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Capítulo 3

Sooyoung la miró desconcertada, pero la ansiedad comenzó a correr rápidamente por sus venas cual río desbordado. Sus extremidades temblaban y su corazón retumbaba con fuerza dentro de su pecho.

—¿Qué dices? —el desprecio en su voz era evidente—. Yo no soy como tú, jamás he sido como tú.

Se alejó de su toque buscando poner distancia entre ellas, no confiaba en la criatura que la miraba caer lentamente en la locura. Dio vueltas por la habitación tratando de darle sentido a sus palabras, pero no lo tenían; Sooyoung siempre había sido humana, no tenía sentido que hubiese sido ella quien transformara a Jiwoo. No entendía, y la situación comenzaba a sacarla de sus casillas, no soportaba que la vampira hablara en códigos y no le explicara nada.

—Déjame mostrarte—dijo Jiwoo.

Intentó acercarse de nuevo, pero la mirada que le dirigió fue suficiente para dejarla estática en su lugar. No la quería cerca. El miedo le carcomía las entrañas y que su cuerpo pareciera derretirse cuando la criatura se acercaba no la ayudaba a pensar en absoluto.

—Aléjate de mí, demonio.

Jiwoo apretó sus puños con impotencia y Sooyoung casi suelta una carcajada sarcástica al verla, pues era ella quien se sentía impotente, era ella quien tenía la cabeza llena de dudas. Se movía por la habitación como un animal en una jaula, pero paró en seco cuando la oferta que Jiwoo le hizo penetró en su mente:

—Sé que tienes muchas preguntas, y si me dejas, puedo resolverlas. Sólo déjame mostrarte.

Sooyoung suspiró audiblemente y la enfrentó, buscando algún indicio de que sus palabras fuesen una trampa. Sin querer, sus ojos quedaron prendados en su pecho unos segundos más que en el resto de su cuerpo, lo que provocó una sonrisa en la vampira que dejó a la vista sus largos colmillos, diseñados perfectamente para perforar la piel y obtener alimento, y la cazarrecompensas se maldijo internamente cuando vio la letalidad en ellos. Una letalidad que, mientras más la miraba, más atractiva le resultaba.

Definitivamente debía estarse volviendo loca, no había otra maldita explicación.

—¿Cómo lo harás? —la desconfianza en su voz era palpable.

Jiwoo volvió a acercarse, esta vez de una manera más cautelosa, como si estuviera tratando con un animal asustado.

—Puedo mostrarte mis recuerdos—murmuró, dio otro paso en su dirección y estiró su mano en una invitación silenciosa—¸ puedo mostrarte nuestra historia.

Sooyoung miró con temor la mano que le era extendida.

—Tú y yo no tenemos historia.

Una comisura en la boca de la vampira se elevó ligeramente, como si sus palabras la divirtieran.

—Tenemos más historia de lo que crees, humana—su voz aterciopelada sonaba como un ronroneo en su pecho, dulce como la miel e increíblemente tentadora—. ¿No lo sientes, el tirón en tu pecho? ¿No es eso lo que te trajo hasta aquí?

Sooyoung la miró con los ojos muy abiertos, y en ese momento, el hilo en su pecho dio un tirón hacia Jiwoo. ¿Sentía ella ese mismo hilo? Miró nuevamente la mano que le tendía, la mano que contenía las respuestas a sus preguntas, y supo que si quería saber qué estaba pasando tendría que ver por sí misma de lo que tanto hablaba; su historia.

—Confía en mí—murmuró en voz baja mirando directo a sus ojos en una súplica—, por favor.

Dejando salir un último suspiro, Sooyoung tomó su mano y sintió una calidez expandirse por su cuerpo con el contacto. Un sudor frío bajó por su espalda y el revoltijo en su estómago se intensificó. Miró los ojos rubíes de Jiwoo, y se perdió en ellos cuando la habitación se desvaneció a su alrededor.

