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LXIX

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

    Y no se equivocó, fue agradable, tan agradable como abrumador y raro al mismo tiempo. Recibir tantas atenciones y alabanzas debía ser raro para cualquier persona.

    Lo primero que hicieron, fue sentarla en la bonita y acolchada silla del tocador. Mientras que a la par todas las mujeres se acomodaban emocionadas en una especie de media luna combinada con varias filas, con la señora Evelyn diciendo que le darían cinco vestidos de cortesía, que le harían tres a pedido y medida, que todo eso no lo estaban cobrando que era de parte de su costurería. Que iban a venir los días siguientes y los que ella quiera, pero que siquiera ese día tenía que llevarse sus cinco vestidos de cortesía, que en los siguientes ya harían todas las medidas.

    Sin darle tiempo ni de reaccionar le trajeron en frente un gran cuaderno con varios diseños de vestidos, para ir sabiendo qué tipo eran de su gusto. Y así sacarlos del gran repertorio que habían traído ese día.

    Mucha gente le hablaba al mismo tiempo, e intentaba escucharlas a todas, pero era complicado.

   Por un lado le mostraban colores de tela, por otro el cuaderno, por el centro iban sacando corsés. Y no sabía a qué prestarle atención.

   Felizmente la señora Evelyn puso el orden en pocos instantes. Organizando a todos para que no abrumen a la muchacha y que no se acumulen.

    Decidieron quitar el cuaderno, eso la iba a confundir más, además los días siguientes ya iban a tener tiempo para eso. Ahora tenían que aprovechar en avanzar todo lo posible. Con todas las cosas bonitas que habían traído, muy aparte también de esos regalos de cortesía que habían anunciado.

[•••]

    Decidieron entonces un orden. Uno que haría todo más fácil, prendas interiores y prendas como faldas, fustes y corsés, zapatos, armazones, vestidos, joyas. En ese orden. Así podrían ir armando cada vestuario de forma más fácil, ya que podrían lucir los vestidos de mejor manera, ver mejor su talla y tomar mejores medidas por si necesitaban arreglos.

   Lauren tenía que ir a su vestidor entonces y quitarse lo que traía puesto solo quedando en prendas interiores. Para la época claramente era vergonzoso, se consideraba muy poca ropa obviamente aunque en realidad seguía bastante cubierta, debido a que las truzas para las mujeres eran dos, una pegada y corta y otra encima que llegaba hasta la rodilla, y estaba más arriba de la cintura. Una especie de pantalón muy delgado, que para entonces era la ropa interior. Considerando las calcetas, no se veía nada de piel de la cintura para abajo. Diferente en el torso, que se cubría ya con la ropa normal pero en términos de ropas interiores llegaba a tener claramente un sostén, en algunos casos fustes de lana por el frío y corsés para la gente que lo usaba.

    Lauren entonces salió así, en prendas interiores cubriéndose la zona del pecho porque le daba vergüenza a pesar de tener sostén puesto. Era la primera vez que estaba tan expuesta delante de la gente.

    Pero no había problema alguno, todas eran mujeres. Había comodidad y confianza suficiente.

    Pero también había un problema, las cicatrices de su espalda. Le daba pena y vergüenza que tanta gente las vaya a ver ahora, más aún por la condición de su piel, que no era capaz de regenerar cicatrices por completo, y siempre quedarían marcas.

[•••]

    Así salió del vestidor ante miradas atentas que la incomodaron bastante, pero sabía que de otra no había eso era lo que tenía que pasar.

    Evelyn pareció ordenar varias cosas, y en segundos ya había demasiada ropa esperándola, y eso que solo se trataba de prendas interiores.

   —Ah mi señora, con ese cuerpecito mis ojos ya saben que usted es una talla 4 como máximo, imagínese yo soy talla 18, pero usted no se preocupe que está en el promedio de aquí, a mi ya los años y los pastelitos me han hecho efecto. —Bromeó Evelyn para aliviar la situación, mientras todas las ropas que habían sacado para ella eran de la talla 4, así con solo Evelyn trayendo una larga truza para medir el elástico de su cintura y compararla con la de Lauren, sin necesidad de medir porque hasta Lauren sabía que esa era su talla, hizo que desde una de las tantas cajas que trajeron todas las mujeres, saquen lo que parecían decenas y decenas de truzas, de las pequeñas y las largas, mientras se las pasaban a las sirvientas para que las acomoden en el tremendo e inmenso armario, en la sección del costado que tenía una pequeña puerta a parte.

   Lauren quería ayudar, se sentía mal viendo que hacían todo eso por ella y ella solo estaba ahí parada mirando. De todas formas, casi en coro las mujeres presentes le dijeron que no tenía que hacerlo, que era dulce de su parte pero que en esos momentos estaban ahí para ella.

