LXXIII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Aquella fue la cosa más interesante del día.
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Pero así seguían pasando uno tras otro. Las cosas evolucionaban de manera correcta, poco a poco y empezando a tomar forma y orden.
Lauren disfrutaba y pasaba sus días ordenando su habitación, limpiándola, arreglando sus cosas y sobretodo leyendo los libros que Thomas le había regalado, eran de temas tan diversos y cosas interesantes que podía sentir sus días pasar de forma menos pesada. Siempre sentía que necesitaba hacer algo y estar sentada todo el día no era algo que le gustase.
El libro que recomendó Thomas, el que también le dio a su hermana y a Frizzy, era fantástico. Más aún para los siglos antiguos a ese que había sido escrito. Hablar de igualdad entre varones y mujeres podía ser considerado rebelión o pecado. Hablar de mujeres libres, mujeres con decisión era algo hasta mal visto.
Debido a la narración de aquellos siglos pasados, se hizo mención en aquel libro a una fábula antigua. Sobre dos parejas, una en la que el joven clamaba amar tanto a su esposa, que la mantenía encerrada todo el día, sin visitas ni nadie más que sólo el siendo su esposo, clamaba que su amor era tal que la pondría en una urna de cristal, para que nadie la toque, para que nadie la vea, sin estudiar, sin salir, mantenerla ignorante y para él, para que nunca se le ocurra si quiera querer dejarlo, la amaba tanto que la mataría y se mataría a sí mismo si lo dejaba. La otra pareja era diferente, casi totalmente, pero así como la anterior el joven esposo clamaba amar a su esposa con toda su alma, y la dejaba hacer todo lo que ella quisiera, leer hasta cansarse, ir a la universidad, hacer todo. Si quería dormir todo el día, que duerma todo el día, si no quería cocinar o lavar la ropa, no había problema, él lo hacía. La adoraba, tanto que era libre de hacer lo que quiera, ser feliz como quiera, con él, sin él o con lo que sea.
Aquella fábula terminaba con una reflexión, en la que el primer hombre era respetado, y el otro tachado de loco, las mujeres eran un objeto, no tenían ningún derecho a tener libertad. Aquella fábula había sido mal vista, sido objeto de burla. Parecía un chiste, las mujeres ni siquiera podían ir a la escuela en los años 1600, porque las mujeres no podían pensar.
Pero aquella fábula, no mostraba una manera correcta y una incorrecta forma de amar en ese orden. Ni tampoco a un pobre hombre loco víctima del hechizo de una bruja. Mostraba el merecimiento de un trato humano, porque las mujeres eran más que un horno para tener hijos.
Y así entonces el libro incitaba a una rebelión. A una revolución. Y Lauren entendió por qué había sido un libro prohibido. No lo decía expresamente pero entre sus versos y rimas compuestas hablaba de una lucha que estaba en manos de todos. Teorías sobre la feminidad, expresión y libertad sexual que Lauren no había leído antes. Abrir los ojos ante una expresión sin estereotipos, a ser más allá de un cuerpo, porque todos eran iguales y todos merecían lo mismo, no era una competencia por ver quien era más fuerte o mejor, solo el pedido y el clamor a abrir los ojos, sin distinciones. Porque todos merecen lo mismo, porque son lo mismo.
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Aún le faltaba bastante para terminar el libro, era bastante denso y pesado en su contenido, había que estudiar mucho. Pero era impresionante, por su puesto que era una lectura en la que uno se podía perder.
En los días que iban pasando, iba estudiando con los demás libros que abarcaban todos los temas. Y avanzaba el libro actual poco a poco.
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Durante ese paso del tiempo tampoco hacían falta la cantidad de noticias que traían a cada momento, la Reina andaba peleándose con todo el mundo, irritada para todos lados, con ganas de insultar a quien se le cruce. No parecía nada nuevo en su comportamiento. Pero sí claramente era molestoso.
Lauren trataba de hacer lo que podía dentro de esa habitación. Hablaba con varios sirvientes de tanto en tanto para conocerlos en caso de los que faltaban y saber si es que la Reina había llegado a hacerle daño a alguien. Enterándose que claramente si lo había hecho, maltratando con sus palabras, sus insultos, tirando las cosas, nada le gustaba, todo estaba mal para su gusto.
