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Capítulo 6

Sooyoung pensó que la vampira actuaría rápido.

Mostrarle lo que hay dentro de su corazón. Era sin duda una buena respuesta, tenía que darle ese punto.

Pero no había pasado mucho desde esa noche. No mucho, salvo que habían comenzado a pasar más tiempo juntas, todas las noches se quedaban hasta altas horas simplemente hablando, conociéndose la una a la otra. Con el pasar de los días recuperó sus fuerzas, su piel volvió a su tono normal y sus ojeras habían desaparecido, y con ello, salió también de su nueva habitación. Había dejado de sentirse vulnerable y, poco a poco, volvía a ser la Sooyoung de siempre.

Solo que había algo en su interior le decía que jamás volvería a ser la misma.

Jiwoo le había dado un recorrido por cada uno de los pasillos de la mansión, había descubierto una cocina poco abarrotada de provisiones, otras habitaciones parecidas a la que tenía antes, y un gran salón donde sólo había un antiguo piano de cola abandonado allí, preso del polvo y del paso del tiempo. Era muy bonito y elegante, aunque no sabía cómo tocarlo.

En el recorrido había adquirido dos lugares favoritos, uno era la biblioteca; infinitas filas de libros llenaban las estanterías desde el piso hasta casi tocar al techo, era donde pasaba gran parte del día si no estaba en compañía de Jiwoo, sobre todo cuando esta desaparecía por un par de horas cada cierto tiempo. Nunca le decía a dónde iba y Sooyoung jamás preguntaba, no estaba segura de si quería o no saber la respuesta.

Y su otro lugar favorito era el jardín de rosas que crecía detrás de la mansión.

Cada vez que la vampira le mostraba un lugar que causaba emoción en Sooyoung, como el piano, la biblioteca y el jardín, una sonrisa misteriosa se formaba en sus labios, como si supiera algo que ella no. Trataba de no pensar mucho en eso, pero constantemente se preguntaba si eran cosas que le habían gustado antes, en sus otras vidas, que se habían mantenido en el tiempo.

Tocó las prolijas y perfectas rosas rojas que creían allí, indiferentes de todo lo que pasaba en su mente y corazón. Sobre todo en su corazón, el cual parecía latir con un nuevo propósito últimamente; estar cerca de la vampira. No sabía si su nueva atracción romántica por la criatura tenía que ver con los pequeños recuerdos que había recuperado, ¿era posible que sus sentimientos se vieran influenciados por aquellos recuerdos? No tenía una respuesta clara, pero si realmente eran almas gemelas entonces debía ser así; al recuperar parte de sus recuerdos, recuperó también parte del amor que alguna vez había sentido por Jiwoo. Ese amor al que estaba destinada a sucumbir por el resto de su existencia.

Pero Sooyoung se preguntaba si era correcto sucumbir ante el nuevamente.

Extendió su mirada sobre el jardín de rosas, los diferentes colores en los que crecía aquella flor contrastaban unos con otros, pero sus favoritas eran las rojas. Acarició los pétalos de una que lucía perfecta, muy bien cuidada, justo como todo en ese extraño lugar.

En la mansión todo era prolijo, los objetos parecían estar siempre donde debían estar y aunque ella dejara algo fuera de lugar, al cabo de un rato mágicamente estaba en el sitio al que pertenecía. Todo estaba siempre ordenado y limpio, las velas siempre encendidas y las camas tendidas. Pero nunca había nadie encargándose de mantener todo en orden, eran sólo Jiwoo y ella, nadie más, nunca había visto a nadie más. Era como si en aquella mansión trabajaran fantasmas a los cuales no podía ver, lo que era una idea algo aterradora, por lo que decidió no seguir ese tren de ocurrencias y se centró en las rosas que parecían inclinarse hacia su toque, ansiosas de ser acariciadas por ella.

