LXXI
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
El resto de aquel día fue magnífico. Pero en palabras de la costurera sólo era poco, en el tiempo restante las cosas ya iban a cambiar.
Tuvieron que retirarse, dejando todo lo que dieron ese día en el armario de Lauren, también le tomaron medidas para que en los días siguientes los tres vestidos a medida prometidos salgan los más bellos posibles.
Podía tener la ropa que quisiera, solo lo tenía que pedir.
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Ese día después de que la señora Evelyn se haya retirado y que Lauren haya vuelto a cambiarse con sus prendas sencillas para sentirse más cómoda y porque aún necesitaba unos días para acostumbrarse a la idea y ya en los siguientes cuando las cosas se organicen mejor ya vería que hacer.
Pero saliendo de ese tema, y por otro sentido. También quería hacer algo, y todo ese tiempo a solas y encerrada que posiblemente tenía que experimentar iba a ayudar muchísimo con una larga lista de planes que tenía que ir formando.
Pensó en que le puedan traer bastante ropa sencilla, de vestidos a cuadros, con puntos, sombreros de pája, botines, caperuza, sombreros de ala de caperuza, y cosas que se le podría ver a cualquier persona de clase media o en el mejor de los casos media alta en la calles de Londres y toda Inglaterra. Estar yendo de encajes, joyas y listones a todos lados no era muy cómodo, más para los planes que tenía.
Con el tiempo, cuando las cosas se arreglen, y pueda salir de esa habitación en general, también quería salir del castillo. Como sirvienta por el trabajo no estaba permitido salvo situaciones excepcionales, pero ya no sería sirvienta. Quería salir a las afueras, visitar los mercados, los negocios, las zonas rurales, los campos y las fábricas. Hablar con la gente, ver que falta, que se podía hacer. La idea de quedarse gozando vestidos costosos gracias a los impuestos de la gente le daba mucha rabia, quién le daba el derecho de gozar esas cosas solo porque sí. Claro que no.
Una autoridad está para su pueblo, y así será.
Y si la Reina quería hacerle lo mismo que a su hija, encerrándola en el castillo y dejándola privada del mundo exterior salvo sus supuestos eventos importantes de alcurnia. Lauren iba a salir igual ¿Thomas le iba a decir que no? Ni que le tuviera que pedir permiso.
Sabía que desde donde iba a estar podía cumplir su sueño de cierta manera, el de ser maestra, de ser profesora. Se podían hacer muchas cosas por los niños en Inglaterra, por su educación, sean o no gente rica. Empezó a ilusionarse con esas ideas aún sabiendo que trabas se las iba a poner todo el mundo. Que iba a ser todo menos fácil, que iba a tener todo en contra, no solo por su condición para llegar a ser prometida del príncipe sino por el simple hecho de ser mujer.
Quería salir y hablar y conocer. Trabajar, y trabajar y hacer algo. Pequeño, no importaba. Pero la idea del trabajo para ella dejaba de ser una idea agobiante que se limitaba a lavar platos para convertirse en algo con un propósito más bonito.
Podía ser un ataque de valentía o un ataque de ilusión de esos días de ese día en especial, de esos momentos o quién sabía. Podía estar adelantándose a las cosas de más, pero valía la pena.
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Esa tarde llegó Ava a visitarla con un precioso vestido rosa palo de hombros descubiertos y mangas de tul y falda de capas. La invitó a pasar y ambas se sentaron en el sillón a hablar, Lauren le mostró los vestidos, y le contó sobre la señora Evelyn. Ava dijo que también fue con Frizzy después de ir con Lauren, para hacer lo mismo ya que había traído esas cosas para ambas, Ava lo sabía porque fue a visitar a Frizzy momentos antes y la encontró con todo el montón de mujeres y pasó un rato ahí.
Seguramente Frizzy estaba en las mismas que Lauren hace ahora algunas horas. Le alegraba saberlo, la señora Evelyn era extremadamente agradable, no tenía dudas en que se llevarían muy bien con su querida amiga. Eran dos personas que se hacían querer rápido, la interacción entre ellas tenía que ser buena.
