LIV
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
—Amigo mío, ruego tu perdón y el de tu hijo. —Dijo desesperado el primer ministro de Suecia. —Entiendo tu decisión, y si lo deseas puedo ofrecerte la mano de otra de mis hijas a cambio, por el daño que desgraciadamente Lea ha ocasionado.
—No puedo aceptar eso.—dijo el Rey—Lo que ha sucedido con tu hija, es ofensivo e imperdonable para mi familia. —Dijo. —Incluso cuando suena como una compensación, ofrecer a otra de tus hijas es más peligroso, no quiero insinuar nada, pero no sé qué sería capaz de hacer tu hija mayor en contra de sus hermanas, si es que lo permito. Amigo mío, este tema es demasiado grave.
—Pero usted no me puede cancelar el compromiso. —Le rogó la señorita Lea—Me lo han prometido, desde que he sido niña, es mi sueño y es mi destino. No me lo puede arrebatar, se lo ruego. —Lloró la joven, que no había dejado de ser supervisada y sostenida por los guardias.
—Querida niña, yo no te estoy arrebatando nada, lo hiciste tú. —Le dijo el Rey. —Invadir la privacidad de mi hijo, su seguridad, tener la intención de matar a alguien sea un simple sirviente o no. Algo tan grave contra la seguridad de hasta mi propia familia.
—Pero es su culpa, ella le hizo algo. Es una bruja, le hizo algo. Él era mío, solamente mío. —Sus palabras obsesivas le confirmaron a todo el mundo que algo en la mente de la joven no andaba bien. Ella sola lo estaba haciendo, ella sola se estaba hundiendo.
—Lo lamento. —Dijo el Rey. —Estás escuchando a tu hija. —Le dijo al primer ministro. —No podemos seguir con esto. En ningún sentido.
—Mark piensa las cosas bien por favor, esto es solo un accidente.—Se le acercó la Reina casi en un susurro.
—¿Accidente? ¿No te imaginas a caso que pudo suceder si nunca nos enterábamos? —Le respondió.
—Pero podemos perdondarla, este matrimonio es muy importante. —Dijo la Reina, casi susurrandole a su esposo, con el rostro del primer ministro iluminándose con un poco de esperanza. La Reina estaba tratando de buscar una forma.
La mujer quería buscar cualquier excusa.
—Tu sabes bien, que cualquier cosa peor puede pasar. Si esa chica hubiera muerto, hubiera sido el fin de esta familia y este castillo. Nuestro propio hijo lo hubiera hecho. Ya ves como han sucedido las cosas antes, Thomas se iría en contra de nosotros. No nos conviene—Le explicó, pensando bastante bien.
—Pero su majestad, por nuestra amistad. —Interrumpió nuevamente el primer ministro de Suecia, buscando sus últimas oportunidades y opciones, tal vez, solo tal vez había un poco de esperanza.
—Nuestra amistad en verdad deseo no cambie, pero si lo hará lo hará. Esta es una decisión tomada, no puedo hacerle tanto daño a mi hijo, más del que le hago y le he hecho. Y lo digo en serio, y claro que lo siento.
—Una vez más, se lo repito a usted y a su hija no puedo permitir que alguien así esté cerca mio, me da muchísimo miedo.—Aclaró el joven teniendo razón tambien. —Imagínese casarme en esas circunstancias. Y por los demás también, porque si le hizo eso a ella, no tendrá miedo de hacerlo con otros, o de atacarla de nuevo. —dijo el joven refiriéndose a Lauren.
—¿Qué te dijo la enfermera ayer Lauren? —Dijo el Rey—Compártelo en voz alta para el primer ministro por favor.
—La herida no fue profunda, pero si fue y es bastante grande. Perdí sangre, bastante, y con lo que costó limpiarla y poner el alcohol claramente se preocuparon. Se pensó en suturas, pero felizmente no las necesite. Pero se dijo también, que si me hubieran golpeado más fuerte, pude haber muerto. Es un golpe en la cabeza, estuve en reposo y durante estos días aún estoy en una especie de observación, porque siempre queda miedo de algún otro tipo de daño.
El Rey asintió mirando a su esposa y luego al ministro, como para que si de la boca de Lauren ya empezaban a darse cuenta de verdad lo grave que era todo.
—Has cometido dos crímenes Lea. —Le dijo el príncipe, aún ofendido y continuando con aquella aclaración. —Contra mí privacidad y la vida de alguien. —Dijo. —Literalmente no te van a hacer nada, no vas a tener consecuencias legales porque eres hija de autoridades máximas en tu país. Y si te soy sincero es injusto, pero es tu privilegio, el nuestro, por ser quienes somos. Contra eso ni yo puedo hacer mucho. Y no sé si entiendes en verdad lo grave que es esto. —Se frustró consigo mismo al hablar esas cosas, esa era la parte de todo que lo seguía molestando. —Lo único que pido, para si quiera recibir lo mínimo de justicia es que no puedo, no quiero casarme contigo. Y lamento no quererte de la misma forma que tu, pero no puedo hacerlo, más sabiendo esto ahora. Lo único que me causaste es miedo, rechazo. Lo siento. No puedo casarme contigo. No sé cuántas veces repetirlo o de cuántas formas explicarlo ahora, pero entiéndeme por favor. Lo lamento, más por tu familia, a ti no te perdono.
