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LXVIII

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

    En ese ambiente Lauren no dudó en tomar el rostro del joven y elevarse de puntillas como pudo y darle un corto beso en la mejilla, y uno más en el mismo lugar, y luego otro más al costado, y otro más, por sus sienes, sus pómulos y hasta el puente de su nariz. Dejando uno último en sus labios.

   En ese último contacto sintió al joven sonreír. Y devolverle el contacto con otro corto beso. Sus mejillas estaban bastante rosadas y al abrir los ojos tenían ese brillo tan bonito que le daban vida a su rostro.

   Se aferró al mismo en un abrazo, rodeando su cuello. Thomas correspondió el abrazo aún algo aturdido por el aparente ataque de cariño que estaba teniendo Lauren, del cual por su puesto no se iba a quejar.

   Lauren tampoco se quejó del cariño del joven, y como este correspondía su abrazo sin mucha fuerza procurando siempre no incomodarla. Pero quería abrazarlo, abrazarlo fuerte y que también la abrace así.

   No entendía que le sucedía al cerebro. Los efectos de querer a alguien de verdad eran muy extraños. Pero tampoco se quejaba, se sentía muy feliz entre sus brazos.

    Apretó el abrazo en señal de que él podía hacerlo también y así sucedió, sintió sus brazos y manos rodearla de manera más pegada.

    Ese tipo de momentos eran maravillosos.

[•••]


    —Gracias, gracias, gracias. —Susurró Lauren sin intenciones de separarse aún.

    —Y ahora por qué. —Se medio burló Thomas en un suspiro y sobando un poco la espalda de Lauren.

    —Por todo, no sé. Todo, todo, todo. —Susurró de vuelta Lauren. —Te había dicho que no podría parar de agradecerte toda mi vida, por todo lo que has hecho por mí. Por todo lo que sigues haciendo. Supongo que es por eso. Ninguno de mis agradecimientos es suficiente. —Le dijo.

    —Ni que lo digas. Yo tengo que agradecerte a ti también en muchísimo. —susurró el joven. —A este paso nuestra relación se va a basar en decirnos gracias todo el tiempo. —Dijo en broma, provocando una pequeña risa nasal en la muchacha. —Yo sin ti hubiera muerto hace mucho tiempo.

   Lauren entonces volvió a recordar todo lo que Thomas le había contado. Sobre su primer encuentro hace ahora cinco años, cuando por primera vez se hablaron, con Lauren sin tener idea qué había hablado con el príncipe de Inglaterra. Evento del que recibió más detalles esa magnífica noche dónde se besaron por primera vez, donde Thomas abrió su corazón contándole algo tan privado y tan doloroso para él que también terminó uniéndolos más. Sintió que se aferró más al muchacho, no se imaginaba qué hubiera sucedido si el joven a sus 20 años hubiera decidido quitarse la vida como pensaba, que hubiera sucedido con el país, con toda la gente, con ella. Jamás se hubieran reencontrado, jamás hubieran tenido la oportunidad de conocerse ni de quererse. Jamás hubieran tenido la oportunidad de ayudarse, ni de luchar.

    Tal vez todo eso estaba destinado a pasar también. Ella lo salvó sin darse cuenta, y el después hizo lo mismo por ella de manera extraordinaria. Los dos salvaron de la muerte al otro, ella sin darse cuenta, él con todas las intenciones de hacerlo. Situaciones diferentes, tiempos y hasta contextos totalmente separados. Pero que habían terminado ayudando.

    Tal vez Lauren y Thomas habían sido uno de los planes de cualquier ser o cosa que gobernase el interminable universo. Dos almas que por años quisieron reencontrarse sin ser conscientes de ello, que necesitaban salvar al otro para poder estar juntas. Y que así pudieron lograrlo.

    —Sabes que en el momento que quieras hablar sobre eso, siempre estaré para escucharte. —Le susurró Lauren. Sintió a Thomas asentir levemente escondiendo la cabeza en su cuello.

