Capítulo XXVII
San estaba frito. Extremadamente frito. Nunca pensó que quería tan bajo, sin embargo, aquí estaba, hundido el más profundo del pozo que Jung Wooyoung había generado con –aparentemente– su simple existencia.
Gracias a su estúpido resfriado, recibió atención inusual y constante por parte de Wooyoung, quien visitó su departamento todos los días, sin excepción, llevándole comida, remedios y películas de comedia que le subieron el ánimo. Si se detenía analizarlo, no había de qué quejarse. La intención del pelinegro era sincera y bonita.
Fue la experiencia el problema, ya que ésta, por el contrario, fue horrible.
En primer lugar: Wooyoung realmente pensaba que San no podía usar sus manos ni siquiera para comer, por lo que lo alimentaba cuál bebé, acercando la cuchara a su boca y esperando a que la aceptara con brillitos de emoción en los ojos. Había tratado –realmente había tratado– de rehusarse, de gritarle en la cara que era un niño grande que sabía cómo usar los cubiertos. No lo hizo. En cambio se halló así mismo disfrutando la atención recibida y esperando impaciente que el próximo día llegase para que Wooyoung continuará mimándolo.
Las películas de comedia, cuya finalidad era hacerle sentir mejor, solamente acabaron por empeorarlo todo. Pues cada vez que Wooyoung reía, un revoltijo en su estómago no le permitía concentrarse en la trama ni en los chistes baratos, siendo cautivado por el sonido ridículamente bonito y melodioso de su risa. Ah, ¡era espantoso!
¿Cómo se suponía que se curaría de aquella inexplicable atracción cuando el imán de Sanes prácticamente vivía en su departamento?
Transcurrió una semana sufriendo de tal tortura, hasta que finalmente se recuperó, lo suficiente como para regresar a su rutina diaria. Parcialmente feliz de que ya no tendría que ver Wooyoung con tal insana regularidad, confió en que podría volver a imponer aquella distancia, esa línea que separaba la relación cliente-empleado con su nueva amistad recientemente surgida.
Se equivocó. Por supuesto que se equivocó. El iluso San siempre creía que podría escapar de las garras de Wooyoung, solamente para descubrir que ya estaba demasiado perdido entre ellas.
Cerdito
¿Quieres ir a tomar un café después de clases?
No, no. Nononono. Ni en un millón de años. San no caería en subir trampa había tenido suficiente presencia de Wooyoung por aquella semana; ahora necesitaba libertad. Necesitaba enfocarse en sus estudios, o ver películas románticas cuyo protagonista no se asemejara tanto a Wooyoung, o leer un libro que pudiera distraer le al menos por un breve momento.
Cerdito
Yo invito el café
Bebé
Bueno, sí.
Realmente odiaba los débil que era ante la comida o bebidas gratis. ¿Dónde está tu honor, basura? Ni él sabía. Probablemente se había perdido junto a su dignidad.
Te vas acordar que se reunirían en un café a unas calles de la Universidad del pelinegro, guardó su teléfono en modo silencio y pasó el resto del día pensando en que harían durante su cita.
Esperen, no. ¿Cita? No era una cita. Solamente habían decidido reunirse tomar un café. Era una reunión. Una conferencia. No había motivos para ponerse nervioso al respecto. a
Además, ¿cuál era la diferencia con las otras veces en las que se habían juntado a almorzar? Ninguna.
Convenciéndose a sí mismo de que no estaba sudando en frío por causa de los nervios, ni su corazón palpitaba descontrolado dentro de su pecho, logró sobrevivir hasta el final de su jornada de clases, prestando atención al profesor mas perdiendo la cuando el pensamiento fugaz de reunirse con Wooyoung cruzaba por su cabeza.
Llegó media hora antes del café.
Con la pierna moviendose inquieta y las uñas mordidas por el estrés, se preguntó ¿por qué demonios estaba tan impaciente? Solamente vería a Wooyoung. Ya lo había visto antes, centenares de veces, no sería una sorpresa. Prácticamente había memorizado su rostro, sus ojos chocolate, su adorable nariz, y su bella piel morena clara.
No es que lo haya estado observando... bueno, tal vez sólo un poquito.
Las campanas en la puerta resonaron, avisando la llegada de un nuevo caliente a local. San se sobresalto demasiado consciente de que probablemente se trataba de Wooyoung. Más al alzar, la mirada la tensión en sus músculos se disipó, percatándose de que no era Wooyoung quien había entrado.
Aunque, si era alguien cuyo rostro le resultaba familiar. ¿Acaso él era...?
—¡SanSan!
Sí.
—YunYun — lo saludó, sin poder evitar el desconcierto que causaba su presencia por aquel sector de la ciudad. El mayor se acercó a él y plantó un beso afable en su frente—. ¿Qué haces aquí?
—Me dijeron que había una tienda de videojuegos cerca, pero me perdí y como no quería que la gente se diera cuenta, vine a este café para disimular —explicó sonriente. San no estaba sorprendido, sonaba como algo que haría—. ¡Qué coincidencia encontrarte aquí! ¿Cómo éstas? Nunca tuve la oportunidad de despedirme de ti.
