LXXXIV
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
El hombre estaba muy halagado, muy agradecido. Eso para él podía ser un milagro, no pudo evitar volver a agradecer. Mirar hacia arriba, hacia su techo, pero claramente con una costumbre de mirar al cielo, agradeció al mismo, y se persignó tres veces.
Lauren quiso decir algo, pero desde la habitación Hope habló en voz alta llamándola.
—¡Lauren! ¡Ven mira esto! —Se notaba emoción en su voz. De tanto en tanto trabajadores y guardias salían de aquella habitación después de acomodar las cosas, como la pequeña Hope les había pedido.
El padre de Hope amablemente la invitó también a pasar a la habitación. Lauren se lo agradeció. Y juntas las tres personas fueron hasta aquel espacio.
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Dentro. Aún habían un par de sirvientes colocando los armarios. La habitación era pequeña, así que no era como para elegir algún punto de la habitación. Sino encontrar donde entre, la segunda cama, la que sería de Hope ya estaba armada, con el colchón y mantas que también habían traído, encima tenia una manta gruesa hecha a tejido de gancho de un color rosa. Fue fácil deducir que era una manta que tejió su madre. Y ahora que Hope tenía una cama podría usarla en ella. Todas las muñecas estaban encima de ella, y la muñeca de porcelana en especial la puso en la mesa de noche de la cama de su padre. Aún en su caja, le parecía algo muy frágil.
La otra cama, la que siempre estuvo ahí ahora solo sería del padre, estaba ordenada, era muy sencilla también. Bastante parecida a la que Lauren solía tener en el ático de las Dhollen pero más ancha, con mantas tejidas igualmente. La mujer solía dedicarse a eso, esa era una forma de siempre tenerla presente.
Los armarios los habían colocado pegados uno a otro y pegados a la pared, el primero que era de puertas justo en la esquina, y el otro que era más pequeño y de cajones solamente pegado al mismo. Al fin tendrían algo donde guardar sus cosas, sea lo que necesiten. No solamente ropa, así podrían proteger sus cosas, de la humedad, de la suciedad.
Lo que no entraba en sí era aquel tocador. Que prefirieron dejarlo afuera. Posiblemente lo terminen vendiendo, igual estaba bien.
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Ya adentro Hope corrió hacia Lauren con una muñeca en manos, eso era lo que le quería mostrar. Era una de las de trapo, y su diseño era gracioso, tenía una cabeza enorme y un cuerpo pequeño, cabello de lana y un vestido blanco. Tenía ojos de botón enormes, era muy bonita.
Lauren se agachó un poco para ha lar con Hope mientras la misma los adentraba más y más en la habitación.
—Le voy a poner Jessie. —Siguió Hope.
—Ese es un lindo nombre. —Dijo Lauren. Hope la guió hacia su ahora nueva cama, con todas las muñecas, se abalanzó a la misma para sentarse y golpeó a su costado para que Lauren este a su costado, así lo hizo.
Y siguió hablando con Lauren, de repente elevó la muñeca hasta la altura del hombro de Lauren, y quiso decir algo.
—Se parece a tí. —Soltó de repente. Lauren frunció las cejas divertidamente. —Tiene una cabezota.
Un guardia, justamente el último que quedaba dentro de la habitación terminando de empujar el armario de cajones, no se pudo aguantar la risa. Pero disimuló cuando a penas terminó su deber, salió de la habitación con una reverencia. Para poder regresar a las afueras con los demás. Volver a formarse, en orden. Orden que claramente vigilaba el joven Dylan, y Frizzy también. Que debían seguir manteniendo fuera. Siendo quien amablemente cerró la puerta.
Dejando a solamente otros guardias en la casa, en la sala, ya que estos eran los que acompañaban a la pareja, pero quedaban fuera de la habitación para dar la privacidad correspondiente.
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Dentro de aquella habitación la conversación continuó con Hope explicándose mientras también se reía de su propio chiste. Aún así lo que había dicho ya estaba hecho. Y estaba tomado con todo el buen humor.
Tanto Thomas como el padre de Hope habían salido un momento al jardín, ya que Thomas pidió hablar en privado con él. El jardín era una buena opción y ahí se dirigieron, mientras Hope y Lauren se quedaban en la habitación, con todas las muñecas. Disfrutando verse de nuevo.
