
VII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
—Lauren Harris ¿Eres tú? —Preguntó divertidamente el joven mientras lo ayudaban a quitarse el saco que traía puesto para poder colgarlo.
—Buenas tardes, su majestad. —Contestó la muchacha como pudo, evitando a toda costa mirarlo al rostro.
La suave risa del príncipe, se escuchó en el lugar.
Y se acercó como si nada a sentarse a su lado en aquella cama.
Rose seguía enmudecida.
—Ha sido tanto tiempo desde que no nos vemos. —Volvió a decir amablemente. —¿Cómo has estado?
Lauren que ya lo tenía a su lado, se le hizo más difícil no mirarlo. Aún así lo siguió evitando. —He estado bien, supongo. —Dijo tratando de que su voz no suene ni temblorosa, ni apagada.
El príncipe volvió a sonreír dulcemente. —Y tu Rose ¿estás bien? ¿Por qué estás tan callada? —Preguntó el joven bromeando.
La enfermera sacudió su cabeza. —No, nada su majestad. Disculpe, estoy distraída. —Disimuló. —En estos momentos empezaremos con su revisión no se preocupe. —Dijo haciendo una reverencia.
Thomas negó. —Estoy bromeando tranquila. —Dijo divertidamente, para luego volver dirigirse a Lauren. —Yo vengo cada dos semanas para la revisión y control de mi herida. Es decir, ya estoy bien, y todo está cicatrizado, pero es necesario todo eso porque es un disparo lo que recibí y tengo que tener cuidado. —Le explicó, hasta que la mirada del príncipe vio la mano herida de Lauren. —¿Qué te hiciste?. —Preguntó mientras su ceño se fruncía levemente.
La cabeza de Lauren negó quitándole importancia unos segundos. —Sólo me quemé con la plancha. Rose me puso un ungüento y ahora duele menos.
Thomas hizo una mueca de dolor al escuchar a Lauren. —Tu piel está desollada ¿Las planchas queman así?
—Cuando están sobrecalentadas sí. Incluso puede ser peor. Hay que tener cuidado. —Decidió explicar Rose al ver que Lauren estaba sumamente triste y lo estaba ocultando. —Lauren vino rápidamente y eso es bueno, porque si hubiera esperado todo hubiera sido más doloroso. Le puse el ungüento especial que tenemos para las quemaduras, y estamos esperando que actúe y se reduzca unos minutos antes de poner las vendas, con eso y un pequeño tratamiento de unos días todo estará bien.
—Oh. —Dijo el príncipe comprendiendo. —Bueno, me da vergüenza admitir que en serio no sé nada de planchas ni nada de eso. —suspiró avergonzado. —Pero te pondrás bien Lauren, se que debe doler bastante. Pero los ungüentos de Rose son los mejores, definitivamente sabe lo que hace. Estarás bien en menos tiempo del que esperas.
Lauren agradeció las intenciones del príncipe con un gesto en la cabeza.
Rose incomoda y sin saber que hacer, indicó de una vez a sus demás enfermeras que traigan las vendas del almacén de la enfermería. Que estaba solo a una esquina de la misma.
Las enfermeras jóvenes obedecieron a Rose al instante, abriendo aquel almacén para encontrarse con las estanterías donde estaba todo.
—Y bueno. —Dijo Rose tratando de aliviar su incomodidad. —¿Desea su majestad que lo revisemos ahora?
—No hay apuro, puedo esperar. Lauren estaba aquí primero. —Contestó el joven amablemente.
Nuevamente surgió un silencio incómodo para Rose y para Lauren que lo deseaba hablar por miedo a que se note su falta de ánimo.
Thomas en cambio no parecía saberlo, interpretaba que Lauren estaba callada por el dolor y porque así era ella.
[•••]
—Señora Rose. —Se escuchó tímidamente de una de las enfermeras que estaba en el almacén.
Rose prestó su atención rápidamente para escapar de la comodidad.
—Disculpe, pero. —Dijo de nuevo la chica. Señalando de repente los estantes. Claramente entre ellos uno en los que ninguna de las enfermeras, ni la más alta podía alcanzar. —Las vendas de la semana pasada se estan lavando y las que tenemos ahora están pues. —Dijo tímidamente mirando hasta donde su brazo no podía llegar.
Quienes también voltearon por curiosidad para ver que pasaba fueron Lauren y el príncipe.
