XX
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
La demora en tener lista a Lauren cortó todas las emociones que se deseaban exteriorizar. Porque se tenían que apresurar.
Había que tragarse las lágrimas. Ya podían llorar en la iglesia. Tenían que irse de una vez.
A pesar de la cercanía del lugar, de todas formas, podía que lleguen tarde.
Pero no sería para menos, todo lo que habían tenido que hacer, precisamente tomaba toda esa cantidad de tiempo.
Tenía que ir en el carruaje más bello y enorme posible. Con la cantidad se guardias más larga, con una solemnidad tremenda.
¿Cómo iban a subir al carruaje con tanto peso y el armazón? No sabía. Pero esos detalles eran los que no importaban mucho.
[•••]
Frizzy, y Harumi iban adelante en otro carruaje, Lauren iba en uno que sacaron solo para la situación el mismo que usaron para la boda de la Reina. Era tradición.
Era enorme, diseñado para ir de pie en el mismo, por obvias razones, no podía sentarse con aquel vestido. Por el armazón y por el claro miedo de arrugar el mínimo detalle, el velo iba enrollado con delicadeza, para poder hacerlo entrar. Era un carruaje tan lindo, tan alto, tan grande. Que en el mismo carruaje habían dos guardias para ella. Muy aparte del batallón de los mismos que acompañarían al carruaje en sus caballos.
Aquellos guardias, dentro del carruaje eran los que se llamaban Louis y Harry. Esos que eran hermanos.
Subieron a Lauren trayendo plataformas y dándole apoyos para elevarla, ya ahí, con el velo enrollado a un costado del piso del carruaje, ambos guardias se pusieron a sus costados.
Ahí Evelyn llegaba corriendo con el bouquette, se lo estaban olvidando. Se lo paso a Harry y él se lo pasó a Lauren, casi temblando por alguna razón.
—¿Cuando tire el bouquette a quien cree que caiga? —Se animó a preguntar Louis. Su hermano lo miró algo extrañado, como asustado.
Lauren iba a responder, a intentarlo. Pero el guardia llamado Harry interrumpió. —Mi señora ruego su perdón, nos dijeron que no debíamos dirigirnos a usted en esta solemnidad sin permiso. Mi hermano solo está nervioso, por favor.
—¿Quién dijo que no podían hablarme? —Preguntó Lauren suavemente y extrañada.
—Como guardias señora, no podemos ahora ni mirarla a los ojos sin su permiso. Ya es nuestra princesa.
—No me molesta que me hablen, Harry. —Le respondió, sorprendiendo un poco al muchacho. —Y no lo sé. —Miró a Louis. —¿Tú quien crees que lo vaya a atrapar? —Dijo amablemente. El chico rió.
—Lo lógico sería que lo haga la señorita Harumi, pero ya sabemos que también se casará. Aún así, algo me dice que la señorita Jocasta tendrá el honor. —El guardia llamado Louis sonrió.
Su hermano suspiró más tranquilo.
[•••]
El carruaje empezaría su tramo, guardias ya estaban en sus caballos a los costados detrás y delante. Y hasta los mismos caballos tenían asientos de lujo, hasta el mismo conductor del carruaje parecía un miembro de la nobleza con la elegancia que tenía.
Las rejas se abrieron. Y los cascos de los caballos hicieron coro al avanzar al mismo tiempo.
Estaban cerca a la gran entrada principal. Lauren miró atrás. Tenía que.
Rose, Karoma, Octavia, Louise, Dianne, Amy, Desire. Todos estaban ahí, aglomerados en la puerta y afuera, como un batallón entero.
Todos los sirvientes.
Todos sus amigos.
Octavia estaba llorando, agitando su pañuelo en despedida. Ellos tenían que quedarse trabajando. Por el baile y banquete de la noche. Habían vítores y silbidos, manos agitandose y la gente que estaba hasta atrás saltando para ver.
Sus ojos se llenaron de lágrimas por milésima vez en el día y la mañana. Toda esa gente, ese uniforme, todo lo que recordaba, cada evento gracioso, cada evento que tal vez no lo era tanto. Cada noche cansada, todo.
Levantó el brazo para despedirse, no podía gritar, no la escucharían cada vez se alejaban más.
Todos correspondieron a su tacto agitando el brazo. Y ninguna de las dos partes lo dejó de hacer hasta que el carruaje desapareció de la vista de todos los que quedaban en castillo.
[•••]
Iba de camino, las calles eran un mar. Por algo tantos guardias, gente desde sus balcones, fuera de sus casas y hasta subidas en árboles. Cuando salía siempre había gente por las calles recibiendola pero aquello, era toda Inglaterra posiblemente juntándose ahí en Londres.
Pañuelos de la gente agitandose en sus manos, rosas, y miles de flores siendo echadas al carruaje. Gente que a toda costa seguía al mismo.
Madres levantando a sus niños, a ver si corrían la suerte de que Lauren toque sus pequeñas cabezas. Ni el más arduo entrenamiento la podía preparar para esas situaciones sociales, sobretodo una tan gran grande como la de ese día, el día de su boda.