El viento soplaba con fuerza sobre las copas de los árboles revolviendo el follaje y produciendo un dulce silbido que calmó su interior. Miró alrededor y sólo pudo ver como un bosque se extendía hasta donde llegaba la vista. Era silencioso y oscuro, pero extrañamente confortante.

Sus manos se veían normales y todo en ella estaba exactamente donde debería estar, pero la locación había cambiado drásticamente, pues ya no estaba en la mansión con la vampira.

Observó su alrededor cuando oyó un pequeño sonido que resultó ajeno a la tranquilidad del lugar y se dejó guiar por él. Caminó a través de unos cuantos árboles hasta encontrar la fuente de aquello que había llamado su atención.

Había dos figuras muy juntas entre sí, y cuando las distinguió mejor se dio cuenta de que eran dos mujeres. Una estaba de espaldas hacia ella y acorralaba a la otra contra el grueso tronco de un árbol. Parecían estarse susurrando secretos que sólo ellas podían oír.

Sooyoung rodeó un poco la escena y se detuvo en seco cuando vio que una de ellas era Jiwoo, la vampira que la tenía prisionera en su mansión, pero esta parecía no verla. Entonces entendió: estaba espectando un recuerdo de la criatura. La vio mirar a la misteriosa mujer con anhelo en sus expresiones, sus brazos rodeaban su cuello y la atrajo en un beso lleno de pasión. Las manos de la otra mujer la sostenían por la cintura con fuerza y con cariño a la vez, como si sus cuerpos estuviesen diseñados para encajar entre sí de manera perfecta.

El beso que compartían crecía rápidamente en desesperación, la mujer bajó por el cuello de la vampira y, con terror, Sooyoung vio cómo se preparaba para encajarle sus colmillos en la piel. Ahí se dio cuenta de que la vampira no era Jiwoo, sino la mujer a la que no podía verle el rostro aún. Jiwoo parecía no darse cuenta, estaba completamente embelesada por la criatura. Sooyoung quiso gritarle una advertencia, pero supo no serviría de nada, pues aquellos eran sucesos que habían ocurrido hace mucho tiempo atrás.

Ya todo estaba hecho, nada podía cambiarse.

De pronto, el sonido de una conversación ajena resonó en la escena interrumpiendo el camino de los colmillos de la mujer hacia la piel de Jiwoo. Sooyoung miraba la escena expectante, pues parecía que la hora del aperitivo se había visto suspendida. La vampira susurró un par de palabras en el oído de la aún humana Jiwoo, quien asentía a lo que le decía.

—Quédate aquí, espérame—alcanzó a escuchar.

Entonces, la mujer se dio vuelta encarando sin querer a la intrusa del recuerdo, y cuando Sooyoung vio como una versión exacta de sí misma le devolvía la mirada sintió como su garganta se cerró en un nudo apretado que obstruía el paso del aire. Era ella, pero no podía ser ella, ¿no? Ella jamás había estado ahí, ella no conocía a Jiwoo hasta después de entrar en su mansión. Pero aquella mujer, aquella vampira era igual a ella, y eso llenó su pecho de un terror profundo.

La mujer caminó en su dirección y Sooyoung retrocedió inconscientemente, pero la criatura era rápida y cuando estuvo frente a ella la atravesó como si no estuviese ahí. El recuerdo siguió su curso mientras un escalofrío sacudió su cuerpo durante varios segundos, las corrientes ascendían por su columna como si arañas escalaran por sus vértebras y su piel se erizaba una y otra vez incluso sin sentir frío alguno.

En medio de su agitación la vio irse dejando a Jiwoo bajo el árbol, esperando por ella.

—¡Yves! —oyó como la llamó la castaña.

Yves. Ese fue el nombre por el que la llamó cuando la vio por primera vez. Esa mujer, esa vampira idéntica a ella, era Yves.

Sooyoung estaba atónita, pero incluso antes de procesar lo que había visto, la escena comenzó a cambiar justo cuando los temblores cesaron. El bosque se desvaneció a su alrededor y dio paso a paredes que encerraban una habitación vagamente iluminada con velas. Aún sin saber bien qué pensar, miró la nueva escena que la rodeaba y asumió que era otro recuerdo de Jiwoo.

