XVII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Por un segundo tuvo la esperanza de que se trate de la princesa.
Pero lamentablemente no era así.
Las manos de aquella persona se retiraron de manera casi tan rápida como cubrieron sus ojos. Y con el miedo de quien iba a ver al voltear, tuvo que girarse.
Al hacerlo la bonita y sincera sonrisa del príncipe la recibió. Como si nada, como si toda la gente de al rededor de toda la Gran Sala no le importara.
Se agachó ante el para saludarlo, claramente respetando todas las normas establecidas. Aprovechando tener la cabeza mirando a bajo para maldecir internamente la situación que se estaba dando.
Porque tenerlo al frente no era todo. Más bien hasta hubiera estado mejor si solo estuviera él. La señorita Lea estaba con el, relativamente a su costado, y con una expresión que claramente hacía notar que estaba desorientada.
Lo que volvía todo mucho más incómodo también.
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—Lauren ¿Cómo estás? —Preguntó el joven animadamente. —Te vi desde el inicio, me desorientó porque se supone que te cambiaron a la lavandería. Por lo que desde que comenzó esto me dediqué a preguntar que pasó antes de acercarme. Y solo me dijeron que te volvieron a cambiar de regreso. —Se explicó hablando mucho más rápido de lo normal, para luego sacudir su cabeza. —Perdóname estoy hablando muy rápido. Pero es que me emocionó mucho verte.
Lauren así entendió que cuando estaba evitando al príncipe, solo estaba funcionando porque este se estaba tomando tiempo de preguntar antes de acercarse. Lo que significaba que de todas formas tenía que afrontar esa situación.
—No se preocupe. Es cierto que me volvieron a cambiar y tanto Frizzy como yo regresamos a nuestros puestos. —Lauren respondió. Evitando mirar al príncipe en los ojos en todo momento.
—Qué alegría. —Comentó el príncipe con una sonrisa mientras tomaba uno de los pastelillos que estaban en la bandeja de Lauren. —¿Fue por alguna razón en especial?
—Solo por solucionar errores de organización. —Dijo, evitando cualquier otra explicación para tapar todo ese tema.
El joven asintió—Lo entiendo—Dijo comprensivamente. —Pero que buena noticia, mi cumpleaños ya no puede estar mejor. Porque ya te volví a ver, después de tiempo. —Suspiró, mordiendo el pastelillo. —Aunque no, nos vimos esa vez en la enfermería. —Dijo cuando terminó de masticar y pasar el bocado que había tomado. —¿Cómo esta tu mano?
El príncipe no pudo terminar de pronunciar su pregunta cuando La señorita Lea que estaba siendo ignorada hasta ese momento aclaró su garganta algo fastidiada, ya que claramente Thomas parecía haberse olvidado de ella.
—Ah perdón. —Reaccionó el príncipe con la boca llena nuevamente para esos momentos. Trayendo a la señorita un poco más pegada a su costado. —Lauren, ella es Lea, hija mayor del primer ministro de Suecia. —Dijo, presentándola amablemente, pero sin mencionar nada sobre que era su prometida. No parecía estar cómodo con eso. —Lea, ella es Lauren Harris.
Lauren se agachó nuevamente ante la señorita. Bajando la cabeza y la mirada. Ella también se había sentido incómoda sabiendo que estaba ahí y que el príncipe se había olvidado de ella como si nada.
La señorita Lea no respondió nada ni se dirigió a Lauren. Más bien le habló al príncipe. —Hasta que al fin te das cuenta que se supone que estaba a tu lado.
Thomas pareció avergonzarse. —Perdóname, se me olvidó—Dijo sinceramente. Y en otra situación esa sinceridad hubiera dado risa. Pero al parecer la señorita Lea estuvo un poco herida con eso. —Pero ya está, como te decía, ella es Lauren Harris, la conozco hace tiempo y es la protagonista del caso que hizo posible la promoción y la ejecución de la ley de los derechos civiles de los sirvientes. Algo que ha vuelto nuestro sistema jurídico uno mucho más humano y mucho mejor a partir de ahora. Gracias a ella también se pudo exponer la necesidad de limitar también los privilegios de la élite y así hacer que la gente que necesite justicia no sienta que solo pueda obtenerla si la compra. El año pasado tuve el privilegio de que acepte ser amiga mía, y es una de las personas más maravillosas que he conocido en el castillo, y por que no en mi vida también. —Dijo el joven extendiéndose en presentar a Lauren.
Claramente la sirvienta se sintió sumamente halagada con todo lo que dijo el príncipe. Que claramente siendo verdad, la manera en la que el príncipe hablaba de eso con un orgullo y una dulzura indescriptible hacían las cosas más difíciles de procesar y soportar emocionalmente.
La prometida del príncipe levantó una ceja, aferrándose nuevamente al brazo del príncipe. Y mirando discretamente a Lauren de pies a cabeza.
—Qué gusto. —Dijo la joven. —Para que Thomas haga una presentación de alguien así, debe tener razón. —Dijo—Inglaterra debe estar agradecida contigo también Lauren.
