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Capítulo 4

Luego del silencio cargado de expectativas e incertidumbre, la humana le había pedido que la dejara sola. Jiwoo la miró sin entender, pero accedió de todas maneras. Le dijo que esa habitación era suya para usarla como quisiese, pero Sooyoung parecía no oírla, o más bien, parecía no querer oírla. No volvió a dirigirle la mirada y solo se recostó en la antigua pero cómoda cama que tenía a su disposición, ignorando por completo su presencia ahí.

Jiwoo sólo salió de la habitación y la dejó en paz.

Sabía que tenía mucho que procesar luego de todo lo que le había contado, y realmente lo entendía; ella había estado igual cuando Yves le contó su historia y le mostró su mundo. Pero cuando el tiempo avanzó con rapidez y el estado de Sooyoung parecía no cambiar, Jiwoo comenzó a preocuparse.

Cuatro días habían pasado ya desde su conversación. Cuatro días desde que la humana le había pedido privacidad y ella había accedido. Cuatro días en los que había esperado pacientemente día y noche por ella, cada vez un poco más impaciente.

Aquello que tanto anhelaba parecía que nunca llegaría.

Cada día tenía un baño caliente a su disposición, ropa limpia y por lo menos tres comidas para ella, cada una la acompañaba de pequeñas notas y diversas flores de su jardín para comenzar a ganarse su corazón, pero sus esfuerzos parecían ser en vano cuando notaba que la comida apenas era removida y sus notas y flores eran devueltas, cuando ignoraba sus palabras y evitaba su presencia.

Sooyoung no confiaba en ella. Después de todo su humana había crecido aprendiendo a asesinar a criaturas como ella, por lo que esa situación debía ser más que inesperada, absurdo incluso. Era normal la confusión, y lo entendía, realmente lo hacía, pero mientras más crecía el tiempo que pasaban separadas, más se abría el hueco que ocupaba el lugar de su corazón.

Sabía que le habían pagado por su cabeza. Cuando se desmayó en sus brazos el día que se conocieron, pudo sentir la bolsa llena de oro que colgaba de su cinturón en el trayecto a su habitación. Sonrió al ver la cantidad de coronas y un pequeño cosquilleo de arrogancia se instaló en su cuerpo, sin duda estaba causando revuelo entre los humanos en aquel pueblo.

Humanos.

Ella misma había sido humana hacía mucho tiempo atrás, recordaba cada uno de aquellos lejanos días, pero su vida como vampira había acabado poco a poco con la empatía que tenía por ellos. Y es que era inevitable, eran ellos o ella, y Jiwoo siempre se escogería a sí misma por sobre los demás, con una única excepción; esa alma con la que se había reencontrado después de tanto tiempo.

Ya fuera Yves, Sooyoung o cualquiera de los nombres que había tenido, siempre sería su prioridad, en todas y cada una de sus futuras vidas. No importaba qué pasara o a qué circunstancias se enfrentaran; era el amor de todas sus vidas, el amor de su alma, y eso no cambiaría jamás.

La amaría hasta el fin de los tiempos, hasta que ellas mismas dejasen de existir.

Y por eso precisamente es que le rompía la cabeza el no saber lo que estaba pensando Sooyoung. Podría leer su mente, era una salida fácil y la humana ni siquiera lo notaría, pero le había prometido no hacerlo e iba a cumplir con su palabra de respetar su privacidad. Sin embargo, realmente necesitaba que hablara con ella, que le platicara sobre lo que pensaba y le preguntase las dudas que atravesaban su mente. Jiwoo comprendía que quizás fuera algo precipitado porque Sooyoung aún no la conocía, y concluyó que la solución a eso es que comenzasen a pasar tiempo juntas, para conocerse, para volver a enamorarse.

Eso es lo que haría.

Miraba con incertidumbre la puerta de la habitación de su humana. Mentiría si dijera que no estaba nerviosa porque, en realidad, sus piernas temblaban como una hoja de papel.

