LXXXIII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Por una parte no lo podía creer. El dolor de perder a alguien era indescriptible. Hope solo era una niña. Ahora solamente tenía 8 años, había perdido a su madre. Sólo le quedaba su padre, que también había perdido a su esposa, a su acompañante, a su gran apoyo, ahora solo le quedaba su hija, y estaba desamparado. Totalmente.
La situación de la familia Annighan había cambiado drásticamente. A un momento lleno de dolor, la señora Annighan no debía morir tan joven, con algo que sí hubiera tenido los recursos tal vez hubiera podido curarse. Pero entre la gente pobre así como la adinerada, también era usual que neumonías y pulmonías maten a la gente. La medicina tal vez no estaba a un nivel tan grande para curar ese tipo de terrible enfermedad cuando de repente se volvía grave.
La muerte estaba en todos lados. Con una preferencia, por lo que parecía. Siempre con la gente buena. A quienes se llevaba primero, por alguna razón.
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Así mientras ayudaba como podía al señor Annighan a ponerse de pie. El mismo parecía querer derrumbarse de tanto en tanto. Y lo entendía. Había mucho silencio.
—Lo siento mucho. —Susurró al hombre para dar a entender que acababa de enterarse. Que aquel pésame lo daba con toda sinceridad. Que compartía y empatizaba con aquel dolor, porque también lo sentía, también le dolía.
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Fue bajando a Hope de sus brazos, para hacer las cosas más comodas, y la misma ya en el suelo limpió su rostro de las lágrimas, y regresó con su padre, tomando su mano y viendo que se vaya enderazando, para poder consolarlo también.
El hombre asintió en agradecimiento por el pésame y tuvo que recomponerse a sí mismo rápidamente, sobretodo por su hija. Tenía que ser fuerte por ella, su hija no podía verlo así todo el tiempo.
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Era una notoria tristeza. Pero había que encontrar una forma de hacer de la misma, no tan agobiante y dolorosa como debía ser desde que todo había pasado. Lauren hizo una seña para que Thomas se vaya acercando, y en silencio aún Thomas llegó al lado de Lauren.
El joven, llegó sin saber con qué empezar, o que decir, era algo muy sensible. —Lo siento muchísimo señor. —Dio su pésame respectivamente, también le habían avisado seguramente. Vio eso como adecuado, el hombre que trataba de actuar lo más recompuesto posible después de aquel momento tan triste, se lo agradeció de todas formas.
Hubo silencio un momento más.
—He escuchado de usted, de su familia. Es un gusto conocerlo. —Thomas extendió su mano amablemente, hablando tranquilo y suave, había que encontrar una forma de seguir aquel consuelo, de ayudar al señor Annighan a recomponerse después de esos momentos en los que inevitablemente se había roto. No podía ser fuerte todo el tiempo. Thomas tomó una buena estrategia.
El padre de Hope pareció sorprenderse por aquella acción. Limpió sus manos en sus pantalones, seguía avergonzado pero no podía rechazar aquel contacto del mismo príncipe de Inglaterra. Tomó su mano, con la mirada baja. Thomas le sonrió.
Hope había quedado callada. Viendo aquella escena. Thomas se puso de cuclillas después, delante de la niña. Le tronaron las rodillas, eso repentinamente hizo reír a Hope. Que dentro de toda su tristeza al menos durante un segundo había sonreído un poco.
—He de estar algo viejo. —Thomas siguió la broma, con todas las intenciones de seguir ayudando a disipar por lo menos algo de la tensión y tristeza de esos instantes. —Se ha traído para usted y su familia una sorpresa. Como ya se ha dicho. Y si a usted señorita, no le molesta, y siempre y cuando su comodidad no se vea afectada. Nos gustaría mucho, hacerle esta entrega. No sin antes, claramente. Pedir su permiso, esperando que estos momentos puedan tener una especie de ánimo, que de todo corazón también queremos otorgar.
Hope se puso bastante tímida de repente, miró a su padre, y éste solo hizo un gesto para que se anime a hablar. Luego miró a Lauren, y esta también hizo un gesto para que Hope hable. Siempre había sido una niña habladora, pero se entendía que se haya puesto así al tener al príncipe hablándole directamente.
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—No muerdo. —Dijo Thomas amablemente.
Después de unos segundos Hope se rió más tranquila. Y después de un poco de silencio decidió hablar. —Gracias príncipe. —Dijo por fin. —Sí tienes permiso. —Habló de nuevo y pareció prepararse para decir algo más. —Es que nunca te había visto de cerca. Eres muy bonito. —Soltó para justificar tiernamente su silencio.
Thomas no pudo evitar reírse. El padre de Hope también sonrió un poco. En un pequeño tramo, al menos el ambiente había mejorado un poco.