[•••]

    Aquel abrazo se prolongó por bastantes minutos. Con bastante sentimiento.

    Amar a alguien en el sentido romántico era raro. Uno se sentía como flotando, hacía cosas que no pensaba hacer, notaba cambios y hasta oensaba que se había vuelto loco. Pero se tenía que hacer una gran diferencia en lo que significaba amar de forma madura o hacerlo a forma de ilusión.

    Posiblemente una forma fácil de compararlo eran con dos oraciones bastante simples. Era muy diferente decir "Te amo porque te necesito" a un "Te necesito porque te amo."

   El cambio en el orden de solamente dos palabras podía hacer muchas cosas. La primera opción representaba un amor ilusionado, que no estaba mal tampoco. Pero que era diferente a un amor maduro.

   Thomas no quería a Lauren porque la necesitase. Era al revés, la necesitaba porque la amaba. La necesitaba bien, la necesitaba sana, la necesitaba viva y la necesitaba feliz. Porque la quería, porque la amaba, con la intensidad de mil soles. Siempre lo había hecho, cayendo cada vez más profundo en aquellos enormes ojos, desde que la había vuelto a ver después de tantos años, cuando la fue conociendo y su corazón se convenció que no quería latir por nadie más.

    Lo mismo sucedía con Lauren, no lo quería porque lo necesitara, a ella no le importaban ni sus cosas, ni su cargo, ni el dinero, ni su físico, ni nada que la materia pueda esfumar o gastar en polvo en un tiempo. No lo quería por depender de él  o querer aprovecharse de algo. En verdad eso no le importaba. Lo necesitaba porque lo amaba, con todo su corazón, lo quería ver feliz, vivo. Agradecía que lo esté.

    Para cualquier cosa, y para cuando él se sienta listo para hablar de ese fantasma tan triste en su vida. Ella estaría ahí, para escucharlo siempre, para ayudarlo siempre. Porque ahora por fin estaba juntos, y el arder de sus jóvenes corazones al fin quemaba al lado del otro.

[•••]

    Se separaron de aquel abrazo, con Lauren brindándole una mirada bonita, y sobando ambos de sus hombros con tranquilidad y cariño.

    No hubo necesidad de palabras, Thomas solo asintió con una sonrisa. Era magnífico tenerlo ahí unos minutos, podían hablar de todo en poco tiempo, y eso era importante.

[•••]

    No se dieron cuenta del gran tiempo que pasó cuando de repente un gran cúmulo de voces se escuchaba por el pasillo, obligando que los dos giren la cabeza para ver, con Lauren extendiendo el cuello desde dentro de la habitación.

[•••]

    Al fondo del lado izquierdo venía un gran grupo de mujeres, entre las cuales distinguió a Celine y a Eugenia, la muchachita que conoció la noche anterior. Habían también más sirvientes pero no los veía bien. Además en su mayoría venían mujeres muy bien vestidas, bastante elegantes, con innumerables percheros rodantes, carritos con telas cajas y miles de cosas.

    Eran las de la costurería de confianza del castillo, la principal. Y posiblemente hasta más de una sola costurería ya que eran una gran cantidad de personas.

    —Parece que llegó la hora. —Dijo Thomas sacando su reloj de mano del bolsillo asintiendo de repente. —Vienen limpieza, y lavandería para ayudar a las costureras, no toda la sección obviamente. Karoma seleccionó gente.

   Lauren asintió amablemente.

   Hablaron unos segundos mientras la gente llegaba, con Lauren llegándole a contar que había a conocido a Eugenia la noche anterior. Que era una muchachita muy agradable y que solamente tenía 16. Prefirió omitir lo que Eugenia le contó sobre la señorita Lea, no quería que Thomas se preocupe, además Eugenia no le había dado permiso de contárselo a alguien más, y respetaba esa privacidad. Además los problemas de los abusos de la señorita Lea ella también ya los iba a ver, como se lo había prometido a la chica.

