❝Dolor insoportable❞
(KANG MINA)
Una tarde de sábado después de los oficios de ama de casa, el timbre suena, creyendo que era Namjoon demoré en abrir, llegué al punto de temerle tanto. Sin embargo, cuando abrí la puerta, estaba su hermana pequeña con una sonrisa en los labios, y su estuche de manicuría en mano. Venía a pasar tiempo de calidad con su hermano mayor al mencionarle que no estaba, decidió quedarse a esperarlo igualmente a pesar de que me negué porque llegaba muy tarde, se quedó igual. Me dijo que lo extrañaba, y que si ella no venía hasta aquí, él ni siquiera se tomaba el tiempo de verla ni por un segundo. Así qué, pasamos la tarde juntas, ella mirándome fijamente a cada instante mientras me arreglaba las uñas de las manos con dedicación.
Me fascina que me pinte las uñas de las manos hoy ha escogido un tono azul marino con destellos brillosos, sostiene cada dedo con mimo, ese mimo que tanto necesito, y pasa la brocha con suavidad sobre las uñas poniéndolas con algo de color. Es parecido a lo que tiene con su hermano, es asombroso, es como si fueran gemelos, sin embargo, existe una gran diferencia, ella es dulce, amable. Y atenta conmigo no abrumar a nadie con actitudes chocantes. Namjoon al contrario es alguien cuyo objetivo en la vida es agradar a todo el que se le cruzará, tener una etiqueta social perfecta. Ella calibra el resultado, asiente suavemente y comienza a soplar, no hace falta, la pintura, en teoría se seca en un minuto pero no se lo digo y le permito que siga.
¿Por qué Namjoon no era así como su hermana?
―Tienes muy bonitas manos, querida cuñada. ―acaricia mis dedos con ternura.
Me río débilmente, pero es una sonrisa sincera. Ella me copia y también sonríe. La verdad es que me sentí fatal por unos minutos. Mi cuñada siempre se había comportado de forma correcta conmigo, haciéndome sentir bien.
―Gracias Minjoon... Muchas gracias de verdad. ―mis ojos pican pero aguanto. Cómo una verdadera guerrera. Hace tanto tiempo que alguien no me decía un halago.
Me mira atentamente hasta llegar hasta mí hombro, me pongo nerviosa subo mí suéter de lana tapándome rápidamente, tenía una mancha violeta, que fue causada por su hermano.
―Qué silencio. ¿No lo crees? ―comentó Minjoon en voz baja― ¿Y si ponemos algo de música? ¡Pongamos algo de electrónica! ¡Te encantará ese ritmo tan cool!
―Me gusta el silencio, honestamente. Quiero que esté así todo el tiempo que sea posible.
Ella suelta un suspiro pesado, poniendo los ojos en blanco a la par que se cruzaba de brazos y se recostaba en el sofá. Cómo en berrinche.
―¿Qué hora es? ¿A qué hora llega mí queridísimo hermano? ―pregunta curiosa, el tono era innecesariamente rudo.
Me ofendió de cierta manera el hecho que estuviese enojada, sin embargo, no debo decir nada, me daría vergüenza de mí misma decir algo para luego estar equivocada.
―No tiene hora de llegada. ―miro hacía la nada― Es muy adicto al trabajo.
Trago en seco, y ella se incorporó, juntando sus ojos con los míos, estaba tan obstinada cómo Namjoon. No paraba hasta no conseguir lo que quiere, no descansa en paz.
―¿Estás bien, cuñada? ―frunce el ceño― Te noto tensa. ¿Pasa algo qué no sé? ¿Quieres que hablemos?
Intento tocar mí hombro pero no sé lo permito, me alejó discretamente moviendo mí visión hacía mis manos. ¿Ya me dirás cómo ha llegado hasta aquí?
Cabizbaja, me tapó el rostro con ambas manos, como si no terminase de creer lo que estaba pasando. Sin embargo, cuando me quitó las manos de la cara vi en sus ojos que había algo más, algo que Minjoon no me había contado.
―Lo estoy, sí. ―digo. Se pone de pie. Repito su accionar, sin embargo, me dijo hasta el gran ventanal― No pasa absolutamente nada.
Allí dentro. Me sentía atrapada, como un alma en agonía, pérdida como un náufrago en el mar, desolada como un niño sin hogar. Pero al darme la vuelta vi que la calma y la oscuridad en la calle, eran absolutas. En el gran portal del jardín apenas penetraba el tenue reflejo de la luna. No había allí nadie a parte de nosotras dos, Minjoon avanzó con sigilo y desapareció en el vientre de la cocina, regresó minutos después con un vaso de agua en sus manos.