—Te lo agradezco. —Dijo Thomas un poco avergonzado de todas formas poniéndose de pie.
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—Esta es su casa majestad. —Dijo el padre entonces. —Puede pasar siempre. Y necesariamente tengo que pedirle disculpas por este evento. Lo lamento. —Se refirió a cuando se derramó en lágrimas. Tanto Thomas como Lauren negaron. No había por qué pedir perdón por eso. El hombre volvió a agradecer.
La bulla fue volviendo a aparecer en aquella aglomeración de gente a los alrededores también. Y amablemente. Aún con la cabeza gacha por respeto aquel hombre abrió la puerta de su acomodado hogar, para que quienes habían venido de visita puedan pasar. Thomas aprovechó para ir un momento donde Dylan para decirle que avise podían estar bajando las cosas de los carruajes de carga, para ir trayéndolas.
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Durante esos segundos Lauren pasó tranquilamente junto a dos guardias que pasarían también. Conocía la casa de los Annighan. Había pasado un par de veces, cuando hace tiempo ya la madre de Hope insistía en invitarle un té. Y la situación se podía dar.
Era una sala pequeña, unida al comedor y la cocina. En un mismo ambiente. La cocina y el comedor estaban al fondo, y la sala a penas se entraba. La sala tenía dos sillones frente a frente muy viejos y sencillos, una silla mecedora, y una mesa pequeña al lado de la misma con una pequeña maceta con una flor que recién iba creciendo.
Al fondo en el mismo ambiente la cocina era igual de sencilla, unos cuantos almacenes y hornillas bastante desgastadas y rústicas. Todo de una familia pobre y acomodada.
Su habitación también estaba al fondo, pero a la izquierda. Ahí dormían los tres, ahora dos. Además tenían un pequeño jardín, donde colgaban su ropa en los tendederos y habían de lavar también.
Estaba algo desordenado, debía de ser muy difícil para el padre, trabajar casi todo el día, dejar a Hope con algún vecino para rogarle la cuide mientras trabajase, intentar mantener su casa, traer comida. No rendirse. Aquel hombre estaba siendo muy fuerte.
Con un trapo limpió los sillones casi apresuradamente, Thomas regresó y los dos guardias dentro de la casa cerraron la puerta detrás de él. Afuera, tanto Dylan, Frizzy y todos los demás guardias se asegurarian de volver a poner el orden, quitando la aglomeración para que la gente vuelva a sus hogares o sus deberes, así liberar la calle, proteger todo el perímetro de la casa abrir espacio, para que lo que se iba a bajar del carruaje de carga, se pueda trasladar hasta la casa.
Hasta que todo eso pase, podían tener el tiempo de conversar dentro del hogar de la niña. Claramente para hacer de esa visita no sólo una llegada para regalar cosas. Eran sus amigos.
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Lauren tomó asiento en el sillón, y cuando Thomas llegó se sentó a su lado, aquel hombre no sabía muy bien qué hacer, pero solamente se sentó en el sillón del frente nerviosamente limpiando sus manos sudorosas en su pantalón. Hope se sentó en las piernas de su padre. Estaba más animada eso importaba mucho.
Lauren empezó la conversación preguntando sobre el trabajo del hombre, como le estaba yendo. Él contó que estaba tomando otro turno, que le permitía salir por unas horas, pero que claramente le estaban pagando mucho menos. Pero tenía que ver a Hope, estar con ella, a pesar de que su trabajo lo consuma. La familia Rosseau del lado que tenía tres hijos se ofrecía a vigilar y cuidar a Hope mientras su padre trabajaba. Pero no podían darle comida, ellos también eran pobres, tenían la cantidad exacta solo para ellos, por eso el padre de Hope tenía que tomarse horas del trabajo, para traer comida, al menos algo de pan, alguna verdura para una simple sopa, en eso gastaba todo su dinero.
Thomas estaba muy callado, mirando aquella casa y escuchando a aquel hombre. Como príncipe sí conocía las realidades de su Reino, pero posiblemente verla de manera tan cruda, siendo un muchacho tan privilegiado que nunca había sabido lo que era vivir en tanta humildad, o solo tener dinero para poder comer algo que lo haga sobrevivir. Eso posiblemente lo había chocado bastante.
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—¿Quiere que le sirva té? —Preguntó de repente el hombre al notar el silencio del príncipe. Algo avergonzado. —Aún tenemos algo de pan, es muy bueno. De una nueva panadería aquí cerca. —Hope se levantó de las piernas de su padre para dejarlo ponerse de pie. Ya que el hombre parecía tener las intenciones de hacerlo.
