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XXXV

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

    Caminaron juntos, el príncipe fue quien guió el trayecto. El conocía mejor aquel camino.

    Fueron en silencio, ese que tenían que procurar guardar todo el tiempo.

    Llegaron a una zona que Lauren no visitaba antes porque no chocaba con ningún camino que la lleve a la cocina o a cualquier parte del castillo que implique su trabajo.

    La luz de la vela los orientaba, pero de todas formas la oscuridad seguía impidiendo la vista, y podía ser que por error choquen con algo que no estén viendo. Por eso tuvieron mucho cuidado.

    Siguieron ese camino hasta unas escaleras en espiral con un barandal para las manos, casi en una esquina del ambiente al que habían llegado.

    El joven hizo pasar a Lauren delante de él para que suba primero. Otorgándole la vela y su plataforma, para que pueda ver mejor. El iría detrás por si acaso, por cortesía.

    Lauren avanzó por la escaleras, con la vela y sosteniendo la falda de su vestido para no pisarla. Mirando atrás de tanto en tanto para asegurarse que el príncipe estaba bien.

    Subieron hasta llegar a la cima, una habitación amplia con dos grandes puertas, una que fue por la que entraron a aquella habitación y la otra por la que se salía de la misma al cruzar.

[•••]

    Lauren le devolvió la vela al joven. El mismo la recibió con cuidado. Y cerró detrás de él la puerta por la que habían entrado. Le explicó que la puerta que iban a cruzar después era la que oficialmente llevaba al balcón. Que la habitación donde estaban se usaba para terminar de alistarse, terminar de saber el discurso que se daría que les acomoden las coronas, y esas cosas. Todo eso se lo contó en una voz muy baja, ambos seguían nerviosos, y tenían que tener cuidado.

    Antes de salir por la puerta que daba al balcón el joven también decidió dejar la vela dentro en una de las mesas, y apagarla. Porque si la sacaba al balcón se iba a apagar con el viento. Y no podía gastar el par de fósforos que había traído, por lo que guardarlos para el regreso era lo más inteligente.

    En esa oscuridad el joven sacó una llave del bolsillo de su pantalón. Y abrió aquella puerta, volviendo a guardar su llave. Invitó a pasar a Lauren primero, y agradeciendo en silencio con un gesto en la cabeza, la muchacha lo hizo.

    Nuevamente un frío aire le choco al rostro, y a todo el cuerpo. Y por primera vez vio en primera persona aquel maravilloso balcón.

    Era mucho más espacioso de lo que se veía de lejos. Los barandales, el mismo suelo. Todo era tan fino, que daba un poco de vergüenza estar pisando ese lugar sin ser nadie relevante. Ni ningún miembro de la realeza.

    A pesar de estar oscuro todo, se notaba que era una de las partes más bellas del castillo, claramente tenía decoraciones de oro, y era una zona sumamente cuidada. Posiblemente la distracción, asombro y maravilla por estar en ese lugar la distrajo bastante. Impidiéndole seguir avanzando.

    El príncipe llegó a su lado, cerrando con cuidado la puerta detrás de él. Lauren aún no se atrevía a avanzar.

    El joven avanzó hasta los barandales algo agachado y miró hacia abajo, para luego sentarse en el suelo, con las rodillas de su largo cuerpo recogidas quedando a cierta distancia de los barandales, pero relativamente cerca también para poder mirar a través de los mismos. Giro su cabeza hacia atrás indicandole a Lauren que se siente a su lado con un par de palmadas en el piso divertidamente.

    Lauren avanzó entonces reaccionando, con cuidado y acomodando la falda de su vestido para sentarse a su lado sin que la brisa o el viento la levante. Y también se sentó con cuidado, ella en cambio con las piernas extendidas. Porque no se sentía cómoda encogiendo las rodillas, y además su larga falda y todas las faldas internas además de la ropa de dormir y todo lo que llevaba abajo no lo hacía cómodo. Además así su falda tampoco se levantaba y estaba cubierta hasta los tobillos, como lo mandaba la norma. Como debía de ser.