Thomas se levantó rápidamente. —Yo les ayudo no se preocupen. No seré tremendamente alto, pero creo que si lo alcanzo. —Dijo alejándose de la cama para ir al almacén.
Avanzó hasta llegar, habló con una enfermera a la que le preguntó a que lado estaban las vendas. Porque en realidad el estante sí era bastante alto. Thomas se puso de puntillas y estiró su cuerpo lo más que pudo, y después de un par de intentos logró alcanzar las vendas.
Las enfermeras se lo agradecieron tímidamente, el joven negó ante aquello con amabilidad quitándole importancia y regresó a sentarse al lado de Lauren en la cama donde estaba.
Rose esperaba que el joven le tienda las vendas enrolladas para poder curar por completo. Pero no sucedió.
El príncipe quitó el pequeño seguro de metal que tenía la venda para mantenerla enrollada. Y al estar sentado al lado izquierdo de Lauren literalmente estaba en el lado donde estaba su mano herida.
Y así, como si por un momento el joven hubiera olvidado por completo de toda la gente al rededor y hasta de su posición como noble. Decidió vendar la mano de Lauren delicadamente para no esparcir el ungüento a la parte viva de la herida.
Dejando así, a Rose y a todas las enfermeras sintiéndose como si estuvieran sobrando.
[•••]
A Lauren la tomó de sorpresa tal gesto. Más por lo cuidadoso que estaba siendo el joven.
A penas rozó dos de sus al redor de su muñeca para acercar su mano más a él y poder vendarla. Empezó desde la curva que unía al pulgar con el índice, hizo una especie de número 8 al redor del mismo para envolver su muñeca y luego volver hacia arriba. Y así vendrá todo del dorso hasta los dedos.
—Mi cerebro acaba de procesar que es tu mano izquierda. —Dijo de repente el príncipe riendo. —Tu mano dominante. —Dijo preguntándolo más para confirmar porque sí lo sabía.
Lauren asintió levemente. No se sentía capaz de hablar ¿Era en serio el príncipe una persona real?
Un miedo irracional a que los fuertes latidos de su corazón se escuchen creció en Lauren a pesar de que sabía que esas cosas eran imposibles.
Todo era peor porque se sentía tan pero tan triste. Que tampoco tenía fuerzas para disimular algo. Seguía molesta consigo misma y con la Reina. Le dolia y ardía la mano aún. Y se estaba repitiendo a sí misma que era extremadamente tonta por tener ganas de llorar.
Que se estaba volviendo muy sensible. Que no era para tanto, que estaba exagerando. Que era una tonta por sentirse como se sentía, que tener los sentimientos en secreto que tenía por él estaba mal.
Porque desde que lo aceptó para sí misma, mentía. No faltaban fechas en las que Frizzy bromeaba preguntándole lo que sentía. Y Lauren seguía diciendo lo de siempre. Que no sabía, cuando claramente para esos momentos ya lo había descubierto y le daba mucha vergüenza admitir.
Pero es que tenerlo a su costado después de tanto tiempo y después de una noticia tan repentina junto a varios eventos desafortunados que tenían que ver con la Reina, no ayudaba en nada.
Nadie de los empleados fuera de Karoma y ahora Lauren sabían de esa noticia. Toda la demás servidumbre había de enterarse en un par de días. Pero al la reina haber arruinado todo, porque la idea de enterarse en un par de días era tener tiempo para contarle a Lauren, y como ya lo sabía. Ya no tenía sentido esperar. Lo más probable es que al día siguiente ya todo se sepa.
Por otro lado, era obvio que la familia Real estaba al tanto. Eran ellos los que de alguna manera habían tenido que ver con todo. El Rey y el ministerio eran los principales involucrados en la alianza con el país de Suecia, y era obvio que el príncipe también.
La decisión del compromiso había de ser algo planeado hace meses. Algo que afianzaria a ambos países. Brindaría tranquilidad y que claramente sería de gran apoyo para afrontar y vencer el actual conflicto interno en el que Inglaterra se había enredado consigo misma.
El príncipe mismo había de estar consciente de que estaba comprometido. Un destino que hasta antes de nacer se lo esperaba. Y en el caso de que el no quisiera casarse, igual lo iban a arreglar para él. Y había de saber eso, por eso también Lauren supuso que el príncipe tuvo que aceptar la próxima llegada de toda aquella familia.