La gente se volvía eufórica, más aún si Lauren elevaba sus manos para saludar. Y también se agachaba en lo que podía para hacer reverencias. Agradecía el trato, agradecía estar ahí, agradecía poder ser quien represente a su pueblo. La gente no se podía creer que una princesa de agache ante ellos para darles las gracias.
[•••]
Y el camino a la iglesia era corto, más porque era la iglesia más importante de Inglaterra, mil veces más grande que la de San Petersburgo, donde solamente se hacían ceremonias de casamiento de la gran familia Real.
Todos debían mantener orden y los guardias se aseguraron de que el perímetro al rededor de la iglesia tenga el suficiente espacio para que todos estén con comodidad y que nadie se meta o falte el respeto a las reglas.
Igual si uno miraba a lo lejos, gente estaba subida en postes, en los hombros de sus amigos o cualquier cosa que les dé ventaja para ver un poco más.
La iglesia tenía dos ambientes, uno previo a su entrada oficial. Una especie de enorme jardín con rejas fuera, más o menos como el castillo. Solo que con una estatua de la virgen María encima de una fuente de agua.
Había un gran sendero que iba a la entrada de la iglesia, dentro del enorme jardín, donde había muchísima gente también, y eso que eran parte de los invitados, dentro los asientos estaban llenos en demasía. Y si afuera el pueblo se había emocionado, la llegada de Lauren a la iglesia se sintió como la de la celebridad más conocida del Teatro o la Opera.
Estaba ese camino de niños, esperándola. Detrás de ellos también un camino de músicos que permanecían en sus lugares, listos para tocar sus trompetas cuando Lauren empiece a avanzar por el sendero.
La bajaron del carruaje, y ahí si tuvo que extenderse el velo. Los niños al lado izquierdo, las niñas al derecho.
Los niños de elegante sacos azules de botones dorados, parecían sacados de un cuento de hadas, niñas con coronas de las mismas flores que el bouquette y vestidos blancos pomposos de seda, y el cabello suelto con sedosos rulos.
Y ahí estaba Hope.
Todas las niñas gritaron al ver el largo del velo y se formaron en fila al lado derecho de Lauren para sostenerlo. Hope era la que estaba adelante de su fila, saltaba de emocion, mientras no podía creer como el enorme velo seguía aumentando. No había ni tiempo de saludarse, ya iban tarde. Hasta la misma Hope se había olvidado de lo habladora que era.
Los niños estaban más tranquilos, pero a Lauren le dio ternura ver como uno de ellos limpiaba el sudor de sus manos en su pantalón antes de acercarse coincidentemente al final del velo.
Al avanzar para extender el velo, obviamente se ganaron extensos metros de espacio, pero por el enorme tamaño de todo, aun estaban lejos de la entrada de la Iglesia. En cuya puerta estaba Gerard para recibirla.
Trompetas pusieron la música anunciando la llegada de Lauren y dentro de la Iglesia podía escucharse como todos los invitados se habían levantado de sus asientos y como murmullos nerviosos colmaban el lugar.
Así, con el bouquette en las manos, Lauren empezó a avanzar. Debía avanzar lento, por el peso del vestido, no podía acelerar el paso.
Gerard la esperaba. Con esa sonrisa tan dulce y amable que siempre había tenido, que siempre le había dado a todo el mundo. Con el terno y conjunto más elegante de su armario, sin sombrero de copa, a las iglesias no se entraba con eso. Su gordinflón cuerpo y su marcado bigote siendo lo más reconocible. Estaba con guantes blancos de seda. Erguido y acomodándose la corbata de moño, que de hecho, estaba un poco chueca.
Ese fue un detalle en el que Lauren no pudo evitar fijarse. Y cuando ya se encontraron, amablemente se lo arregló sin decir nada. Gerard solo se sintió emocionar más. Ofreció su brazo.
Todo estaba empezando en realidad. No había necesidad de palabras, ya sabían como se sentían, podía transmitirse, Gerard estaba más que emocionado, Lauren más que agradecida.
En ese momento, Gerard no era sólo Gerard, era Vladimir, y era Sam.
La gran alfombra roja y el enorme eco de los interiores del gigantesco lugar podían explotar su mente en maravilla.
Dentro la música de afuera se opacaba por el gran órgano, y esa melodía tan conocida en las ceremonias nupciales.
Era enorme, y solo hasta el fondo estaba el altar, con el padre esperando, Thomas a un lado, detrás de él de pie su hermana. No se veía bien, estaba muy lejos, pero a medida que el camino seguía avanzando se podía ver mejor.
La gente en sus asientos era muchísima, Kaya estaba cerca al pasillo por el que pasaba Lauren, junto a su esposo. Estaba todo el mundo, todo el consejo, todos los nobles que alguna vez había podido ver o conocer en su vida. Entendía mejor porqué la gente estaba incluso hasta afuera. Y no podía creer como tan enorme lugar no podía ser suficiente.