Las flores brillaban bajo la luz del medio día, su color era intenso y le recordaba a los ojos de Jiwoo. Normalmente se veían de un color claro, como un rojo muy suave, pero los había visto de otras tonalidades. Más oscuros cuando parecía perderse en sus pensamientos. Más intensos cuando la miraban fijamente, en especial cuando un pesado ambiente se instalaba entre ambas. Relampagueantes cuando bajaban hacia su boca. Y opacos cuando daba marcha atrás.

Sus ojos eran sinceros, una ventana abierta que le dejaba echar un vistazo a lo que ocurría en su interior, y a Sooyoung le gustaban mucho. Sin embargo, también podían asustarle.

Irremediablemente su mente la llevó a cómo lucían sus ojos cuando asesinó a Hyeju. Se veían de un rojo brillante e intenso, iguales a las rosas del jardín, pero lo que más destacaba no era el color, sino lo que expresaban; odio. Jiwoo asesinó a la cazadora con odio. La había protegido de Hyeju y le había dado lo que creía que merecía por haberle hecho daño, Sooyoung lo sabía, pero no podía evitar el escalofrío que recorría su cuerpo cuando pensaba en ello.

La cazadora había estado dispuesta a matarla, la conocía y sabía que era así, y eso le costó la vida. Son Hyeju había dejado aquel mundo que la vio crecer, y se había ido con mucho dolor.

Una pequeña brisa bailó con los mechones de su cabello cuando se alejó levemente de las flores para tocar la pequeña cicatriz que quedó en su cuello luego del ataque de Hyeju, era un pequeño bulto que interrumpía su piel lisa. El problema no era la cicatriz, el problema era que se había convertido, inevitablemente, en un recordatorio, pues aquello que le dijo aún rondaba su mente.

Traidora.

¿Lo era realmente? Sooyoung pensaba que sí, pensaba que cada segundo que pasaba sin clavar una estaca en el corazón de la vampira era una puñalada hacia su especie, hacia sus valores, hacia su mentor. Sooyoung había traicionado a su especie, pero si su destino había sido escrito hacía miles de años atrás, ¿cómo podía cambiar las cosas? Era inevitable, y luchar contra su destino era inútil.

Sooyoung era una traidora, pero estaba destinada a serlo al menos en esa vida, y no era algo que pudiese cambiar.

Un peso se instaló en su pecho cuando su mente volvió al momento donde aquel campesino en la taberna le había encomendado aquella misión, una que no pudo cumplir. El dolor de su voz ante la pérdida de su hija había calado en sus huesos, adhiriéndose en su médula para atormentarla con la culpa de haberle fallado a aquel hombre y a todo el pueblo de Eldoria.

Sooyoung sabía muy en su interior que las desapariciones periódicas de Jiwoo se debían a que tenía que alimentarse, y el pueblo más cercano para hacerlo era Eldoria. Jamás hablaban de ello, pero podía sentir que sus conclusiones no eran erróneas. La vampira se alimentaba de las personas de ese pueblo, succionaba su vida poco a poco llevándose con ella la alegría y tranquilidad de cientos de familias, y no había nada que Sooyoung pudiera hacer para terminar aquello.

¿O sí?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando sintió una presencia a su lado, una a la cual comenzaba a acostumbrarse.

Jiwoo había aparecido y caminó con ella por el jardín mientras se enfrascaban en una conversación ligera. Había detenido el espiral de sus pensamientos de manera abrupta y lo agradeció internamente, pues tenía algo más en lo que enfocar su mente.

La vampira lucía radiante ese día, tenía un vestido rojo oscuro como el vino de uvas que tanto le gustaba beber. Era un color oscuro, pero extrañamente cálido, e incluso, dulce. Un intricado encaje subía por su pecho hasta llegar a su mandíbula y luego bajaba por sus brazos hasta sus muñecas. Era negro y algo translúcido, dejaba ver un poco de su piel pálida y Sooyoung no podía despegar la mirada de ella. El volumen de su pecho lucía tan delicado y femenino que tuvo que contenerse para no saltarle encima y arrancarle el vestido, pues se abrazaba a sus curvas de tal manera que sintió celos de la tela.

