II
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1881 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Durante la mañana al alistarse para salir y llegar a la lavandería no sucedió nada relevante. Ya que solo estaban siguiendo la rutina a la que estaban obligadas seguir.
Pero ya en la lavandería, debido a que días antes de casualidad Lauren había mencionado el cumpleaños de Frizzy, tanto Desire como Amy se acercaron a desearle un feliz cumpleaños de manera atenta y cariñosa a la morena. Haciendo también que más gente escuche de paso y de casualidad haciendo que si tenían la voluntad suficiente también hagan la felicitación.
Gracias a Dios, al menos para los empleados fue un día tranquilo. No hubieron nuevas noticias, ni nuevos ajetreos con el tema que ya llevaba el Reino hace unos meses. Y la incertidumbre en cierto punto y para donde estaban, ya hasta llegaba a ser una especie de descanso, que a veces era simplemente necesario.
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El trabajo no paraba ni descansaba en ningún momento a menos que sea hora para comer, y era algo a lo que desde un inicio Lauren y Frizzy se habían acostumbrado. Pero el hecho de que sea el cumpleaños de una de ellas hacia que las ganas de estar planchando una y otra vez durante todas las horas del día, parezcan mucho más agotadoras.
La plancha era de metal, era súper pesada. No tenía límite de temperatura porque esas tecnologías no existían esas épocas. Había que dejarla enfriando cuando se sobrecalentaba, esperar, y volver a la misma tragedia. Era mucho más estresante que lavar platos en la cocina claramente.
Habían quemaduras, accidentes, y hasta lesiones. Además, el frío de la cocina no era nada comparado con el de la lavandería.
Pero si de algo servía, la gente de la lavandería era mucho más agradable. O eso pensaba Lauren, posiblemente porque ahí estaban Amy y Desire. Aunque en la cocina también extrañaba a un par de personas, a Octavia para ser precisos. Por lo demás, en el transcurso de todos los meses que habían pasado, le guste o no, le encuentre cosas buenas o malas, ya se había adecuado en gran parte a esa nueva rutina de trabajo.
Frizzy estuvo mucho más habladora de lo normal ese día, era obvio, era su cumpleaños. Y por un día al menos merecía dejar de lado muchas cosas que la preocupaban y estar completamente tranquila y feliz.
Lauren la escuchó con atención sin desconcentrarse de su tarea, y avisandole a Frizzy sobre que la plancha se estaba sobrecalentado sobre la ropa cuando la misma no se daba cuenta por estar hablando.
También durante toda la mañana, Frizzy no se calló ni un segundo al hablar sobre el detalle que había tenido Lauren con ella. Repetía la historia varias veces, y le agradecía a su amiga en cada momento que terminaba la historia para poder volver a repetirla, una y otra vez.
Y sin ningún problema, Lauren la escuchó todas esas veces. No le molestaba en ningún sentido.
Y la lavandería, ya con el tiempo que había pasado. Al menos en la sección de planchado, también se había acostumbrado a la incansable voz de la morena todos los días.
Sea agradable para ellos o no.
El día que Frizzy no haga bulla, sería totalmente extraño.
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Cabe mencionar también que desde hace un par de días y semanas antes de la fecha. Karoma había solicitado tanto a Lauren como a Frizzy como ayudantes a la hora del recibimiento de nuevos empleados cuando llegasen. Desire y Amy estaban en lo mismo, y al enterarse de que sus dos nuevas amigas también lo estarían, se pusieron muy felices.
Karoma solicitaba aquello solamente a la gente de su confianza. Y como todos los sirvientes trabajaban en pareja, aquella elección era aún más cuidadosa. Pero por normas del castillo aquellos esporádicos ayudantes solo podían ser de la lavandería, ya que ahí estaba el desván y todo aquel asunto protocolar. Así que como ya hace un buen par de meses ambas sirvientas estaban en la lavandería, tuvo la decisión de incluirlas en aquel grupo.
Así, que cuando algún par de sirvientas o sirvientes llegaban, dependiendo de quién quiera pedir ayuda Karoma. Se tomaban turnos entre todas aquellas parejas, tanto de mujeres como de varones.
Y respecto a ese tema, no fue hasta muy tarde cuando Karoma entró de repente mientras Frizzy contaba la historia de que como ella y su madre cumplían años el mismo día, de pequeña estaba acostumbrada a decir "para tí también" cada que alguien le deseaba un feliz cumpleaños.
Cuando Desire no pudo aguantar la risa debido a la historia, la ama de llaves llegó hasta la sección de planchado. Siendo recibida respetuosamente por toda la sección con un saludo y una reverencia.
La ama de llaves dio una noticia. Resultaba, que en ese mismo 13 de Abril, llegó un nuevo sirviente. Uno solamente. Aparentemente para la cocina, ya que lo estaban necesitando.