Sonrió con ironía. Era una vampira que había habitado durante muchísimo tiempo en aquel mundo, moriría y reencarnaría incontables veces después de aquella vida y aun así la ponía nerviosa hablar con la mujer con quien quería compartir todo eso.

Con una mano temblorosa golpeó la madera. Tres toques suaves anunciaron su presencia.

—¿Sooyoung, podemos hablar?

El silencio que obtuvo de vuelta solo la inquietó más. Su humana estaba dentro, podía sentirla, pero que la ignorara hacía que su corazón doliera un poco.

Abrió la puerta lentamente y echó un vistazo dentro. Las cortinas estaban cerradas, lo que le daba un ambiente oscuro a la habitación, Sooyoung estaba recostada en la cama, inmóvil y en silencio. La bandeja con comida que le había llevado hacía algunas horas estaba casi intacta junto con la rosa roja y la pequeña nota que le había dado.

Suspiró con algo de decepción.

—¿Sooyoung?

La cazarrecompensas le dio un pequeño vistazo y luego volvió a fijar su vista en la nada que le ofrecía el dosel de la cama. Jiwoo se quedó parada en su lugar sin saber bien qué hacer ni qué decir. El silencio era aplastante y la tensión que había entre ambas mujeres era espesa, tan desagradable como el revoltijo que sentía en su estómago con cada segundo que pasaba.

—Habla conmigo, por favor—intentó nuevamente la vampira, suplicándole—. Sé que no entiendes muchas cosas y que todo es muy confuso, lo sé, yo también estuve en tu posición. Pero una vez que recuperes tus recuerdos todo volverá a la normalidad, sólo tienes que dejarme entrar.

Sooyoung parecía no oírla, como si fuese un fantasma del que la humana no pudiese percatarse. Sabía que la sentía como ella misma lo hacía, pues el vínculo que había entre ambas latía con fuerza ahora que se habían reencontrado, las llamaba a acercarse y volver a pertenecerse, tal y como debería ser, así como también sabía que Sooyoung trataba de resistirse a esa atracción.

Jiwoo creyó que su intento de monólogo no iba a ningún lado, pero cuando estuvo a punto de darse por vencida, su corazón dio un vuelco al oír la voz de la cazarrecompensas:

—Yo...—se aclaró la garganta, su voz sonaba ronca por la falta de uso en esos cuatro días—, he estado teniendo... sueños, creo. En realidad, creo que son recuerdos.

Jiwoo la miró con los ojos muy abiertos. ¿Sooyoung había recuperado sus recuerdos? Era imposible, no la había convertido aún para que eso ocurriera.

Ante su silencio, su humana continuó:

—No están completos, sólo son pequeños vistazos de... cosas. Lugares, personas—se detuvo un momento y la miró directamente a los ojos—, y de ti.

Bajo sus ojos, los cuales lucían dolorosamente apagados, había grandes y oscuras ojeras; su humana no estaba durmiendo bien, y sintió su pecho apretarse con aquel pensamiento.

—¿De mí? —susurró incrédula, definitivamente eran sus recuerdos—. ¿Cómo..., cómo es posible?

—N-No lo sé, pero desde que los tengo siento..., siento cosas—le dijo mientras sus ojos se llenaban con lágrimas—, siento cosas dentro de mí, sobre ti, sobre nosotras. Y estoy muy confundida, y tengo miedo porque no sé qué significan ni porqué aparecieron. Y-Yo...

El corazón de la vampira se estrujó cuando Sooyoung rompió en un llanto desgarrador. Cruzó la habitación con grandes zancadas y la tomó en un abrazo de contención. Las manos de su humana se aferraron a su ropa con fuerza mientras su cuerpo se sacudía en medio de sus sollozos. Jiwoo acarició su cabello y su espalda en un intento de darle algo de calma a sus emociones.

