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LXV

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

    Fue algo extraño, el silencio volvió en ese espacio dejándola solo a ella.

    Volvió a mirar toda la habitación dándose cuenta de más detalles. Maravillándose con lujos que nunca en su vida había tenido antes, una habitación tan amplia, una cama tan grande, sábanas tan finas, mueblería tan elegante.

    Era todo tan precioso, que no quería tocar nada. Como si existiera un pequeño miedo en ella de arruinarlo.

    Sacó su reloj a forma de collar de dentro del cuello del uniforme, revisó la hora, aún era relativamente temprano para dormir. Pero posiblemente lo necesitaba, ya que era en la noche cuando su mente explotaba y la atacaba con todo lo que pensaba y si descansaba desde antes tendría más tiempo para ir asimilando al menos un par de cosas, porque estaba segura que en cualquier momento se le iba a venir todo de golpe.

    Se dio el tiempo de revisar las cosas a su al rededor. Como las cosas en su armario, para poder cambiarse. Era un armario tan bonito y tan grande que hasta podía verse gracioso la poca ropa que tenia dentro, los tres vestidos de Lauren, su camisa, su suéter, su ropa de dormir y ya. Porque todas las ropas internas ya las llevaba puestas.

    Ese armario, sin ganas de bromear podía tener el tamaño de una habitación pequeña si uno entraba. Y claramente el armario no era nada comparado al tamaño de la habitación. Eso ya decía mucho.

    Y se estaba empezando a abrumar.

    Decidió apresurarse, mientras sacudía la cabeza y sacaba su ropa de dormir del armario para dirigirse al vestidor, ya que no tenía por qué cambiarse en el baño ahora que tenía un lugar especial para hacerlo.

    No era sorpresa que el vestidor también era grande, todo lo era en ese espacio. Fue cambiándose quitándose tanta y tanta ropa que tenía que usar tanto por la época, por el frío y por las modas de esos tiempos. Tantas faldas internas, ropas y ropas.

    Se puso la ropa de dormir, esa túnica que le llegaba antes de los tobillos, con algunos encajes, bastante normal bastante sencillo.

    Salió del vestidor con sus ropas entre las manos, dobladas y bien ordenadas para poder llevarla al armario y terminar de ordenarla ahí. Y así también lo hizo, colocando todas sus faldas internas bastante alcanzables para el siguiente día. Y con lo que más cuidado tuvo fue con todo lo que implicaba lo que ahora era su antiguo uniforme. Dejando ahí sus botines de uniforme, los cuales debido al color y utilidad posiblemente eran lo único que podían seguir usando.

    Quedando así con su ropa de dormir y descalza, con el uniforme de sirvienta entre sus manos y brazos.

    Y así le puso el mismo a uno de los innumerables percheros que habían en tremendo armario. Lo puso como si se lo estuviera poniendo a alguien, con bastante cuidado. El vestido, el delantal, y demás.

[•••]

    Al terminar levantó el perchero con el uniforme puesto hasta la altura de su cabeza más o menos, y se lo quedó mirando.

    Y lamentablemente después de tantas horas fue ahí cuando todo le cayó como una roca en la cabeza. Y se empezó a asustar, teniendo una especie de pánico. Dándose cuenta así que su mente ya había dejado de estar en blanco.

    Y no era precisamente bueno para ella, porque cuando las cosas venían de forma tan abrupta, caían en un golpe tan terrible que podía tener una crisis de la que le iba a costar salir.

    Y no pudo ni siquiera atrasarlo como deseó a un inicio. Hasta le dolió la cabeza. Mirando su uniforme que sostenía en el perchero frente a su rostro, con los ojos aparentemente más abiertos.

    No iba a volver a usar ese uniforme, no iba a volver a trabajar como sirvienta. De un momento a otro ya no lo era.

