
XVII
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882— 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨.
Posiblemente estaba muy abrumada con todo. Y por eso todas esas cosas de golpe daban la sensación de que había pasado mucho en muy poco.
En esos tres meses, había tenido las pruebas de su vestido, la prenda de su noche de bodas. Había estado en todos lados, había conocido mucha gente, había estado ocupadísima, se había peleado con la Reina, hubieron malas noticias, hubieron muertes, hubo de todo.
Pero también en esos tres meses Thomas había estado en Japón, cuantas anécdotas tendría para contar, cuantas cosas no le habrían pasado también. El mismo Dylan se había enamorado y comprometido en ese corto tiempo.
De un momento a otro el ritmo de las cosas estaba tan abrumadoras, que era difícil pensar. De repente Lauren se casaba solo en un mes, de repente solo en un mes se volvería una princesa, así de la nada Harumi había llegado. De repente, de golpe.
Pero habían sido tres meses. Al fin y al cabo. Y el pase del tiempo aunque no pueda sentirse podía hacerse notorio físicamente, con cosas visibles. El crecimiento del cabello, el crecimiento del mismo Emperador. Tres meses no eran una eternidad, pero tampoco un santiamén.
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Estuvo más que distraída toda la cena, y de cierta forma, la cierta paranoia en Lauren a la hora de comer hizo preocupar a Thomas. Andaba oliendo todo disimuladamente, la veía asustada, su madre parecía ni estar enterada, porque le prestaba más atención a cualquier otra cosa y sobretodo a Harumi quien no parecía agradable tampoco. Porque era el nuevo centro de atención, y que le roben el escenario para ella podía ser una tragedia.
Pero ver a Lauren así no le gustaba. Ya su madre tenía limitado todo, y solo se arruinaba a sí misma más, y aún así se las seguía arreglando para hacerle daño de cierta manera.
Solo quería verla bien. Y él ya estaba ahí. Ya había regresado y estaban juntos de nuevo. Cualquier cosa que haya estado viniendo mal podían sanarla y superarla juntos.
Y en verdad esperaba que la sorpresa que tenía pensada para esa noche sea significativa para ambos. Por razón de la misma ni siquiera importaba cuan cansado estaba después de tan largo viaje.
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Sería emocionante, como esa primera vez, y también lo fue en todos los sentidos.
De noche hacia frío, y encima de dus ropas se dormir Lauren se colocó un suéter abierto para al menos disimular la baja temperatura del ambiente. Estaba todo en silencio y todo oscuro, se llevó una vela con plataforma para poder darse algo de luz. Y dejó a Emperador durmiendo plácidamente. Salió con cuidado, con pasos suaves y cerrando delicadamente la puerta detrás de ella.
Recordaba el camino, estaba nerviosa. Pero la luz de su vela ayudó enormemente a su largo camino en las inmensidades del castillo.
Se sintió a sí misma caminar con algo de lentitud. Pero no pasaba nada, igual estaba a tiempo. No se había chocado con Thomas, probablemente porque la esperaba ahí desde antes.
Y así era precisamente.
Al llegar al balcón. Sus pasos claramente advirtieron a Thomas de que Lauren ya estaba ahí. Apareció delante de ella, con sus ropas de dormir igualmente pero sin algo con que abrigarse encima, y al igual que Lauren traía una vela para poder darse iluminación.
El viento chocaba su rostro, movía su cabello y le hacía saber que efectivamente estaba en aquel alto lugar. Se sentía más callada que de costumbre. Thomas la invitó a avanzar para poder salir a aquella vista, y tal vez no esconderse al sentarse en el suelo, sino poder acercarse al elegante barandal. Estar de pie, ver al cielo de otra manera.
Podían dejar sus velas en el pequeño ambiente anterior al balcón. Y así lo hicieron. Para poder tener la luz de la luna solamente en aquel encuentro.
Lauren seguía callada, estaba expectante. Su cuerpo tendía a enfriarse mucho cuando se ponía nerviosa. Pero podía disimularlo con el frío de afuera.
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Ya estaban en el balcón, apoyándose en el barandal, mirando hacia arriba. No estaba nublado. El cielo se veía tan bonito.
Lado a lado, la mano de su prometido se posicionó encima de la suya en aquel barandal. Fue la primera señal de que el silencio cómodo y tranquilo entre ambos ya llegaba a su fin.
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—Oye, sé que todo esto parece pasar muy rápido —Dijo Thomas. —Bueno porque han pasado muchas cosas en pocos meses. —Se rió un poco.