    El encuentro que tuvieron en el jardín el año pasado fue parecido, solo que ambos estaban con ropa de dormir en ese entonces y no esperaban encontrarse, más bien fue casualidad. De todas formas la especie de túnicas con encaje que usaban las mujeres para dormir en su mayoría también llegaban a los tobillos, por lo que no era  algo repudiable en sociedad, felizmente.

    Pero en esa ocasión planeada, ambos decidieron ponerse otra cosa, presentarse mejor.

    La tenue luz de la luna de afuera hacía que a comparación de la oscuridad de adentro, la del balcón se sienta con más iluminación. Lauren aún estaba maravillada por lo bello que era el balcón, como a pesar de oscura, a través de los espacios entre los barandales al frente  y hacia más abajo de lo que creía, se veía la ciudad, las casas de gente rica que vivía relativamente cerca al castillo con una que otra farola prendida que se veía como un pequeño punto amarillo a la distancia. Y como mucho más lejos las demás casas del pueblo, las de toda la demás gente, se perdía en una enorme y oscura distancia.

    A pesar del paisaje nocturno, Lauren nunca había tenido una vista tan bonita de la ciudad donde vivía, y eso terminó hipnotizandola varios segundos.

    —De día se ve incluso mejor. Aunque me gusta más cuando atardece. —Susurró el príncipe. —¿Te gusta? —Preguntó algo nervioso.

    Lauren se giró a verlo unos segundos y asintió casi efusivamente, el joven suspiró más tranquilo. —Es la vista más bonita que he presenciado. —La sirvienta no tenía muchas palabras para describirlo, pero claramente le había gustado mucho, aún así intentó expresarse de alguna manera volviendo su mirada a aquel horizonte nuevamente. —Hay gente despierta aún—Susurró señalando todos los puntos amarillos de las casas que se veían a la distancia. Significando los propios faroles de sus puertas.

    —Y eso que ya es tarde, me alegra que te guste. —Volvió a susurrar el príncipe de manera divertida.

    —Perdone si mi reacción parece un poco seca, es por la sorpresa. No estoy acostumbrada a presenciar este tipo de privilegios. —Dijo Lauren por fin. Hablando de como sentía aquello. Para que el principe no sienta ningún tipo de incomodidad.

    —No te disculpes. —Susurró de nuevo el príncipe. Para luego mirar a Lauren unos segundos. Dándose cuenta de algo al parecer, que quiso comentar, sin darse cuenta que estaba cambiando el tema al hacerlo. —Me gusta tu suéter. —Susurró de repente con un tono diferente en su voz. —No te había visto con ropa normal desde hace  bastante tiempo. —Dijo. —No me di cuenta en la oscuridad de adentro, aquí afuera se ve mejor.

    Lauren también giró el rostro unos segundos para seguir la conversación —Gracias, tenía que ponerme algo que al menos se vea decente. —Susurró Lauren de vuelta. —Pasé varias cosas para llegar, por un momento pensé que no lo lograría. —Suspiró.

    —¿En verdad? —Susurró algo preocupado el príncipe. —¿Qué pasó?—Preguntó.

    —Le cuento, pero no se ríe. —Susurró Lauren con algo de broma.

    —Esta bien. —Dijo el príncipe aguantando una sonrisa, porque de alguna manera cuando alguien decía no hacer algo, daban más ganas de hacerlo.

    —¿Lo promete? —Susurró de nuevo la muchacha bromeando.

    El joven llevó una mano al pecho—Lo prometo. —Dijo.

    —Después de cambiarme ya estaba tarde. Y al bajar hasta la puerta para salir estaba cerrada. Y entonces salí por la ventana. —Contó. —Y me caí.