El velo cubriendo su rostro si limitaba su vista un poco, por eso ver de lejos era algo difícil. Pero tampoco importaba, cualquier incomodidad, cualquier peso y dolor de aquel vestido no importaba.
Era su boda.
[•••]
Supo que era medio camino al ver al Rey, ese sería el relevo. Gerard la dejaría con él, como símbolo de entrega a su nueva familia.
El Rey la recibió con una reverencia, y sintió como Gerard la fue soltando con delicadeza y algo de temblor. Y posiblemente lo que no se esperaba sucedió.
No podía separarse así nomas, y fue ella quien se aferró a Gerard en un abrazo ajustado. Gerard lloró correspondiendo su abrazo, ella también, ya no se podía aguantar.
Lo conocía desde que era una niña, siempre había sido tan bueno con ella, Gerard también había sufrido tanto. Y era un hombre tan bueno. Que no podía pedir a nadie más para estar con ella ahí.
Ambos se separaron después de un momento, Gerard tomó por última vez su mano y besó el dorso de la misma antes de retirarse en una última reverencia ante el Rey y su princesa.
Su asiento estaba cerca, por lo que alboroto alguno no hubo.
Esta vez, tomó el brazo del Rey, que erguido y solemne miraba hacia adelante. Y al ritmo de Lauren empezó a avanzar.
La melodía continuaba. El altar estaba más cerca.
Ya podía ver a Thomas mejor. Le estaban alcanzando pañuelos, estaba llorando. Pero trataba de mantenerse lo más sereno posible.
Detrás de él, Ava también limpiaba sus maneras de manera disimulada. En los asientos de adelante, Harumi consolaba a Frizzy como podía.
No bajó la cabeza, no podía. Todos permanecían de pie en sus asientos, su destino estaba ahí. Parado a un costado, guapísimo, con el traje más fino hecho a medida para él.
El príncipe, su amigo, su prometido, el que salvó su vida, Thomas Sangster.
La única persona de la que se había enamorado, y la única con la quería estar.
[•••]
La música invadía sus oídos, todo el ambiente parecía no ser el mismo, podía sentirse todo como un sueño. Pero cada segundo que pasaba, era más real que el otro.
El Rey la soltó para que llegue al altar sola en sus últimos pasos. Dirigiéndose él al lado de su hija detrás de su hijo, en el lugar que le correspondía a esa ceremonia. No sin antes hacer una reverencia a Lauren, que fue correspondida.
Thomas se fijo bien por si Lauren necesitaba subir, ya que había un pequeño par de escaleras, y si lo necesito, por lo que ofreció su mano como apoyo.
Lauren sintió como el peso del velo se intensificaba, lo que significaba que ya lo habían soltado, y que los niños ya se habían retirado dejándolo extendido perfectamente en todo aquel pasillo de la gran alfombra roja. Y al girar la cabeza lo comprobó, los niños claramente iban a donde habían ensayado, ya que tenían una fila de asientos reservada para ellos.
Volvió a mirar adelante y ahí estaba el padre, un hombre bastante mayor, sin cabello y con grandes redondos. Ya algo encorvado, por su edad.
Debían permanecer lado a lado y hombro con hombro con Thomas, mirando adelante, prestando atención al sacerdote en frente de ambos, iniciando la ceremonia.
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La música paró paulatinamente hasta todo quedar en silencio. Todos dentro y fuera esperando las indicaciones de aquel representante de la iglesia.
Su primera seña, fue que los invitados podían sentarse. Y ya el sonido que eso provocaba en el silencio, fue notorio.
Tanto el Rey como Ava, gozaban de sitios privilegiados cerca a Thomas, casi a un costado del altar, pero también cerca a la esquina. Eran asientos mil veces más lujosos que los de los invitados, y eso que las filas de asientos para los invitados tenía la mejor calidad de asientos de toda iglesia existente en el Reino.
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El hombre se aclaró la garganta, y mirando a la pareja y luego al horizonte la fuerte y potente voz que debía tener debido al tamaño de la ceremonia, se hizo notar.
—Estamos aquí junto al altar, para que Dios garantice con su gracia la gran voluntad del el gran príncipe Thomas Brodie-Sangster de Inglaterra, y Lady Emma Lauren Harris de Doncaster, en contraer el sagrado sacramento de matrimonio en ese día.
Jamás le habían dicho "Lady" era un título que parecía tener de repente. Estaba muy nerviosa. Había mucho silencio. Todos estaban expectantes callados, agradeciendo el eco del lugar para que se pueda escuchar todo.
Su hombro, o de hecho las pomposas mangas del vestido rozaban con Thomas. Los dos estaban quietos, Thomas tenía las manos entrelazadas delante de él, y las mismas parecían temblarle un poco por los nervios.
Lauren cerró los ojos unos segundos y respiró. Aprovechando que el velo escondía de cierta manera su rostro.
Ya estaba pasando. Todo estaba sucediendo.
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