—Creo que el agradecimiento es hacia la Corona, sus mismos ministros y el colegio de abogados. Mi caso solamente fue el ejemplo necesario. —Contestó Lauren expresándose con sinceridad.
El príncipe siguió comiendo su pastelillo. Mientras no podía evitar sonreír con las palabras de Lauren.
—Qué humilde, yo hubiera presumido con todo aquello. Pero lo entiendo, me alegra que todo esté bien.—Volvió a decir Lea. —Entiendo mejor también porque Thomas no se calla cuando se trata de hablar de usted. —Dijo tratando de disimular el disgusto en su última oración.
El príncipe se sonrojó rápidamente, y se concentró en terminar de masticar justamente el último bocado del pastelillo. Lauren sintió que su rostro tuvo la misma reacción, porque sus orejas y mejillas empezaron a quemar por dentro.
—Lauren ha vivido y pasado por muchas cosas. La admiro mucho. Es por eso. —Dijo el príncipe evitando sonrojarse más. —Es una persona muy buena y muy linda, que en muchos aspectos no mereció todas las malas cosas que pasaron. Pero que continuó a pesar de todo, que pudo enfrentarse a todo eso malo que la perseguía, una amiga a quien pude ayudar. A quien estimo. Es como una inspiración para
—Ya ves. —Interrumpió la señorita Lea bromeando. Dirigiéndose a Lauren.
El príncipe junto sus labios avergonzado nuevamente. Y si ya estaba sonrojado, el rubor en su rostro aumentó. Acompañándolo con una risa super tímida al mismo tiempo que tapaba su boca con una mano por la vergüenza.
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Lauren seguía queriendo desaparecer. Toda esa situación le estaba causando tantas emociones que ni conocía bien juntas y revueltas. Que ni ya sabía como estaba manteniendo una imagen seria y compuesta delante de esas dos personas. Pero no se podía ir de su presencia ahora, a menos que le den permiso para hacerlo.
Aprovechando ese silencio que se sintió eterno y tortuoso. La bellísima joven decidió hablar de nuevo.
—¿Es común entre los sirvientes tener tu corte de cabello? Porque a parte de ti solo vi a la ama de llaves con el mismo —Preguntó.
Lauren tuvo que pensar en una respuesta rápida, y acomodó la bandeja en sus manos a manera de controlar su ansiedad. —Es un asunto de comodidad su excelencia. Con el debido permiso se puede realizar. —Dijo inventando un detalle para hacerlo creíble. Saber mentir tenía que servir de algo.
—Bueno, no es algo muy femenino ni atractivo. Pero creo que no pasa nada, como solo son sirvientas.
—A mi me gusta. Te sienta bien. —Dijo Thomas rápidamente, cubriendo el mensaje pasivo agresivo que había tenido de repente la joven a su costado. —Es tu cabello y es tu cuerpo, tu tienes decisión sobre él y si con ese permiso sientes que ese corte es cómodo, esta muy bien. Que a la gente le choque o no le agrade es un problema externo. —Hizo una mueca arrugando su nariz, y señalando discretamente a la señorita Lea con la cabeza. Claramente transmitiendo que no le haga caso.
Pero la señorita Lea entendió todo como una broma. —¿Ahora estas en mi contra? —Se dirigió a Thomas con una inocencia bastante fingida. Para luego reír. —Bueno somos amigos hace años—Se dirigió a Lauren de repente. —Es normal que se ponga así, a veces le gusta jugar ¿No?
El príncipe pareció muy incómodo con eso pero solamente asintió.—Sí, somos amigos de años. —Mencionó para complacerla con lo que quería escuchar.
Lauren quería convencerse de que su desagrado por la señorita Lea era solamente por estar y sentirse celosa. Y que en realidad ella era una muy buena persona. Pero al estar en esa incómoda interacción su intuición le decía que habían un par de cosas que también eran desagradables de ella.
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—Apuesto que de la manera en la que habla de ti, te ha hablado de mi en algún momento. Porque nos conocemos de mucho antes. —Se dirigió a Lauren hablando con un poco de orgullo.
—No ha pasado, de hecho—se le escapó a Lauren.
El príncipe disimuló su risa con una tos.
—Pero claramente sabíamos de su presencia y excelencia—Se corrigió la sirvienta. —Creo que no era necesaria una presentación para alguien como usted.
El príncipe miró a la sirvienta de manera divertida y disimulada. Sabiendo lo que hizo para salvar la situación.
Lauren se sintió aliviada cuando vio a la señorita Lea sonreír orgullosa. Casi cometía un error.
En todo aquel momento, desde el inicio de la interacción, la mirada del príncipe había estado presente en ella. Era una que lo delataba, que delataba sus ilusiones y sus sentimientos. Y por eso Lauren tenía miedo de mirarlo a los ojos de vuelta, porque no quería perderse en sus ojos, y delatarse a si misma también. Porque eso sería muy vergonzoso, y muy inapropiado considerando que su prometida estaba al costado.