El primer ministro de Suecia se llevó ambas manos a la cabeza. —Arruinaste a esta familia, a todos nosotros. —Le dijo a su hija, que por otra parte no podía dejar de llorar. —Debería desheredarte, dejar que aprendas a pagar por tus acciones.
—Los asuntos con tu familia, lo tienen que resolver ustedes. Pero este compromiso se cancela sin que nadie pueda oponerse. —Dijo el Rey. —Yo también lo lamento tanto, pero esto es algo aterrador hasta para mí, tu hija no puede estar cerca del mío, por su seguridad. Todo nuestro tema de la alianza, lo tenemos que conversar los dos, con el ministerio de este Reino y demás autoridades, veremos que pasa, si podemos dejar problemas personales de lado o si necesariamente estos nos separan, y si lo hacen lo harán. Una vez más, esto no lo puedo permitir, mi hijo tiene razón. Ya veré la forma de ayudar a nuestros Reinos y seguir protegiendo el mío, pero no puedo llevar eso a un punto de arriesgar la vida de mi hijo, ya he abierto los ojos. Lo siento amigo mío.
La Reina empezó a desesperarse. Queriendo solucionar algo de cierta manera, ella estaba a favor de la señorita Lea.
Pero para eso, el primer ministro de Suecia ya había perdido cualquier esperanza, cualquier oportunidad, y cualquier cosa. Por culpa de su propia hija.
Pero las cosas no habían terminado aún.
[•••]
El primer ministro de Suecia volvió a pedir perdón. Encarecidamente representando a toda su familia, hasta a su hija mayor que para colmo no mostraba arrepentimiento alguno.
Se acordó que todo lo respectivo a temas políticos lo iban a tratar después, en una reunión donde buscarían que hacer. Pero la ofensa de la señorita Lea no tenía perdón ni excusa alguna. Ese compromiso se cancelaba, le guste a quien le guste, lo odie quien lo odie.
El primer ministro de Suecia no tuvo de otra que bajar la cabeza, lleno de vergüenza con todavía el berrinche de su hija que no se calmaba. Se llevaron a la señorita Lea primero, entre sus llantos y reclamos, pero era ella quien lo había arruinado todo, ella misma se había hundido. Thomas solo había aprovechado eso, porque a pesar de todo lo malo que había pasado, era su oportunidad.
Se la llevaron hasta sus aposentos, y el primer ministro se retiró después totalmente avergonzado, arrepentido, destruido. Él no tenía la culpa, pero su hija lo había hundido a él también, a la reputación de su familia y hasta su mismo futuro. Habían perdido cualquier chance a que su hija se case o si quiera tenga contacto con el príncipe de Inglaterra. Porque no querían a la muchacha cerca.
Así aquellos huéspedes se retiraron del lugar en una vergüenza incomparable y humillante.
[•••]
Al retirarse, las personas restantes seguían adentro. Se escuchó un gran suspiro casi colectivo. Notándose más el del príncipe, uno lleno de tranquilidad. Lauren al tener los brazos entrelazados, aprovecho para acariciar el brazo del joven, la primera parte había pasado.
Ella estaba muchísimo más tranquila también. Había quedado muda en toda esa conversación por el susto de tener cerca a la señorita Lea y que en un momento se librara de los guardias y vuelva a atacarla, su mente pensaba en eso. Su cuerpo tenía miedo a eso, más aún por la herida de su cabeza, que sería peligroso intentar defenderse y todas esas cosas.
La puerta se volvió a cerrar y a penas pasó eso la Reina no se pudo callar. Todo la frustraba muchísimo.
—Estamos cometiendo un error. Mark estas haciendo lo que Thomas quiere, te estas dejando, eso quería, que se cancele todo, no sé como lo consiguió, algo esta haciendo. No se como siendo tan tonto te puede estar controlando a tí. Ha hecho algo, en verdad. Esto lo estas pensando sin mirar más allá.—Le reclamó.
—Ya dije que reclamos no hay, Thomas no va a casarse con Lea y punto—añadió el Rey.
—¿Pero qué hacemos ahora? Ya tiene 25 años y no está casado, es una vergüenza. Esta era nuestra oportunidad. Otras nobles muchachas ya están comprometidas, ella era la única perfecta para ser princesa. ¿Qué vamos a hacer? —Se desesperó.
—Me alegra que se traiga el tema, respecto a eso, quiero solicitar mi libertad de decisión matrimonial—Interrumpió Thomas a sus padres como si nada, bastante decidido. No tenía intenciones de esperar más, o dar vuelta atrás.
—¿Qué?—empezó la Reina a enfurecerse a penas lo escuchó. El Rey se llevó la mano al puente de la nariz, ya era demasiado con todo lo que pasaba. Su cabeza le iba a explotar.