La vampira era preciosa y tenía un fuerte efecto afrodisíaco en ella. Un efecto que parecía ser mutuo, pues sus ojos rubíes también la miraban como si quisiera hincarle los colmillos, y la sonrisa misteriosa y seductora que le dedicaba nublaba cada vez más su juicio.

Había algo entre ellas que las atraía como la luz a los insectos, y el hecho de no sucumbir a ello la desesperaba. Pero era tan excitante la espera y tan grande su anticipación que sabía que algo dentro suyo explotaría cuando ocurriera. Y sería absolutamente magnífico.

—¿Te parece bien?

Sooyoung salió de sus pensamientos. Parecía haber estado fantaseando durante tanto tiempo que había perdido el hilo de su conversación con la vampira. Sus mejillas se encendieron de la vergüenza y Jiwoo sonrió a eso, dejando a la vista sus puntiagudos colmillos. Lindos, lindos y letales.

—Perdón, me distraje.

—Pude notarlo —se burló la vampira—. ¿Te distrae mi vestimenta? Puedo cambiarme si así lo deseas.

—¡No! —el pánico en su voz era notorio, lo que le valió otra bonita sonrisa con colmillos y un calor más intenso en sus mejillas. Tosió para disimular e intentó parecer casual—. Digo, no es necesario, en verdad. Te ves..., uhm, muy bien. No te cambies.

Jiwoo soltó una pequeña carcajada y Sooyoung decidió seguir caminando entre las flores para calmar su acelerado corazón.

—¿Estás segura? —preguntó con burla nuevamente—. Pareciera que eres tú quien quiere encajarme los colmillos en el cuello.

—¿Acaso quieres tú encajarme los colmillos en el cuello?

La pregunta se deslizó de su boca con una facilidad tremenda, ni siquiera había terminado de pensar cuando ya estaba pronunciando las palabras. Jiwoo la miró con intensidad.

—Sí.

Sooyoung no respondió. Aquella confesión trajo consigo una nueva ola de pensamientos obscenos con la vampira y ella como protagonistas, en conjunto con un calor intenso en la parte baja de su vientre. Mordió su labio cuando el hilo en su pecho tiró con fuerza y sintió un cosquilleo a través de él, uno que no le pertenecía del todo y sabía provenía de Jiwoo.

Jiwoo se carcajeó de nuevo y la alcanzó para luego caminar junto a ella. Luego de unos minutos en silencio, Sooyoung encontró su voz nuevamente:

—¿Qué era lo que decías?

Seguía sin mirarla, la vergüenza aún la consumía un poco, pero estaba atenta a lo que le diría.

—Te preguntaba si quieres acompañarme a... un lugar—murmuró la vampira.

Sooyoung paró y volteó a mirarla por fin, pero era Jiwoo quien desviaba la mirada ahora. Lucía nerviosa, sus dedos tamborileaban contra su pierna y mordía el interior de su mejilla. La humana se acercó y tocó su mano con la punta de sus dedos. Había actuado sin pensar, pero le gustaba aquella cercanía.

—¿Vas a mostrarme lo que hay dentro de tu corazón?

Jiwoo la miró; sus ojos rubíes se veían claros y brillaban sinceros bajo el sol, el anhelo desbordaba de ellos.

—Sí.

Sooyoung sonrió y entrelazó sus dedos con ella.

—Bien, entonces quiero acompañarte.

El carruaje se tambaleaba con los desniveles del camino de tierra. Era tirado por un par de caballos negros y un cochero al que no pudo verle el rostro. El aura que lo rodeaba tenía un deje sobrenatural, por lo que Sooyoung no quiso indagar más sobre él y sólo subió cuando se le indicó.

Llevaban un rato de viaje y Jiwoo no le había dicho a dónde iban. Recorrieron el extenso bosque en un trote ligero, se había entretenido viendo la mancha verde en la que se convirtieron los árboles al pasar junto a ellos, para luego entrar en las concurridas calles de Eldoria.