    El príncipe escondió sus labios para evitar aquella risa que quería salir de él. Y la contuvo muy bien. —¿Pero estás bien? —Dijo con su voz temblando un poco debido a la risa que estaba intentando disipar.

    —No me hice daño felizmente, pero si dolió. —Susurró Lauren llevándose una mano al hombro en el que había caído para indicarlo. —Aprecie que hoy hice tanta tontería y media por esto solamente. No lo habría hecho antes. —Bromeó nuevamente la sirvienta.

    Ahí tomas no pudo evitar reír en silencio evitando hacer cualquier sonido fuerte. Estuvo así varios segundos hasta que se calmó. —Lo aprecio bastante. —Contestó entonces, ya tranquilo.—Gracias. —Dijo. —Fue bueno que me encuentres en el pasillo. Pensaba que no llegarías o que algo había pasado. —Río un poco

    En eso el joven se pegó un poco. Estando a hombro con hombro con la muchacha. Lauren también se pegó un poco instintivamente.

    Después de unos segundos de silencio, el joven decidió volver a hablar. —Cuéntame ¿Qué más hiciste hoy? ¿Como fue tu día?—Dijo mientras miraba al paisaje.

    Lauren suspiró volviendo a mirar al frente. —Bueno, desde la mañana nos retrasamos por un asunto de lavandería. Y al tener los uniformes recién me di cuenta de su nota cuando usé el delantal. Después solamente trabajar y trabajar. Como siempre. —Volvió a suspirar pero recordó algo importante. —Hoy Bruno se entró a la cocina. —Contó animada.

    —¿Sí? Lo lamento. —Empezó a decir el joven.

    —No no, no fue malo. Fue divertido. Había escapado de su correa y vino por el olor. No pasó nada, bueno sí tumbó un par de mayordomos, pero no fue ningún accidente grave. —Contó. —Ha crecido mucho, ya no es un cachorro. Me agrado mucho verlo, Frizzy también estuvo contenta por conocerlo, ya que ella no lo había hecho.

    —Pensé que había pasado otra cosa. —Suspiró el joven más tranquilo. —No sé como sigue siendo tan enérgico, por alguna razón se cree a sí mismo un perro pequeño. —Rio. —Finlay lo entrena muy bien, pero entiendo que a veces no lo pueda controlar. Yo a veces tampoco puedo, y soy el responsable de Bruno, porque es mi perro. Y aunque no pueda verlo todo el tiempo, siempre debo estar pendiente, no sé puede tener una mascota simplemente para que este ahí sin más. Necesitan cuidado, y me alegra   poder haberle dado un hogar.

    —Es un perro muy lindo. —Dijo Lauren. —Osea sí me llenó de baba el rostro. Pero no pasa nada, no me molesté.

    El joven río.

    Y ambos volvieron a concentrarse en la vista del balcón, sentados en el suelo, viendo por los barandales, al lado del otro.

[•••]

    Hasta que en un momento  el joven pareció asustado o sorprendido por algo de repente —¿Trajiste tu reloj?—Preguntó.

    Lauren negó algo desorientada por el nuevo cambio de tema, no le había alcanzado el tiempo de ponérselo a forma de collar. —No tuve tiempo.

    —Bueno no pasa nada, yo tengo el mío creo. —Dijo el joven buscando en los bolsillos internos de su chaleco de tela. Hasta que saco su propio reloj de mano. —Aquí esta. —Suspiró. —Con haber salido algo tarde y con el camino acá nos hemos olvidado de lo más importante. —Dijo, mostrándole entonces el reloj a Lauren para que viera la hora. Ya habían pasado 15 minutos después de media noche. Ya era 24 de Mayo.

    Lauren se avergonzó un poco, era ya su cumpleaños técnicamente. Lo había terminado olvidando con todo eso. —Ah su majestad no se preocupe por eso. —Susurró bastante avergonzada aún. Sintiendo su rostro quemar de repente en aquel frío.