Esperaba que Frizzy esté tan maravillada con los vestidos, y que todo llegue a encantarle. Supuso también que por todo ese ajetreo y lo ocupada que debía estar su amiga, no podía salir de su habitación tampoco. Porque seguramente tampoco tenía el permiso ni aún era muy seguro para ella, así que cuando Ava explicó que Frizzy no iba a poder visitar, lo entendió por completo. No tenía ningún problema.
Ya se verían pronto, esas circunstancias escapaban de sus manos, era por su seguridad.
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Ava estaba muy feliz de visitarla y se quedaron hablando sobre como le parecía todo a Lauren hasta ahora, y por supuesto que era magnífico. Lauren comentó que todo le parecía muy bonito y también compartió las ideas que estaba pensando antes de que Ava toque la puerta. Sobre más el tipo de prendas que sentía que iba a necesitar para las ilusiones que su mente estaba armando de repente.
Ava comentó que a ella no le permitían elegir ese tipo de ropa, porque no salía. Que ojalá pudiera, pero lo tenía prohibido. Por su madre sobretodo, y por su padre en cierto sentido porque la querían proteger mucho, por eso también no querían que se casa, muchas veces el matrimonio solo beneficiaba al varón más no a la mujer. Y tenía razón.
—Cuando una mujer se casa, le pertenece a su esposo. Literalmente, como una cosa. Si yo me caso no pasaría, por quien es mi padre, por mi apellido. Pero ni siquiera voy a casarme, ni tener una experiencia cercana. Eso es bueno y malo al mismo tiempo, porque bueno también me gustaría tener familia y eso pero por otro lado eso de ya sabes depender de alguien o ser propiedad no me gusta. —Comentó con una voz algo tranquila. — Muchas de esas cosas no te pasarán tampoco, porque te casarás con mi hermano, y serás parte de la realeza, es obvio que no serás propiedad de mi hermano como una cosa, sino lo mato yo créeme. Pero sí empezarás a ser de nuestra familia, serás Sangster en vez de Harris. Y pues en todo ese sentido no sé. —Se encogió de hombros. —Con mi hermano no hay problema, creo y espero. Si tú le dices algo descabellado como "quiero que me compres una isla" lo va a hacer. Solo que estos tiempos son extraños, los varones piensan que son lo máximo y así. —Bromeó.
—Eso es cierto. Supongo que si yo hago algo aunque sea lo mismo que Thomas, si él lo hace está bien y si yo lo hago no.
Ava asintió efusivamente.
—Pero sabe, sabes. —Continuó Lauren corrigiéndose. —Solo espero no me importe mucho.
Y así pensaba.
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Los días siguientes fueron muy interesantes, la compañía y visita seguida de la señora Evelyn siempre eran la mejor parte del día. Lauren en la confianza que esa mujer le inspiró en tan poco le comentó sobre lo que pensaba a futuro. Y la costurera parecía muy conmovida con eso, pero añadiendo el detalle de que si Lauren iba a tener sombreros de paja, tenían que ser los sombreros de paja más bonitos posibles. Así también confirmó no sólo la entrega de todo lo que tenía pensado sino de todo lo que Lauren pedía, pediría y le había comentado. Aseguró que le avisaría al buen señor Humbert sobre los botines para que haga los mejores posibles. Y todo lo que Lauren quiera, ahí estaban para ella.
Y literalmente sus pedidos fueron cumplidos en menos de una semana. Y todavía en más de lo que se imaginaba. Le trajeron cosas en las que ni pensó hasta por adelantado.
