
LXXXI
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Así tuvieron que ir bajando a encontrarse con Frizzy. Dylan seguía adelante. Guiando de cierta forma el trayecto.
Era un joven muy agradable, y era divertido también. Nunca habían hablado lo suficiente para ser amigos cercanos, pero esa podía ser la oportunidad, se iban a ver muy seguido después de todo. Dylan siempre había estado ahí, siempre había ayudado, y siempre había estado con ellos.
Lauren siguió sosteniéndose del brazo de Thomas, más aún cuando tocaba bajar escaleras. Por el volumen de las faldas del vestido al ver abajo solo podía ver el mismo, así que siempre necesitaba un apoyo.
Ademas para Lauren era difícil caminar y en realidad hacer todo con tanta ropa y tantas cosas, alambres y armazones debajo. Precisamente su antiguo uniforme era totalmente diferente debido a que necesitaban mucha movilidad por el trabajo, y acostumbrarse a como había cambiado su estilo ahora, iba a ser difícil. Pero ahí estaba el arte de disimular. Como si no fuese incómodo.
Funcionaba, con la postura, los gestos y la expresión. Se podía disimular que toda la parte de abajo pesaba terriblemente, que el ajuste del corsé parecía mover sus órganos. Pero supuso que tendría que ser así, efectivamente la belleza era dolorosa. Pero podía valer la pena, Lauren se veía radiante, como si ese estilo fuese para ella, como si la señora Evelyn supiera a punto exacto todo.
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Frizzy esperaba abajo, vestía de mostaza y un amarillo más claro. Una combinación en su vestido que se veía bien. Una falda de varias capas y diseño precioso, su vestido era de dos piezas igualmente la de arriba, se asemejaba a un abrigo elegante con cuello y botones dorados para estar de acuerdo con los diseños amarillos que tenía el vestido, manga larga, un diseño muy hermoso, que le sentaba muy bien.
Traía un sombrero de copa, de color mostaza, y el peinado que traía era un elaborado moño que al mismo tiempo mantendría aquel sombrero en su lugar. Llevaba sombrilla a conjunto. Y guantes de seda igualmente, color blanco, como la mayoría que todos usaban.
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Los alcanzó emocionada ya cuando los vio en el mismo espacio de la Sala Real, y se acercó diciendo que había vigilado que los carruajes de carga estén llevando todo, y que todo estaba en orden. Ya lo había verificado.
Thomas le agradeció bastante.
—No hay de qué. —Dijo Frizzy amablemente. —No pensaba que en general se viese tan majestuoso todo, pero no me distraje.
—No te preocupes, otra vez gracias. —Dijo Thomas amablemente. —Podemos seguir avanzando.
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Así se formaron de forma diferente, Dylan seguiría adelante, detrás de él Thomas, y detrás del mismo tanto Lauren como Frizzy estando lado a lado para acompañarse.
Al estar las amigas lado a lado Frizzy no pudo evitar acercarse a susurrarle algo a Lauren mientras avanzaban. Siempre tenían que hablar un poco, de lo que sea, no se habían visto en un par de días. Y Frizzy siempre tenía algo que contar.
No fue la excepción, porque de los bolsillos secretos que tenía su precioso vestido sacó un lindo abanico de tela del mismo color de todo. Mostrando que también era parte del conjunto. Y empezó a hablar con Lauren que la princesa Ava le había enseñado sobre el lenguaje de los abanicos, que cierta forma de posicionarlo, agarrarlo o usarlo, significaba diferentes cosas. Como estar soltera, casada, prometida, de buen humor o indispuesta.
Lauren la escuchó con interés, y mientras Frizzy hablaba sobre la princesa salto el tema del jarrón y la gran mentira que había sido. Así como sabía Lauren, Ava le había contado.
Y ya habían hablado de eso, durante los días de traslado y después de la retirada de los Skrlova. Junto a Ava también, Lauren se había asegurado de pedirles disculpas a las dos nuevamente y en persona a Frizzy. Para eso también se sabía que con Thomas había quedado todo bien, y entre las tres también quedaron bien las cosas. Al fin y al cabo en algo bueno había resultado, pero eso sí, si Lauren quería tener un plan parecido, no podía volver a hacerse daño. Eso estaba más que claro, lo había hablado con Thomas, era consciente de ello y lo había confirmado al hablar con la princesa y Frizzy.