    —Thomas. —Dijo el príncipe. —Dime Thomas, ya te lo había dicho antes. Dilo con confianza, puedes tratarme de "tú" —Susurró el príncipe de manera divertida guardando el reloj de nuevo—Y claro que me preocupo, ahora ya tienes 22. Feliz cumpleaños. —Deseó con amabilidad. —Tenemos que hacer una celebración, esto debe ser mucho más especial ¿Quieres hacer algo en especial? ¿Te gustaría pedir algún deseo, pedirme algo? ¿Quieres algún regalo?

    —Su majes...Thomas—se corrigió. Y se sintió bastante raro de todas formas—No es la gran cosa, solo un día más. Pero es para mi suficiente regalo todo esto. Hubiera sido suficiente incluso con verte un solo segundo. —Dijo esforzándose por tutearlo, como él se lo había pedido.

    —Gracias. —Dijo el joven sin saber que responder, totalmente nervioso de algún momento a otro. Empezando a tartamudear. —Yo no podía dejar que esto quede como imposible. Quería hacer algo, es tu cumpleaños. Me importa mucho, y agradezco con toda el alma tenerte aquí al costado ahora. Pero eso no significa que no sea un día especial. Y me alegra que puedas pasarlo bien a pesar de todo lo que está pasando, incluyendo lo externo e interno. Gracias, por seguir ahí.

    —Gracias a tí. —Contestó Lauren esforzándose porque tratarlo de manera informal no se sienta tan raro. —Me salvaste la vida una vez, lo seguiste haciendo por mucho aunque no lo sepas, y lo sigues haciendo. No sé cuántas veces dije que te debo la vida, pero lo haré siempre. No sé como merezco que alguien como tú me quiera de vuelta. No sé ni como merecí la bendición de conocerte en un primer lugar. Gracias una y mil veces. —Susurró de vuelta. —Había olvidado que esto era por mi cumpleaños, no lo había disfrutado desde hace varios años. Por eso me da vergüenza tal vez. Pero como se lo digo, te lo digo. —Se volvió a corregir sacudiendo la cabeza un poco. —Para mi es ya el más maravilloso de los regalos tener unos minutos contigo. Sea como sea, aunque sea lo último que pase.

    El joven bastante avergonzado también  miró hacia abajo unos segundos, para disipar que se había puesto sensible de repente. Y pidiendo permiso para todo, mismo permiso que fue aceptado al instante, pasó el brazo por la espalda de la muchacha rodeando su hombro y poniendo la mano en el mismo delicadamente para no incomodar.

     Lauren acomodó y apoyó su cabeza en el hombro del joven. Sintiendo un inmenso frío por su espina dorsal en específico. Más aún cuando sintió el costado de la cabeza del príncipe apoyarse en su cabeza también. De manera sutil.

    Aún le costaba creer como el contacto físico con aquel joven no la molestaba. Si le causaba algo de extrañeza a su cuerpo netamente.

    Pero estaba totalmente en sus brazos, como su corazón deseaba, como su alma buscaba. Ya estaba rendida, ante su presencia, ante su voz, ante su abrazo. Nunca había sabido como era sentirse de manera tan intensa respecto a alguien, y hacerlo ahora llevaba todos sus sentidos a un mundo que tampoco conocía.

    Sin darse cuenta, y quien sabía hace ya cuánto tiempo antes de que lo acepte. Su corazón le pertenecía por completo al príncipe.

[•••]

    —Feliz cumpleaños, Lauren. —Susurró el joven dulcemente. Apretando un poco aquella especie nueva de abrazo inconscientemente. Acariciando de arriba a abajo el hombro de la sirvienta.

    La muchacha sintió que su cuerpo se acurrucó un poco llegando un poco al pecho del joven. —Gracias. —Susurró suavemente, tomándose unos segundos  para decir lo siguiente. —Thomas.

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