Así que eso era lo que estaba pasando con ella; de alguna manera estaba teniendo sus recuerdos de vuelta y se había sentido abrumada con eso. Un extraño sentimiento de culpa se expandió en su pecho, tendría que haber sido ella quien estuviese para Sooyoung en esos momentos en vez de haberla dejado sufriendo en soledad. No podía imaginar cómo se había sentido en esos días, la angustia y la incertidumbre que irradiaba su llanto le hacía doler el alma. Se veía tan perdida y sola que apenas era capaz de soportarlo.

Poco a poco, la intensidad de los sollozos fue bajando y su respiración se tranquilizó. Jiwoo aún acariciaba su cabello con suavidad, dándole a entender que no estaba sola, que ella estaba allí para cuando lo necesitase.

En ese momento, el vínculo entre ellas vibró con una fuerza que hizo temblar sus cuerpos y erizó sus pieles. Sooyoung salió del hueco de su cuello y la miró hecha un desastre; sus mejillas estaban rojas y húmedas, y su cabello enmarañado. Jiwoo le sonrió tiernamente y secó el rastro de sus lágrimas con sus pulgares, acarició su rostro con delicadeza deleitándose con el tacto. Sooyoung era hermosa, y jamás se cansaría de mirarla y tocarla.

Su humana la miraba, sus pestañas estaban húmedas y sus ojos algo rojos. El café en ellos era tan claro como las hojas de un bosque en otoño y la intensidad con la que brillaban la hizo perder el aliento. Buscaba algo en ella, algo en lo que confiar para finalmente rendirse al destino al que estaba atada, y Jiwoo estaría feliz de mostrarle lo que fuera para que confiara en ella y en lo que significaban juntas.

Entonces bajó la mirada a sus labios, rojos y rellenos le pedían que los reclamara como suyos, estaban entreabiertos y muy cerca. Sooyoung los humedeció instintivamente con su lengua y Jiwoo se sintió desfallecer; deseaba tanto, tanto besarla que moriría una y mil veces por beber de su aliento y embriagarse con su sabor. Aquel breve contacto que tuvieron antes fue sólo una probada de su boca, tan efímero como un parpadeo, pero no estuvo ni cerca de ser completamente satisfactorio. Necesitaba más, necesitaba probar sus labios nuevamente y fundirse en su piel.

Volvió a mirarla a los ojos y el café que antes era claro le devolvió la mirada con un toque de oscuridad. El brillo que había en ellos había cambiado junto con el ambiente que había entre ambas. Sus respiraciones se volvieron más rápidas y superficiales, sus cuerpos comenzaron a sentirse calientes e, inconscientemente, se fueron acercando poco a poco.

Fue el turno de Sooyoung de bajar la vista a sus labios, sus pestañas revoloteaban lentamente con cada parpadeo y cuando sus dientes aprisionaron su labio inferior en una tierna mordida, Jiwoo sintió que su corazón iba a explotar.

La deseaba, su humana la deseaba tanto como ella.

Y cuando sus labios estuvieron a milímetros de tocarse, cuando sus alientos se entremezclaban en uno solo y la lujuria entre ellas estuvo a punto de llegar a su punto de ebullición, al igual que el agua entre los dedos las palabras se deslizaron de la boca de Jiwoo:

—Déjame enamorarte, por favor.

Y la atmósfera se rompió.

Agitó el vino en su copa y tomó un trago con amargura. El ligero sabor a frutas y madera explotó en su boca y dejó un rastro en su lengua luego de tragarlo. No sabía cómo sentirse. Luego de estar a punto de casi besar a Sooyoung, el rechazo le había pegado en el rostro cuando esta se alejó y le dijo que necesitaba descansar.

Era demasiado pronto y su humana aún tenía mucho que procesar, lo sabía, se lo repetía una y otra vez, pero la espera le resultaba desesperante.

Sacudió la cabeza intentando quitársela de la mente y se enfocó en su actual tarea; buscar su cena.

El ambiente en la taberna era tranquilo, no había tanto público y cada individuo estaba enfocado en sus propios asuntos. En una sola mirada pudo notar que no había mujeres en el lugar, lo cual la hizo maldecir internamente.