[•••]

    —Bueno mi muchacha, ya tenemos prendas interiores para la zona inferior, respecto al torso necesito hacerte una pregunta. —Dijo Evelyn mientras aún a su alrededor la gente ordenaba las cosas. — Tenemos tres tipos, primero usando claramente un sostén, segundo usar un sostén junto a un corsé que tiene pues la forma de por debajo de los senos o tercero usar un corsé alto simplemente. —Propuso. — Cada opción está para los gustos y tenemos todo aquí, solo me gustaría decir que generalmente la última opción que le menciono son corsés especiales para personas muy delgaditas como la princesa Ava, en caso de tallas cero, o para personas con muy poco busto, reemplazando así el sostén y haciéndolo más cómodo. —Mencionó y Lauren entendió a donde quería llegar la mujer.

    No le ofendía en absoluto, era consciente de que no tenía mucho busto. Más bien se sentía agradecida porque la señora haya notado eso en corto tiempo. Porque probarse sostenes siempre había sido una tragedia, todo quedaba como una bolsa, y si quedaba en sus senos era muy pequeño para su espalda a pesar de que su espalda era delgada.

    —Mi señora yo no le digo esto con ánimos de comentar sobre su cuerpo de manera ofensiva. —Continuó Evelyn empezando a justificarse.

    —No se preocupe, si la entendí. No me ofende. Me parece bien usar el tipo de corsé que usted menciona, sería mucho más cómodo para mi también. —Dijo amablemente.

    La dueña de costurería suspiró. —Gracias mi señora, no quería ninguna malinterpretación, todos los cuerpos son diferentes y valiosos por su cuenta, por eso hay que encontrar prendas que lo realcen y lo sienten de mejor manera. —Sonrió. —Mire, yo sé que ahora le estoy cambiando de tema, pero usted sabe lo presionadas que estamos las mujeres con estar bellas. Algunos nacen con el don y muchos otros no, pero es mi trabajo convertirla en la más bella de este castillo, y no sólo para ojos externos, sino como más importante para los suyos propios. —suspiró. —Eso no quita que yo como costurera, y alguien que ha trabajado con la moda por tantos años, no le vaya a dar unos consejitos. Porque como bien se dice, más sabe el diablo por viejo que por diablo. —Empezó a decir con chiste. —Y en verdad mi querida señora, ofrecerle un sostén sería una maldad de mi parte. —dijo con un tono tan sincero, que era imposible no reírse. —Por eso con el corsé alto que lo remplaza no sólo vamos a darle una preciosa figura a su cuerpo, sino que ahora sí recibirá un soporte más cómodo sin batallas por las tallas. —Dijo juntando sus manos y tomando un suspiro exagerado.

     Lauren bastante tentada a reírse un poco más fuerte solo bajó la cabeza unos segundos para estabilizarse. Muchos parecían hacer lo mismo, la señora era muy sincera y muy divertida en verdad, esa personalidad exagerada que tenía le daba un gran toque.

[•••]

    Aún estaba frente a frente con la mujer, por lo que ni ella ni las personas a su detrás habían visto su espalda aún, hasta el momento en el que le pidieron darse la vuelta para ir midiendo los corsés al mismo tiempo que se los mostraban. Eran bastante bonitos y altos con claramente un amplio espacio para cubrir los senos.

   Lauren asintió amablemente ante los ejemplos que le mostraban empezando a darse la vuelta con el mejor de sus intentos por disimular su pena y vergüenza por el estado de su pobre espalda, que nunca volvería a ser tersa y de piel suave como antes, ahora sólo serían ese montón de cicatrices incapaces de regenerarse. Una marca que siempre tendría en el cuerpo, que no le gustaba, porque le recordaba cosas muy malas, pero que al mismo tiempo aceptaba, porque tenía que ver con su vida, y era su cuerpo al fin y al cabo.


  Pero al quedar su espalda expuesta, después de que le hayan pedido quitarse el sostén, y que Lauren aún cubra con sus manos sus senos y pezones para no sentirse incómoda, quienes claramente terminaron muy apenadas fueron las personas que se fijaron en su espalda, entre ellas claramente la buena señora Evelyn, quien parecía ser muy sensible porque sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente aunque intentó disimular rápidamente recibiendo uno de los corsés que había pedido con un gesto.

    No se habló del tema, y fue más cómodo así. Lo dejaron de lado, eso no podía arruinar el buen humor del momento, claro que no. Y felizmente no lo hizo.

    Con ayuda de las sirvientas la señora Evelyn aflojó el corsé lo suficiente para poder ponérselo a Lauren desde abajo hacia arriba.

   Y así lo hicieron, todo iba bien, el corsé se trabó un poco en sus caderas pero solo había que aflojarlo un poco más, ya después venía la parte de ajustarlo.

   Cuando al fin llegó a su pecho Lauren ayudó sosteniéndolo ahí para que no resbale. Ahora ya cubría sus senos con normalidad, pero estaba flojo. Se sentía bastante cómodo, la tela era suave y ligeramente acolchada, con claramente todos los duros alambres que le daban forma, que hasta el momento no sentía, pero cuando se lo ajusten seguro que si,  el que se estaba probando era color crema, con una especie de diseños de rosas y flores en la tela, por sí solo se veía precioso.