Hasta ahí no era nada fuera de lo normal para ninguna persona. Y ya que Desire y Amy la habían ayudado con un par de sirvientas que llegaron el mes anterior, fue con Lauren y Frizzy, ya que era su turno.
Les explicó que el sirviente llegaba en la tarde, a las 3:00 p.m que tomen sus precauciones, que asisten todo el uniforme, y les advirtió que no sería un mayordomo, y que más bien trabajaría como cocinero. Por lo que una vez más su uniforme era otro. El totalmente blanco, con el delantal y el sombrero.
Ambas sirvientas asintieron. Karoma dijo que la pareja de sirvientes varones que ayudarían con las maletas también habían sido elegidos.
Con ese aviso, se despidió.
Pero antes de que salga de la sección, volvió a girar.
—Jocasta —Dijo a la distancia.
Frizzy se removió un poco al escuchar ese nombre que no le gustaba. Pero le prestó total atención a la distancia.
Karoma respiró. —Feliz cumpleaños. —Le dijo con una leve sonrisa.
Frizzy se lo agradeció con una risa y unos pequeños saltos emocionados acompañados de una reverencia.
Karoma se volvió a despedir. Y se fue.
Todos tuvieron que continuar con su trabajo. Mientras que antes del almuerzo, Frizzy y Lauren se fueron al desván a alistar todo el uniforme del nuevo sirviente con ayuda de Amy ya que Desire estaba demasiado ocupada con un vestido que no terminó de planchar.
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Ya a las 2:30 p.m con todo listo, y ante la insistencia que tenía Lauren con la puntualidad, ambas sirvientas dejaron todas sus cosas en orden en las tablas de planchar para poder seguir después. Y salieron de la inmensa zona de lavandería.
Fueron de camino a los interiores del castillo, y algo en Lauren cada que tenían la oportunidad de entrar directamente al mismo le recordaba al príncipe.
No lo veía, no podía.
Por el lugar donde estaba.
Por la situación actual, y por la Reina obviamente.
Pero aquella noche en el jardín. O en la entrada del jardín, había sido lo único y lo relativamente más reciente que podía recordar con esperanza.
A fines del año pasado, al menos habían podido encontrarse. Hablarse, animarse. Aunque no haya durado mucho. Y aunque por seguridad nadie en el mundo deba saberlo.
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Lauren podría estar sumergida en todo el enredo que tenía su propia vida como el Reino. Un enredo que era tan difícil de explicar como de entender.
Tenía todo el dinero suficiente, contando el regalo del príncipe para irse del castillo junto a Frizzy y apuntar por un rumbo diferente. Pero no se podía ir porque el año pasado en un momento difícil ambas se habían enterado de algo mucho más grande que ellas, y de una situación que no debían de saber en primer lugar. La reina las encerró a ambas en el castillo de manera estratégica, y mientras la soberana este viva haría de todo para que nunca salgan. Y para que aquel secreto se mantenga así, sin arruinar su reputación.
El dilema si el príncipe merecía saber o no, porque claramente no decírselo ni a él y a la princesa también estaba mal. Era su familia.
Un tema en el que el destino las terminó metiendo a ambas de cierta manera. Donde no tenían más opción que esperar y obedecer, porque sobrepasaba su capacidad.
El asunto del Reino era más enredado aún. Élite contra élite, vandalismo, corrupción. Ofensa a la patria.
Eso sería suficiente para que una persona como Lauren quede sin opciones ni una pizca de optimismo. Pero no lo estaba.
Increíblemente, no lo estaba.
Era obvio que se sentía mal, que tenía preocupaciones. Que tenía miedo. Todos lo tenían.
Pero si de algo había servido un cambio tan drástico que tuvo su vida el año pasado, un giro total que cambió todo aspecto en su vida. Era que ella también había cambiado, y para bien.
La libertad no tenía precio. Y ella ya lo era. Emocionalmente, físicamente. No era la misma niña de 12, 15, o 17 que vivía con el temor de morir asesinada si hablaba de sus padres.
Y ser libre, le permitía afrontar todo lo difícil. Como una mejor persona. Con más esperanza.
De que en algún punto las cosas iban a mejorar. Y lo iban a hacer.
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Regresar a los interiores del castillo era algo extraño ya, no entraban muy seguido. Y para el tiempo y la costumbre de estar en la lavandería siempre era algo extraño volver a todos esos inmensos y lujosos pasillos.
Lauren no tuvo tanta extrañeza ya que días antes entró para pedirle el favor a Octavia del panecillo. Pero de todas formas, esa especie de sentimiento que envolvía al joven príncipe de cabellos claros, seguía presente ahí. Y en el castillo, se acentuaba más de lo normal.
En esos momentos, Lauren llevaba el uniforme para aquel nuevo cocinero. Frizzy la acompañaba, ya que después iban a ser ambas quienes guíen al nuevo sirviente hasta la torre norte donde se quedaban todos los sirvientes varones.