La habitación era grande y había una cama donde yacían dos cuerpos sudorosos que emitían sonidos eróticos con cada movimiento que hacían. La sorpresa de ver a las dos mujeres de antes, Yves y Jiwoo, follando, la hizo sentir incómoda. No entendía porqué tenía que presenciar aquello, pero pronto le quedó claro cuando Jiwoo estiró su cuello como una ofrenda hacia la vampira, y esta, luego de besarlo con adoración, encajó sus colmillos en él. La mordida fue breve, no más que unos segundos, y el cuerpo de Jiwoo comenzó a convulsionar con fuerza durante un minuto para luego caer rendida sobre la cama.

Sooyoung miró la escena con atención; Yves acariciaba el cuerpo de Jiwoo transmitiéndole una profunda paz, acariciaba su cabello y dejaba pequeños besos sobre sus mejillas y labios para luego murmurar cosas en su oído.

Era definitivamente un escenario donde el amor era el protagonista, podía verlo en los ojos de la vampira al cuidar de su amada.

Una extraña punzada surgió en su pecho, y sin querer descubrir qué era la ignoró, pero supo inmediatamente que tenía que ver con que Yves estuviese tocando el cuerpo de Jiwoo frente a ella con la comodidad única de un amante experimentado.

Era extraño verse a sí misma acariciar a Jiwoo incluso sabiendo que no se trataba realmente de ella.

Sacudió la cabeza, enfocándose en lo importante.

La lujuria del momento parecía haber quedado atrás dando lugar sólo al profundo amor que compartían aquellas almas.

Luego de unos minutos de silencio, la castaña habló.

—¿Está hecho? —el miedo estaba tan presente en su voz que la piel de Sooyoung se erizó nuevamente al compartir el sentimiento.

Yves examinó con detenimiento el lugar donde la había mordido y luego la tomó por las mejillas.

—Abre los ojos—le susurró.

Jiwoo respiró con dificultad, pero al cabo de unos segundos obedeció. Sooyoung vio como el color de estos había cambiado, pues en el recuerdo anterior eran de un color castaño claro característico de un humano normal, pero luego de la mordida se habían vuelto de un color rojo intenso, y supo que acababa de presenciar el momento en el que Yves transformó a Jiwoo, el momento en el que Jiwoo renunció a su humanidad para convertirse en una vampira que viviría hasta el fin de los tiempos.

«Porque fuiste tú quien me convirtió a mí»

No, no, esa no había sido ella. Había sido esa criatura que lucía igual que ella, pero no era ella, no podía serlo, jamás podría serlo.

—Lo está—la voz de Yves, completamente ajena a la intrusa que las observaba, denotaba una inmensa felicidad, sonreía en grande dejando ver sus largos colmillos—. Ahora podremos estar juntas por el resto de la eternidad, amor mío.

Sooyoung no supo qué pensar, todo era demasiado confuso. ¿Por qué esa mujer era igual a ella? ¿Era posible que fuese ella? No, claro que no, esa vida no era la suya, pero ¿dónde estaba Yves? ¿Por qué no estaba con Jiwoo? Aún faltaba una parte de la historia por ser revelada, y algo el decía que esa era la siguiente parada.

La escena volvió a cambiar y el cuarto se desvaneció a su alrededor junto con la cama y las amantes sobre ella. Miró y se dio cuenta de que estaba dentro de una casona muy parecida a donde ella había conocido a la vampira, se escuchaba como una turba de gente gritaba enfurecida fuera de la residencia, podía ver el fuego de sus antorchas iluminar la estancia desde afuera.

Se sintió ligeramente desorientada y giró un par de veces tratando de comprender lo que estaba sucediendo, cuando de repente escuchó el estruendo de un ventanal que se rompía. Se volteó para contemplar los fragmentos de vidrio esparcidos y observó a los aldeanos que comenzaban a irrumpir en la estancia. En sus rostros se reflejaba la ira, estaban buscando algo con una fuerte determinación.

