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𝕽𝖊𝖉 𝕷𝖎𝖌𝖍𝖙 | 𝖎


Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando los pies descalzos hicieron contacto con el mármol, helado cual glaciar. Sin saber a lo que se acercaba, tomó los papeles para que su esposo firmara y subió las escaleras rápidamente hacia su cuarto, suponiendo que al ser de noche él estaría allí. 

A medida que se acercaba a la habitación, y escuchaba los sonidos provenientes de este, sus pasos se ralentizaban, hasta quedarse inmóvil frente a la puerta. La lluvia y los relámpagos opacaban el ruido de la cama azotándose contra el muro, pero no lograron acallar el fuerte latido de su corazón.

La mayoría del tiempo se sentía vacía, sin nada por lo que estar feliz o triste... pero en ese preciso instante un estallido se expandió como un virus dentro de su ser. Haciendo caer la venda de sus ojos, mostrándole la miserable mentira en la que vivía, mientras sus lágrimas rodaban por sus mejillas, compitiendo con las gotas de lluvia en la ventana a unos metros de ella.

Cohibida por la espantosa situación, dio un paso atrás para irse, pero recordó a qué había ido. Así que limpió sus inútiles lágrimas, retomó su postura erguida y su semblante borde, y se hizo paso dentro de la habitación.

No esperó a que su marido dejara de embestir a la mujer en su cama matrimonial, y arrojó el contrato sobre esta. Asa no supo cómo reaccionar al verla, pero eso no fue necesario cuando le entregó el bolígrafo en mano.

—Firma, debo volver al trabajo—sus ojos eran témpanos cuando Asa trató de encontrar una pizca de emociones en ellos, como siempre no encontró ninguna. 

[ ... ]

Sanzu observó la gruesas gotas de lluvia caer sobre el parabrisas del auto, esperando a que la odiosa de Hamado volviera con los papeles para el trato. A lo lejos la vio salir de la inmensa casa, con  una botella de bourbon en la mano derecha y el portafolio en la otra, frunció el ceño al verla subir media mojada y sin el paraguas. 

Le dio un trago largo a la botella, el líquido le quemó la garganta, pero ignoró las arcadas. Sus desorbitados ojos verdes lo observaron mientras guardaba silencio. Colocó una mano sobre el muslo de Sanzu, acercándose bastante, su camisa mojada se pegaba a sus pechos, revelando que no traía sostén, y varias gotas de agua se desprendieron de su cabello cayendo sobre el chaleco de él. 

Kasumi tomó con delicadeza el cigarrillo en los labios de Sanzu, dándole una calada lenta sin alejarse ni un centímetro. Soltando el humo prácticamente en su rostro, sin despegar sus ojos penetrantes de él.

—Conduce, ya tengo su firma—ordenó, acomodándose en el asiento del copiloto y redirigiendo su mirada a la ventana.

Sanzu quedó algo descolocado ante el cambio de personalidad tan repentino de su compañera de trabajo. Pero decidió no decir nada y simplemente comenzar a conducir. 

El viaje hacia una de las mansiones de Mikey, la designada como oficina de Bonten, fue largo y silencioso. Algo bastante cotidiano entre ellos dos, porque se llevaban pésimo. Kasumi no toleraba la irresponsabilidad e inestabilidad emocional de Sanzu; y Sanzu sentía repulsión por la aburrida y mojigata Kasumi, tan inexpresiva y tonta socialmente. Pero... verla en ese estado despertaba una pizca de interés por ella, como si alguien hubiera prendido un fósforo y encendido cierto deseo oculto en él, que minutos antes no existía.

Desde que Kasumi se había subido al auto no podía parar de observarla, de admirar sus tersas piernas, imaginando arrancarle su camisa y follársela contra la ventana del auto hasta dejarla sin raciocinio. Quería explorar a esta nueva mujer a su lado, porque claramente ya no era la misma. También quería descubrir qué la hizo cambiar. "¿Qué habrá visto dentro de esa casa?" los ojos de Sanzu dieron con el maletín "Dijo que el idiota firmó, ¿acaso él le dijo algo? Tal vez le pidió el divorcio..." ella se dio otro trago de bourbon "No, Kasumi es demasiado útil para desecharla así. Y ella no lo dejaría porque le gusta jugar a la casita. Entonces..."

El auto frenó violentamente en medio de la carretera, haciendo que el pequeño cuerpo a su lado se meciera hacia delante, siendo sujetado por el cinturón de seguridad. Kasumi lo miró sorprendida, cuestionándose el por qué de tal acción, pero Sanzu habló antes de que pudiera preguntar.

—Lo encontraste engañándote—el cinismo reflejaba los ojos celestes de Sanzu. El semblante amargado de Kasumi le indicó que tenía razón, pero aún así continuó echándole sal a la herida.—¿No es así? 

—Cállate—exigió furiosa. 

Sanzu se limitó a reír y darle una calada a su cigarrillo. 

—Así que eres aburrida hasta en la cama. Pobre tipo, tener que tolerarte y ni siquiera poder desquitarse con tu coño.