Pero parecía que al príncipe no le importaba, si hasta a un inicio se había olvidado de la presencia de la chica. La ignoraba, y no correspondía su interés. Tal y cual como se había mencionado que era, como otras personas habían compartido su punto de vista.
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En un momento, de suerte tal vez, el primer ministro de Suecia llamó a su hija desde algún punto de la Gran Sala para presentarla con alguien al parecer.
A un inicio la señorita espero que Thomas la siga. Sorprendiéndose cuando este no la siguió.
—Ve tú. No te preocupes. Tu padre te está llamando. —Le dijo Thomas.
Con resignación la señorita se fue. Lauren hizo una reverencia con todo el respeto posible para despedirse. Pero la señorita Lea no pareció ni tomarle importancia. Y solo fue a paso lento donde estaba su padre.
Lauren pensó que ese era al fin su momento de ser libre y salir de ahí. Pero al darse cuenta que el príncipe no siguió a su prometida para quedarse hablando con ella, supo que iba a tener que seguir aguantando todo eso por más tiempo.
El joven suspiró. —Bueno ahora creo que estamos solos. —Dijo mucho más relajado. —Bueno técnicamente. — Bromeó mirando al rededor, con toda la Gran sala llena de gente. —Entiendo que tienes que seguir trabajando y que te quite tiempo. Lo siento por eso. —Dijo, con lo que parecía una despedida al fin. Lo que hacía que el cuerpo de Lauren se anticipe por escapar.
—No se preocupe su majestad. Siempre estamos a su disposición como sirvientes. —Respondió Lauren. —Por otra parte, lo felicito de sobremanera por su cumpleaños. Que sus 25 sean prósperos y maravillosos. —Deseó de corazón.
El príncipe sonrió. —Muchas gracias.—Dijo sinceramente. —Pero lo mejor de este día, fue verte de hecho.
Las palabras afectaron a Lauren mucho más que a un inicio. —No me diga esas cosas, su majestad. —Dijo llevándose una mano hacia la frente con vergüenza.
—¿Te parece que estoy mintiendo?—Dijo el príncipe de manera divertida.
—No pero, solo. —Lauren se trabó en sus palabras. —Nada, ya nada. —Negó ignorando el tema.
El príncipe se rió. —Todo es verdad. Hoy fue un buen dia, pero verte lo hizo un cumpleaños mucho mejor. Eres una persona especial para mí, no quiero que dudes eso. —Le dijo. —Y hablando de cumpleaños, el tuyo también viene pronto, este 24.
—A comparación suya, mi cumpleaños no importa.
—¿Cómo que no? Serán tus 22 años. Claro que es especial ¿Quieres hacer algo? —Preguntó tranquilamente.
—¿Perdone?—respondió Lauren aturdida.
—Bueno. La pregunta sería ¿Quieres hacer algo conmigo?
Toda la situación pareció empeorar en términos de confusión y explosión de emociones ¿Le preguntaba algo así como si nada? ¿cómo si no le importara toda la gente al rededor? ¿cómo no le importara el hecho de ser un hombre comprometido? No parecía ser algo muy Real, el príncipe parecía decir cosas que no estaba pensando bien, cosas que no tenían sentido.
Pero la pregunta que más enfurecia a Lauren era ¿Por qué le quería decir que sí? A pesar de ser consciente de absolutamente todo lo que estaba pasando.
—Ahora que hay más gente sería algo difícil. Pero creo que algo podemos hacer. —Volvió a decir el príncipe sacando a Lauren de todo ese aturdimiento. —Hace tiempo no conversamos ni nada, y si lo recuerdas tenemos una visita al establo pendiente desde al año pasado. —Comentó.
—Su majestad, eso sería algo impropio considerando las visitas presentes en castillo y —Trató de decir Lauren evitando con fuerza a esa parte que le quería que decir que sí sin dudarlo.
Para hacer de sus emociones algo peor el joven se acercó a susurrarle algo. Haciendo que el cabello de Lauren se erizara en su nuca.
—Que sea algo en secreto entonces. —Le dijo. —Encontremonos antes de media noche el 23 aquí mismo, y así al pasar las doce será tu cumpleaños de manera oficial. Todos estarán durmiendo. —Propuso. —Vamos por todo el castillo, permíteme hacerte un regalo y aunque sea llevarte al balcón Real, para que en la noche estrellada puedas ver Londres desde lo alto. Para poder estar contigo.
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¿Lo hacía a propósito? ¿Sabía lo que le provocaba? ¿Ya se había dado cuenta?
No sabía si el príncipe estaba siendo consciente de todas las limitaciones y de lo incorrecto y hasta reprobable que era algo como eso siendo un secreto o no.
Pero cualquier parte racional, cualquier decisión y determinación de Lauren por hacer las cosas bien. Cualquier intento y hasta teniendo consciencia de que todo eso estaba mal y podía terminar de manera terrible, fueron cegadas por completo. Estaba cegada, hipnotizada, y a pesar de todo lo que intentó de todo lo que Karoma hizo. Ya era tarde igual.
Estaba rendida. Envuelta en un burbuja de ilusión que claramente se iba a romper después.
Pero terminó diciendo que sí.
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