Un mal presentimiento se instaló en su pecho y la obligó a moverse. Caminó por los largos pasillos con grandes zancadas y la desesperación entró en su cuerpo cuando oyó lo que alguien gritó:

—¡Fuego, fuego!

Estaban incendiando la casona.

Comenzó a correr por los pasillos abriendo todas las puertas que encontraba, hasta que dio con lo que suponía tenía que ver.

Yves sostenía a Jiwoo entre sus brazos mientras esta lloraba como si su corazón estuviese roto. La tensión se sentía en el ambiente donde ambas amantes parecían estar sufriendo. Los pasos y las voces de la turba se acercaban cada vez más y pudo notar que Yves era consciente de esto.

—No puedo dejarte aquí, ven conmigo, por favor—Jiwoo le rogó entre llantos mientras se aferraba a su ropa con fuerza.

—Te prometo que todo estará bien, amor mío—le hablaba la vampira con voz calmada mientras acariciaba su cabello—. Pero necesito que te vayas, ¿sí? Déjame tratar con ellos a solas, los haré entrar en razón.

Jiwoo negó fuertemente aferrándose aún más a su amada.

—¡No!

El humo comenzaba a acumularse en la habitación e Yves lo miraba con el rostro sereno, pero incluso si su rostro estaba cubierto con un manto de tranquilidad, el terror y la ansiedad trascendía a través de ella. Sooyoung podía verlo desde fuera, estaba siendo fuerte por Jiwoo incluso si ella misma se moría de miedo. El fuego se acercaba y debía poner a salvo a su castaña para encargarse del resto.

—Se nos acaba el tiempo, cariño—dijo separándose de ella y tomándola por los hombros para mirarla de frente—. Vete, por favor. Ve a nuestro lugar secreto y me encontraré contigo ahí, pero vete, no quiero que nada malo te pase.

Jiwoo la miraba con lágrimas rodando por sus mejillas, sus ojos rubíes se veían tan tristes que estremecieron el corazón de Sooyoung, quien presenciaba el recuerdo con un dolor profundo en el pecho sin saber bien porqué.

—¿Y si algo malo te pasa a ti?

Yves sonrió para calmarla y acarició su mejilla.

—No me pasará nada, confía en mí.

—¿Lo prometes? —murmuró Jiwoo, aún insegura de dejarla atrás.

El humo ocupaba casi la totalidad de la habitación y la luz que irradiaba la rendija inferior de la puerta indicaba que el fuego se acercaba cada vez más, acabando con todo a su paso.

—Lo prometo —le aseguró Yves.

Entonces se fundieron en un profundo beso que Sooyoung supo que fue el último que compartieron. El dolor y la pasión de la escena calaron hondo en su corazón, dejando en él una marca de algo que no había vivido, pero con lo que se sentía fuertemente conectada.

—Ahora vete—dijo Yves, atrayendo a Jiwoo a una ventana y, tras romperla con un golpe de su brazo la ayudó a salir hacia el frío exterior—, espérame en nuestro lugar, ¿sí? Iré por ti y luego huiremos juntas. Te amo, Jiwoo, te amo con todo mi corazón.

Jiwoo la miró con nuevas lágrimas rodando por sus mejillas mientras daba pasos hacia atrás, alejándose de la casona y de la mujer que amaba.

—Te amo también, Yves. Te esperaré, ¿sí? No tardes.

Y luego salió corriendo en dirección al bosque, dejando atrás a la vampira que la veía mientras sonreía, pues sabía que al menos una de ellas sobreviviría a aquella noche.

Sooyoung sentía su pecho ser aplastado por una roca invisible que le dificultaba respirar. Sabía que en ese momento y lugar, Yves, la mujer que era exactamente igual a ella y que había convertido a Jiwoo, había muerto a manos del fuego de los enojados pueblerinos que asaltaron el hogar que compartía con su amada.