—Oh. Cierto. No nos volvimos a ver... —se lamentó. Un tanto culpable por haberse olvidado de Yunho, considerando lo amigable y dulce que se había comportado durante el rato que compartieron juntos.
El contrario secudió la cabeza, luciendo tranquilo. —No te preocupes, SanSan. Entiendo que el día de partida haya sido ajetreado. Lo importante es que nos reencontramos, ¿no?
—E-eso creo... em — señaló la silla vacía al otro extremo de la mesa, inseguro sobre si invitarlo, más sin desear ser descortés—. ¿Quieres sentarte?
Yunho accedió, con la sonrisa carismática que siempre esbozaba con facilidad. Tras admitirle que en realidad estaba esperando a alguien, Yunho no presentó problemas, diciéndole que con gusto esperaría con él hasta que su cita llegara. (Aunque no era una cita. Solamente iban a charlar).
La conversación se tornó animada con rapidez, lo que no era extraño; Yunho tenía esa capacidad innata de alegrar e iluminar el mundo a su alrededor, con solamente su manera de ser. Era como un sol, un gran sol bastante difícil de ignorar.
Media hora transcurrió y la vibración de su teléfono en el bolsillo, notificando un mensaje, envío a su cerebro el recuerdo de Wooyoung. Quizás informándole que venía en camino. Con una emoción en el pecho que era incapaz de reprimir, sacó el artefacto y leyó la pantalla.
Cerdito
Surgió algo importante. No ouedo ir, lo siento. Nos vemos luego.
—¿San? ¿Pasa algo? —dijo Yunho, advirtiendo los hombros repentinamente decaídos de San y su expresión de cachorrito mojado. Su mano alcanzó la del menor sobre la superficie de la mesa, para llamar su atención. —¿San?
El rubio asintió, absorto por su teléfono, finalmente bloqueando la pantalla y volviendolo a guardar. Intentando curvar sus labios en una sonrisa convincente, se dirigió a Yunho y comenzó a platicar de lo primero que se le vino a ma cabeza.
Y Yunho respondió algo divertido, algo dulce y adorable, que debió haber hecho al corazón de San palpitar, mas no lo hizo. Porque mientras Yunho era el sol deslumbrante que opacaba al resto del nundo, su mente sólo podía pensar en aquel pelinegro de ojos chocolate y risa melodiosa que removia todo dentro de él.
Había caído, hondo. En un pozo cuyo final era aterrador.
Donde se volvía vulnerable y su corazón se tornaba frágil, colgando de las manos de alguien que era temporal.
[ • • • ]
Através de la ventana pudo atisbarlo. A San y a la persona que le acompañaba. ¿Cuál era su jodido nombre? ¿RunRun?
Odiaba esto. Odiaba haberle prometido a Sam que sería su leal y fiel Cupido, cuando lo único que deseaba hacer era entrar al local, interrumpir la conversación y beber un café con él. Pero era consciente de que debía frenarse. Le debía eso.
En las aguas termales su temperamento había controlado gran parte de sus acciones, y en esta ocasión no quería que se repitiera. Su intención no era incomodar a San, ni fastidiarlo en su vida romántica; sino apoyarlo, darle un empujón para que él pudiese dar el siguiente paso. Aún si aquel pasó eran dirección a ese idiota, quien aparentemente lo hacía sonreír.
Sabía que el tal TunTun tenía novia, al menos según San. Pero para Wooyoung, no era difícil reconocer los ojos de alguien que había sido completamente encandilado por la presencia de una persona. Leía su expresión, sus movimientos, su proximidad al rubio; lo que solamente terminaba por confirmar sus sospechas sobre la atracción inevitable que debía sentir ChunChun hacia él.
No era extraño, en lo absoluto. Cualquier humano con ojos funcionales podía ver lo atractivo que era Choi San. Lo adorable que era cuando estaba confundido, o lo lindo que era cuando se ponía rojito de la vergüenza o de ma rabia. Cualquier humano podía reconocer la belleza que Choi San emitía, por sólo respirar.
Verificando una última vez, a través de la ventana, que San estuviese divirtiéndose con HunHun (¿PunPun? Esto era complicado), decidió marcharse, alejándose del café con el Confort de que había hecho un buen acto, mas sintiéndose carcomido por una inquietud en su pecho que no le dejaba en paz.
¿Acaso había cometido un error al irse? No. Estaba seguro de que San prefería beber café con un chico guapo, carismático y agradable, que con él. No había dudas al respecto. Resultaba obvio.
También, ya habían esclarecido anteriormente que no había motivos para que sintiera celos. El rubio no le pertenecía. No eran nada más que amigos, fuera del ámbito de trabajo. Además, San probablemente no querría saber más de él luego de que la farsa acabara. No lo culpaba por ello.
¿Entonces por qué? ¿Por qué el solo pensamiento de San sonriéndole a otra persona le estaba robando el aire?
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¡Hola! ♡
Primero que nada, ¡felices fiestas!
Espero tengan una bella noche buena, una bonita navidad y ya de una vez, un próspero año nuevo ♡
Nos leemos después ♡
Les quiero mucho ♡
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