—No se levante, señor. Usted está muy agotado. —Dijo Thomas, el tono de su voz había cambiado un poco. El hombre ya no se puso de pie — Es suficiente todo lo que hace, y todo el dinero que sé que le quitan para compensar los impuestos que se pagan. —Habló, se sentía muy culpable.
—No señor, como dice eso. Los impuestos son importantes, gracias a ellos tenemos la protección de su familia, y su amparo en este Reino. Es una bendición —Agradeció el hombre en vez.
Esa era la idea detrás de los impuestos, y sucedía felizmente. Claro, porque su padre era bien intencionado con eso, no como su abuelo, que robó mucho. Pero a pesar de todas esas formas de resarcirse generación en generación, era gracias al gran sudor de otros que tenían ese privilegio. Eso era suficiente para odiarlos, pero siempre se había venerado a la familia Real. Porque siempre se había confiado en que hacían lo mejor.
Y aunque la actualidad el presente Rey sí lo haga, e igualmente vaya a hacerlo Thomas. Aquella realidad que también siempre había sabido, lo golpeó en el rostro. Porque a pesar de saber, nunca la había visto tan de cerca. Y se sintió muy mal.
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—¿Y ustedes cuando de van a casar? —Preguntó Hope sacando a Thomas de su propia cabeza. Lauren había continuado hablando con las dos personas cuando el se quedó pensando.
—No se sabe aún, hay muchas cosas que faltan. Pero ya lo sabrás. Me aseguraré —Le contestó Lauren dulcemente.
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Tocaron la puerta, ya habían llegado las cosas a la misma y el orden seguramente había vuelto, Hope se apresuró antes que cualquiera y fue ella quien terminó abriendo la puerta antes incluso de que su padre intente ponerse de pie.
Afuera estaba Dylan, detrás de él ya venían trabajadores de los carruajes de carga y también mismos guardias cargando todas las cosas que se iban a donar. —Ya está todo, señorita. —Saludó levantando su sombrero de copa amable y graciosamente hacia Hope.
La misma había gritado y empezado a saltar de emoción. Lo primero que se podía ver era el catre de la cama pequeña, detrás el colchón de la misma y así en fila lo demás, los armarios, el tocador pequeño, y las muñecas.
El padre de Hope se puso de pie también por la sorpresa, más cuando Dylan fue invitando a pasar a las personas que llevaban las cosas, para que dentro el señor Annighan diga e indique con confianza donde en la casa podían poner lo que habían traído.
Pero el hombre había quedado sin palabras. Hope estaba saltando por todos lados, se había emocionado mucho. Tampoco se lo terminaba de creer.
El señor Annighan intentó hablar. Pero no tenía voz.
—No se preocupe. —Dijo Lauren amablemente al ver su sorpresa. —Es para usted y para Hope. Son varias cosas, y son un regalo. —Aclaró poniéndose de pie junto a Thomas que la imitó. —Y si fuera el caso de no tener uso de una. Véndala, estoy segura que ese dinero le servirá mucho. Son sus cosas ahora.
Durante eso, Hope se ofreció a ayudar con indicaciones debido a que su padre aún estaba muy pasmado para hablar, abriendo la puerta de la única habitación que compartía con su padre, para que puedan ir acomodando aquella nueva cama y las otras cosas que habían traído, que pasaban por la puerta en una especie de hazaña, ya que la misma no era muy ancha.
Hope estaba distraída en ello, su padre dejó que lo haga. La niña estaba feliz, después de posiblemente haber llorado tanto, de no haber sonreído hace tiempo. Lo necesitaba, lo merecía.
—Todo ha sido de muy buen corazón. —Continuó Thomas de repente. —En mi caso es la primera vez que tengo oportunidad de verlo. Ha sido muy grato, conocerlo y conocer a su hija de la que Lauren tanto me había hablado. —Suspiró. —Sé que estos tiempos son muy difíciles para su familia, y disculpe por traerle el tema de nuevo. —Aclaró. —Pero las personas que amamos siempre se encuentran con nosotros, esté su cuerpo aquí o no lo esté. Vuelven a nosotros y volvemos a ellos. En un momento de luto palabras tan idealistas no sirven de nada, y sé también que el dolor no pasa, solo se hace llevadero. Pero si desde todo mi privilegio algo puedo decirle, es que el dolor de alguna forma nos une a todos. —Dijo. —Todos lo hemos sentido en alguna manera, y yo aprendí que no se puede medir ni se puede comparar, me lo dijeron. Y es cierto. —Dijo, refiriéndose a Lauren quien se lo había dicho yrecordado más de una vez —Se lo digo yo a usted entonces. Su dolor es válido. No es menor porque usted no se considere igual a mi, y me encantaría que no tenga vergüenza. Por como cree que está presentado, vestido. Eso no importa. —Dijo sinceramente —Usted también merece sentirse bien, al menos en estos minutos.
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