La vampira tenía su vista fija en el exterior, pero su mente parecía lejana. Sooyoung decidió no interferir en sus pensamientos y, en cambio, disfrutó el viaje. Las calles del pueblo estaban tan ajetreadas como siempre, los gritos de los comerciantes y las risas de los niños eran características de aquel lugar.

Pronto dejaron Eldoria atrás y siguieron un camino mucho menos concurrido, el ambiente se volvió silencioso y solitario.

Cuando Jiwoo dijo que quería conquistarla pensó que la llevaría en alguna especie de cita romántica. Una cena, un paseo, o algo así. Pero en definitiva jamás había pasado por su mente aquella opción por la que había decantado la criatura cuando una estructura se irguió delante suyo.

Un orfanato.

Volteó a mirarla un tanto confundida, pero la mirada de Jiwoo estaba en el edificio. El carruaje se detuvo junto en la entrada del lugar y el cochero bajó desde su lugar para abrir las puertas. La vampira soltó un suspiro que la humana no supo bien cómo identificar, y salió sin más.

La siguió afuera sin decir una palabra, no entendía cómo llevarla a un orfanato la haría enamorarse de ella, pero decidió esperar a ver qué planeaba. Caminó detrás de ella hasta la entrada, donde luego de dar dos toques esperaron a ser atendidas.

El cochero comenzó a bajar cajas de la parte trasera del carruaje cuando la puerta de madera vieja se abrió.

Una mujer de mediana edad les devolvió la mirada al otro lado, su rostro se iluminó cuando vio a Jiwoo.

—Señorita Kim, muy buenos días.

Kim. La vampira era Kim Jiwoo, al parecer. Sooyoung cayó en cuenta que jamás le había preguntado su apellido.

—Hola, Haseul. —Se saludaron de dos besos en las mejillas. La mujer miró a la humana con una sonrisa y estrechó su mano con calidez—. ¿Cómo va todo?

Entraron en el orfanato mientras ambas se embarcaban en una conversación en la que Sooyoung no entendía nada. ¿Por qué estaban en ese lugar? Definitivamente no era sitio para una cita romántica. Pero lo más importante, ¿quién era esa mujer, y por qué parecía no temer a la vampira?

Un montón de preguntas se acumularon en su cabeza, pero todas desaparecieron en el segundo en el que una multitud de niños corrieron a las faldas de Jiwoo para darle la bienvenida.

Todos hablaban a la vez tratando de poner a Jiwoo al corriente sobre sus días, y ella trataba de prestar atención a todos y cada uno de ellos. Parecía haberse olvidado de ella, como si esos niños fueran el centro de su universo. Sooyoung estaba anonadada, completamente sin palabras.

Eran niños pequeños, el mayor debía tener a penas unos diez u once años, pero todos se veían muy bien. Estaban limpios y bien alimentados, y sobre todo y más importante, felices. Se veían realmente felices. La cazarrecompensas sonrió con ese pensamiento para luego sobresaltarse cuando sintió una presencia a su lado. Era Haseul, quien miraba la escena con un cariño inmenso.

—Ellos la quieren mucho—comentó—, siempre están preguntando cuándo vendrá incluso si saben que viene al menos una vez al mes.

Sooyoung la vio interactuar con los niños, su sonrisa era tan grande y brillante que podría competir contra el sol para iluminar la tierra. Acariciaba sus mejillas y revolvía sus cabellos con cariño mientras hablaba con todos a la vez.

—¿Esto es suyo? —le preguntó a Haseul.

—No realmente, pero es el único sostén económico que tenemos, así que es como si lo fuera. —Ante su silencio continuó hablando—: Viene cada mes y trae ropa, comida y juguetes, todo para ellos. Es gracias a ella que por las noches pueden dormir tranquilos, con la barriga llena y envueltos en mantas tibias.