Hasta le habían traído sombreros, guantes y vestidos especiales para equitación. Ya que muchos de los lugares rurales de Inglaterra que Lauren mencionó en sus ilusiones no se podía llegar en un carruaje. Le trajeron sombreros de copa alta, vestidos de dos piezas, capas, caperuzas, vestidos en conjunto con abrigos, guantes de cuero negro. Botines de pasadores que iban hasta las rodillas, miles de tipos de faldas interiores que iban tanto encima como por debajo del armazón dependiendo el vestido.
Una gran abundancia de cosas inimaginables. Cosas que ni siquiera había visto con las Dhollen. Y la señora Evelyn no podía estar más feliz, era un paraíso para una mujer que había vivido siendo costurera toda su vida, la gran diversidad de cosas que Lauren tenía y eran parte de sus deseos eran totalmente diferentes a las preferencias de la Reina y la misma princesa. La mayoría de sus cosas eran de gala, para estar en casa. A la princesa porque la obligaban. Pero Lauren no, tenía cosas bastante sencillas y pedía cosas bastante sencillas igualmente. La señora Evelyn estaba maravillada igual que toda la gente.
Siempre veían a Lauren con su libreta, y cada día que pasaba se aprendía más nombres de la gente que le faltaba por conocer. Y aunque pudiese ser una cosa anticipada de pensar aún, porque eran pocos días todavía.
No se los olvidaba.
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Frizzy tuvo la oportunidad de visitar mientras las semanas siguieron avanzando. La vino a visitar con un lindo vestido morado de manga larga y pomposa, que había combinado con una sombrilla, guantes, abanico y sombrero de ala ancha con detalles negros. No iba a salir a ningún lado, solo quería usar todas las cosas bonitas y nuevas que tenía para mostrárselas a Lauren en esa visita que al fin le permitieron tener. Fue divertido, Frizzy también estaba maravillada. Decía que también se había pedido cosas cómodas, que le gustaban los corsé, que usaba los de segundo tipo, los acompañados de un sostén, porque se veía mejor en su cuerpo. Lauren le contó su anécdota con los corsés cuando estuvo con la señora Evelyn la primera vez, y a Frizzy le causó gracia.
Todavía faltaban muchos días junto a la señora Evelyn, y también vendría cuando se la necesite. Lauren comentó sobre qué hasta le había traído cosas en las que no había pensado por completo, mostrándole la ropa de equitación, los guantes y todas esas cosas. Frizzy respondió que cuando Evelyn venga le pediría eso también, osea le daban miedo los caballos, pero lo quería intentar. Tampoco quería estar todo el tiempo en el castillo cuando les dejen salir.
La Reina las iba a odiar con toda su alma y sus fuerzas al ver todo lo que querían hacer y estaban planeando juntas, por su lado y hasta con su hija. Pero ese también era el punto al fin y al cabo.
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En los días que pasaban nunca hacía falta la presencia de Thomas al menos una vez cada dos o tres días porque también estaba muy ocupado. Pero siempre se hacía tiempo. Eso era muy lindo de su parte.
Lauren estaba encantada con verlo. Y un día, que ya sabía que el joven vendría en la mañana, decidió cambiarse un poco. Con ayuda de las sirvientas que venían después del desayuno, Ophelia, Wanda, Katerina e Imelda, armó un atuendo bastante bonito, junto a todo lo interior aquel corsé que fue para lo que necesito ayuda junto al armazón y fustes. Para luego ponerse un lindo y paseante sencillo vestido azul de puntos blancos, manga larga y cuello relativamente largo con una especie de solapa cuadrada, las mangas eran abombanas y ajustadas en la muñeca y la falda se veía voluptuosa y preciosa debido al armazón y lo que usaba debajo. Claramente, usó el armazón flexible.
Se ordenó el cabello como pudo. Dejándolo suelto porque aún no podía amarrarlo, pero se lo peinó para atrás dejando el flequillo. No se puso ninguna joya, no lo veía necesario para el atuendo. Quería lucir un poco más el vestido a pesar de su sencillez.
A Thomas le gustaba el azul.
