Capítulo 1
Los labios de aquella muchacha sabían a tabaco y cerveza, y la besaban con pasión en mitad de aquella taberna a la orilla del camino hacia Eldoria, un pueblo al noroeste de la región.
Comerciantes, ancianos y otros viajeros miraban con conmoción la escena, claramente no acostumbrados a ver a dos mujeres besándose. Pero al reconocer a una de ellas como Ha Sooyoung no tenían más opción que callar y concentrarse en sus asuntos.
Sooyoung era conocida como una audaz cazarrecompensas. Tuvo una infancia difícil cuando sus padres murieron a manos de forajidos, aunque aquello mejoró cuando un mentor la encontró, la cuidó y le enseñó el negocio. Fue entrenada durante toda su infancia. Era fuerte, hábil y rápida, y gracias a eso era una de las mejores en su trabajo en todo el país. Además de sus increíbles habilidades asesinando cosas, era una seductora por naturaleza; las mujeres caían a sus pies allá donde fuera. Y en esa ocasión sólo hizo falta una mirada para que la hija del dueño de aquel bar estuviese en su regazo besándola con ahínco.
Nadie, ni siquiera el padre de la chica, dejó escapar ni una sola palabra, pues era bien sabido que Sooyoung podía partir un cuello en dos en un solo movimiento si alguien la molestaba.
La joven en su regazo se sentía bien, tenía unas curvas de muerte y su cabello rubio la enviaba directamente a un espiral que descendía hacia una locura desmedida. La besaba con hambre y pasión, y no se detuvo ni siquiera cuando alguien se atrevió a sentarse en su mesa, buscando llamar su atención. Aquella nueva presencia era molesta, por lo que Sooyoung decidió deshacerse de ella para continuar con lo que hacía.
—Qué quieres—masculló bruscamente sin dejar de tocar a la muchacha en su regazo.
El lugar se sumió en el silencio.
—D-Disculpe que la moleste, señorita Ha...
Sooyoung bufó irritada, aún sin mirar a aquel que se atrevía a interrumpir sus asuntos.
—Sin duda molestas. Estoy ocupada, ¿no ves?
—Puedo notarlo, p-pero yo... realmente necesito hablar con usted—dijo aquel hombre con dificultad—, es sobre sus servicios.
Sooyoung suspiró con pesar, recordando lo que siempre le repetía su mentor; el negocio es primero. Se separó de aquella rubia y la miró, sus mejillas estaban sonrojadas y claramente esperaba llegar a algo más con ella.
—¿Cuál era tu nombre, preciosa?
—Heejin.
Sooyoung le sonrió levemente y acarició su cabello.
—Bien, Heejin, ve a la habitación y espérame allí. Estaré contigo en un minuto.
La muchacha asintió e hizo lo que le fue ordenado. Pasó por el lado de su padre sin mirarlo a los ojos, sabía que cuando aquella mujer abandonara el lugar tendría una buena reprimenda, pero en ese momento no podría importarle menos.
Cuando la perdió de vista, Sooyoung se giró por fin hacia el hombre que necesitaba de ella; no era más que un campesino cualquiera, pero se veía angustiado y nervioso.
Bajó la vista hacia su abandonada comida y tomó un trago de su cerveza negra.
—Habla—dijo simplemente.
El campesino comenzó a narrarle los hechos que lo llevaron con ella. Según sus palabras, en Eldoria estaban desapareciendo mujeres, chicas jóvenes, para ser más preciso. Cada cuatro noches exactas se esfumaban, una tras otra, sin dejar rastro ni indicio de sus paraderos. Los pueblerinos sospechaban que tenía que ver con un chupasangre que habitaba una mansión en mitad del bosque que rodea el pueblo.
Sooyoung oyó la historia levemente interesada, había matado uno que otro vampiro hacía ya algunos años, pero no había vuelto a oír de ellos. Mordió un trozo de su pan duro luego de untarlo en su estofado mientras terminaba de escuchar al campesino hablar de su querida hija, quien había sufrido el mismo destino que el resto de muchachas eldorienses.
—Entonces quieres que mate al chupasangre—concluyó cuando el hombre quedó en silencio. Él asintió—. No será barato—dijo y bebió otro trago de su cerveza mientras veía al hombre rebuscar algo dentro de un andrajoso morral que traía.
El campesino le tendió una bolsa de cuero con manos temblorosas.
—¿Cien coronas de oro serán suficientes?
Sooyoung terminó su cerveza y dejó la jarra vacía con un sonido sordo sobre la madera. Lo miró a los ojos y sonrió con suficiencia.
—Claro, me parece buen trato. —Tomó la bolsa con el oro dentro y la ató a su cinturón—. No te preocupes, buen hombre, acabaré con el demonio que acecha sus hijas.