Vio como el fuego consumía la escena, con Yves en ella, y como todo se desvanecía a su alrededor, solo que esa vez supo que ya no había nada que ver, no había más momentos de ellas juntas luego de ese.

Ese había sido el fin de su historia.

Abrió los ojos y nuevamente se encontraba en la mansión, donde Jiwoo aún sostenía su mano con una expresión indescriptible en su rostro. Sooyoung no sabía si había revivido esos recuerdos con ella, pero el manto de tristeza que opacaba el rubí de sus ojos le indicaba que sí.

Jiwoo soltó su mano, pues ya no había nada más que mostrar, eso era todo, tal y como Sooyoung se temía muy en su interior.

No se había dado cuenta, pero cuando su vista se nubló notó las gruesas lágrimas que bajaban por sus mejillas, aún podía sentir el olor del humo y la piedra seguía oprimiendo su pecho. Le dolía, le dolía mucho lo que había pasado con ambas vampiras.

—¿Qué pasó después? —preguntó con cautela, y se limpió las lágrimas del rostro.

Jiwoo le sonrió, pero fue una sonrisa diferente; estaba cargada de tristeza y desolación.

—Luego de eso la esperé, día tras día y noche tras noche, pero jamás volvió a mí —murmuró con la mirada perdida—. Cuando volví a nuestro hogar, vi que ellos lo habían vuelto cenizas, todos nuestros recuerdos y lo que habíamos construido juntas lo redujeron a nada. Y entre los escombros, encontré las ropas que llevaba ese día —sus ojos se llenaron de lágrimas, las cuales limpió con rapidez y un suspiro pesado—, entonces supe que la había perdido.

Sooyoung la miraba fijamente.

—Pero... no entiendo, ¿por qué no escaparon juntas?

—Aquellas personas eran cazadores, cazadores de vampiros—murmuró con la mirada perdida—. Nos habían estado buscando durante mucho tiempo y nos seguían el rastro allí donde fuéramos. Varias veces nos libramos de ellos de milagro, pero ese día llegaron de sorpresa y no pudimos huir a tiempo. Yves quería hablar con ellos, hacerlos entrar en razón. Yo quería que nos fuéramos juntas, no quería dejarla sola con ellos, eran muchos y no nos habíamos alimentado bien en semanas así que estábamos un poco débiles para luchar. Tendríamos que haber escapado juntas, pero Yves era testaruda e insistió en quedarse. Dioses, jamás la perdonaré por eso—murmuró más para ella que para Sooyoung—. Y, bueno, ya sabes el resto.

El silencio llenó la estancia, el dolor de Jiwoo era palpable y le cerraba la garganta. Entonces, por primera vez, dejó de verla como una criatura sobrenatural y la vio como una mujer perdida que había vivido durante mucho tiempo llena de tristeza y sufrimiento, y los que es peor; sola. Sintió compasión por ella y quiso consolarla, pero no sabía cómo.

—Lo siento—murmuró apenas, siendo esto todo lo que podía decir.

Jiwoo negó.

El ambiente se tornó incómodo entre ambas mujeres, no sabían cómo continuar la conversación luego de eso. Sooyoung trataba de ignorar los penetrantes ojos de Jiwoo sobre ella, no paraba de mirarla con un brillo especial en ellos.

Luego de unos minutos en silencio y de reflexión sobre la nueva información que había adquirido, una duda se instaló en su mente.

—¿Hace... uhm—carraspeó, su garganta se sentía increíblemente seca—, hace cuánto...?

Jiwoo sonrió levemente y desvió la mirada de ella por un segundo.

—¿Hace cuánto murió Yves?

—Sí—murmuró Sooyoung con las mejillas calientes.

—Hace ochenta y seis años.

Ochenta y seis años. Eso era, sin lugar a duda, muchísimo tiempo, y todos esos años Jiwoo había estado sola, esperándola. Pero ¿era realmente a ella a quien esperaba? Todo estaba muy confuso en su mente aún. ¿Cómo podía ser ella la vampira que había visto en aquellos recuerdos ajenos? Simplemente no lo entendía.