Quizá fueron los largos y reiterados tragos de alcohol, tal vez la amargura de enterarse que su marido la engañaba y su vida era un desastre. Por un instante, Sanzu se vio atractivo para su frustrado ser, alguien en quien podría descargar toda la ira que había acumulado en esa intensa hora y media.

La cuestión, es que aquel pensamiento fugaz en su cabeza le indicó que era buena idea taparle la boca a Sanzu con una mano y jalar la palanca de su asiento para que este cayera hacia atrás. Él frunció el ceño confundido por su repentino actuar.

—¿Qué ha... ?—dejó de hablar en cuanto vio las piernas de Kasumi colocarse a los lados de su cintura. Mientras ella subía su falda para enseñarle las bragas de encaje negro que traía puestas.

—Cierra la puta boca y al menos sé útil de consolador.

Y esas palabras bastaron para que Sanzu no dijera más nada y solo se dedicara a ver. Relajándose en el asiento mientras las pequeñas manos de Kasumi le desprendían velozmente la bragueta, liberando su miembro ya erecto. Ella le dirigió una mirada seria, con poco interés, como si él ni siquiera estuviera allí y solo fuera un juguete. No podía negar que esa actitud tan sobradora le atraía bastante, el hecho de que una mujer lo viera como un relajante muscular le parecía entretenido.

—Úsame todo lo que quieras—susurró en su oído, acercando el cigarrillo a los labios de Kasumi, y ella lo aceptó dándole una calada.

Dejó caer suavemente sus caderas, estirándose placenteramente alrededor de su grosor. Soltando el humo del cigarrillo junto con un suspiro de satisfacción. Dos grandes manos acariciaron sus muslos para animarla a continuar, enterrando las yemas de los dedos en su tierna piel. 

Las ventanas comenzaron a empañarse entre gemidos y estocadas, mientras algún que otro auto solitario pasaba por su lado en la carretera. Aquellos ojos intensos observándola con deseo, todos sus sentimientos saliendo a flor de piel con el alcohol perdiendo su efecto. Las caderas de Kasumi aumentando la intensidad de las embestidas.

Sanzu simplemente se dedicó a apreciar el espectáculo de desesperación que le brindaba aquella mujer tan ardiente. Relamiendo sus labios pensando en lo deliciosa que estaba y lo idiota que fue al no darse cuenta antes. 

La presión en sus entrañas comenzó a intensificarse, poniéndola cada vez más sensible ante el placer. Lo necesitaba, necesitaba ese orgasmo, por más de que Sanzu fuera el que se lo diera, quería venirse sobre su miembro y exprimirlo hasta dejarlo seco. Después de todo, él se lo permitió, aunque... ¿Qué clase de placeres ignoraría? Claramente era un pandillero drogadicto que disfrutaba de cualquier cosa que lo alejara de la realidad, así que probablemente también era un ninfómano. 

Cerró los ojos para no ver el rostro de Sanzu, tratando de concentrarse únicamente su goce, como si él no existiera y estuviera en su cuarto sola. Pero, a pesar de tener mucha imaginación, la esencia de ese hombre penetraba todos sus sentidos y no la dejaba ignorarlo. 

Sintió sus pechos aplastándose contra el torso de Sanzu, y sus grandes manos tomándola con brusquedad del trasero. Una embestida, que ella no propició, la hizo temblar cuando tocó un par de puntos bastante dulces en su interior. 

—¡Ah!—sus ojos quedaron en blanco, con los dedos de los pies flexionados, y sus paredes empapándolo como una colegiala virgen sin experiencia. Las embestidas fueron endureciendo el ritmo, volviéndola parcialmente loca.

—¿Acaso crees que voy a dejarte cerrar los ojos?—soltó una carcajada Sanzu, observándola con satisfacción retorcerse entre sus brazos—No, no, no, no. Quiero que sepas el error que estás cometiendo... —gruñó de placer— quiero que me mires a los ojos mientras te corres como una zorra.

En su interior a Kasumi le hubiera gustado reprocharle, pero su vagina tenía otros planes. Con sus prioridades ya establecidas, decidió que no le interesaba su orgullo tanto como para rechazar a Sanzu. Después de todo, ¿qué había hecho su orgullo por ella hasta ahora?

Cada vez estaba más cerca, sus ojos se nublaron por las lágrimas, mientras Sanzu continuaba arremetiendo contra sus paredes sin piedad. Dándole continuos espasmos que la ayudaban a rozar el cielo. Hasta que ya no pudo aguantarlo más, y se corrió sobre él, mojando su costoso traje en el proceso. La electricidad recorrió toda su anatomía, provocando que gimiera sin tapujos a los cuatro vientos.

Sanzu no tardó en acompañarla, aprovechando su momento de vulnerabilidad para acabar alrededor de sus tersas y cálidas paredes sin ninguna protesta. Kasumi estaba ahora en sus brazos casi inconsciente, mientras él peinaba con sus dedos algunos mechones enmarañados de cabello. Con un pensamiento muy claro navegando por su mente "Esta no será la última vez"

—Al parecer soy un buen consolador, ¿verdad, Sumi?


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