    Thomas estaba feliz de escucharla y de hecho mostró que también tenía la voluntad de acercarse más a los sirvientes del castillo, por lo que Lauren le aconsejó eso de aprenderse los nombres, Thomas se dio cuenta que eso tenía que ver con el plan de su prometida y estaba totalmente de acuerdo. Diciendo que el también lo haría pero que esperaba que su memoria no lo traicione en el proceso.

[•••]

     Justo en ese momento llegaron todo aquel gran grupo de mujeres, agachándose casi de manera sincronizada para saludar con respeto a la pareja, que educadamente correspondió a aquel saludo.

    Entonces una mujer castaña, bastante robusta, alta y con un lunar cerca a la boca decidió hablar.

   —Muy buenos días su majestad y a mi señora. —Se dirigió al príncipe y a Lauren, que se sintió abrumada y alabada en demasía con aquel último nombre. —Hemos llegado en gran apuro y con gran entusiasmo a favor de servirla a usted. —Habló dirigiéndose a Lauren nuevamente. —Castillo conoce los servicios de las tres costurerías más importantes del país de las que estoy a cargo. Yo, Evelyn Payton. A su disposición. —Dijo, nuevamente dirigiéndose a Lauren.

    Era algo extravagante y exagerada, pero agradable. Tenía un vestido verde esmeralda con franjas y encajes negros, un abanico que combinaba elegantemente con su vestimenta, guantes de seda negros, joyas en collares y pendientes así como un peinado excelente.

    —Es un honor y un placer conocerla. Sé  que las costurerías con su apellido llevan el renombre por su gran calidad, y por trabajar para castillo. —Dijo Lauren respetuosamente.

    La señora Evelyn pareció sumamente  halagada. —Ah mi señora, que bellas palabras salen de usted. Todo también se lo debo a mi querido esposo que en paz descanse, él estaría más que feliz sabiendo que ahora estamos a servicio de alguien como usted. —Volvió a agacharse en una reverencia. —Si me permite hemos traído las telas más bellas y los mejores modelos de vestidos en todas las tallas para su elección, una gran variación de accesorios armazones, joyas y sombreros, todo pensando en su refinada presencia, corsés y los mejores zapatos en asociación con mi buen amigo Humbert Yale, que desde la gran zapatería que lleva su apellido ha proporcionado sus mejores piezas para poder traerlas, quien también le manda muchos saludos y espera sus productos sean dignos de usted.

    Era una mujer muy exagerada en verdad, fingía la voz y tenía ademanes muy notorios. Pero era muy agradable, tenía una muy buena vibra con ella. Y todos parecían sentirla.

    —Devuélvale el saludo a su buen amigo de mi parte, y todos mis agradecimientos también. —Volvió a decir Lauren con amabilidad.

    La señora soltó un aplauso en el aire de la nada, sacando de onda a todos unos segundos. —En verdad, es usted un bombón. —dijo exageradamente provocando que la gran cantidad de  gente detrás de ella se quiera reír. —Usted mi muchacho debe haber hecho algo excelente para tener tremendo partido. —Se dirigió al príncipe provocando que la voluntad de la gente por no reírse tenga que volverse una roca. —Que me disculpe su madrecita su majestad, pero esta noticia es más maravillosa que cuando llegó la otra muchachita. —Habló refiriéndose a Lea, se notaba que no la quería mucho. Eso también daba risa. —Qué muy hermosa y todo, pero Dios santo. —Dijo acercándose a Lauren de repente. — ¿Alguien ha visto el tamaño de estos ojos? —Dijo volteando a ver a todas las mujeres, y parecieron negar al mismo. Lauren se sintió avergonzada por el halago. —No habrá vestido que no siente ese maravilloso rostro. —Habló emocionada y exageradamente rozando con su abanico el mentón de Lauren. Por otro lado Thomas ya estaba luchando mucho por ocultar sus ganas de reír.

