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❝El placer del pecado❞


(KIM NAMJOON)

Kim Seokjin no fue el primer hombre que me gustó, tampoco mí primer amor, mucho menos fue la razón por la cuál me proclame gay. Sin embargo, Kim Seokjin fue del primer hombre del cual me enamoré, cosa que a veces me da rabia porque no puedo llamar amor mi primera experiencia simplemente porque no lo fue. Sinceramente fue un paso calculado hasta en los más mínimos detalles y a veces me echó en cara el haber sido tan frío al resolver mi deseo de realizar o materializar ya lo que me consumía por dentro, llenaba mis fantasías nocturnas. Mis inquietudes ya habían tomado por asalto mi ser, que en aquel tiempo me daba bastante dolor de cabeza porque me debatía entre, «el ser o no ser», habiendo crecido en una ciudad provincial, mis deseos eran lo prohibido, el tabú, lo despreciado o lo degenerado. Mi tortura duró mucho tiempo antes de poder llegar a romper el pánico a verme descubierto y poder entregarme a alguien.

Traté en vano de buscar la persona adecuada que me garantizara al menos un anonimato real y no dejara huella en mi entorno, en aquella cuidad había muchos candidatos que abiertamente demostraban su predilección hacía el mismo sexo, siendo el centro del hazmerreír o del desprecio de todos, ellos no servían ya de inicio. Y, Jin que en realidad fue quien se llevó el trofeo de mí amor por él. Eso era algo que él sabía, y aprovechó en su beneficio hasta el máximo. Para todos era bien sabido su condición de homosexual. Él era el nombre que le daban a aquellos que les gustaba que se enterraran la polla por el culo. Palabras que herían y que una vez que en la ciudad, te colgaban ese cartelito pues era un estigma imborrable y que pesaba mucho.

Jin fue quien descubrió en mí todo lo que yo ocultaba, tenía muy buen ojo para detectar la semilla oculta y lograr sacarla a toda costa. Comenzó una verdadera cacería, porque aunque podría llamarlo como un juego del ratón y el gato en realidad fue una cacería donde él era el cazador y yo la víctima consciente de que cada cual tenía bien claro el papel nuestro. Solo tenía que verme para que con un gesto lascivo mientras se tocará la polla, mostrando a veces un simple bulto o su erección. El muy hijo de puta no escatimaba nada para lograr llamar mi atención y lo lograba porque de solo ver aquella erección que se le marcaba sobre el pantalón, y como la acariciaba con mucho vicio. Mis ojos se le clavaban, un escalofrío me recorría de pies a cabeza.

Nuestro secreto. Digamos que lo fue, duró mucho tiempo, quizá no sabía el tiempo exacto porque sólo dar un paso para mí era lo peor, el pánico podía más que yo mismo, más que mi deseo, más que la tentación del sexo mostrado esperando a que me acercara. Y lo tomara. Era un sufrimiento que se alargaba, ya Jin había tomado la ofensiva, me perseguía si me veía pasar, me hacía guardia en la esquina de mi hogar esperando a que saliera o entrara, allí estaba él con su mirada en mí, mordiendo su labio inferior y una mano agarrando su entrepierna. Antes de que me entregara a disfrutar del verdadero sexo, tuvimos nuestros encuentros que fracasaron por mi miedo.

Una de esas veces, fue que mientras me perseguía pues se fue la luz, cosa frecuente de aquellos apagones por fallas en la compañía electrónica, yo me perdí en mi pánico y lo seguí hasta el puente Gwangan, él se frenó, comenzando a mirar el río crecido aunque en realidad no sé veía nada, solo se escuchaba el sonido del agua correr. Yo me acerqué y puse mi mano en la baranda del puente, él se acercó, pegando su polla a mi mano, yo la palpé tratando de conocer si era cierto lo que se marcaba siempre.

―¡Vamos hasta la línea! ―me invitó mientras había comenzado a caminar hacía la línea de ferrocarril por el muro del río.

―Me da miedo ir por ahí, el río está muy crecido. ―respondo dudoso.

―¡Ve por la calle! ―sugiere― ¡No te pasará nada!

Para mí tan mala suerte, vino la luz en ese momento. Sus ojos negros diseccionan mi rostro, como si tuviese intentando leerme la mente.

―Los vecinos me conocen, ¿qué dirán Jin? ―comencé a menear la cabeza de un lado al otro con preocupación― No quiero que sepan esto. Y lo sabes.

―¡Bah! No te preocupes por eso. Pues es que ya todos, lo comentan. ¡Y tú lo sabes!

―¡Mí esposa no sabe de esto! ¡Y menos mí familia! ―quedando estático en mí lugar― ¡Me voy de aquí!

