
LXVII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Se sentó en el sillón para poder comer, cerró su libro y la flor seca de su amigo dentro del mismo entre sus páginas. Y también lo dejó de lado colocándolo en su mesa de noche.
Colocó la bandeja en su regazo, acomodando las pequeñas patas de la misma que la convertían en esa pequeña mesa, trayéndole varios recuerdos de cuando acomodaban la bandeja para el príncipe de la misma manera y cómo disimuladamente aprovevhaba para mirar a Lauren intentando que no se de cuenta. Así, con una pequeña sonrisa que de repente a penas curvó sus labios, empezó a comer de una manera tranquila para poder darse tiempo de disfrutar un poco aquello. Aunque por otro lado tampoco quería demorarse mucho.
Y en verdad no sabía si era el hambre o efectivamente la comida de Octavia nunca decepcionaba. Pero terminó comiendo más rápido de lo que imaginó.
Posiblemente su parte favorita fueron las judías guisadas, le gustaba, más con las tostadas del pan que también trajeron. En realidad la dieta de Inglaterra tenía muchas harinas, pero no era la gran cosa, todo el mundo estaba acostumbrado, y de hecho sabía bien.
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Se aseguró de comer todo, a pesar de que fue llenándose. Porque la comida no se desperdicia, mucha gente desearía tener lo que tenía en frente, y lo mínimo que podía hacer era terminar, porque cocinar tampoco era fácil, el trabajo cuesta mucho, y hay que agradecer.
Limpió su boca con la servilleta de manera delicada a pesar de que nadie la estaba viendo, sentía que debía serlo, empezar a comportarse de manera, estaba ante cosas muy finas, y a pesar de que estaba en contra de tantos roles impuestos, un poco de educación siempre era necesaria. Con lo seria en general que era, ya se veía como una persona bastante educada y refinada desde que era una niña, y posiblemente eso la iba a ayudar muchísimo a empezar a sobrevivir ese tremendo camino que empezaba a tener en frente y al que debería enfrentarse y de hecho ya empezaba a hacerlo.
Dejó los cubiertos encima del plato principal de manera formal, supo que tenía que recordar y volver a estudiar los modales de los cubiertos en aquel momento. Ya que no recordaba absolutamente todo, y quería hacerlo. Porque sabía que tenía buena memoria, y desde ese momento estaba dispuesta a no olvidarse de nada.
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Escuchó murmullos fuera de la habitación, pero no les dio mucha importancia. Pero tomó la decisión de no precisamente llamar sino abrir la puerta para entregarles para bandeja a Quinn y Hermelinda ahí mismo, se sentía mejor haciendo eso que llamándolas como pensó a un inicio.
Y estuvo en silencio cuando se fue dirigiendo a la puerta, prefirió no avisar desde adentro tampoco. Así que cuando abrió la puerta suavemente se llevó una sorpresa al ver que ni Quinn ni Hermelinda estaban afuera a simple vista.
Sabía que no podía salir de la habitación bajo ninguna circunstancia, pero justo cuando asomó un poco la cabeza apareció Hermelinda desde algún lado que Lauren no vio. Dándole un pequeño susto.
—Lo siento mucho señorita. —Se disculpó Hermelinda al ver que había asustado un poco a Lauren, recibiendo la bandeja de la misma con cuidado.
Lauren negó amablemente. No pasaba nada. De repente también apareció Quinn, para ayudar a Hermelinda. Pero ambas parecían saber algo que les provocaba risa, pero que se la aguantaban, posiblemente la razón de aquellos inentendibles murmullos que se escuchaban fuera antes de que abriese la puerta.
—Disculpe señorita Lauren, estábamos aquí al costado de la puerta, cuando la abrió no nos vio por eso. —Dijo Quinn amablemente, Lauren volvió a negar, en verdad no había problema.
—Espero no vaya a enojarse con lo que sigue, pero no tuvimos otra opción. —Dijo Hermelinda esa vez casi riéndose contagiando a Quinn. Lauren no entendió a lo que se referían.
Hasta que apareció haciendo una entrada triunfal por detrás de la puerta el joven Thomas, provocando que ya ni Hermelinda ni Quinn puedan aguantarse la risa contagiando a Thomas y a alguien que también estaba ahí y también empezó a salir hasta llegar hasta a un lado del príncipe.
Otro joven mayordomo que traía un carrito de madera con estantes lleno de libros. Lauren entendió entonces, se habían encontrado en la puerta, decidiendo armarle una sorpresa improvisada. Ya que Thomas venía trayendo otra sorpresa también.
Lauren se llevó la mano a una de sus mejillas con un suspiro. Thomas no tenía ningún remedio definitivamente. Eso provocó que Thomas no pueda evitar reírse un poco más.
—Señorita, vengo aquí como su más fiel sirviente a traerle un pequeño detalle. —Dijo Thomas con broma una gran reverencia delante de la muchacha. —Prometí venir a hacer una visita, y por supuesto que aquí estoy.