    Había logrado impedir un matrimonio injusto, sabía cosas del castillo que podían traerlo abajo. Le había pasado de todo, absolutamente de todo, había pasado de que sus tías sean su pesadilla y vivir un infierno, a ser ella la pesadilla y el infierno de otra persona, y como si fuera poco de la Reina de Inglaterra.

    Y como si eso no fuese un enredo ya, estaba comprometida, y como si aún con eso no tendría suficiente, su prometido era el príncipe, iba a ser una princesa.

    Una princesa, una Reina. Ella. Lauren. Después de todo lo que pasó, de la transición de heroína que tanto quería ser y permanecer por los demás, a las maldades que había pasado a hacer, irse de boca a boca con la Reina, asustarla, con la señorita Lea, ser ella la dueña del amor que ella quería, tener lo que ella quería, usar las cosas en su contra para tener lo que quería, a él. Y claro que nada de eso fue sola, él también lo hizo.

    Los dos habían pasado a ser villanos, y de que toda la nobleza los iba a odiar a los dos, los iban a odiar. Porque eso también empezaba. Porque ante los ojos de ese estrato Lauren era la peor persona del mundo, y posiblemente pensaban que a Thomas le habían lavado el cerebro.

    Pero no les iban a poder ni hablar sin pedir permiso, no les podían hacer nada. Él era el príncipe, ella su prometida.

    Por primera vez estaba del otro lado, de ese que podía utilizar el poder ¿Pero era eso lo que quería? Darle vuelta a las cosas ¿A caso era eso lo que estaba buscando? Si ella solo quería ser una buena persona, sentía que lo era ¿Pero era verdad? ¿O en realidad tenía una maldad que no conocía?

    Tal vez inconscientemente durante más de 10 años había estado buscando venganza, de todo lo que le habían hecho, de todo lo que le había pasado. Y jamás se había dado cuenta, su miedo la hacía pensar que solo quería sobrevivir que solo se quería alejar.

    Pero si en realidad siempre se quiso vengar, y solo por no poder hacerlo su cuerpo optó por el miedo, sumisión, quedarse callada. Ser la mejor persona que podía ser porque sentía que con solo odiar se hacía daño. Y claro que era cierto también, pero ¿y si también se negaba sus ganas de venganza? A tal punto que nunca se dio cuenta de ella.

    Hasta ese preciso instante, ese preciso minuto. Donde el dolor de cabeza por el acumulo de pensamientos era tan invasivo que era imposible escuchar uno a la vez.

    Había hablado solo de boca para afuera eso de ser villana de algo, pero ahí realmente estaba asimilando las cosas desde mucho antes, dándose cuenta de muchas cosas, verdades que estaba descubriendo, incluso verdades de la Lauren de 11 años.

    Recién estaba cayendo en cuenta.

[•••]

    ¿Era buena?¿Era mala? En que diablos se había metido ahora, qué  estaba haciendo, que estaba pasando ¿A caso estaba loca? ¿Era real o estaba en una especie de sueño del que en cualquier momento iba a despertar?

    Un sueño del que despertaría de repente por los gritos de las Dhollen diciendo que se retrasaba para todo y que una reverenda inútil como siempre. Donde se daría cuenta que todo se lo imaginó, que nada de eso era real, que nada pasó. Que nunca salió de ese infierno.

[•••]

    Necesitaba hacer algo, mojarse la cara, darse una bofetada, cualquier cosa.

    Aún bastante asustada colocó su uniforme en aquel rincón del fondo del armario. Con las manos heladas, el cuerpo igual de frío y un ligero temblor.

    Cuanto odiaba pensar tanto, y que las cosas su cerebro las procese de manera tan brusca cuando se suponía que como se solía decir solo le darían tiempo al tiempo. Maldita sea su cabeza contradictoria, que sobrepensaba tanto hasta el punto de hacerse más daño.