―¿Qué haces aquí todo el día, cuñada? ―pregunta mirando cada rincón de la casa.
Es tan joven y hermosa como yo lo era cuando tenía su edad. Siento envidia, quisiera ser libre como Minjoon, pero a la vez no, quiero ser libre de su hermano, y para esta triste realidad, ella es su hermana. Tiene que vivir por el resto de la vida con sangre de él recorriendo sus venas.
―Nada. Suelo leer todo el día, eso me entretiene. ―tartamudeó, provocando que los movimientos y gestos sean estúpidos― Es más, si gustas tengo una gran variedad de libros entretenidos.
―¿Eeh? Pero eres igual de aburrida que mí hermano, ahora entiendo por qué se casaron. ―afirma con determinación, sus labios se abultan en un puchero― Eres una come libros, sin ofender.
Me río nuevamente, me abrazo a mí misma, las hombreras de mí suéter se caen. Trataba de infundir ánimos hacía mí persona, sin embargo, es un acto completamente imposible.
―Déjame ver. Mina. ―dijo mí cuñada.
―¿El qué? No entiendo, ¿Qué quieres ver? ―me asustó, dando pasos hacia atrás, cuando su cercanía era más. Clavó mis uñas en la carne de mis brazos― No entiendo de lo que hablas. No hay nada que ver.
―Tu hombro Mina. Desde que llegué veo algo no tan agradable. Y quiero confirmar o desmentir lo que presiento. ―mi corazón latía desbocado.
―No hay nada que ver. Estoy bien. Lo juro.
De un momento imprevisto, su movimiento hábil fue más rápido. Alcanza a exponer mí piel. El corazón me latía a toda velocidad, y las piernas me temblaban pero logré contenerme, parecer convencida de mis afirmaciones.
―¡Dios santo! ¿Quién te ha hecho esto?
―No es nada. Solo un moretón.
―¿Cómo así? ―clamó mí cuñada, intentando no alzar la voz― Tienes un moretón más grande que mi mano, claro que es algo. Y algo muy grave.
―Sanará en unos días. ―comentó él, como si hubiera pensado mucho en ello.
―¿Quién te ha hecho esto? ―sisea en un tono más severo― ¿Fue mí hermano? Dime Mina. ¿Fue Namjoon? ¿Fue él?
―Yo sola me lo hice Minjoon, sabes que soy algo torpe, estaba limpiando debajo de la alacena, resbale y caí. Golpeándome con la punta de la mesa. Tu hermano sería incapaz de hacerme algo malo.
―Por qué algo dentro de mí dice que no fue así, ¿Mí hermano te hizo eso? ―insiste― Puedes decírmelo. ¿Lo sabes, no?
―¡No! Claro que no, él sería incapaz de algo así. Sabes que tu hermano me ama. No me haría algo así.
―¿Sabes que puedes confiar en mí? ¿Mina?
―Que él no ha sido. Juro que me lo hice sola. -mis palabras temblaban― Tengo hambre, ¿Tú no?
―Si, algo sí. ―resopló y se incorporó― No he comido nada desde el mediodía.
―¡Iré a preparar la cena, entonces! ―me giró sobre mí propio eje, comenzando a caminar.
―¡Espera Mina! ―me quedó estática antes de darle el rostro. Pongo mí mejor sonrisa falsa― ¿Segura que has sido tú? -sus ojos me estudian.
―¡Claro qué sí cuñada! ―sonrió para tranquilizarla― siéntete como en tu casa. Cuando la cena esté lista, te daré aviso. Así cenamos juntas.
Corrí prácticamente hacía la cocina, tratando de escapar para no decir la verdad, una verdad que si sale a la luz, sería más cruel que la mentira que he dicho. Ahogó un lloroso mordiendo el puño de mí mano, rebuscó entre los estantes de los muebles un cigarro. Colocando el tabaco entre mis labios, lo prendo.
―¿Fumas cuñada? ―la voz de mí cuñada, vuelve a interrumpir― ¿Mí hermano lo sabe?
―No. No fumo. O no es un vicio que pueda dejar cuando desee. ―le conteste y le dedicó una sonrisa amable― Pero... me quita la ansiedad por eso comencé a consumir.
Ella parecía muy preocupada, seguía parada junto a la puerta, observándome.
―¿Qué sucede, Mina? Háblalo conmigo, buscar alguna manera de ayudarte. ―dijo en tono casi agresivo.
Sube levemente la comisura de la boca.