De todas formas en esos instantes, Frizzy bromeó con el hecho de que si es que eso fuera Pinocho, y Lauren fuese aquella marioneta de madera, seguramente ya tendría la nariz hasta Irlanda.
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Frizzy hablaba y hablaba, como siempre, riéndose alto cada tanto, no pudiendo parar de hablar y hablar. De lo que pensaba, lo que había visto, lo que le había pasado, lo que iba escuchando, lo que se iba enterando. Todo.
Y también como había sido siempre, Lauren la escuchaba con tranquilidad. No le molestaba en ningún sentido. Siempre le gustaba escucharla, no solo a ella, sino a cualquiera y en general. Y eso hacía un buen balance en su amistad, siempre lo había hecho. A Frizzy le gustaba hablar, y a Lauren le gustaba escuchar.
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—¿Puedes respirar? —Preguntó Frizzy con gracia en quella conversación, claramente haciendo referencia a los corsés que traían puestos ambas.
Lauren intentó asentir pero le salió con una mueca. Haciendo que su amiga se ría un poco. Sí podía respirar, pero debido al apretón se sentía extraño, no malo, porque tendría que acostumbrarse, pero si raro, como si ya no tuviera órganos o los mismos se hubieran escondido en otro lugar menos al que realmente pertenecían.
—A mi me han ajustado el corsé como si les debiera dinero. —Comentó la morena riéndose de su propio chiste, aferrándose al brazo de su amiga mientras en el otro llevaba su sombrilla. Lauren no dijo nada, era Frizzy así que no molestaba. Y si lo hacía se podía aguantar perfectamente. Porque era su mejor amiga.
—Se te ve muy bien. —Halagó Lauren. Frizzy se sintió bien.
—Ah, gracias. Habrá valido la pena entonces. —Suspiró. —Tú también te ves muy bien. —Halagó de vuelta, Lauren agradeció con una reverencia mientras disfrutaba seguir escuchándola. —Honestamente, sabes, siento que es difícil vernos así, osea así fisicamente, con todas estas cosas, que nunca en mi vida imagine usar fuera de mis fantasías. Lo que quiero decir es que en verdad no me reconozco al espejo, pero espera que no se me entienda mal. —Quiso explicarse Frizzy entonces mientras seguían caminando con tranquilidad para salir. —No significa que no me sienta bella, porque con todas estas cosas me siento más hermosa que nunca, es impactante, pero solo que esa imagen que veo en el espejo no es como me había acostumbrado a verme durante toda mi vida. Es increíble, muy diferente, algo que me da la sensación que es un sueño. En un buen sentido, claro que sí. Pero me abruma. —Confesó. —Me cuesta aceptar que es real, que no estoy soñando. Por eso tal vez ando medio tonta, pero es que recién lo estoy asimilando. Ha sido muy drástico. Muy bueno, demasiada suerte o demasiada bendición, lo agradezco. Pero también me espanto. No sé cómo estar lista. Disimulo como puedo y todo, pero ahora siempre paro muy nerviosa.
—Me siento igual. —Contestó Lauren sinceramente.
Las palabras de Frizzy también describían muy bien como Lauren se sentía, y claro estaba totalmente de acuerdo con ella. Nada de eso parecía real, en verdad no lo hacía, todavía tenía la sensación de que en cualquier momento iba a despertar en el ático de las Dhollen, con todo siendo simplemente un sueño, que nunca pasó en realidad.
Y también era aterrador, pero tan aterrador como magnífico al mismo tiempo.
Ya estarían listas, aunque aun no sepan como, ya llegaría y ya lo afrontarían.
Lo de esos momentos ya era un primer paso, un buen primer paso. Definitivamente de un nuevo comienzo y una nueva historia.
Una increíble. Sobre vidas que se unieron, por el destino, amistades, alianzas y amores. Todo para llegar a un pico de la historia. No sólo de la Reina más querida de Inglaterra, en la que Lauren se convertiría, no sólo porque se lo había propuesto a sí misma, sino porque ese era un destino escrito en las estrellas desde antes de que ella sepa o si quiera conozca el mundo, destino que estaría cada vez más cerca. Que pronto vería, y que pronto sería.
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Salir del castillo a través de aquel camino de con arbustos de rosas blancas al lado era un paisaje precioso, rosas tan hermosas y tan bien cuidadas. Una entrada majestuosa que presentaba el castillo que siempre había sido hermoso. Un camino largo, que no molestaba ver, que se disfrutaba, caminar, ver, respirar.