Sooyoung estaba genuinamente sorprendida. Sabía lo que era pasar hambre y frío por las noches siendo una niña, ella lo había vivido cuando sus padres murieron. Estuvo meses viviendo en las calles y vagando por distintos pueblos en busca de una vida mejor, haciendo mandados y trabajos a cambio de un trozo de pan o un techo para refugiarse del invierno.

Ellos, sin duda, estaban teniendo una vida mejor que la que tuvo ella, y eso la ponía muy feliz. Ningún niño debería tener la preocupación de qué es lo que comerá o dónde pasará la noche a tan corta edad.

—¿Y ellos... ustedes saben... lo que es?

La mujer soltó una pequeña carcajada.

—Por supuesto que sí, no es un problema—le restó importancia—. A nadie, ni siquiera a los humanos, le importan los huérfanos. Así que, si ella está dispuesta a velar por ellos, bienvenida sea. No importa que sea una vampira. Les prometió que jamás les haría daño, y ellos confían con su vida en ella.

Jiwoo hizo un gesto con su mano y el cochero comenzó a entrar las cajas que traían con ellas. Al abrirlas, un sonido de sorpresa y asombro llenó la estancia, y los niños hicieron una fila delante de ella para que se les fuera entregado su juguete. Barcos, animales, soldados, muñecas e incluso espadas. Los niños corrieron todos juntos hacia el patio del orfanato para comenzar a jugar.

Era increíble. Toda la bondad que había desaparecido de los corazones humanos parecía estar concentrada en el corazón de una vampira. Esa dedicación hacia los más desamparados era admirable, y no sólo eso, también el amor con el que hablaba y jugaba con ellos. Era simplemente hermoso.

Su corazón se removió con ternura, aquel lado de Jiwoo era inesperado, pero precioso. Era claramente la mejor manera de mostrarle lo que había en su corazón.

Cuando el hilo en su pecho dio un tirón conectó la mirada con Jiwoo, quien ya estaba mirándola de antes y le hizo una seña para que se acercara. Estaba agachada a la altura de una pequeña de cabellos azabaches, una muñeca colgaba de su brazo y miraba a la vampira con atención.

Cuando llegó hasta ellas se puso igualmente a su altura, obteniendo la mirada de la niña sobre sí. Sus ojos eran grandes y oscuros, y la miraban con curiosidad.

—Sooyoung, esta es Chaewon.

La cazarrecompensas estiró su mano para estrechar la de la pequeña en un saludo. Su manito era tan pequeña que se perdía completamente en la de Sooyoung.

—Hola, Chaewon—saludó. Los ojos de la niña escrutaron su rostro con curiosidad y le dio una pequeña sonrisa—. ¿Cuántos años tienes?

Chaewon miró su mano derecha, levantó tres dedos con dificultad y se los enseñó.

Cuato años. —Ambas mujeres contuvieron una carcajada, aquella pequeña era adorable—. Haseul dice que queda poco para mi cumpeaños.

—Guau, eres una niña muy grande—respondió la humana, lo que le valió un asentimiento orgulloso de Chaewon.

Luego de un momento en silencio la niña paseó su mirada entre ambas mujeres una y otra vez.

—¿Utedes son esposas? —preguntó de pronto.

Sooyoung sintió sus mejillas arder y Jiwoo dejó salir una risa divertida.

—No, cariño. Sólo somos amigas.

A pesar de la vergüenza, una pequeña punzada de dolor se hizo presente en su corazón ante aquellas palabras. Así que se acercó al oído de la pequeña y susurró:

—Somos amigas, pero sólo por ahora.

Chaewon rio divertida y tapó su boca, como si aquello fuese un secreto que sólo ella podía saber. Jiwoo las miró sin entender, pero la humana no le aclaró la situación.

—Qué bonita es tu muñeca, ¿cómo se llama?