Era un hombre comprometido. Y la culpa que le generaba tener sentimientos por él, era algo que no le permitía mirarlo a los ojos.
[•••]
—¿Te ajusta? —Preguntó de repente el joven cuando terminó de vendar la mano de Lauren sacándola de todo lo que había estado pensando.
La muchacha negó levemente cuando reaccionó. Todas sus ganas o intenciones de hablar se habían ido por completo.
—Me alegro. —Dijo el príncipe.— Al menos soy bueno vendando— Bromeó —¿Sigues manteniendo ese corte?—Preguntó refiriéndose al cabello de la sirvienta. Genuinamente parecía que el joven había olvidado por completo que había gente al rededor de todo el lugar.
Lauren que sí permanecía consciente de todo, sólo asintió. —Lo tendré, por un buen tiempo, supongo. —Se dignó a responder.
—Karoma tiene el mismo, a un inicio pensé que solo tú lo tenías por comodidad. Pero hoy vi a Karoma después de tiempo y la vi así también. Y me dijo que era por comodidad también.
Lauren agradeció la inocencia del príncipe. Lo menos que quería en esos instantes era inventarse una mentira más para el asunto del cabello. También agradecía que Karoma haya dicho que era debido a comodidad solamente.
—Se te ve bonito. —Volvió a decir el príncipe. —También te da bien el flequillo. —Dijo. —Yo me estoy dejando crecer un poco el cabello, uno porque quiero saber como se me ve y otro porque no me lo quiero cortar. De todas formas creo que lo mantendré así, no está largo pero si tiene volumen. —Sonrió.
—Se le ve bien también. —Respondió. —Me gusta. —Dijo, para luego entrar en pánico de sus propias palabras. —El corte. —Se corrigió casi tartamudeando.
Thomas se echó a reír. —Gracias, por la corrección. —Dijo entre risas. —Pero ya me había emocionado. —Bromeó en un suspiro llevándose una mano al pecho.
Lauren volvió a entrar en pánico internamente. Definitivamente era un mal día. Sabía que el joven bromeaba porque estaban rodeados de mucha gente, aunque el joven parecía haber entrado en un mundo donde eso no sucedía.
Las palabras del joven su cerebro las quería ignorar pero no podía, y se acumulaba con todo lo mal, enojada y triste que se estaba sintiendo. Y todo eso junto era tan difícil de procesar como de entender e ignorar.
Quería irse de ahí y no verlo. Se sentía mal y culpable de esa sensación que le quitaba aire y parecía ahogarla.
Estaba mal.
Y de lo poco que se animó a hablar. Definitivamente se quedó sin ganas de volver a hacerlo.
[•••]
Rose decidió aclarar su garganta después de que tanto ella como las enfermeras hayan sentido por varios minutos que estaban ahí interrumpiendo algo.
De alguna manera también salvo a Lauren que solo quería irse.
—Su majestad. Lauren tiene que regresar a lavandería, si se demora mucho puede que la regañen. —Dijo la enfermera.
Lauren se lo agradeció con una mirada.
El príncipe asintió rápidamente. — Está bien, lo siento. No pensé en eso. —Se disculpó.
Rose negó y se levantó llamando a Lauren. La sirvienta se levantó de aquella cama rápidamente, y evitó apoyarse en su mano izquierda por la venda y el dolor.
Se despidió del príncipe con una educada reverencia. Y le agradeció por haberle vendado la mano.
El príncipe se despidió de vuelta con toda la amabilidad posible. Correspondiendo a aquella reverencia.
—Fue un gusto verte. —Dijo el joven
—Igualmente. —Contestó Lauren.
Se despidieron definitivamente con eso, mientras Rose decidió acompañar a Lauren hasta la puerta.
[•••]
Ambas cruzaron la enfermería hasta llegar a la puerta. Y Rose le susurró que deseaba hablar con ella unos segundos afuera.
Al salir unos cuantos pasos alejados de la puerta. Lauren sintió que podía respirar, y al hacerlo soltó todo el aire que había estado reteniendo.
Sintió que se desmoronaba unos segundos, pero se recompuso a penas lo sintió. Tenía que seguir aguantando todo eso.
Rose también suspiró y ambas se colocaron al lado del pasillo para poder hablar.