—Qué amable de su parte joven. —Lauren le siguió la broma. —Nada me hace disfrutar más esta mañana más que su grata presencia y cómo no su sorpresa.
Quinn pareció emocionarse, Hermelinda le dio un leve codazo mientras pretendía que acomodaba la bandeja en sus manos.
—Con su permiso, su majestad. Ahora que ya está usted aquí nos retiramos. —dijo Hermelinda amablemente dirigiéndose al príncipe.
—Está bien. Muchas gracias por hablar conmigo un momento al inicio. Siempre es agradable. —se dirigió a las dos con una reverencia.
La reverencia fue gratamente correspondida. Con ambas sirvientas pidiéndole permiso a Lauren para retirarse también. Lauren aceptó gratamente, agradeciéndoles muy encarecida y amablemente por el servicio del desayuno, mandando bastantes saludos a la cocina y por supuesto a Octavia. Que en algún momento ya iba a salir de ahí y que tendría todo el tiempo para visitarlos.
Se despidieron una última vez de Hermelinda y Quinn con amabilidad. Y las mismas con una última reverencia empezaron a retirarse.
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Quedaron así solamente Lauren, Thomas y el muchacho que traía el pequeño carro de madera.
Lauren dentro de la habitación apoyándose en el marco de la puerta con el hombro. Y el muchacho y el sirviente afuera tranquilamente.
—Decidí traerte varios de los libros de la biblioteca de aquí del castillo. En vista de que te vas a quedar encerrada aquí lo mínimo que podría hacer es traer algo que te guste para que el aburrimiento de estar ahí dentro no te consuma.—Dijo dulcemente, mientras amablemente invitaba al sirviente a empujar el carrito dentro de la habitación provisional de Lauren. La muchacha lo dejó pasar con la misma amabilidad, diciéndole que no se preocupe, que la deje donde viese conveniente, el joven pareció algo sorprendido por el orden y dejó el carrito al lado de la mesa de noche.
Fue retirándose de la habitación con la cabeza gacha dispuesto a que cuando esté afuera despedirse de ambos amablemente, Lauren no lo conocía pero creía haber visto su rostro antes. Esperaba no estar equivocándose.
El joven regreso a las afueras de la habitación. Y parecía ya estar formando su discurso mental de despedida. Lauren entonces lo interrumpió sin querer.
—Disculpa. —le dijo al muchacho amablemente. El mismo pareció ponerse algo nervioso. — ¿Sería mucho atrevimiento de mi parte preguntar tu nombre?
El joven negó inmediatamente. —No es ninguna osadía señorita. Mi nombre es Druig, Druig Kempen.
—Qué gusto Druig, gracias por tu servicio, y sobretodo por el detalle. —Le dijo amablemente con una pequeña reverencia.
El joven parecía haber enmudecido un poco, mirando al príncipe unos segundos. El mismo casi riéndose le hizo un gesto con la cabeza para que se tranquilice, como diciendo que no tenga miedo de hablarle a Lauren. El joven pareció respirar.
—No tiene por qué señorita. Yo sólo ayudé. —Dijo haciendo una reverencia.
—Eso es suficiente mérito. Gracias por tu trabajo. —Repitió Lauren.
—Ah, que linda es usted. —El joven volvió a hacer una reverencia. Thomas se rio tiernamente. —Con su permiso he de retirarme querida señorita. No quiero interrumpir más su encuentro. —Dijo aún permaneciendo en aquella reverencia.
Lauren asintió amablemente, haciendo lo posible por disimular lo extraño que era que le pidan permiso para algo.
Igualmente el joven le pidió permiso al príncipe educadamente, y este de la misma forma amable lo otorgó. Y así Druig se retiró tranquilamente.
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—¿Te estás ganando el cariño de la gente en menos de un día?—dijo Thomas cuando ambos ya se encontraban sin compañía acercándose un poco a la puerta de manera divertida. —¿Qué tipo de plan armas?
—Uno muy bien hecho. Ya lo sabrás o te darás cuenta. —Contestó Lauren con la misma diversión levantando la cabeza a medida que Thomas se aproximaba debido a que claramente era más alto que ella.
—Me parece bien. Muy bien. —Dijo el joven. Siempre había tensión entre ambos, era divertido.
—Me alegra verte tan temprano, generalmente tu sueño es muy pesado. —Bromeó Lauren. —Muchas gracias por tu detalle, cuando termine de leer me aseguraré de que los devuelvan a su lugar. —Dijo
Thomas pareció extrañarse. —¿Devolver? —Preguntó divertidamente. —Si son un regalo.
La expresión de sorpresa de la muchacha le causó risa a rubio joven. —¿En serio? —Preguntó Lauren algo incrédula porque muy bien podía ser una broma de Thomas.