El clima estaba frío. Nada nuevo, pero estaba algo despejado, no parecía que fuese a llover y ojalá no lo hiciese.
Los guardias abrieron las enormes rejas para dejar salir a las cuatro personas a quienes se agacharon para saludar.
Lauren y Frizzy correspondieron el saludo. Eran seis guardias, Michel, Paul, Edmund, Calvin, y dos chicos que se llamaban Jack, pero uno era McDaniel y el otro Habersberger. Lauren no podía permitir que su memoria le falle, y no lo hizo. Ya los conocía.
Después de salir, iban a cerrar las puertas detrás de Frizzy y Lauren que salían al último. Y ambas no olvidaron agradecer. Porque era importante. Thomas y Dylan hicieron lo mismo, inspirados por la actitud de ambas muchachas.
Nuevamente el actuar de los guardias fue solemne y pulcro. Haciendo su trabajo de manera excelente. Como cualquier otro sirviente. Trabajar era difícil, más porque estaban a servicio de la gente. Y no importaba cuan alto se podía estar, saber agradecer era el mínimo de descencia humana que hasta el mas poderoso de los Reyes debía tener.
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Por otro lado. Fuera, ya estaba un enorme y majestuoso carruaje, uno de los que eran sin techo. Blanco con decoraciones y diseño de plata. Al parecer ese habían elegido para ese evento, era inmenso y con dos filas de asientos preciosos acolchados de color azul. Y era llevado por seis caballos negros perfectamente cuidados.
Atrás un gran grupo de guardias en sus propios caballos y después los tres carruajes de carga con todo lo que se llevaba, y detrás aun más guardias montados.
Una gran cantidad de gente dispuesta a servir y a acompañar a sus autoridades. Como si de una gran marcha se tratase.
Lauren había quedado pasmada con tanta belleza y tanto orden, que no se dio cuenta que tanto Frizzy como Dylan ya habían subido a aquel enorme vehículo, sentándose la fila de atrás tranquilamente, dejando así obviamente la fila de adelante para la pareja, que aún no subía.
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—¿Está todo bien? —Thomas preguntó amablemente a su lado haciéndola reaccionar.
Asintió como pudo. Su voz aún no salía. Había desaparecido por completo.
—Me alegro, porque este es tu carruaje. —Habló tranquilamente. Dejándola más sorprendida aún, expresión que le causó risa al muchacho. Lauren técnicamente le estaba preguntando con los ojos si no le estaba haciendo una broma pesada, no podía hablar. —Es en serio, este es el tuyo. Para cuando quieras salir sola, cuando tengas que hacer algo. —Se explicó mientras iba ofreciendo su mano para que Lauren fuera avanzando y se apoye en el para subir. —Y antes de que digas algo, esto te lo da mi padre, es su voluntad. Estará feliz de que te haya gustado. Vamos te ayudo a subir.
Lauren siguió enmudecida por toda aquella maravilla, pero hizo lo mejor por continuar, apoyándose en la mano de su prometido para poder tomar el impulso de subir. Considerando todas sus faldas y ropa, fue difícil, más aún por el inmenso tamaño y espacio de aquel carruaje.
Ya arriba, se sentó sin poder evitar ver mejor aquel carruaje, el conductor la saludó diciendo qué trabajaría especialmente para ella, como claramente su conductor personal, Samuel Phillips, se presentó. Lauren se enterneció un poco, tenía el mismo nombre que su papá. Lo saludó y le agradeció como pudo mientras quería sacar su voz sin poder lograrlo. Aún se lo estaba terminando de creer.
Estaba pasmada y maravillada. Completamente muda. Pero era entendible, aquella sorpresa la había dejado así.
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Sintió a Thomas sentarse a su lado mientras el mismo se reía un poco. —¿Segura que estás bien? —Preguntó.
Lauren no podía hablar, pero intentó asentir. Thomas rio un poco más, la reacción de Lauren se le hacía algo cómica.
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—¿Hacia dónde mi señora? —Preguntó Sam, el conductor en un tono bastante feliz. Su carácter le recordaba a Gerard.
Trató de que las palabras salgan de su boca, Thomas, Dylan y Frizzy la estaban escuchando. Sentía que aún no tenía voz. Miró a Thomas unos segundos.
—Tú mandas. —Dijo el joven, animándola. —Majestad.
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