    Pero si su cerebro no llegaba a una conclusión aunque sea vaga por el momento, se iba a volver loca. Así que no quedaba otro remedio, tenía que seguir luchando con todas esas cosas que pensaba de un momento a otro, hasta encontrar algo, ya que ni siquiera podría quedarse dormida por tanto trabajo mental, su mente la iba a torturar hasta conseguir algo y no lo iba a dejar.

    A veces su voluntad chocaba con su terquedad de manera extraña y caótica. En la que no es necesario decir quien ganaba siempre o casi siempre.

    Abrirse a nuevas verdades era aterrador a veces, más porque nada parecía ser verdad absoluta durante mucho tiempo.

    Había pasado cuando solía creer que jamás saldría de la casa de las Dhollen, y cuando al final les había terminado ganando un juicio, haya sido un buen veredicto o no, no se lo habían pedido pero las había perdonado, había dejado de tenerle miedo a su pasado, lo había enfrentado, se había abierto a verdades de su personalidad y de su vida que jamás había visto ni vivido antes, abrirse al afecto de la gente, querer a alguien con todo su corazón, dejar de sentir esa culpa sin razón por ser supuestamente alguien egoísta.

    Cuando no lo era, ella se ataría a cualquier cosa para salvar a la gente que quería.

¿Quién era?¿Quién seguía siendo? Estaba a caso en una crisis sobre su existencia que se le pasaría al día siguiente o iba a pensar todas esas cosas hasta atormentarse durante el resto de su vida.

[•••]

    Entró al baño, tratando de no abrumarse por el lujo del mismo. Prendió una de las lámparas de cera que tenía el espacio, que le permitió ver todas las decoraciones, era increíble que algo así sea provisional ¿Se merecía esas cosas en verdad? ¿Quién era ella para hablar de merecimientos o no?

    Fue al lavabo dejó correr el agua y se la tiró a la cara, ni ese frío ayudó de mucho. Se mojo hasta el cabello en un intento de que sirva de algo, funcionó, pero no de mucho. Cerró la llave, no levantó la mirada porque sabía que había un espejo y eso no la iba a ayudar mucho.

    Volvió a salir del baño, con tantas cosas dándole vueltas a la cabeza. Sacudió la cabeza de nuevo, salpicando un poco el agua de su cabello.

    Se dejó leves golpecitos en las mejillas con ambas manos, no se lo podía creer.

    Toda su existencia y todo su cuerpo no se lo podía creer, tener una evolución tan gigante en un año, que tantas cosas hayan pasado en un año, en unos meses, en lo que era poco tiempo si se lo comparaba con toda esa historia de dolor anterior. Cuanto había cambiado, cuanto seguía cambiando.

    No estaba lista para asumir esas cosas, no creía estarlo en un buen tiempo. Pero necesitaba una respuesta, una vaga, una pequeña, algo que al menos deje que pueda recostarse en su cama.

    Nada en su cuerpo se lo podía creer.

    Estaba comprometida con el príncipe de Inglaterra.

    No había sido nadie, había sido una pobre huérfana atacada por la crueldad  de quienes eran su propia familia, una sirvienta que por milagro y actuar de hermosas personas llegó a ser una sirvienta Real, que siguió siendo eso, que pensó que se quedaría siendo solo eso.
 
    Se enamoró sin darse cuenta, poco a poco. De la persona más bella y maravillosa en la que sus ojos alguna vez se habían posado. Esa persona la había salvado, en todas las formas posibles, la quería de vuelta. Haría lo imposible por estar con ella.

    Y si el haría todo por estar con ella, quemaría el mundo propio en esa locura que a veces el amor era ¿Por qué ella no? ¿Por qué en algún momento se resignó? No quería hacerle daño, pero le hacía más daño estando lejos.

    ¿Estaba llegando a una verdad o estaba metiendo la pata? No tenía idea.

    Ahora lo tenía, tenía a Thomas de su lado, y a su lado. Todo lo que siempre soñó no eran riquezas, ni poder, solo ser feliz. Y estaba feliz, eso no se debía de malentender.