Y con ello se levantó de la mesa, pues la necesidad de comida y bebida ya estaban saciadas. Lo único que le faltaba era el calor de una mujer en su cama y se pondría en marcha para cumplir con su trabajo apenas saliera el sol por la mañana.
†
Eldoria era un pueblo grande, llamativo y lleno de vida. El mercado era un mar de gente tratando de hacer trueques o vender su mercancía, había niños corriendo por aquí y por allá, y algunos guardias rondando para mantener el orden entre los ciudadanos. Para lástima de Sooyoung, no pudo quedarse mucho tiempo en el mercado, pues su misión estaba en el bosque hacia el oeste del pueblo y no en el centro.
A lomos de su yegua se adentró en el espeso bosque en busca de la infame mansión. El contraste del clima dentro de aquel lugar fue notorio, pues antes el calor del sol bañaba su piel, pero al momento de andar entre los árboles la temperatura bajó varios grados haciendo temblar ligeramente sus extremidades.
Ajustó su capa para mantener el calor y prestó atención al lugar; la luz del sol apenas pasaba entre el espeso follaje de los árboles, dándole al bosque un aspecto lúgubre y algo escalofriante, perfecto para ser habitado por un chupasangre. Sonrió ante el cliché de la situación.
De pronto, de un momento a otro, una gran mansión se irguió frente a ella. La confusión llenó su mente pues estaba segura de que hacía un segundo no había nada allí, solo kilómetros y kilómetros de grandes árboles, uno tras otro. Aquello la puso en alerta y le hizo saber que quizás aquel vampiro no era uno normal, sino uno de los que se decía que tenían más poderes además de la inmortalidad.
No era común encontrarse ese tipo de vampiros, al menos ella jamás se había enfrentado a uno, por lo que no sabía si existían realmente o sólo eran cuentos de viajeros para asustar niños.
Con aquella duda en mente se bajó de su yegua y la ató en una rama asegurándose de esconderla de las vistas de la casa. Caminó con sigilo y estudió la mansión por fuera. La fachada era tenebrosa, las cortinas estaban cerradas y no dejaban ver lo que había dentro. No había rastros de animales o personas; el lugar lucía completamente abandonado.
En ese momento algo nació dentro de su pecho, algo que la llamaba a entrar en el recinto, era inexplicable y a la vez irresistible. Decidió seguirlo para saber hasta dónde la llevaría.
Y cuando lo hizo, jamás pasó por su mente el rumbo que tomaría su vida desde ese momento en adelante.
Cautelosamente se acercó al edificio por uno de sus flancos. Sus botas se movían silenciosas sobre la grava del camino y de vez en cuando pisaban una que otra hoja seca haciéndolas crujir bajo su peso. Cuando llegó hasta uno de los grandes ventanales lo estudió, pensando cómo podría abrirlo sin alertar a quien estuviese dentro, pero bastó con tocarlo para que este cediera y se abriese por completo.
Era como si la mansión quisiera que Sooyoung entrase.
Tuvo un mal presentimiento sobre eso, pero el hilo dentro de su pecho que la atraía hacia el interior de la mansión dio un fuerte tirón cuando fue consciente de que ya podía ingresar. Sacó dos dagas de plata de las fundas de sus costillas y entró en la oscuridad que le ofrecía aquella abertura.
El interior de la mansión estaba iluminado con velas, pues las cortinas no dejaban entrar la luz del sol. Sooyoung caminó por la habitación viendo muebles cubiertos con sábanas polvorientas y candelabros olvidados en el tiempo. Se puso en alerta cuando un escalofrío recorrió su piel, salió hacia un pasillo largo y apenas iluminado, las paredes tenían papel tapiz gastado y cuadros que se veían muy antiguos.
Recorrió el lugar sin provocar sonido alguno, sabía que cualquier mínimo ruido pondría alerta a un vampiro en menos de un segundo, así que cuidó cada uno de sus movimientos.
Llegó a un recibidor donde nacían dos grandes y elegantes escaleras que la guiaban a un segundo piso. Sin saber dónde ir, se dejó guiar por aquel peculiar hilo en su pecho que la llamaba hacia el lado izquierdo. Subió los viejos escalones uno a uno con ambas dagas listas para atacar y una vez arriba caminó por un pasillo parecido al anterior.
Su cuerpo se paralizó cuando oyó un sonido amortiguado más adelante. Esperó en silencio unos minutos y cuando quiso seguir caminando volvió a oírlo. Se movió lentamente hacia la fuente del sonido, su frente estaba perlada de sudor y su respiración era superficial. Cuando estuvo a unas puertas de distancia logró oír mejor de lo que se trataba, y sus ojos se abrieron en sorpresa con aquella revelación; eran gemidos.
Una de sus cejas se disparó hacia arriba con curiosidad.
¿Los vampiros follaban?
Sacudió la cabeza, eso no era lo importante de la situación.