—Esos chicos son muy musculosos, han acomodado todo rápido. Pero cuando pusieron el colchón yo tendí mi cama, ya soy grande. —Empezó a hablar la niña mientras tomaba otra de las muñecas para peinar el cabello de lana con sus dedos. —Quería ayudar con ese armario. —Señaló al armario de cajones. —Pero me dijeron que pesaba demasiado y que me podía caer encima. —Habló bastante interesada. —Yo obedecí porque eso hacen las buenas niñas. —Contó. Lauren la siguió escuchando con todo gusto. —Oye. —Quiso cambiar de tema otra vez. Lauren le prestó atención. —El príncipe es muy guapo. —Susurró de repente, como si tuviera miedo a que la escuchen. —Te mira muy bonito, sabes. —Continuó. —¿Te acuerdas cuando te pregunté si te ibas a volver una princesa y mi mamá me corrigió? —Preguntó. Lauren asintió. Eso fue el día que llegó al castillo. —Al final terminé teniendo razón. El otro día, estaban celebrando allá en la panadería del ancianito de ojos azules. —Dijo, y Lauren supo que se refería al abuelo de Louis. —Había venido un señor de esos adinerados diciendo que se había enterado que el príncipe iba a casarse con otra chica, pero dijeron mal tu nombre y dijeron Laura. —Se rio. —Nadie conocía a una Laura, pero el ancianito dijo ¿No será Lauren? Y pues antes de que todos se emocionen, se tuvo que confirmar que eras tú y se confirmó. —Contó. —Bueno, yo te cuento lo que escucho donde los Rosseau cuando voy a su casa, juego con sus hijos y a veces los señores creen que no entendemos de lo que hablan. Pero sí entendemos. —Confesó, de repente actuaba como toda una señorita. Claro que había crecido. Pero por otra parte seguía siendo pequeña, de todas formas, ya tenía ocho años, cómo había pasado el tiempo. —Yo no vi, porque para eso estoy chiquita, pero decía la gente que muchos aprovecharon para irse a tabernas en la noche y ponerse a bailar. Ahí todavía estaba viva mi mamá, pero yo iba donde los vecinos la mayoría del día o ellos venían aquí in momento, porque mamá no quería que la vea mal. Pero a pesar de todo se puso muy feliz. —Le contó. —Dijo que sí tenías rostro de princesa. Que quisiera verte una sola vez más. Darte su bendición. Esas cosas. —Progresivamente su voz se fue apagando, era comprensible, de todas formas la conversación volvía a ese punto. Porque era inevitable.
—¿Sabías que yo conocí a tú mamá cuando estaba embarazada? —Le contó Lauren, tratando de levantar la conversación. Hope elevó la cabeza, interesada. —Yo tenía 14 años, estaba en el mercado, yo estaba muy mal, estaba enferma. Me dolía el cuerpo. —Mintió un poco, en realidad ese día las Dhollen le habían dado una paliza. —Se dio cuenta mientras comprábamos unas espinacas al mismo tiempo. Se ofreció a ayudarme y preguntar que pasó. Pero yo solo la ignoré y me fui. Al día siguiente me la volví a encontrar y esta vez insistió en darme un ungüento que podía curarme. No podía rechazar eso, estaba siendo muy buena conmigo y yo hasta había sido maleducada con ella—Dijo. —Seis años después, su hija ya era una niña. —Dijo y Hope rió un poco. —Una niña muy juguetona, muy traviesa, una vez la vi en la lluvia llena de barro con su pobre papá corriendo detrás de ella. —Recordó. —De alguna forma esa niña se hizo mi amiga, ya tenía 20, y volví a conectar con aquella señora, siempre fue muy buena. Conmigo, con todos. —Dijo. Y empezó a pensar en algo, tal vez ni siquiera se crea mucho a sí misma, pero sabía que tenía que decir algo.
Siempre parecía que sólo la gente buena corría esa suerte, morir antes de tiempo. No se sabía por qué, pero tenía que decirle algo a Hope, tratar de buscar una respuesta, y tal vez también responderse a sí misma y de alguna forma lo logró después de estar pensando.. —Si tú estuvieras en un campo lleno de flores. —Empezó a armar un escenario. —Y pudieras escoger llevar las que quieras, para tenerlas contigo ¿Cuáles escogerías primero?
Hope no demoró en responder. —Las más bonitas. —Dijo en voz baja aún.
—Bueno, yo creo que a veces la muerte hace eso. —Trató de ser lo más suave posible. — Somos todos su campo de flores, de tanto en tanto necesita recoger algunas, porque Dios las necesita para su propio jardín. Un jardín hermoso, en el que cualquiera que va quedaría maravillado de tanta paz y tanta belleza. —Explicó, sin darse cuenta en esos momentos que sus palabras estaban siendo tan lindas, que consuelo aquel no se había escuchado antes. —Es algo que no entendemos, y por no entender nos duele, porque es normal, porque perder causa dolor. Pero en algún momento, aunque nos de miedo, y claro que lo da, Dios nos necesita para su jardín, somos las flores del campo que escogerá. Para ese jardín donde en algún momento, todos nos vamos a encontrar.
Decirlo también fue responderse a sí misma, y responder tal vez a ese terrible miedo que siempre le había dado la muerte, miedo que había ido superando, pero responderlo esta vez no con solamente sentirlo, sino ponerlo en palabras lógicas, a pesar de que haya usado una metáfora o un escenario.
No solo ayudó a Hope. Sino a sí misma, de manera increíble.
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Hope quedó callada mirando hacia abajo durante esos segundos. Luego se acercó moviéndose por la cama, dejando la muñeca de lado, para recostarse boca abajo y aferrarse a la cintura de Lauren en una especie de abrazo. Lauren se tensó un poco, pero lo disimuló de toda voluntad.
