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𝐩𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐮𝐞

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𝟏𝟏𝟒 𝐝.𝐂., 𝐾𝑖𝑛𝑔'𝑠 𝐿𝑎𝑛𝑑𝑖𝑛𝑔

𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐑𝐡𝐚𝐞𝐧𝐲𝐫𝐚 𝐝𝐢𝐨 𝐚 𝐥𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐚 𝐬𝐮 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐨𝐠𝐞́𝐧𝐢𝐭𝐚 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐚𝐧̃𝐨 𝟏𝟏𝟒 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞́𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐂𝐨𝐧𝐪𝐮𝐢𝐬𝐭𝐚, las campanas de Desembarco del Rey repicaron enérgicamente. Se dice, sin embargo, que el sonido de las campanas fue ahogado por los rugidos de Syrax, a quien se le podía escuchar desde Pozo Dragón celebrar que su jinete había dado a luz a una niña preciosa. 

—¡Alabada sea la madre! Es una niña, princesa. Una niña sana y preciosa. 

Rhaenyra rompió a llorar cuando estrechó a su hija por primera vez contra su pecho, calmando los llantos del bebé mientras la mecía con cariño. La princesa besó la cabeza de su hija, cubierta de un fino cabello plateado que brillaba con los primeros rayos de sol del alba. 

Una de las comadronas se apresuró a la puerta de las estancias de la princesa Rhaenyra, tras las que esperaban el rey Viserys, ser Laenor y la reina Alicent. 

—Alteza, ¡es una niña! La princesa ha dado a luz a una niña.

—Una niña —repitió Viserys, girándose hacia su esposa y el padre de la criatura—. ¿Has escuchado, Laenor? Eres padre de una niña. ¡Qué noticias tan dichosas!

Laenor y Alicent avanzaron tras el rey, adentrándose en los aposentos de la princesa hasta que llegaron frente a ella. Rhaenyra aún sostenía a la pequeña entre sus brazos, cantándole una nana en alto valyrio en susurros.

Mientras Viserys se deshacía en halagos, Alicent miró por encima del hombro del rey, aunque manteniendo una sonrisa que no derrumbara su fachada. La reina se sorprendió al ver que, efectivamente, la niña a la que Rhaenyra había dado a luz compartía los rasgos valyrios de los Targaryen y Velaryon. 

—Es una niña preciosa, Rhaenyra. 

La heredera al trono de hierro subió la mirada hacia Alicent, quien parecía disgustada al no poder deslegitimar la sangre que corría por las venas de la recién nacida. La princesa asintió, aunque rápidamente redirigió su atención hacia su padre.

—Mi adorada nieta —susurró el rey, tomando a la niña entre sus brazos mientras le sonreía con ternura—. ¿Habéis decidido un nombre?

Laenor y Rhaenyra intercambiaron una mirada. El nombre del bebé había sido un tema de discusión recurrente entre ambos, pero solo si el sexo del bebé era masculino. No obstante, ante una niña sana y preciosa, no había cabida a discusión alguna. 

—Visenya. 

—Visenya —Viserys repitió a las palabras de su hija como un recuerdo, dulce y amargo a la vez—... Visenya, de las casas Targaryen y Velaryon. Un nombre digno de la futura heredera al trono de hierro. 


En los años venideros, nadie se atrevió a cuestionar la legitimidad de la primogénita de la princesa Rhaenyra, mucho menos cuando las ondas reemplazaron el pelo liso que caía por su espalda. Ella y ser Laenor no sabía que habían hecho para merecer a una pequeña tan perfecta como Visenya y todo aquel que se alojaba o servía en la Fortaleza Roja adoraba a la niña. El huevo de dragón que había sido depositado frente a su cuna antes de su nacimiento eclosionó poco después de que Visenya cumpliera las dos semanas, y fue su tía Helaena quien tuvo el honor de nombrar al dragón de alas oscuras Rhaegar. 

No fue hasta que comenzó a crecer, acercándose a los diez años, que Rhaenyra temió que se descubriera la verdad. Los ojos violetas de su hija derrochaban amor cuando estaba con sus padres, su abuelo o sus hermanos pequeños; pero si alguien se atrevía a cuestionar la legitimidad de sus hermanos, algo a lo que se tuvo que enfrentar en varias ocasiones en su niñez, los ojos de Visenya se tornaban fríos, casi gélidos. Una mirada a la que todo el que se había enfrentado a ella temía y reconocía. 

La mirada de Daemon Targaryen. 


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