Thomas asintió. —Me levanté trempanísimo hoy para elegir los mejores libros de la biblioteca para ti. No podía traer sólo uno. Así que esos son regalo mío. Está Crimen y Castigo, un par de Ciencias Naturales, hay cuentos e historias fantásticas como fábulas y demás, puse uno de Matemática que tiene álgebra, aritmética y todo eso. También está la Divina Comedia, y te conseguí uno de Betty Poullain, Mística de la Feminidad, y Sobre la Igualdad de los sexos. Son libros prohibidos, de los años 1600 si no me equivoco, condenaron a la escritora a muerte por supuestamente ir contra la religión en Alemania. Bastante controversial, castigable para cualquier mujer que lo lea. Pero revolucionario, un texto con una demanda sobre una lucha que se que jamás viviré ni entenderé en carne propia, pero que puedo apoyar y quién sabe renovar mi atrasada mente al respecto. Pensé en ti cuando supe que tenían copias en Inglés y aproveché mi regalo de hoy para traértelo, si no me equivoco es el primero de la derecha del primer pequeño estante.
Lauren había quedado maravillada al escuchar aquello, y no creía tener ninguna palabra para poder agradecerle.
—Si tu madre se entera que me diste ese libro va a querer enterrarte vivo. —Le advirtió algo asustada y en voz baja.
—Y qué me importa, mi hermana y Frizzy también tienen una copia, se las regalé también ¿Qué me va a hacer? No podría ni aunque quisiera.
—No hables así tampoco. —Lauren le bromeó picándole divertidamente una costilla. Provocándole cosquillas obviamente.
—Pero es verdad ¿No?
—Bueno, sí
Thomas se rio.
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—En verdad, ahora hablando sin chiste, no sé cómo agradecerte. Es todo esto muy hermoso, y en verdad este detalle ha iluminado mi día como no tienes idea. —Le dijo sinceramente. —Es uno de los regalos más bonitos que me has dado, y en verdad no sé como devolverte el favor o hacer algo igual de lindo por ti, porque a pesar de que me digas que no es necesario, me gustaría hacerlo en algún momento. Gracias en verdad, tal vez sepas cuán es especial es este regalo, porque después de la quema de los libros que solía tener, lo único que tuve fue el posterior regalo de mi buen Vladimir con Moby Dick, que era el único libro mío, hasta ahora. En verdad, esto significa muchísimo más de lo que imaginas y otra vez te quiero agradecer, de todo corazón, en verdad. Gracias. —Le dijo.
Thomas asintió amablemente con una bonita sonrisa en el rostro. —Siempre querré hacer las cosas más bonitas por ti.
—Eso sonó muy pegajoso. —Contestó Lauren frunciendo la nariz divertidamente. Thomas se avergonzó. —Pero me gusta. —Terminó de decir Lauren, pero no ayudó mucho, Thomas solo enrojeció más.
No sabía si se estaba volviendo loca o si definitivamente algo le había pasado modificándole el cerebro, pero eran instantes, cuando existía esa especie de tensión y de ternura, que de verdad a Lauren le daban unas ganas de llenarle el rostro de besos, que ni ella misma se lo podía creer.
En un momento de verdad iba a tener que ir al médico o algo. No sentía que eso fuese muy normal, aunque en realidad era obvio que pensaba eso porque era la primera vez que tenía una pareja, y toda esa historia.
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—No me andes poniendo ojitos porque pienso que me estas coqueteando y me dan nervios. —Dijo Thomas de repente bromeando de manera graciosa, sacando a Lauren de ese pequeño momento que se había perdido en su mente.
—Tú no me andes coqueteando a mí, porque no sabes las ganas que tengo llenarte el rostro a besos.
Y así destruyó a Thomas en un segundo, en esa divertida competencia que a veces tenían. —Por Dios Santo Lauren. —Se llevó una mano a la frente mientras cada vez su rostro se ponía más rojo, hasta su mano temblaba un poco. Verlo tan extremamente nervioso era divertido. —Cómo vas a andar diciendo esas cosas así sin filtro, no ves que me haces daño, unos de estos días me va a dar un infarto y va a ser tu culpa. Que molestosa habías resultado, de veras no entiendo tus ganas de ponerme así para reírte, por qué digo yo por qué, cuál es la razón, no entiendo. Qué es lo divertido, cuál es el chiste.—Se quejó divertidamente, haciendo que Lauren no pueda evitar tener ganas de reírse.
Al final no pudo evitarlo. Provocando una expresión divertida en el joven y que Lauren se cubra la boca con algo de vergüenza, reírse aún era difícil, cuando sucedía no le gustaba como sonaba, no se reía muy bonito que se diga, y eso le daba algo de vergüenza.
Aun así no podía evitarlo, la risa aunque suave necesitaba salir. Pero logró calmarse bastante rápido.
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—No estaba bromeando completamente. —Le terminó confesando.
—Y sigues. —Se quejó el joven cuyo rostro era rojo carmesí hasta el cuello. —Qué atrevida de verdad, no entiendo a la generación de hoy en día, cuál es la necesidad —De la nada empezó a hablar como un ancianito, dándole bastante comicidad al asunto. —Los jóvenes cada vez están más desbandados estos años, qué horror. Suspiró — Pero acepto.—Terminó con un divertido giro a las cosas.
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