía entumecido. Probablemente debido a lo agotador que resultaba canalizar sus sentimientos y emociones, sobre todo tras una pérdida. Jesús. Apenas podía caminar sin desplomarse en el suelo. Arrastró sus pies hasta la entrada de su edificio y luego subió hacia su respectivo nivel.
Encontrándose a un chico muy guapo y desaliñado sentado frente a su puerta.
—Pero si es mi cerdo favorito —bromeó.
Wooyoung levantó la cabeza que apoyaba sobre sus rodillas y miró con ojos grandes al rubio vestido de negro, parado frente a él, con un rostro cansado y una sonrisa floja. Se incorporó del piso y sin darle tiempo a reaccionar, atrajo a San en un abrazo.
—Llegaste —exhaló. Un ruidito sorprendido brotó de la boca de San.
—Bueno... sí. Te dije que volvería esta noche.
—Estaba tan preocupado. ¿Qué pasó? Desapareciste y yo no sabía qué hacer. Si no hubiera sido por los "vistos" que dejaste en mis mensajes, habría llamado a la policía.
—No seas tonto... ¿Quieres entrar? —titubeó, tratando de romper el abrazo entre ambos. Aunque le dolía forzarse a hacerlo. Porque, a pesar de que era aterrador y se moría de miedo, San no podía apartarse.
Había estado anhelando un abrazo de Wooyoung desde que se enteró del fallecimiento.
Pasó tres días convenciéndose de que alejarse era lo correcto, mientras sus entrañas se retorcían pidiendo por él.
Y joder, quería mandar a la mierda sus miedos y sus trancas, porque se sentía tan bien estar entre sus brazos, se sentía cálido y seguro.
Tomaron asiento en el sofá, o algo así. Wooyoung se sentó todo educado y recto, al lado de San, quien se acomodó de tal manera de apoyar sus piernas en el regazo del contrario. A Wooyoung no pareció molestarle, por lo que se quedó así.
—Estaba visitando a unos familiares —dijo, como coartada para justificar su ausencia. Tal vez no estaba siendo totalmente sincero, sin embargo, le costaba hacer surgir el tema—. Cuando te dije que no podría ir al cumpleaños de Seonghwa, en realidad yo... tuve una euña con mi hermana. Estaba afectado. Lo lamento.
—¿Pero ya estás bien? —cuestionó el pelinegro, sin dejar de estar preocupado. San entendía. Había sido un poco rudo ignorarle por esos días. Ya podía imaginarse a Wooyoung calvo por el estrés.
—Sí... ya estoy bien —contigo estoy bien. Pero tenía que ser idiota para soltar una bomba de esa magnitud.
Continuaron charlando hasta la madrugada y abordaron el tema que más le interesaba a San: el cumpleaños de Seonghwa. Cómo estuvo, quiénes fueron, si Seonghwa se divirtió. Wooyoung se reía, relatándole anécdotas graviosad e hilarantes que ni siquiera podía imaginarse. Como que el amigo de Seonghwa, Mingi, había botado el pastel accidentalmente, o como que Yeosang había bebido unas copas de más. San siempre había tenido una visión muy responsable de él. O como que Seonghwa se había reído tan fuerte que la bebida le había salido por la nariz, o como que Yeosang había estado coqueteando juguetonamente con Wooyoung, con lo que San se rió, porque eran amigos, ¿no?
Cosas pequeñas, detalles mínimos, en los que se ocultaba una verdad que San no pudo ver. Probablemente estaba ciego, por la deslumbrante sonrisa de Wooyoung, y sordo, por su arrulladora voz en la que hallaba paz. Pero en aquel instante nada de eso importaba, no existían problemas o desconfianza.
Solamente existían ellos y pensó, equivocadamente, que podría ser así para siempre.
Sin saber que nunca habían sido únicamente ellos dos en la ecuación.
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Estamos muuuuuy cerquita del final así que me estoy poniendo las pilas para no tardar con las actualizaciones ^^♡
Recuerden que los caps los subo inmediatamente después de terminar de adaptarlos, por lo que posiblemente hayan MUCHOS errores ortográficos o algo así, les pido de favor que me perdonen y si es posible me lo hagan notar para corregirlo. Igualmente una vez que termine de publicar TODO el fic, lo mandaré a borradores para poder corregir todo con calma y así dejarles arriba la versión perfecta de esta adaptación ♡
Nos leemos luego. Les quiero mucho ♡
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