La Reina estaba enojada, irritada. Todo le estaba saliendo mal y no podía hacer nada al respecto. Nadie ya le hacía caso, sentía que estaba perdiendo su autoridad e iba a hacer lo que sea para no perderla.
Y era irritante. Ya todos debían tenerle el suficiente miedo, para que en cima de todo eso tenga un peor carácter del que ya tenía. Y no era culpa de Lauren, claro que no, pero no podía evitar sentirse así en cierto aspecto, porque toda la ira que tenía contra Lauren la quería despejar, y lo hacía con todos los demás.
Tenía que ver una forma de ayudar.
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Eran muchas cosas en las que pensar sinceramente. Pero el tiempo también las ordenaría mientras pase, aún así eso no quitaba que claramente se tenían que ir previniendo algunas cosas.
En las tardes, mañanas o noches que Thomas podía visitar los días que tenía tiempo, podían quedarse hablando, el muchacho venía con flores a veces y sus constantes bromas y actitudes nerviosas. Desde ese día que Lauren lo invitó a pasar, aquello se había vuelto en algo divertido de hacer cuando no había riesgo de que nadie esté viendo.
Pasaba, divertidamente. Y se quedaba un rato. Conversaciones normales y cotidianas en aquel sillón o aquella habitación, a veces sin poder evitarlo terminaba aquello en ocasionales sesiones de besos. Pero era inevitable, los sentimientos siempre estaban a flote, recién eran pareja, todo era nuevo, todo se sentía como una experiencia desconocida, y era recién los vagos inicios de su relación. Claramente había emociones fuertes. Y no estaban haciendo nada malo. Estaban juntos hace tan poco, todo era tan reciente, era obvio que querían estar cerca, besarse, estar solos. Era lo normal, podía pasarle a cualquier pareja.
Además era solo por un momento. Hasta que alguno le de risa de la nada, o hasta que simplemente la vergüenza de la repentina pegajosidad del momento les dé la suficiente vergüenza o ganas de burlarse del otro.
Pero dentro de eso, era todo muy lindo. Esos instantes, esos momentos, estar entre sus brazos o tenerlo entre los suyos, sentir ese tipo de contacto. No pensaba que vaya agradarle, pero se trataba de él. Todo era agradable.
Lo más divertido tal vez era cuando el joven salía como si nada hubiese sucedido. Se había convertido en una especie de hábito. Salía totalmente tranquilo después de que Lauren verifique no había nada afuera y sea seguro salir. Posiblemente lo que más se notaba era que salía sonriendo, con la cabeza levantada, arreglándose el cabello algunas veces o pretendiendo que acomodaba las mangas de su saco mientras se retiraba por los pasillos. Parecía suspirar en el camino y terminaba caminando con saltitos al final, era divertido de ver.
Ava también venía a visitar seguido y se quedaban platicando. Frizzy venía los días que le daban permiso, y a pesar de que no se pueda quedar mucho tiempo tampoco, siempre que podía venir hacían lo posible por pasar un buen momento, contándose como les fue en el día, las cosas que a Frizzy le iban contando y claramente las que se enteraba.
Entre ellas que a pesar de que en el pueblo y el Reino por lo que se escuchaba, las cosas se querían tomar con tiempo, ya todos estaban enterados que la señorita Lea no era más la prometida del príncipe, provocando reacciones diversas, en su gran mayoría de gran confusión. Inevitablemente en ese tiempo ya se sabía que era Lauren a pesar de que el Rey trató de que su nombre solo se filtre en un círculo confiable de personas, y por lo que contaba Frizzy de lo que la misma había escuchado de dos mayordomos que lo escucharon de cuatro guardias que al mismo tiempo lo escucharon de un comerciante que lo escucho de quien sabe donde hasta que cadena que igual terminaba dando la vuelta para regresar al mismo punto. La situación no se veía tan mal.
La mayoría de las cosas se escuchaban como Lauren se las había imaginado. La gran parte nobleza estaba entre asqueada y sorprendida, ocultando su disgusto por buenas apariencias con el príncipe y el Rey. Se lo veía venir, y en verdad haber pensado en eso con anticipación la tenía preparada para ese tipo de noticias que su amiga traía de los chismes que se enteraba y tenía que compartir.