―Nada. Solo hacía una observación.
Me debate en un océano de dudas, desaparece de mí campo de visión, tan rápido como su inoportuna aparición luego de unos minutos, doy pasos temblorosos hasta la puerta. La veo sentada en el sofá con su celular en mano, me relajo y sonrío, me lo ha puesto difícil. A pesar de lo familiar que podíamos ser, de aquellos episodios de violencia que ejercía mí esposo en contra mía, me herían tanto que me daba miedo de contar. Así sea a su hermana o algún desconocido.
(...)
―Está muy sabrosa la lasaña. ―señaló la comida enfrente- Eres una gran cocinera. Debes tener contento a Namjoon, dicen que el estómago feliz es un matrimonio agradable. ―hace una pausa― Debes enseñarme así cuando me case tengo a mí marido feliz.
Más lejos de la realidad se encontraba. Rara vez él comía lo que preparaba, rara vez él estaba compartiendo la misma cama conmigo, rara vez él me dirigía la palabra. Esto ya no era un hogar, ni un refugio ni mucho menos un escondite, este era el mismísimo infierno.
―Oh... tienes más similitudes con Namjoon de lo que creí, él es fanático de las pastas, así que supongo que también les deben gustar. ―le digo, cuando me doy cuenta que me estaba observando― Me alegro que te guste a ti también.
Me sonríe con empatía y pena, hice mí mayor esfuerzo para devolverle la sonrisa, sin embargo, sonreír de verdad era algo ajeno para mí.
―Tienes muchas ojeras. ―cambia el rumbo de la conversación― ¿A qué se debe?
―No duermo mucho últimamente.
―¿Y a qué se debe eso? -insiste en saber- Me tomó por sorpresa la verdad. Fumas, no duermes, y para el colmo tienes moretones en el cuerpo, por que se que no solo en el hombro hay. -hace un descomunal silencio incómodo- Habla conmigo Mina. Me preocupas.
No quería responder lo que deseaba escuchar, lo obvio, muy en el fondo sabía que ella captó la verdad desde el inicio, solo necesitaba que una confirmación salga de mis labios, sin embargo, mí cabeza no es de ayuda en estos momentos. No crea alguna excusa. Estiró su mano por encima de la mesa, tomando la mía. La quito rápidamente, poniéndome de pie. Buscó el paquete de cigarrillos que estaban sobre el mármol de la mesada, sacó uno con la mano temblorosa, dejó el paquete a un lado y enciendo el cigarrillo que tenía en la boca mientras fumaba, miró a Minjoon.
¿Estaría mal contarle la verdad? ¿Sería inapropiado?
Al fin y al cabo, no podrá hacer nada al respecto, más que solo una persona de desahogo para mí. Interrumpe mis pensamientos con otra pregunta, al notar mí silencio, negó con la cabeza al no poder hablar.
―¿Fue él, verdad? ―pregunto. Otra vez.
Arrojó una nube de humo en el aire fétido.
―¿A qué te refieres? ―respondo con otra pregunta.
Clavó sus ojos en la punta de mí cigarrillo que sostenía con mí mano derecha.
―¿Mí hermano es el causante de tu desdicha?
Trató de que los recuerdos dolorosos no me juegue en contra y se mantengan en un nivel mínimo. Le ruego mentalmente a mí resistencia que mis lágrimas no salieran, clavo mis ojos en ella, a la par que le daba una larga pitada a mí cigarrillo. Cuando al fin decidí hablar, él aparece por la entrada de la cocina. Su penetrante mirada se clavó en mí, me atravesó de lado a lado, a lo que supongo que es mí sentencia de muerte.
―¡Al fin llegas Joonie! ―dice su hermana, abrazándolo― Tienes que dejar un poco el trabajo, no estás todo el día en tu hogar.
Se saludan amistosamente, él no dejaba de verme.
―Hola bebé. ¿Cómo estuvo tu día? ―se acerca, besa la comisura de mis labios de manera agresiva. Su mano terminó en mis costillas, las cuales apretó, me lástima.
Minjoon nos estudia con la mirada, me enderezó, y cumplo mí rol.
―Hola amor… al final llegas, te he extrañado… ―declaré, abrazándolo y obteniendo a cambio un estridente chillido de alegría.
Nos sentamos cada uno de nuevo en la mesa, le sirvo de comer a Namjoon. Se sienta juntos a nosotras con el rostro serio. Mirándome severamente.
―¿Qué hacían? ―pregunta antes de llevarse un bocado a la boca― Si se puede saber.