Y así se quedó durante un tiempo, Lauren la dejó y se motivó a sí misma a al menos poner una mano en la cabeza de la niña. Y pudo lograrlo, por un par de segundos, para luego dar un par de palmaditas muy suaves en su cabeza.
La escena continuó así en silencio. Y no fue incómodo.
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Thomas regresó junto al padre de Hope de repente. Regresaban a la habitación bastante tranquilos. Hope se levantó y se enderezó, sentándose pegada a costado de Lauren, había vuelto a ponerse tímida, posiblemente por la presencia de Thomas.
—Fui a alimentar gallinas. —Dijo Thomas, contando una gran anécdota que nunca había vivido. Y le parecia magnífica.
Lauren no recordaba que los Annighan críen animales, pero escuchar se le hizo divertido.
—Las criamos para tener buena comida en algún momento, aún están pequeñas. —Agregó el padre de Hope amablemente.
—Una me persiguió. —Agregó Thomas, y nadie en la habitación pudo evitar reírse un poco, el padre de Hope por recordarlo probablemente, y Lauren y Hope por imaginárselo.
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Después de todo ese tiempo, la visita llegaba a su fin, no sin antes conversar un momento. Con nuevamente la familia agradeciendo por aquel inmenso detalle, con el padre deseando bendiciones para la pareja, en todo el sentido posible. Añadiendo que para ellos, su visita había sido una bendición. Que no esperaban que cuando avisaron que pasaban por ahí en realidad venían a visitarlos. Que siempre estarían agradecidos, que era Dios o posiblemente su esposa que desde el cielo dio una señal.
Lauren estaba más que contenta con esa reacción. Y por qué no podía ser cierta también, tal vez la señora Annighan desde donde quiera que esté había manifestado sus ganas de ver a Lauren de nuevo. Estaba contenta con haber hecho eso, con haber salido del castillo. Con empezar con esos primeros pasos de ese ambiente tan grande, de esos planes tan inmensos.
Estaba abrumada, estaba aterrada, nostálgica, desconcertada, preocupada, maravillada, sorprendida, libre, reconfortada, feliz. Todo.
Se despidieron, amablemente el príncipe sin problemas un abrazo bastante sincero a aquel hombre, a quien le deseó lo mejor, por su parte Hope se volvió a trepar a Lauren para apretujarla en un gran abrazo, del que Lauren no tuvo más que intentar corresponder. Hope también había aumentado su fuerza.
Lauren la bajó después, controlando perfectamente que su cuerpo se quiso retorcer un poco después del contacto. Disimuló despidiéndose esa vez del padre de familia con quien tuvo un apretón de manos, que el mismo hombre eligió sabiendo que Lauren podía incomodarse con otro abrazo más. Y con el apretón de manos no hubo mucho problema, los guantes verdaderamente ayudaban.
Volvieron a la sala, junto a los guardias que esperaban solemnemente. El padre se ofreció a abrir la puerta para todos. Y así fue.
Afuera seguía todo, Dylan el montón de guardias, Frizzy y uno que otro curioso que se había quedado. Frizzy llegó al lado de Dylan para decir que los carruajes de carga se habían retirado, ya que había terminado su trabajo. Dylan lo confirmó, añadiendo que el había dado esa orden. Porque los había visto demasiado cansados. No hubo problema alguno, Thomas y Lauren estaban totalmente de acuerdo.
Tenían que regresar al carruaje los cuatro, se habían vuelto a despedir una última vez de la familia con una reverencia, el padre ya había cerrado delicadamente la puerta delante de él.
Así, con gente que tenía balcones saliendo a los mismos, y otros asomándose a sus puertas de todas formas, empezaron a avanzar junto a los guardias a su alrededor de vuelta al carruaje ubicado solamente en la esquina siguiente.
Casi llegando, y de hecho mientras Frizzy ya subía al carruaje apoyándose en Dylan, desde aquella corta calle una voz gritó llamando la atención de todos.
—¡Sigo leyendo y escribiendo como te prometí! —Era Hope gritando, había vuelto a salir de casa y estaba sacando la cabeza por su puerta, con el libro que Lauren le había regalado hace tanto. —¡Incluso le enseñé a mi papi! —Dijo, aun gritando para que la escuchen, se notaba también, que su avergonzado padre hacia de todo para que vuelva a entrar.
Lauren se había conmovido bastante, entendía que el padre de Hope tampoco tenía estudios. Hope elevó su brazo agitándolo esta vez en despedida definitiva. Lauren hizo lo mismo, mientras se animaba a sonreír orgullosa.
Para eso solo faltaba que Thomas y ella suban, él la ayudó. Thomas subió rápido, los guardias volvieron a sus caballos, el conductor arrancó al siguiente destino, que era la biblioteca. Pero al alejarse todos permanecieron mirando hacia atrás, donde todavía Hope agitaba su brazo, y no dejaría de hacerlo hasta que probablemente el carruaje desaparezca de su vista.
Todos decidieron corresponder junto a Lauren, que también había seguido agitando el brazo.
Hasta que el carruaje desapareció detrás de una calle, que a pesar de paralela, ya no era Dilly Dilly.
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