—No esperaba que tengamos la sorpresa de Harumi. Aún no lo asimilo, fue solo como de golpe.
Thomas se volvió a reír.
—Igual para mi, en menos de un mes se enamoró perdidamente, y en poco tiempo se comprometió. Ellos tienen un amor intenso, que se dio muy rápido. Que avanzó muy rápido, a comparación de como estamos acostumbrados a ver. A nosotros nos tomo mucho tiempo. Y tal vez Dylan no quería cometer lo mismo. —Se encogió de hombros. —Me alegra verlo a sí, Harumi es una buena muchacha. A veces el amor llega de golpe y no se puede esperar. Por eso puede que sea tan abrumador. Pero todo estará bien, mientras más gente pueda estar contigo menos sentirás ese sentimiento agobiante.
Lauren asintió, tenía razón. Pero no podía dejar de creer que algo pasaba. No era sólo una paranoia. Pero tenía que controlarse, no por eso podía arruinar los planes del mes siguiente. Posiblemente ese era el propósito, asi que no podía dejarse. Pero tampoco podía bajar la guardia.
—Sabes que mi madre esta cada vez peor, con más limitaciones y que la seguridad es la mejor. —Thomas siguió consolando. —Es verdad que no sabemos que puede ser capaz mi madre de hacer. Pero lo que va a pasar nadie lo podrá cambiar. Vamos a estar juntos, vamos a estar bien.
Lauren intentó asentir. Tenía que pensar así. Las cosas que habían pasado de golpe podían ser una buena señal. Había más gente, Thomas ya estaba ahí, Harumi era hija de un curandero, que sabía todo tipo de remedios místicos y mínimos atentados que la Reina podía hacer. Posiblemente la llegada de la japonesa era la señal de que todo iba a estar bien. Señal de una nueva amistad, de más protección.
No podía pasar algo solo porque sí.
Tal vez el destino hizo que todo encaje con el viaje a Japón, porque en en sólo tres meses tal vez Dylan estaba destinado a enamorarse y conocer al amor de su vida. Porque todos estaban destinados a conocerse también. Porque Harumi tenía que llegar. Tal vez como una bendición para todos, para que Dylan al fin encuentre ese amor que tal vez siempre había añorado, pero se lo había negado por tal vez sentir que no podría atarse al mismo.
Harumi también habría llegado como una señal, de que todo estaría bien. La señal de que Lauren podía calmarse, de que tal vez la Reina si estaba metiéndose en su mente de una forma en la que no quería aceptar.
Lauren no estaba enloqueciendo, pero tal vez si estaba dejando que el miedo la domine de cierta forma.
Recién conocía a Harumi y todas las noticias del día caían de golpe junto a todo lo que pasó en los últimos meses. Pero tal vez, todas las coincidencias y buenas noticias eran la señal necesitada. De que Lauren no estaba sola.
De que no estaba mal tener miedo, o siempre estar en guardia. Pero de que si cualquier cosa llegase a suceder. Ya había mucha gente, que estaría con Lauren.
Porque sea cual sea el propósito de la mujer al querer enloquecer a Lauren. No iba a poder revertir el hecho de que ya estaban en su contra, Lauren se había ganado a la gente que estaba a sus pies antes. Le estaba regresando lo malo. La vida se lo estaba cobrando.
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Esa noche no podía centrarse en eso, Thomas estaba ahí a su lado. El tema no era cualquier preocupación o cualquier susto en esos momentos.
No podían desperdiciar aquel momento de privacidad, aquel reencuentro de manera más propia entre ambos. Esa oportunidad de estar solos un momento. Con más libertad de recibir mejor a su prometido, de poder tenerlo entre sus brazos, ahí solamente. Los dos y ya.
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—Debes saber la razón de tu sorpresa. —Agregó Thomas de repente, volviéndola a traer a la tierra.
Lauren se perdió un poco unos segundos. Pero asintió. —Te escucho. —Susurró.