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Así también terminó acostumbrándose a dejar pasar gente a su habitación. Sean sirvientes, Ava, Frizzy, y en ocasiones donde no había peligro, Thomas. Respondía amablemente a los toques de la puerta indicando con amabilidad que la gente podía pasar si es que no se paraba ella misma a abrirles la puerta con educación. Conoció muchos más sirvientes, de los cuales le faltaba conocer el nombre, y algunos nuevos que se habían unido.
Solicitaba los servicios de Eugenia porque le agradaba. Y también porque le gustaba verla. Evelyn regresaba en periodos más prolongados con su batallón de muchachas para ir comentando y revisando el proceso de más y más ropa, accesorios, y cosas hechas especialmente a medida que era lo que más demoraba especialmente. Se dio cuenta que le gustaban los vestidos con cuello, de camisa o redondos. Eran del tipo más sencillo y ella sentía que le sentaban muy bien, su propio cuello era algo largo, y por eso servía. Evelyn estaba fascinada, Lauren era como su nueva muñeca y ella como una niña, podía armar miles y miles de atuendos, y cada vez armar más, porque en sus palabras "una princesa jamás tiene suficiente."
Así cumplió al pie de la letra también eso de rebalsar el armario, por lo que tuvieron que traer otro rápidamente, ya que por el tiempo no podían mandarlo a hacer. Eso la abrumó pero la felicidad de la señora Evelyn al halagar lo bonita que se veía Lauren con cada simple y voluptuosa cosa que le habían traído la relajó un poco. Evelyn se volvió amiga suya rápidamente ese sentido, y mientras más días pasaban a pesar de que sus visitas no sean tan necesarias ya, era bueno verla y saber que podía contar con ella, no solo si la quería llamar porque necesitara una prenda, sino porque podían sentarse a hablar, a tomar un té, o a escuchar a la buena señora, que tenía miles de historias graciosas y magníficas que contar, y como a Lauren le gustaba tanto escuchar, era una situación perfecta.
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Sobre la situación de la familia de Lea sabía poco, se estaban alistando para irse, al ser tan adinerados y numerosos y con los problemas actuales sufría algunas dificultades y altercados, Inglaterra se iba a encargar de llevarlos de vuelta en uno de los barcos que viajaba el príncipe, con la seguridad más alta posible. Siempre habían riesgos de emboscadas, de altercados, más porque la gente no iba a demorar en enterarse lo que casi comete la señorita Lea, y en el camino podrían empezar a tirarle cosas podridas, Inglaterra quería evitar esos altercados, tenía que ser lo más pacífico posible. Para separar temas personales de la alianza, como venía siendo el plan.
Por lo que sabía Thomas ni si quiera hablaba con Lea, porque también estaba encerrada en su habitación. Pero que sí hablaba de tanto en tanto con su padre, y que la madre de Lea parecía muy resentida con él, porque esa señora era la que le metió ideas de ser princesa a su hija desde que era pequeña, posiblemente en el resentimiento que tenía con el príncipe escondía su sentimiento de culpa. Eso pensaba Thomas, Lauren le encontraba sentido.
Lo que sí pasó, fueron sirvientes que fueron hasta Lauren para quejarse expresamente de la señorita Lea, a los que les tocaba servirla no la aguantaban. Decían que ni siquiera sus hermanas a pesar de ser igual de engreídas eran tan insoportables y déspotas. Que devolvía el desayuno tal y como estaba, que le escupía para que la cocina no le encuentre otro uso. Que se sentaba en su cama y llamaba a muchos sirvientes solo porque sí, para que le limen las uñas. La arreglen, le den baños de rosas y la perfumen. Que mientras eso sucedía se burlaba de que ellos en su vida sentirían un baño de rosas, que esperaba que ninguno tenga piojos porque no se quería contagiar. Que cuando ya alguien sin aguantarse le contestaba, lo abofeteaba y humillaba.
Lauren no sabía como Lea podía parecerse tanto a la Reina y hasta a las mismas Dhollen, pero también le daba bastante pena que la hayan criado tan mal para que ahora su enorme belleza se limite a una máscara. Posiblemente no era así, y se volvió así por algo, nuevamente eso no la justificaba ni a ella, ni a la Reina, ni las Dhollen, pero podía ser explicación.