—Tranquila. Sé que lo viste después de un tiempo. Pero fue una coincidencia, y no es culpa de nadie. A mi también me sorprendió cuando apareció porque olvidé unos segundos que hoy le tocaba venir. Y hay cosas inevitables y ustedes dos chocaron hoy. No te culpes por eso. —Le dijo comprensivamente.
—Es que no es solo eso. —Dijo Lauren volviendo a suspirar pesadamente. —Es que hoy, no me, no sé—se frustró trabándose. —Hoy Karoma y yo vimos a la Reina. Pero, es que. —dijo a punto de trabarse de nuevo. —Simplemente no estoy bien hoy.
Rose suspiró también. —¿Les dijo algo?
Lauren no supo cómo expresarse. —Es que ¿Sabe usted algo del primer ministro de Suecia? —preguntó antes de todo.
Pero el rostro de Rose solamente mostró confusión —¿Qué tiene que ver?
—Es que, se supone que todos sabríamos más tarde pero hoy la Reina lo hizo a propósito cuando yo estaba. El asunto es que vendrá con su familia, y la mayor de sus hijas por lo que se dijo, es. —Dijo sintiendo que su voz paró de repente, como si no quisiera decir lo siguiente en voz alta. —Es la prometida del príncipe.
La boca de Rose se estiró para abajo mostrando sus dientes. Como si lo que hubiera escuchado le hubiera causado disgusto. —¿Es verdad? ¿No lo dijo por molestar? La Reina está loca y habla tonterías tú sabes.
—No es mentira, porque se lo dijo a Karoma con anticipación y ella quería tomarse tiempo para avisar. Pero sucedió todo esto, y ya no tiene sentido. Es posible que todos sepan mañana. —Se desahogó.
Rose se llevó una mano a la cabeza—Dios santo. —Dijo. —Lo siento. —Volvió a decir de repente mirando a Lauren. —Si no me equivoco seguro es la chica Lea Skrlova. La mayor. Ella ha de ser, porque es la que va en el rango de edad del príncipe.
—¿La conoce? —Preguntó Lauren.
Rose asintió. —Antes de la alianza oficial, el primer ministro de Suecia y el Rey siempre han sido muy buenos amigos. Y un par de veces también han venido de visita, hace varios años. Y algunas de esas veces venía con su familia. —contó. —Lea y el príncipe son amigos y cuando él se paso tantos meses allá en Suecia el año pasado supongo que se hicieron cercanos. —hizo una pausa. —Pero ese no es el punto, porque por lo que sé, la madre de Lea, la señora Olga, le había prometido desde niña a su hija que sería una princesa. A mi siempre me parecieron tonterías, que su madre pecaba de ignorante al prometerle cosas sin fundamento a la pobre chica. Pero con todo esto, las cosas se han volteado.—Contó aparentemente algo asustada.
Lauren se sintió incluso peor, y de paso se enojó más por sentirse así.
—Pero no tiene sentido. —dijo Rose de nuevo. —El príncipe Thomas hace unos años y hasta el año pasado talvez se resignaba a ser obligado a casarse. Pero de un momento a otro, este año, se ha negado a eso de una manera rotunda. Las veces que ha estado aquí en la enfermería, ha dicho que no quería casarse con alguien que no amase. Que le estaban diciendo que se estaba poniendo rebelde, pero que no le importaba. No quería amar a nadie a la fuerza. —Contó. —Y por eso no tiene sentido porque no habla de la señorita Lea a menos que alguien se lo pregunte. —Dijo con el ceño fruncido intentando encontrarle algún sentido.
Lauren se llevó ambas manos a los costados de la cabeza. Ya que tantos sentimientos encontrados le estaban empezando a dar dolor de cabeza. —Ya ni sé que pensar.
Rose volvió a suspirar y entre ambas hubo un silencio algo largo.
Hasta que la enfermera tomó aire después de un tiempo y parecía tomar valor para decir algo. —Karoma se está desviviendo para hacerle caso a la Reina con todo lo que pide. Y esta protegiendo que la misma te pueda hacer algo, o que tú y el príncipe terminen en una situación trágica. Pero todo parece repetirse en una manera que asusta. —Suspiró—Y sé que no debería estar diciendo esto porque también quiero ayudar a Karoma, pero el príncipe está muy enamorado de ti como para que yo crea que se ha resignado a ese compromiso como si nada.
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