—Se llama Odivia. —La tomó por ambos bracitos y se la enseñó, era una simple muñeca de trapo, pero la pequeña parecía quererla mucho por cómo la abrazaba—. Me la regaló Jiwoo cuando vine aquí, es mi mejod amiga.

La humana sonrió, le causaba mucha ternura que Chaewon no supiera pronunciar bien algunas palabras.

—Es muy bonita, ojalá yo tuviera una como esa—dijo Sooyoung mientras jugaba con ella.

La carita de la pequeña se iluminó cuando una idea pareció cruzar su mente, con sus manitos pequeñas la tomó por las mejillas y habló con una voz cargada de emoción.

—¡Podemos pedirle a Jiwoo una pada ti! —La soltó para ahora tomar las mejillas de Jiwoo, hablándole con la misma emoción en la voz—. ¿Puedes, Jiwoo? Por favor, por favor, por favor. Es pada que no tenga pesadillas en las noches, puede cuidarla.

Jiwoo le sonrió mostrándole sus colmillos. La pequeña parecía tan acostumbrada a la naturaleza de la vampira que ni siquiera lucía inquieta con ellos. Sólo la miraba, anhelando que le diera a Sooyoung una muñeca como la suya.

—Por supuesto que sí, cariño.

La niña levantó su dedito meñique frente a ella.

—¿Lo prometes?

Jiwoo entrelazó su meñique en él, sellando así la promesa.

—Lo prometo.

La pequeña dio un salto de alegría e inmediatamente se distrajo cuando otros niños llamaron a su nombre y salió corriendo, dejándolas a solas. El silencio había dejado de ser incómodo entre ellas hace mucho tiempo.

—¿Realmente quieres una muñeca? —le preguntó divertida.

—Lo prometiste, ¿no es así?

Jiwoo rio levemente y la miró.

—Es cierto.

Sooyoung la miraba con una sonrisa muy grande dejando a la vista sus incisivos también. Su corazón latía con fuerza y los sentimientos parecían desbordar su pecho. Jiwoo era absolutamente increíble, todo lo que hacía por ellos a pesar de no deberles nada en absoluto, era fenomenal. La sinceridad en su sonrisa al hablarles y lo feliz que se veía a su alrededor llenaban su interior de algo tan cálido que no sabía bien cómo describir.

La miró, esta vez realmente la miró. Además de ser preciosa por fuera, lo era también por dentro. Eso era lo que había en su corazón; bondad, cariño y más humanidad de la que tenían los propios humanos con su especie.

Se acercó hasta ella y tomó su rostro entre sus manos, la vampira la miraba con el rubí de sus ojos claro y brillante, anhelando la cercanía tanto como ella. Miró su rostro y paró en sus labios, donde nació una nueva necesidad; aferrarse a ellos, beber de ellos como un náufrago bebería agua.

Se movió más cerca, sus alientos se entremezclaban en un aroma embriagador que terminó de nublar su juicio, y la besó.

Sus labios encajaban entre sí como si estuviesen hechos para estar juntos. Fue un beso tranquilo y paciente, sus bocas danzaban un vals que ambas disfrutaron de principio a fin. La calma que llenó su corazón le dijo que aquel era el lugar indicado, que era allí donde debía estar. Jiwoo se aferraba con fuerza a su cuerpo, el temor de dejarla ir se transmitía a través del hilo en su pecho y Sooyoung la besó con más fuerza, haciéndole saber que no iría a ningún lado.

Y así como inició aquel encuentro se vio interrumpido con las voces de los niños que buscaban a Jiwoo para que jugara con ellos. Se separaron rápidamente y se miraron con timidez mientras los niños rodeaban sus faldas, amontonándose para hablar uno encima del otro, pero ellas estaban en una burbuja donde no había espacio para nada ni nadie más.

Las mejillas de la vampira se colorearon de un intenso color carmín, y la humana sonrió.

Era perfecta, Jiwoo era perfecta. Y Sooyoung descubrió, en ese momento y lugar, que estaba completamente a sus pies.  

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