Lauren aún no podía hacer algo directamente para que la señorita Lea pise tierra. Si las dos se encontraban se iba a armar un escándalo, por algo estaban tan lejos de la otra. Pero uno de esos días si se terminaba enterando algo más iba a dejar su promesa de quedarse en esa habitación, ir a la de ella y hacerle una visita. Para hablar, con educación ante todo, pero no amabilidad.
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Pero fue una de esas tardes que se encontraba leyendo en el silencio de la habitación bastante concentrada. Aquel libro que estaba estudiando con esfuerzo, y justo una sección que podía saberla de memoria "Sobre la educación de las Damas. — El cuerpo tiene sexo, más el cerebro no" Dónde se proponía inteligentemente un modelo educativo y universal así como el acceso de las mujeres por igual a la vida pública, era muy interesante. Y si uno se ponía a leer La declaración de los derechos de las mujeres Inglesas de 1791, a pesar de que el libro fue escrito más de un siglo antes, podía hacer un maravilloso estudio. Y le fascinó por lo que le pidió a Thomas le consiga una copia de aquel documento de la Declaración, nunca había tenido la oportunidad de leerla completa, sabía que le faltaban muchas cosas y que igual todos se aprovecharon para seguir limitando libertades y mismos derechos, pero necesitaba leer eso.
Tocaron su puerta, y muy extrañada pensó que Thomas no podía regresar con una copia tan pronto. Así que podía ser Frizzy, Ava o algun sirviente. Nadie habló a través de la puerta, pero no hubo problema, invitó a pasar a cualquiera que esté afuera con bastante tranquilidad mientras dejaba el libro a un lado, para recibir a quien esté entrando.
Y se llevó una gran sorpresa cuando, vio entrar a su habitación a tres niñas, las dos gemelas y la pequeña menor de la familia Skrlova, esas tres hermanas que se había encontrado hace bastante tiempo ya, cuando la más pequeña se había caído.
Claramente se confundió mucho cuando las vio ahí, paradas con las manos en la espalda y una sonrisa como si esperaran algo.
—Hola. —Dijeron las tres al mismo tiempo.
Lauren aún sin querer hablar por la confusión solamente las saludó con la mano y miró disimuladamente afuera, no había nadie.
—Todos están muy aburridos aquí. —Dijo una de las gemelas. —Estábamos jugando y pues escuchamos que había alguien aquí. No pensábamos que eras tú, usted. —La niña se corrigió algo asustada. —Solo queríamos saber si quería jugar con nosotras. —Comentó. Lauren quedó aún más sorprendida, aquello era tan espontáneo.
—Sí, por cierto yo fui la que le respondió la otra vez, espero que no siga molesta conmigo. Aunque no sé si se acuerda de mí —Dijo la otra gemela y no tenía nada que ver con el tema, pero se lo dijo de todas formas.
Lauren se desbloqueó en esos segundos con gracia diciéndole que sí se acordaba, que no estaba molesta. La niña pareció más tranquila.
—Sí podemos jugar, si ustedes deseam. Pero lamento informar que esta habitación no tiene cosas tan entretenidas. A menos que les gusten alguno de los libros, claro está. —Dijo mientras las niñas parecían emocionadas por su aceptación, y pasaban más adentro en la habitación, y Lauren cerraba la puerta suavemente y sin seguro como siempre, no había problema.
Eran solo niñas, las gemelas no debían pasar los doce ¿Cómo les iba a decir que no?
—Nos mentiste, porque estabas disfrazada de sirvienta y eres una princesa. —Le dijo la mas pequeña como acusándola graciosamente mientras la señalaba con el dedo, sus hermanas parecieron muy preocupadas y avergonzadas, pero no pudieron evitar que su hermana suelte esas palabras, fue tarde cuando se dieron cuenta.
No le dijo nada. Quién era Lauren para romperle la ilusión, parecía de la edad de Hope y hasta menor. Era pequeña, sus hermanas sabían la situación real y por eso se avergonzaron, pero la niña no, porque no entendía y era pequeña.
Los niños eran lindos, y era difícil entender que teniendo un carácter como ese, les tenga tanta paciencia.
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