—Y tú... ¿tú realmente crees que yo... soy ella?

Jiwoo se acercó y tomó sus manos con suavidad, como si el solo toque de sus pieles la fuera a destrozar en mil pedazos, y entrelazó sus dedos para besar sus nudillos. Sooyoung la miraba expectante, no se sentía incómoda con el toque de la vampira, pero no era cercano; no le parecía tierno ni familiar como el de una amante con la que supuestamente había compartido tanto tiempo.

—Lo eres, lo sé—le aseguró con voz firme.

Sooyoung miraba dentro de sus ojos sin saber bien qué buscaba. Pudo encontrar muchas cosas dentro de ellos de las cuales no sabía si sería una buena idea fiarse, pero había algo que sus ojos no poseían y eso era la malicia; no había malicia en ella, y eso le daba cierta sensación de confianza que hacía latir con fuerza su corazón.

—Sé que somos iguales, al menos físicamente—concordó, eso era lo que más la había impactado, pues parecía ser una viva copia de la difunta vampira—, pero ¿cómo puedes estar tan segura?

—Porque es el destino de un vampiro—dijo Jiwoo con voz calmada mientras acariciaba sus nudillos y la miraba fijo, dejándole en claro su sinceridad—. Existen dos clases de vampiros: los comunes y los puros. Los primeros son aquellos que originalmente fueron humanos y luego fueron convertidos, estos tienen únicamente el don de la amortalidad, sin ninguna habilidad adicional especial. Por otro lado, están los vampiros puros, seres que han existido desde los inicios de la vida en este mundo y que poseen poderes distintos además de la amortalidad, como la capacidad de leer mentes, por ejemplo. Sin embargo, hay una característica distintiva que los separa además de esto: cuando un vampiro común muere, su existencia llega a su fin justo en ese momento. En cambio, los vampiros puros están destinados a reencarnar tras su muerte. Nacen como humanos y en algún punto de sus vidas son convertidos, así recuperan sus rasgos vampíricos y sus recuerdos. Si vuelven a morir, renacen en otro cuerpo.

Sooyoung la miró sin decir nada. Vampiros puros, jamás había oído sobre eso. Sin embargo, supo que Jiwoo era diferente desde que la vio por primera vez, la energía que desprendía su cuerpo era diferente a la de un vampiro común. Era poderosa, sin duda una vampira pura. Pero, ¿ella también lo era?

—Entonces... ¿somos vampiras... puras? —dijo vacilando—, ¿eso quieres decir?

Para su sorpresa, Jiwoo negó.

—Tú eres una vampira pura, por eso estás aquí luego de haber muerto y volverás a serlo cuando te convierta—explicó muy segura de sus palabras—. ¿Recuerdas cuando me mordiste?

—Yo no te he mordido—replicó a la defensiva.

No había sido ella, no podía ser ella. Lo repetía una y otra vez en su cabeza, buscando algo a lo que aferrarse para no enloquecer. No era ella, no podía serlo.

Jiwoo suspiró y asintió.

—¿Recuerdas cuando viste que Yves me mordió? —se corrigió. Sooyoung asintió—. Bien, yo era humana, siempre lo fuí. Cuando Yves me mordió debí convertirme en una vampira común, pero algo extraño sucedió. He estado investigando durante muchos años para poder explicarlo y lo único que puedo concluir es que nuestra conexión era tan fuerte en ese momento, nuestras almas estaban tan enlazadas, que su lado vampiro decidió entregar una parte de sí para que yo me convirtiera en una vampira pura, para asegurarse que estuviéramos juntas para siempre. Yves forjó este destino para nosotras, lo hizo en el momento que me mordió y me hizo parte de su mundo y de su gente. Ni siquiera le importó que le costara toneladas de su energía, lo hizo por nosotras y nunca tuvo un solo arrepentimiento —dijo con convicción. Soltó un suspiro teñido de pesar y luego añadió:—Luego tuvo que comer a montones durante semanas para recuperarse, pero nunca volvió a ser igual de fuerte.