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Y cuando llegó tocando la puerta, no fue solo él quien se llevó una bonita sorpresa. Thomas venía un poco más arreglado de lo normal y además traía gafas puestas, dándose cuenta en el momento que vio a Lauren para quitárselas rápidamente y guardarlas en el bolsillo interior del pecho de su elegante saco.
—¿Por qué te las quitas? Te ves lindo. —Bromeó Lauren en esos segundos, aunque no mentía.
—Son solo para leer, había olvidado que las traía puestas. —Se justificó el joven algo nervioso. —Me gusta tu vestido por cierto. —Halagó.
Lauren agradeció con un gesto en la cabeza.
Thomas entonces le avisó que había estado hablando con su padre para desviar un poco el tema. Añadiendo el tema de que era muy usual en la familia que se practicaran deportes muy fuera de todo ese tema de preparación que también ya iban a ver. Que para Frizzy no era necesario, que para ninguno de los consejeros lo era. Pero para la familia en realidad sí. Mencionando así las opciones que Lauren tenía. Equitación no contaba ya que todos debían saber aquello. Mencionó ballet, que era lo que hacía la princesa, esgrima, que era el deporte de Thomas, cosas clásicas como arquería, tiro de ballesta y tiro de escopeta. Habian otras opciones de canto y música pero eso recién lo iba a conversar.
De todas formas a Lauren le gustó el último deporte mencionado. Tiro de escopeta. Thomas no tuvo ningún problema con eso, se le hizo de hecho bastante interesante.
—Sabes me lo imagino, a las afueras aquí en el entrenamiento del establo. Una jovencita con los mejores vestidos del país, con una escopeta entre manos, dándole al blanco como si nada. Una escena irónica y sutil. —Se rio. —Quiero ver eso. Podrías enseñarme, me encantaría.
—Claro, cuando aprenda. Y tu podrías enseñarme esgrima. —Le dijo.
De repente el eco de la voz de la Reina se escuchaba en el primer piso llamando sirvientes porque al parecer había algo malo con algo en el jardín y había estado afuera visitándolo. Thomas pareció algo irritado por la voz de su madre y se notó en la cara que puso. Se lo notaba cansado también.
—¿Quieres pasar un rato? —Dijo Lauren casi en voz baja, segura de lo que estaba diciendo, pero con algo de vergüenza.
Thomas se sorprendió y enrojeció al instante. Ese pedido en verdad era considerado un atrevimiento. Los prometidos no podían pasar a la habitación del otro antes del matrimonio. Porque podían pasar cosas que eran preferibles sucedan ya en la boda. Era una especie de norma.
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—Pero eras tú la que estaba de acuerdo en eso de no pasar.—Dijo el joven disimulando sus nervios con algo de broma.
—Tengo derecho a cambiar de opinión ¿No? —Le respondió jugando un poco. —Además no pasará nada malo, nos podemos sentar...y hablar.
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Vio como Thomas miraba disimuladamente a sus costados y detrás de él y con una pequeña traviesa sonrisa iba avanzando delicadamente hacia dentro de la habitación mientras Lauren se hacía a un lado para que pase. Y aprovechaba para revisar las afueras de vuelta por si las dudas. Para después cerrar la puerta delante de ella.
Compartir la misma habitación, sin haberse casado aún, a pesar de que literalmente no vayan a hacer nada más que sentarse a hablar o darse un mísero pequeño beso. Aquello que era considerado como un atrevimiento, se sentía emocionante, estar haciendo algo "malo"
—Te tomaste muy en serio eso de que yo sea tu mala influencia, ahora está al revés. Que diría mi madre Dios santo, me mete en agua bendita. —Mencionó el príncipe.
—Me imagino. —Lauren se le acercó en aquella broma, con las manos en la espalda hasta quedar cerca y levantar la cabeza. —Sería divertido. —Dijo. —Dijiste que eras un chico malo ¿No? Bueno, no faltes a tu palabra. —Le dijo divertidamente en voz baja, a pesar de que no había nadie ahí y nadie los podía escuchar.
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