Aquel encuentro no terminó en nada, me fui y lo dejé allí sólo, caminando hacía el lugar. Recuerdo que, no hablamos por mucho tiempo hasta diría que las cosas con mí esposa habían mejorado, me creí que lo de ser homosexual era cosa de mí cabeza, volví a creer que yo era heterosexual, sin embargo, él apareció, volviendo a cegarme por completo. Confirmando que me gustaban los hombres, un día que me lo cruce, donde todo comenzó nuevamente. Al parecer ahora tenía que aparecer la oportunidad de poder estar con alguien igual que yo y un buen día apareció, iba yo por la acera y él venía de frente, nos saludamos y como la calle estaba bien vacía, pues me quedé sin huir.

―¿Quieres entrar aquí? ―gruño coqueto, lleno de chulería― No te arrepentirás. Jamás.

Me apretó el estómago con las manos en un intento de contener los nervios.

―Sé que no. No lo haré. ―no importa lo mucho que le insista para que deje las formalidades; se sumerge en el protocolo con la misma facilidad con la que yo respiro― Kim Seokjin… jamás me arrepentiría de tí.

Me invitaba a la casa de un amigo donde él vivía o siempre estaba. No lo pensé ni dos veces y lo seguí, entramos, el amigo que me conocía porque había trabajado con mi padre, se quedó algo sorprendido. Pasamos al dormitorio y nos besamos, él es el único hombre que quiero que me bese. Me sentía bien en sus brazos, como me abrazaba y sentía su polla dura por encima del pantalón. Se la acaricié, él conocía bien mi debilidad.

―Es tuya, ¿qué esperas? ―me dijo, mirándome lascivamente― No necesitas invitación para esto. Ven y tómala.

Yo voy aprendiendo sobre la marcha, y la mayoría de los días me siento como si caminara por arenas movedizas.

―Idiota... Imbécil… tonto… ―le recrimino y mis ojos se posan en los de él brevemente― ¿Estás seguro? ¿No?

Respiro hondo y encarno las cejas.

―Pues claro. Namjoon. La pregunta aquí es; ¿Tú estás seguro de esto? ―Jin la observa abismado durante unos instantes antes de volver a concentrarse.

Tentándome a abrir la bragueta. Lo hice y saqué con cierto temblor su polla, tal y como me la imaginaba. Pero no tanto, me dio cierto miedo porque me podía desgarrar todo, el color del glande era igual al de sus labios, rosada. Me quedé un momento acariciando su miembro, él lo tomó con la mano y con la otra acercó mi cabeza para que empezara a tragarla. Aquel primer contacto me pareció raro, jamás lo había hecho, no me había visto chupando su erección pero tenía un sabor inconfundible, tenía que abrir demasiado la boca para poder tragar hasta la mitad. No me había imaginado allí sentado en la cama delante de él, chupándosela.

―¡Mira en el espejo como me la chupas! ¡Te ves tan bien! ―grita en jadeos.

No sé si siento una alegría forzada o una alegría verdadera. Pero me siento feliz. Feliz y pleno.

―¿Te gusta mi querido Jin? ―digo, busqué su mirada con su polla en mí boca.

―No pares... Más fuerte. ―exigió él, y me apretó contra su polla.

Otro suspiro, surgido de entre sus muslos, se me escapó del pecho. Era cierto, allí estaba el espejo de la cómoda donde nos veíamos los dos. Estuvimos un rato mirándonos hasta que Jin, me hizo levantarme de sopetón, me bajó el pantalón, junto a los boxers desesperadamente, me dio la vuelta y empezó a lamerme el culo, creando el famoso beso negro. Agarraba mis nalgas, las abría y pasaba su lengua provocando el mejor de los placeres, mí cuerpo vibraba por completo. Empezó a escupir su saliva en mi culo, me puso la polla en él, empujó para meterla, me hizo casi gritar.

Sentí un dolor terrible que me hizo estremecerme, él me dijo que aguantara un poco, pero no pude soportar. Tuvo que sacar su erección manchada de mí sangre en ella. Entonces nos desnudamos y nos tiramos en la cama, me besaba, me comía la boca, el cuello, sus manos no se apartaban de mis nalgas y, mi dolorido hoyo. Me decía al oído que tenía un culo muy rico, que había esperado mucho tiempo para este encuentro. Me dijo que tomará una crema que había en la mesa de noche, así lo hice.

―¡Carajo! qué apurado estás, muero por tenerla dentro nuevamente. ―él murmuró.

―Me gustaría también saber lo que se siente penetrar tu culo, Jin. ―indico con fingida preocupación.

―Y lo harás. Pero, todo a su tiempo.

Después nos volvimos a enfrascar en una lucha de besos y caricias antes de que empezara a meterme su polla. El primer intento fue doloroso de nuevo, me sentía como me abría todo, intentó meter y sacar su polla, terminó poniendo más crema, esta vez empezó a entrar y, aunque me revolqué algo por el dolor, en esta ocasión no la retiró.

―Calma, calma cariño, solo es la mitad. ―acariciaba mí espalda con suavidad― Mirá... Ésto…

Sus uñas rasguían mi cuerpo, su tacto tibio me volvía loco.

―Es la escena más fantástica de mí vida, mucho mejor que los videos porno gay, que veía. -suelto una risa nasal.