    Pero tanta era su impresión y abrumación de golpe, que no podía evitar que eso acapare la mayoría de sentimientos.

    Tenía que escuchar sus propias palabras. A pesar de que las haya dicho de boca para afuera "ya llegará el tiempo de asimilar las cosas poco a poco" tenía que ganar a esas desesperadas ganas de tener respuesta que atacaba su mente en esos momentos de crisis.

    Su terquedad le estaba ganando, pero tenía que encontrar la forma de abrirse paso para poder respirar al menos.

    Ahí fue cuando recordó toda su conversación con Eugenia momentos atrás, y todo lo que le había dicho a la jovencita era verdad, salía de su corazón y de toda su buena intención.

    Era verdad que quería hacer algo y hacer de todo, que su propia vida había cambiado tanto, y lo seguía haciendo.

    ¿Pero si ese solo era el inicio? Si el gran cambio que implicó su libertad, fue sólo la preparación para un destino más magnífico. Eso tenía más sentido, pero sí es así ¿Quién planeaba todo eso? ¿Dios?

    No era momento de pensar cosas religiosas.

[•••]

    No estaba sola y lo sabía. Eso ayudaba mucho. Pero todo lo que se venía también le provocaba mucha incertidumbre, mucha incredulidad. No parecía Real. Todo era como el sueño más loco y descabellado que cualquier persona se podía imaginar.

    Aún sentía el miedo de que todo sea un sueño, de que vaya a despertar en esa misma pesadilla y tortura que había soportado en silencio por tanto.

    ¿En verdad era su turno de ser mala? ¿Hablaba en serio cuando decía o pensaba esas cosas? Se estaba empezando a contradecir.

    ¿Por qué se sentía bien con eso? Cobrar venganza, si Dios mismo decía que el perdón era más valioso. Había perdonado, pero eso no había sido todo, no había sido suficiente.

   Habían cosas pendientes, la captura de los "Durrié Noveau" y la gran ofensa que tenían al tener la valentía de usar el nombre del grupo que destruyó Inglaterra, que destruyó la vida de Lauren, que le quitó a sus padres. Todas las maldades de la Reina, con sus hijos, con Karoma, con todos los sirvientes, con toda la gente a la que había hecho menos, toda esa gente rica que se endiosaba y torturaba a quienes no calificaban en sus requisitos. Louis y Harry, la pérdida del Duque, la pérdida de su queridísimo amigo.

    No era ninguna justiciera, ni la encargada de vengar cualquier tragedia. Y al final ¿Qué es bueno y qué es malo?

   Todo se le iba a venir en contra y lo sabía, el consejo ofendido, la nobleza sintiendo un ataque personal, todo estrato mayor de Inglaterra le iba a desear la muerte. Y también eso asustaba, porque no estaba lista.

   Pero podía hacer algo, levantar a la gente que no tenía voz como ella no solía tenerla antes de que Thomas la ayudara ¿Cómo? Aún no tenía ni idea, recién había estallado todo, muchas cosas pasaban ese día. Nuevamente, darle tiempo al tiempo.

    Porque había algo más inteligente que imponer poder por miedo, porque tarde o temprano llega la vuelta y las maldades regresan, en un evento, en una persona. Se podía imponer respeto con estrategia e inteligencia.

    Porque una princesa adorada y alabada por su pueblo, odie quien la odie, era más imponente que una Reina a la que le tenían miedo.

    Y no tenía porque fingir nada, solo seguir siendo que era, ese terrón de azúcar que Frizzy decía solo hacía falta conocer. Y se iba a encargar de que la conozcan bien.

    Porque el pueblo era mil veces más grande que cualquier grupo de nobles en todo el mundo, si tenía a su pueblo, tenía todo ¿Y sería ese un pensamiento medio macabro en contra de la nobleza? Posiblemente.

    Pero ser malo, no se sentía tan mal después de todo.

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