La puerta de donde venían los gemidos estaba entreabierta, una pequeña rendija dejaba salir la cálida luz de las velas desde dentro de la habitación, en la cual se proyectaban extrañas figuras. Cuando se asomó por la pequeña abertura para ver dentro, su cuerpo se congeló.
Había dos mujeres desnudas sobre un diván, una sobre la otra. Se besaban como si se les fuera la vida en ello, manos ansiosas recorrían la carne caliente bajo su piel y el sudor en sus cuerpos brillaba con la luz de las ceras. Notó como una de ellas, la que estaba debajo, tenía un par de dedos en su interior, y por los espasmos que sufría su cuerpo, adivinó que estaba cerca de su liberación.
Sooyoung no supo qué hacer más que mirar aquella erótica escena, olvidando momentáneamente la razón por la cual estaba allí.
Pero el terror se instaló en sus entrañas cuando una de ellas, la cual Sooyoung identificó como la vampira, bajó por el cuello de la otra muchacha y, de un momento a otro, le encajó sus largos colmillos en la carne justo cuando alcanzó la cúspide del placer. El grito que soltó la chica fue desgarrador, pasando rápidamente del éxtasis al dolor. Trató inútilmente de sacarse a su agresora de encima, pero era demasiado tarde, ya que una vez que un vampiro comenzaba a alimentarse no había nada en el mundo que lo detuviera. Le enterró las uñas en la piel y pataleó todo lo que pudo, sin embargo, en cuestión de minutos la sangre fue drenada de su cuerpo y con ella se fue todo rastro de vida.
La cazarrecompensas quiso vomitar. Había visto un montón de cosas a causa de la vida que llevaba, y había matado tanto a humanos como a otras criaturas, pero la brutalidad de la escena que acababa de presenciar fue considerablemente mayor. Sus piernas amenazaron con dejar de funcionar y tuvo que sujetarse del marco de la puerta para mantenerse en pie.
El cuerpo de la chica cayó muerto cuando la vampira se levantó de su regazo con indiferencia, y a pesar de su malestar, Sooyoung no pudo evitar mirar el escultural cuerpo de la chupasangre. El tono rosado y saludable de su piel era como el de cualquier humano, la curva de sus caderas era ciertamente sensual y sus largas piernas llamaban su atención al caminar. Su cabello castaño caía como una cascada de caramelo sobre la tersa piel de su espalda.
La creencia popular indicaba que estos seres lucían un aspecto de muerte, pero no había nada más alejado de la injusta realidad. Los vampiros eran seres completamente irresistibles, eran hermosos y seductores, así es como atraían a sus presas.
Eran trampas con colmillos y sed de sangre.
La vampira caminó con calma hasta llegar a un colgador, donde tomó un albornoz de seda que tenía partes de encaje que daban vistazos de su piel. Sin duda una invitación a descubrir lo que había debajo.
Su corazón dio un vuelco cuando la vampira habló de pronto.
—¿Crees que no sé que estás ahí?
Sooyoung no supo cómo reaccionar a esa voz aterciopelada y suave, sonaba como el susurro de una amante en el silencio de la noche. Era profunda y tentadora, y sintió su estómago revolverse con ella.
Estaba de espaldas a ella y pensó que podía atacarla de sorpresa, pero que supiera que estaba justo donde estaba le quitaba la sorpresa a su ataque y, sin duda, le ganaría un lugar junto a la chica olvidada en el diván. Así que optó por abrir la puerta, revelando su presencia, y esperar a que la vampira hiciera el primer movimiento.
La chupasangre terminó de cubrirse y, ante el silencio de la humana, continuó hablando:
—Sentí tu presencia desde que pusiste un pie en mi bosque—murmuró comenzando a cepillar su cabello—. ¿Cuál es tu nombre?
Sooyoung maldijo por dentro, había sido descuidada al entrar sin más en territorio mágico. Debió saberlo, debió haberlo considerado desde el primer segundo. Apretó el agarre sobre sus dagas de plata y se armó del valor que sabía que tenía.
—¿Por qué habría de decírtelo? —cuestionó de vuelta, completamente a la defensiva.
La castaña frente a ella enderezó su postura y se vio tensa por un segundo. Dejó el peine sobre el tocador y lentamente, con movimientos tan calculados que cualquiera confundiría con temor, se dio la vuelta revelándole a la cazarrecompensas sus ardientes ojos rojos, característicos de su especie, los cuales se abrieron con sorpresa e incredulidad cuando la vieron frente a ella.
Sooyoung la miraba con desconfianza. Sus músculos estaban tensos y listos para saltar sobre su garganta para terminar con su misión, pero lo que menos esperaba en aquel momento fueron las palabras que pronunció aquella mujer frente a ella:
—¿Yves? —murmuró con una mezcla de aflicción e incredulidad—. ¿Eres tú, amor mío?
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