    —Evelyn y toda la gente que la acompaña vendrán durante toda esta semana, cada día y durante el tiempo que se necesite según las cosas que acuerden, eso ya dependerá de lo que tú quieras. —Agregó Thomas para calmarse. —Es excelente en lo que hace, no dudes en pedir lo que te guste y tener todo lo que desees. Ya es tuyo. No te preocupes. —Le dijo a Lauren.

   La misma asintió algo abrumada.

   La señora Evelyn tenía una gran sonrisa en el rostro. —Precisamente, estamos a su disposición todo el tiempo. Nada nos emociona más que saber que usted se suma a este entorno. —Dijo muy amablemente. —Si me permite. Podemos estar empezando.

    —Por supuesto. —Asintió Lauren, abriendo paso con su cuerpo, mientras así la señora Evelyn hacia pasar al gran número de mujeres que traían todas las cosas a la habitación, igualmente a las sirvientas y a todos los que habían de pasar.

   La habitación era tan grande que entraban todas perfectamente y con espacio de sobra.  La señora Evelyn obviamente quedó al final esperando que todos pasen y se acomoden, igual que Lauren.

   Pronto cuando todo estuvo listo, nuevamente de la nada la señora Evelyn se quedó mirando al príncipe fijamente, como esperando algo. Lauren no entendió, al parecer Thomas tampoco, pero era gracioso por la expresión de la señora.

    —¿No se va ya? —Dijo la mujer sin ningún tipo de filtro al príncipe. Haciendo que la gente que aguantaba su risa no pueda hacerlo más ya.

[•••]

    El mismo Thomas se bloqueó unos segundos para después echarse a reír. —Perdóname mi querida Evelyn había olvidado que yo quedo sobrando aquí desde tu llegada. —Le dijo con una reverencia.

    La señora Evelyn hizo una mueca mientras negaba sin remedio. —Ay usted su majestad. —Se quejó divertidamente. — Pero no se preocupe, que usted también verá los vestidos pronto cuando su preciosa prometida los luzca con orgullo. Pero tampoco se ilusione que no los lucirá para su disfrute sino para los de ella misma, usted solo admirará. —Le advirtió graciosamente.

   —Eso lo sé por supuesto. —Dijo Thomas  amablemente con un gesto en la cabeza.

   —Me parece bien su majestad. Yo sé que usted es un muchachito revolucionario y perfectamente bien educado. De todas formas siempre hace falta hacer este tipo de advertencias. —Dijo en ese tono de voz que tenía. —Su prometida es una muchachita libre y ningún hombre es dueño de sus acciones. Ella puede hacer...

    —Lo que quiere. —Completó Thomas coincidiendo con la señora Evelyn. Terminando de hablar al mismo tiempo.

    Ahí Lauren entendió que Thomas había sido influenciado por mucha gente maravillosa, de las cuales llevaba pedacitos, que lo convertían en él también.

    —Ah ese es mi muchacho. —Dijo la señora Evelyn acercándose a apretarle las mejillas al príncipe. Para luego despedirse de él y entrar también en la habitación.

    Lauren quedó tentada a reírse después de eso, más aún al ver al joven acariciándose las mejillas algo adolorido.

[•••]

    —Nos vemos mañana o más tarde entonces. —Le dijo. —Parece que voy a estar ocupada.

    Thomas se agachó en una reverencia con algo de comicidad. —Nos vemos mañana o más tarde señorita. Ha sido un placer compartir estos momentos con usted. Espero el servicio de mi querida Evelyn sea de su agrado.

    Lauren también hizo una reverencia para despedirse. Y le volvió a agradecer.

    Thomas tomó la mano de su prometida y dejó un beso en el dorso de la misma para despedirse definitivamente. Y así fue.

    Lauren cerró la puerta delante de ella, mientras en los últimos segundos veía como el joven se giraba para agitar su mano, haciendo ella lo mismo.

[•••]

    Ahora, ya estaba con la señora Evelyn y todo el grupo de mujeres. Una experiencia que nunca imaginó vendría, y claramente sería agradable.

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