―Estábamos cenando mientras teníamos una charla de cuñadas. ―responde ella tras un suspiro.
Él examina el entorno, como si esperara que una amenaza se materializa en las paredes en cualquier momento. Estalla una risa infantil por parte de la menor que rebota con un eco estremecedor.
―¿Y de qué hablaban? ―preguntó amargamente.
―Cosas de chicas, no te tiene que importar. Menos si no tienes una vagina. Así que no preguntes.
―Todo lo que tiene que ver con mi esposa, me concierne. ―quiere tomar mi mano pero la alejó con cuidado, fingiendo que tomó los palillos entre mis dedos.
―Qué posesión, Dios santo, deberías ir a terapia. ―había ironía en sus palabras― Le estaba comentando sobre cosas de la escuela, además que me gustaría salir de compras con ella.
Mentía fácilmente. Me pongo una mueca al recordar la inquietante descripción que hizo.
―¿Estás bromeando? ¿De solo eso hablaban?
―Claro que no estoy bromeando, ¿De qué más podríamos hablar?
Namjoon se enderezó en su lugar mirándome, buscando que confirmara lo que decía su dulce hermana, asiento con rapidez antes que Minjoon, se diera cuenta de ese detalle, se relaja cuando asiento.
―¿Y tú qué haces aquí? ¿Ella te llamo? ―me apunta con la cabeza.
―¿Qué? ¡No! Tuve que venir por mí cuenta porque sino no recibiría atención de mí hermano mayor. ―dice y Namjoon arquea una ceja y su atractivo rostro refleja diversión― Ya no me brindas la atención que necesito, así que vine a buscarla.
―Ando muy ocupado, prometo prestarte más atención de ahora en más.
Me calló, no volveré a hablar más. Mí única oportunidad se había ido como las hojas secas de otoño llevadas por el viento.
(...)
―La llevaré a casa, es tarde para que regrese sola. ―me dice Namjoon, tomando su chaqueta y llaves― No tardó.
―Me puedo quedar a dormir aquí. ―pelea su hermana menor, disgustada.
―No. Kim Minjoon, agarra tus cosas y vamos. En este instante. ―insiste sin expresión en el rostro.
Entró en pánico, no quiero que ella se vaya, no me quiero quedar sola con él.
―¿Por qué no? ―se cruza de brazos con su rostro enfadado.
―Mañana debes ir a la escuela, y desde aquí te queda muy lejos. Además no puedo llevarte, me voy muy temprano a trabajar. ―explica él.
―Mina puede acompañarme. Así de fácil, todo tiene solución. ―busca mí mirada, oculta tras la espalda de su hermano.
No todo tiene solución querida cuñada, de mí situación no hay salida, ni hay vuelta atrás.
―No, hermana. Ella tiene cosas que hacer mañana, no puede estar pendiente de tí. ¿No, amor?
Tronó con voz profunda y retumbante. Las comisuras de sus labios se crisparon de placer cuando se agachó para rozar con un dedo la mejilla perfectamente conservada.
―Si... Cariño… es cierto… ―barbotó con histeria, aferrándome a cada sílaba que salía de mi boca― Es mejor que vayas a casa. En algún otro momento te quedarás. ¿Te parece, cuñada?
Salen de la casa. No sin antes que Namjoon me mirara de mala manera, declarando mí final. El pánico me atormenta. Después de cinco años de agonía, de súplicas, de promesas vacías y de estratagemas aparentemente inconexas que la habían llevado al borde de la locura, por fin lo veía.
Hoy era ese día en donde mi único deseo más aclamado era dormir, pero no dormir para despertar nuevamente horas más tarde. Deseaba dormir y descansar para siempre. Todos los días tengo batallas mentales conmigo misma, deseando encontrar el por qué aún me mantenía compartiendo el mismo techo junto a él. No encontraba una palabra justa que defina mi situación. Yo amaba a Namjoon pero me lastimaba sus acciones, estaba completamente perdida por qué ni yo misma me entendía. Deseaba quedarme para siempre a su lado, sin embargo, lo veía y quería salir corriendo lo más lejos de él.
Millones de preguntas se cruzaban por mi cabeza, entrelazando los pensamientos más pecaminosos hasta los más dolorosos.
«¿Cuál sería la palabra correcta para mí desdicha?» «¿Soy masoquista?» «¿Sufro de Idiotez aguda?» «¿Tengo ceguera o solo veo lo que quiero ver?» «¿Me falta amor propio?» «¿Por qué seguía con él, por costumbre o amor?» «¿Realmente me merecía lo que vivía?»
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