Disfrutaba el proceso de preparar mujeres para ella; la sangre femenina era más dulce cuando su portadora estaba en la cúspide del placer carnal, por lo que la tarea de Jiwoo para tener una comida perfecta era llevar a sus víctimas a aquel punto máximo de placer. El sabor que adquiría era tan exquisito que resultaba completamente adictivo, y el sólo pensar en ello hizo que su boca comenzara a salivar. Las mujeres eran bonitas, suaves y tiernas en todos los lugares correctos.

Le gustaban, eran deliciosas.

Pero ese día había tenido mala suerte. El bar estaba lleno de hombres y no había rastro siquiera de alguna fémina para atrapar en sus redes. Chasqueó la lengua y terminó de beber de su copa en un brindis por encontrar algún individuo en esa maldita taberna que lograra saciarla.

Una tarea algo difícil.

Lo sintió cerca antes de siquiera verlo, un cosquilleo en la parte posterior de su cabeza, como siempre, y esperó paciente. Un segundo después, un hombre se sentó a su lado en la barra. Lo miró brevemente a través del velo que cubría parte de su rostro; un chico de unos veintitantos años. La miraba con suficiencia y altanería, como un lobo confiado en medio de un rebaño de ovejas.

No podía estar más equivocado en aquella relación.

Jiwoo sonrió. Ni siquiera tuvo que salir a buscar la comida, había llegado hasta ella por sí sola.

—Bella dama—habló en un intento burdo de caballerosidad—, ¿cuál es el precio de su compañía?

No pudo contenerse de poner los ojos en blanco.

—¿Crees que vendo el placer de mi compañía?

El hombre se inclinó sobre ella invadiendo su espacio personal. Ese era su problema con los hombres; todos se creían dueños del mundo y lo que habitaba en él, no podía con la constante lucha de egos de aquellos insignificantes seres. Lo miró nuevamente, pensando que podría acabar con él en menos de lo que tarda en parpadear y en lo satisfecha que se sentiría luego de eso.

En cambio, le regaló una sonrisa coqueta que sabía que causaría estragos en sus pantalones. Eran seres de pensamientos tan simples, ni siquiera tenía que llevarlos a la cama para calentar su sangre y conseguir un sabor más digerible.

—¿Qué más haría una mujer sola en una taberna sino?

Su interior hirvió con rabia, pero por fuera se contuvo para no hacer un espectáculo en el lugar. Se inclinó en su oído y susurró con voz baja:

—No tienes que pagar, el placer será todo mío.

El hombre, ajeno a sus intenciones, sonrió complacido e intentó tocarla. Jiwoo evitó sus manos con destreza y lo distrajo con su voz nuevamente:

—¿Por qué no buscamos un lugar más privado?

Un evidente escalofrío recorrió el cuerpo del hombre y un bulto se hizo presente en sus pantalones. La vampira lo miró asqueada.

—Claro, preciosa. Veo que ya no puedes esperar.

Una falsa sonrisa se posó en sus labios, no podía esperar para callarle la boca.

—No tienes una idea de lo hambrienta que estoy —en su voz había un tono de misterio que el hombre no supo identificar, y eso le costó la vida.

Jiwoo lo alejó de su cuerpo y se incorporó para salir del bar. El hombre la siguió como un perro sigue a su dueño, totalmente embelesado por su cuerpo y el aura de misterio que la rodeaba.

La oscuridad de la noche los envolvió cuando salieron del lugar, las calles estaban vacías y apenas iluminadas; era perfecto. Guio al hombre hasta un callejón y se adentraron en la oscuridad con propósitos totalmente diferentes en sus mentes.

—¿Me dejarás ver tu rostro ahora, preciosa?

Jiwoo sonrió. La escasez de luz apenas los dejaba distinguir sus siluetas, cuando se quitó el velo lo miró directamente con sus ojos rubíes brillando en la oscuridad. El hombre se paralizó al darse cuenta de lo que estaba pasando y lo que ocurriría a continuación; era su fin. Iba a morir en manos de aquella hermosa mujer y sabía que no podía evitarlo, pero los instintos de supervivencia están arraigados fuertemente en la memoria de los seres humanos, por lo que quiso luchar incluso si ya había perdido antes de siquiera empezar.