Esas palabras dieron vueltas en su cabeza. Comer a montones durante semanas podría traducirse como asesinar a montones durante semanas. ¿Cuántas personas habían tenido que morir a cambio de modificar sus destinos para estar juntas? Era egoísta, muy egoísta. 

Se alejó un poco de la vampira, aun manteniendo sus manos enlazadas pero con una distancia mayor entre sus cuerpos.

—Yves cambió sus destinos...—murmuró. Jiwoo asintió—. Quiere decir que si tú mueres, puedes volver a la vida, ¿no?

—Exacto, no debería, pero sí. Desde ese día firmamos un contrato con la vida—murmuró bajito, como contándole un secreto que sólo ellas podían conocer—, estamos condenadas a vivir un ciclo sin fin de vida y muerte por el resto de nuestra existencia, a cambio de pasar esa eternidad juntas. Nuestro amor provocó esto, ató nuestras almas hasta el fin de los tiempos.

Hasta el fin de los tiempos. Aquello, sin duda alguna, sonaba increíblemente imponente para Sooyoung. No sabía qué decir, todo era... demasiado. Demasiado que procesar, demasiado que sentir.

—Por eso estás aquí, conmigo —continuó Jiwoo—, por eso viniste y...

Un temblor sacudió su cuerpo cuando una serie de imágenes rápidas comenzaron a pasar delante de sus ojos, tan veloces y distorsionadas que apenas podía distinguir figuras y escenarios. Veía personas y lugares que no reconocía. Sentía olores y sabores que no estaban allí, uno que era aterradoramente metálico y otro increíblemente dulce y adictivo. Tragó saliva y parpadeó múltiples veces buscando deshacerse de las sensaciones, pero pronto se dio cuenta de que era en vano.

Todo lucía tan ajeno que concluyó de inmediato que aquellos momentos no le pertenecían, al menos no en su totalidad. Y un recuerdo en específico, ahora consciente de que era suyo, se instaló en su mente con fuerza mientras el resto se arremolinaba a su alrededor; el bosque del primer recuerdo de Jiwoo, cuando la impresión de verse a sí misma la tan dejó pasmada que la imposibilitó de quitarse del camino de Yves cuando se acercaba a ella. El momento exacto en el que la atravesó como si sólo fuera aire y los incesantes escalofríos que vinieron después.

Algo había pasado en ese momento, algo que hizo que tuviera ese remolino de recuerdos ajenos haciendo estragos en su mente y cuerpo.

Y como el brillante sol destaca en un cielo de verano; la mujer que tenía enfrente, Jiwoo, destacaba en cada una de aquellas nuevas escenas que veía, lo que, inesperadamente, le proporcionaba cierta tranquilidad. Pero la vampira, aún absorta en lo que todo tenía para decirle, seguía parloteando sin percatarse del estado en el que se sumergía cada vez más. Un estado de estupefacción que la envolvía tan fuerte que nublaba su vista y tapaba sus oídos, no dejándola escuchar bien todo el monólogo que salía de sus labios.

—... así que, por favor, déjame volver a conquistarte para que compartamos la eternidad juntas, amor mío—le susurró al oído cuando la apretó en un abrazo—. Déjame volver a enamorarte, Sooyoung, te lo ruego.

Las imágenes desaparecieron tal como aparecieron cuando un escalofrío subió por su columna al oír a la vampira, quien la miraba expectante. Inmediatamente un extraño y aplastante agotamiento se instaló en su cuerpo y se separó del abrazo. Miró dentro de sus brillantes ojos rubíes; no sabía qué decir, no sabía cómo responder a aquella propuesta, pero algo tenía muy, muy claro.

Después de eso, de todo lo que comprendió en esa conversación, jamás sería posible para ella enamorarse de Jiwoo. 

N/A

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