Estaba experimentando la experiencia más grandiosa de la existencia.

―Calla, amor. Eres muy ruidoso. No hagas ruido. Y continúa… ―alza más sus caderas― Estás viviendo tu propio video porno gay, Namjoon. ¿Te gusta verdad?

Me separó de él, y me quedo admirandolo con detalles, Kim Seokjin, es un verdadero hombre hermoso. Miré por dónde lo miré, estoy completamente perdido en él, entregar mi alma y cuerpo a él. No era ningún error. Él estaba con la persona que deseaba estar. ¿Cómo puede prohibirme estar tanto tiempo sin él?

―¿Qué mierda haces?

―Espera un segundo. Quiero verte.

Tras un suspiro entrecortado, lo dejé hacer lo que quisiese conmigo, siguió besando, acariciando, cada vez metiendo más y más su polla en mí culo que no sé dilata tan rápido. Nos volvimos hacía la cama aún mojados, me hizo sentarme en él, y estuvimos así abrazados besándonos, inyectando saliva como animales, yo con mis piernas alrededor de su cintura y con todo aquella polla dentro de mí orificio trasero.

―Ya ves, ya la tienes adentro. ―susurro son mis labios― Ahora eres mío... como siempre debiste ser. Solo mío. Nam.

―Me has dicho que no soy un objeto el cual deben reclamar como suyo. ―me centro en sus expresiones faciales― Así que no entiendo...

Él sonríe de lado.

―No eres un objeto pero si eres mí hombre. ―tomó con su palma abierta mí nuca, acercándome más a él― Por lo tanto, eres mío. Namjoon. Completamente mío y solo mío. De nadie más. ¿Estamos claros?

Empezó todo un remolino entre ambos, era todo un especialista en dar, propinar placer y al mismo tiempo recibirlo, en una de aquellos giros se salió, me levantó las piernas sobre sus hombros, empezó a lamerme el culo, después metía toda la polla y, volvía a sacarla para terminar metiendo de nuevo. Yo gemía de placer, de goce, de satisfacción. Kim Seokjin era mí condena de muerte pero la cura de mis pecados. Nunca antes había experimentado tal cosa, había leído bastante del tema pero en realidad, ninguna palabra podría describir lo que se siente.

Jin sabía bien qué hacer, cómo lograr que me sintiera en el cielo y en el infierno a la vez, no paraba de moverse, de acariciarme, de besarme y de murmurar cosas que iban desde lo más tierno a lo más grotesco. Sus manos recorrían mi cuerpo, sostenían mis nalgas, haciéndome cabalgar sobre él, el dolor punzante había desaparecido, solo sentía un placer inexplicable. Mi rostro estaba empapado de sudor, ni hablar cuando tocaba mi culo lleno de su semen empezó, el muy hijo de puta sabía el placer que eso provocaba. Me miraba fijamente mientras sus dedos tocaban mí hoyo, como su pulgar se hundía hasta lo más profundo, se mordía el labio de gusto, su lengua mojaba mí espalda, junto a sus besos.

Esos besos húmedos que mandaban vibraciones, erizaban mi piel. Me echó hacia atrás para contemplarlo mejor, pero entonces sus ojos se desviaron a causa de la contundente masturbación que el hombre se proporcionaba a dos manos. Me intentó acercar para volver a meterle la mano en esa polla bendita, pero él se zafó. Dejándolo atontado.

―Déjame a mí… ―solicitó el hombre con un tono que no admitía réplica.

Me asió la polla con determinación, incluso se untó la mano de saliva para hacer que el movimiento fuera más fluido y mejor. Para mí la sensación era casi indescriptible. Vigorizante, aguda, nacía del escroto y le alcanzaba tanto al extremo del miembro como a la columna vertebral y la nuca.

―¡Qué gusto, joder! ―chilló extasiado.

Él no me escuchaba, ni una jodida palabra. Con los ojos clavados en su polla, la meneaba llegando a veces a bajar la palma de su mano para tantear los huevos. Había que estar mal de la cabeza, Jin me miraba la polla con una opacidad maníaca. Como sí aquel objeto con la ostentación propia de una escultura coreana, me tenía poseído.

Luego, al verlo pugnar con la lazada idea de llevárselo a la boca, tuve el ingenioso pensamiento de ponerme en pie con el pretexto de facilitarle la tarea. Sin embargo, cuando lo hice me vi al fin desnudo, no me había tomado en cuenta que tenía un gran espejo a un lado de su cama, sitúe mi formidable erección en los labios de mí compañero de trabajo. Al ofrecerle así mí polla, resultó obvio que no tenía intención de conformarme con que los dedos de él, recorrieran mí falo.

Deseaba sobre todo, gozar de su boca y sus labios, sentir el roce de su lengua. Y por qué no, verificar la inaudita profundidad de su garganta. Me sostiene con mimo y cariño. Kim SeokJin me amaba como yo a él. Y así es como pierdo la cordura con Kim Seokjin. Su nombre navega náufrago por todos mis pensamientos.

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