Karoma siempre se encargaba de explicar las normas y todo el detalle. Los horarios, la exigencia y todo lo demás.
Frizzy propuso acortar camino por un pasillo en el cual se doblaba a la derecha. Para así encontrarse con Karoma en la sala Real, para que ella reciba al nuevo empleado y ya se de toda esa rutina que ya se sabía.
Y sin que lo supieran, chocaron de repente con Louise y Dianne, quienes venían en camino contrario. Dianne con una bandeja pequeña con platos ya vacíos. Y Louise con una bandeja con tazas vacías igualmente.
Habían ido a servirle el té y algunos panecillos y galletas al Rey y al príncipe en la sala del Trono. Eso fue lo que explicó Louise cuando se saludaron.
Por instinto Lauren y Frizzy ignoraron a Dianne, y la gemela mencionada hizo lo mismo.
Era mucho más agradable dirigir la atención a Louise, con quien si valía la pena hablar unos minutos.
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—Bueno nos regresamos a la cocina —Dijo Louise con una sonrisa.
—Nosotras ya nos vamos con Karoma. —Dijo Frizzy devolviendo el gesto.
Las cuatro mujeres se despidieron con una reverencia, y moviéndose para poder pasar, empezaron a avanzar.
Unos pasos más allá, cuando cada quien ya empezaba a retomar su propio camino, se escuchó la voz de Dianne.
—Bonito corte de cabello Lauren. —Dijo en suficiente voz alta la insoportable gemela. Mientras avanzaba como si nada con su hermana, que la miró muy mal y la regañó.
Frizzy se giró algo molesta, Lauren decidió tomarla del codo para volver a girarla y ambas seguir con su camino. No valía la pena.
Frizzy hizo caso, y ambas siguieron avanzando.
Lauren claramente sí se había sentido ofendida. Pero no se sentía con energías suficientes como para hacerle caso a aquella gemela que no le agradaba. Causar una discusión sería algo muy poco inteligente. Y claramente no tenía ganas. Aunque las palabras de Dianne si lograron el objetivo de hacerla sentir mal.
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Con el uniforme perfectamente doblado entre las manos y la compañía de Frizzy llegaron a la inmensa Sala Real, siendo recibidas por Karoma quien ya esperaba hace un buen par de minutos.
Volvieron a saludarse con una reverencia. Y en un silencio normal, cada sirvienta se puso a un lado de Karoma, Lauren se colocó al izquierdo, y Frizzy al derecho.
El gran reloj pegado en una de las paredes bastante arriba, dio las 2:50 y en ese momento. Karoma salió hacia la sala de recibimiento rumbo a la gran puerta principal del castillo. Dejando a ambos empleadas esperarla en la sala principal, como era el protocolo.
Los guardias abrieron la gran puerta para Karoma. La mujer salió y en las afueras de la puerta que se cerró detrás de ella esperó. A que llegue el carruaje contratado por el castillo con el sirviente que le habían indicado.
Frizzy y Lauren se quedaron esperando dentro de la sala Real en los lugares que las dejó Karoma. Mirando de tanto en tanto como aquellas manecillas del gran reloj de la pared se iban moviendo al avanzar los minutos.
A las 3:00 todavía no sucedió nada. Por lo que sin ningún problema solo siguieron esperando.
Pasaron todavía un par de minutos, y no sucedió nada.
—¿Habrá pasado algo? —Preguntó Frizzy
—No creo —contestó Lauren. —Son 3:06 recién. A veces los carruajes demoran—Dijo tranquilamente.
Frizzy asintió. Y siguieron esperando.
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Estuvieron paradas por un buen par de minutos. Y algunas veces ya había pasado, a veces surgían inconvenientes y por eso algunas cosas se demoraban. Y en la mayoría de casos Karoma lo entendía, pero por lo dura que era su imagen cuando alguien la conocía por primera vez, siempre terminaban disculpándose.
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—Ay, me dio un calambre. —Comentó Frizzy de repente de manera cómica, encogiendo su rodilla derecha disimuladamente.
Lauren aunque no pudo reírse en esa ocasión. Si le causó bastante gracia.
No mucho después de eso, a las 3:17 por fin la gran puerta se abrió, volviendo a mostrar a Karoma y su imponente presencia de siempre. Con una persona siguiendola ordenadamente.
Debido al respeto que guardaba el joven al seguir a la mujer, no se veía quien era. Pero al acercarse y al Karoma moverse un poco para el costado sin querer todo quedó descubierto.
Las expresiones de Frizzy y de Lauren, a penas se reconoció al joven, fueron de total sorpresa. Una que no se podía disimular, y que claramente extrañaron un poco a Karoma.
De alguna manera, Louis Tennison había ido a parar al castillo como panadero oficial del castillo.
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