—Solicito mi libertad de decisión matrimonial. En contra de ustedes. —Le repitió.
—Thomas. —Su padre suspiró—Ya hemos solucionado esto de tu compromiso, y aun sigue siendo un tremendo escándalo que se va a saber. Pero es lo justo, yo estoy de acuerdo contigo, y a favor de remediarlo. Pero hijo mío con lo que nos dices ahora ¿Qué más ya quieres? Hijo por favor, esto es demasiado. Te entiendo, pero solo te pido que...
—Es culpa suya. —El príncipe decidió interrumpir. —Porque desde un inicio fueron ustedes quienes me mintieron, manipularon y obligaron. Ahora con el riesgo a mi privacidad, seguridad y hasta vida, se puede deducir a ustedes como responsables indirectos, por todo este asunto, y claro que lo son. Porque fueron ustedes los que invitaron a la familia, los que le dieron hospedaje. Y no quiero que sigan usándome. Merezco ser libre en ese sentido.
—¡¿Por qué le harías eso a tus propios padres?!—exclamó la Reina desesperada, el Rey había quedado totalmente pasmado, su hijo tenía razón —Todo es obra de esa maldita mujer. —Señaló a Lauren.
Thomas la escondió un poco detrás de él. —No, no lo es pero quieres saber algo, muchísimo antes de que este evento pase yo planeaba decirle al primer ministro su mentira del compromiso y así cancelarlo—Confesó el príncipe—Eso fue antes, por algo les hice creer que me resigné. Y no es todo. Iba a irme de este lugar. —Confesó ya sin ningún filtro, para que sus padres se enteren. Tenían que abrir los ojos, ante lo que Thomas hubiera hecho, en verdad lo hubiera hecho. Pero lo que sucedió con Lea, sucedió primero. —Por las buenas o por las malas. Y si hubiera sido por las malas, ni buscándome bajo las piedras iban a encontrarme, porque en ese caso sí iba a ser Lauren que se encargue de hacernos huir. Que te quede claro entonces, que no era solo ella, éramos y somos los dos. Desde un inicio, porque no se lo iba a permitir ni a ti ni a mi padre después de lo que hicieron en la Sala del Trono. —Dijo, mientras su madre se horrorizaba.
—¿Pero cómo?—se preguntó el Rey más a sí mismo, que a cualquiera presente. Estaba pasmado con las declaraciones de su hijo.
— Más gente también sabía. —Volvió a decir el príncipe. —Pero todo eso ya no importa. Lea cometió una atrocidad, y nos ahorró todo.
La Reina se ofendió. Por las declaraciones y porque su hijo parecía bastante descarado al hablar.
[•••]
—Lamento que si no aceptan mi pedido me veré obligado a exigirlo por demanda o a simplemente cederle el reinado a Ava, lo que implica que de todas formas mis hijos continuarán el linaje, ya que a ella le tienen prohibido el casamiento. De todas formas la línea de esta familia seguiría, y abdicar la corona en el caso y la exigencia que doy seria inviable. He revisado la legislación, y estoy propiamente asesorado.
—Thomas, no puedes hablar en serio ¿Cómo lo hicieron si esto pasó ayer? Su plan inicial nos hubiera llevado a la ruina ¿Cuanto tiempo lo ocultaron también? Tienen que estar mintiendo ¿A quien desean asustar?—dijo su padre aún buscando una manera de no creerlo.
—Hablo en serio, más que nunca, lo que ha pasado con Lea, ha sido casual, y terrible. Pero aprovechable, y eso hice, te lo repito. Porque a diferencia de lo que Lauren y yo pensábamos a un inicio esto nos beneficia más. Y lo voy a aprovechar, con todas mis posibilidades. Lea se hundió a si misma, y yo vi la oportunidad de salir triunfante de eso.
— ¿Eres un monstruo a caso?—exclamó su madre, ofendida asustada y sin salida.
—En algo nos teníamos que parecer ¿Verdad, mamá? —Le dijo, levantando una ceja. —Solicito y de hecho exijo mi libertad de decisión matrimonial. No tendrán decisión sobre mi elección de matrimonio. Es mi exigencia de compensación, una que no pienso pasar por alto simplemente porque sean mis padres. Vengo a defenderme, de manera pacífica, porque se me dio la oportunidad de hacerlo. Porque tuvieron y tuvimos suerte de no terminar esto de otra forma que se no les hubiera gustado.
El Rey había quedado completamente mudo por varios segundos.
—Estás loco, loco en verdad—la Reina empezó a desesperarse en lágrimas.—¿Qué tienes? Tener esposa libremente—Se rió nerviosamente—No puedes casarte con nadie que no aprobemos, tengas el documento de libertad de decisión o no lo tengas. Temas de la familia Real son así de importantes, no hay nadie con quien casarte. Y antes de que sueltes la barbaridad que sé que vas a soltar.—Respiró enfurecida. —No, no vas a estar con una sirvienta. —Dedujo lo obvio de la situación, pero eso la hacía enojar más.
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