[•••]

    En esos segundos después de fijarse en esos detalles sintió a la señora Evelyn detrás de ella, y como esta se hacía tronar los dedos de repente.

    —Bueno, su corsé es talla 2, porque en corsés siempre es mejor dos tallas menos, créame, se lo compruebo yo. —Dijo. —Ahora mi preciosa muchacha, viene la mejor parte. No hay nada como algo muy ajustado. —advirtió graciosamente. — A esto le llamo la magia que tienen las prendas, ahora respire porque lo va a necesitar.—Se sopló las manos de la nada causando algunas risas en las sirvientas. Y tomando los hilos del corsé empezó su trabajo.

[•••]

     Casi se le salieron los ojos a la pobre Lauren con el primer tirón. La fuerza de la señora Evelyn era descomunal, en un segundo ya tenía la parte del pecho ajustada, y más fue su expresión por la sorpresa, porque en realidad resultó ser mucho más cómodo de lo que pensaba, efectivamente mucho más sentador y amigable para su cuerpo que los sostenes que siempre había estado acostumbrada a usar.

    Pensó eso de la comodidad solo hasta que llegó a su cintura y la forma que vio la misma ceñirse en la ajustada tela, hasta le quitó el dolor. Eso en verdad era magia.

    Pero la maravillosa señora Evelyn no había terminado. La misma pidió disculpas por unos segundos y después puso su rodilla en la espalda de la muchacha y apretó como si fuera el último día de su vida.

    Debió hacer caso cuando la señora le dijo que respire antes de todo eso, ahora su aire se había ido sin intenciones de volver a darle oxígeno.

    No se concentró en que le incomodase que la toque, porque aquella experiencia del corsé la estaba dejando bien distraída, y funcionaba, así no era descortés al decir algo como "No me toquen."

    Nunca había visto su cuerpo con esa forma, por primera vez su escaso busto resaltaba un poco, era mil veces mejor usar solo ese tipo de corsé que tenía ahora puesto para su tipo de cuerpo, nunca había tenido una cintura diminuta, todo su cuerpo era bastante normal, pero ahora parecía irreal. En un buen sentido.

    Dolía y costaba un poco respirar. Pero valía la pena, se veía muy bonito. Podía acostumbrarse.

    Todas las mujeres presentes parecían coincidir en que se veía excelente, brindando varios pulgares arriba y amistosas sonrisas.

    La señora Evelyn parecía sumamente orgullosa. Y claro que debía estarlo. Era excelente echando el ojo para ver las tallas y tipos de cuerpo. No podía haber mejor  ni más agradable asesora, sabía lo que hacía en cada sentido posible.

[•••]

    —Ahora dé una vuelta mientras se mira al espejo y dígame si no quedó como un bombón. —Dijo emocionada centrando mejor a Lauren delante del gran espejo del tocador. —Pronto cuando tenga su habitación oficial va a tener que pedirse un espejo de cuerpo entero porque esto no puede ser solo admirado de la mitad para arriba. —sugirió divertidamente mientras Lauren empezaba a girar y miraba por todos lados aquel corsé en su cuerpo.

    No parecía su cuerpo, aquel corsé incluso cubría por completo las cicatrices de su espalda, la señora Evelyn había logrado cerrarlo y ajustarlo al máximo a pesar de que era dos tallas menos. Tenía razón, en todo.

    Estaba muy impresionada con aquel efecto, se veía increíble. Después de un tiempo ya no dolía tanto como a un inicio.

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    —Me han dicho que su postura siempre ha sido muy bonita, ahora imagínese con ese corsé lo bien que se ve usted. —Dijo una voz que Lauren reconoció. Era la pequeña Eugenia a quien miró una pequeña sonrisa y le agradeció por el halago con una reverencia que hizo sonreír emocionada a la muchachita.

   —Ay mi señora, la niña tiene razón. —Dijo la señora Evelyn aún maravillada y orgullosa por su trabajo. —Usted se ve tan preciosa y solo estamos en las prendas interiores recién. En verdad los corsés hacen magia y son totalmente bellos en estos tiempos. Podemos hacerle uno a medida si desea para que se vea aún mejor todavía, pero para eso también ya tendremos tiempo. —Suspiró exageradamente. —Ah cuando era joven yo también gozaba de un cuerpo tan fino, que los años han cambiado. Pero con eso vienen nuevas ayudas como son precisamente los maravillosos corsés.  Mire nada más que belleza. —Señaló a Lauren en el espejo. —Una cinturita pequeñita y unas curvas preciosas gracias a sus bonitas caderas mi muchacha. Ese corsé resalta y moldea todos sus dotes naturales ya. —Halagó con sinceridad tomando aire para decir lo siguiente.—Dios proteja a mi querido príncipe, que en el momento que la vea con esas curvas se me va a morir de un infarto antes de la boda. —Dijo tan genuinamente y sin ningún filtro como parecía su forma de ser que nuevamente era la causante de las risas en aquella habitación y de un repentino sonrojo en la muchacha que le dio un toque tierno y rosado a sus mejillas.

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