Su primera acción defensiva fue gritar para llamar la atención de quien sea que pudiese oírlo. Sin embargo, cuando quiso hacerlo la voz no salió de su garganta, pues la vampira había comenzado a ahorcarlo. Trató de quitar la mano que aprisionaba su cuello con desesperación, rasguñó la piel a su paso y pataleó todo lo que pudo cuando sintió que sus pies se alejaban del suelo. Mientras más se movía, más aire le faltaba.

Jiwoo lo miraba con desprecio, no muy feliz de tener que alimentarse de él, aunque sus patéticos intentos de sobrevivir la divertían. Incluso si no lo había matado aún, ya lo había quebrado por completo, y eso lleno su pecho de satisfacción. Apretó su agarre sobre su cuello y disfrutó ver cómo su piel comenzaba a tornarse de un color azulado.

—¿Tienes algo que decir, precioso? —dijo con sorna.

El hombre la miraba con ojos suplicantes mientras sus movimientos se volvían lentos, sus parpadeos perezosos y su cuerpo daba pequeños espasmos en busca del aire que se le era negado.

El hambre recorrió su cuerpo como un rayo y decidió que debía dejar de jugar con él. Después de todo, estaba faltando a sus modales al jugar con la comida, así que decidió terminar rápido.

Lo miró y vio el miedo plasmado en su rostro, pero no podía importarle menos. En un solo movimiento partió su cuello a la mitad acabando finalmente con la vida de aquel despreciable ser humano. Dejó caer el cuerpo al suelo donde se inclinó e hincó sus colmillos en la piel para comenzar a succionar su sangre.

El sabor metálico inundó sus papilas y gimió levemente al sentir como su hambre se saciaba poco a poco, aunque el ligero tono amargo que tenía no le gustaba mucho y se maldijo a sí misma por dejarlo tanto tiempo sin respirar; la falta de oxígeno en la sangre aportaba ese sabor amargo, pero ya no había nada que hacer.

Se tomó su tiempo para alimentarse correctamente, hacía días que no cazaba. Desde que llegó Sooyoung, prácticamente. Había estado tan preocupada de que ella estuviese bien que había olvidado su propia alimentación. Pero no importaba ya, terminaría de comer y volvería a su hogar para estar con su humana.

Ya estaba terminando cuando notó que algo andaba mal, algo dentro de ella. Algo se sentía extraño, había una mezcla de inquietud y ansiedad, no sabía identificar qué era. Dejó el cuerpo del hombre y se limpió los labios mientras trataba de descifrar qué era, pero la sensación se le escapó entre los dedos, volvía a sentirse normal. Suspiró extrañada, pues no tenía idea de qué había sido eso.

Decidió que era momento de volver, así que luego de echarle un último vistazo al patético cuerpo del hombre en el suelo, emprendió la marcha por las solitarias calles de Eldoria de camino a su hogar. Las velas en los faros iluminaban escasamente el sendero y su figura podría confundirse fácilmente con la de un fantasma en pena que vagaba por el mundo.

Estaba entrando en el espeso bosque que rodeaba el pueblo cuando, al pasar las protecciones que había puesto, el aire abandonó sus pulmones en menos de un segundo; aquella sensación de inquietud había vuelto de golpe, esta vez con una mayor intensidad. Sus piernas se debilitaron tanto que cayó al polvoriento camino y tuvo que quedarse allí unos segundos para recuperar el aliento.

Cuando logró respirar con normalidad pudo analizar qué era lo que sentía, y entonces supo qué estaba pasando.

—Sooyoung—murmuró aterrorizada, obteniendo como respuesta el asfixiante silencio del bosque que la separaba de ella.

Su vínculo con la cazarrecompensas latía con fuerza, desenfrenado e insistente. Algo le pasaba a Sooyoung, algo que, sentía muy en su interior, era realmente malo. 

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