Thomas sonrió empezando a ponerse algo nervioso. —Bueno, tendría que haber preparado un discurso sabes. Algo propio o algo delante de todos, pero preferí que sea entre ambos, siento que es más especial. He tenido tiempo de pensar en eso. —Habló. —Además, ya sabes las cosas con las que voy a empezar. Que siempre me habías gustado, que me salvaste la vida, que luego salve la tuya. —Se encogió de hombros con algo de gracia para disimular sus nervios. —Yo quiero estar contigo, el resto de mi vida. Dice la gente que el amor no es eterno, pero estoy seguro de que yo te amaré hasta el día de mi muerte. —Dijo. —Retrocedo hace dos años y no puedo creer donde estamos en este instante, a un mes y días de por fin poder casarme contigo. —Suspiró. —Y recuerdo cuando te lo pedí en la enfermería, todo estaba tan descabellado, en esa lucha por este sentimiento, que estamos ganando. Pero como te lo dije en la cena, y como nos dijo Ava. En ese entonces, lo que te pedí fue solamente que fueses mi novia, pero oficialmente no pedí tu mano, de la forma que me hubiera gustado.
Lauren solo lo siguió escuchando. Estaba emocionada y totalmente expectante ante lo que venía, pero no quería interrumpirlo en ningún sentido. Lo quería escuchar.
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De todas formas Thomas parecía haberse bloqueado unos segundos. Le causó algo de gracia, pero siguió esperando sus palabras.
—Entonces, ahora lo que quería era darte esto. —Del bolsillo de la camisa de su ropa de dormir sacó algo. Parecía un papel, era un papel. Un anillo de papel, claramente de origami. —Te parecerá estúpido que siendo quien soy no te de algo de plata u oro. —Se empezó a explicar. Lauren negó, no tenía porqué disculparse, no le importaba eso. Se pegó más a el para que pueda seguir hablando. —Sólo, para hacer alusión al anillo de compromiso que no te di, Harumi me enseñó a hacer uno de papel. Y si quieres puedo darte uno de verdad después, solo que este lo hice en las últimas horas de camino porque me arme de coraje y pedí ayuda... —Ya iba a empezar a irse por las ramas.
Tenía que decirle algo. Pero primero tomó el anillo de papel de las manos del joven, y lo miró de cerca. Se veía tan bonito. Se lo puso, en la mano izquierda y el dedo anular, como cualquier anillo de bodas o de mismo compromiso. Miró su mano, se sintió a sí misma sonreír. —Me gusta mucho. —Le dijo a Thomas y este pareció soltar aire más tranquilo. —Y no digas cosas sobre el oro o te pongas nervioso sobre esas cosas. —Le susurró. —Yo me casaría en anillos de papel contigo.
Thomas pareció ponerse más nervioso aún. —Entonces... —Se quedó pensando. —¿Debería arrodillarme?
—Deberías besarme.
Una risa atontada salió del joven. Pero en poco tiempo también cortó el poco espacio entre ambos.
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Qué bien se sentía estar así después de aquellos meses sin él. Había extrañado besarlo. Posiblemente eso curó todas las preocupaciones y miedos que su pobre mente había tenido que afrontar inevitablemente.
Su vida cambiaría por completo. En verdad iba a casarse. Con la única persona de la que se había enamorado en la vida, y de la que quería permanecer así por el resto de la misma.
Era un beso largo, tenía que. No estaban así hace tiempo. Estaban solos, podían aprovechar ese momento. Sus cuerpos estaban pegados, juntos, en esa especie de abrazo.
Aun se recordaba a si misma rechazando todo tipo de contacto físico. Aún le daba vergüenza ser consciente de que con él no molestaba. Que siempre le gustaría estar así un poco más.
Las caricias en su espalda y cintura le brindaban calor. El aire podía hacer falta por unos segundos, pero era emocionante.
Lauren sintió sus orejas arder un poco, más cuando las manos de Thomas cambiaron de posición llevando una a su nuca. Todo un poco más intenso. Tal vez algo apresurado. Pero podía entenderse, no se habían visto en un tiempo.
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Thomas se separó de repente, tal vez algo agitado. Algo avergonzado. Pero supo que no debía de estarlo en el momento que Lauren volvió a acercarlo a sí.
Las cosas podían tal vez subir en temperatura. Y claramente eso nunca había pasado. Por eso también se sentía tan extraño, tan nuevo. Tan tentador, tan prohibido tal vez, tal vez emocionante.
Pero ahí las cosas debían tener un alto. No estaban haciendo nada malo, no estaban sobrepasando los límites de nada, era solo un beso, solo que uno intenso.
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—Espera, espera. —Lauren se sintió suspirar en medio de aquel contacto. Algo dentro de ella no quería que el momento termine. Pero su mente sabía que sí.
Thomas se separó, claramente. —Perdón, lo siento. —Dijo tratando de recuperar el aire, nuevamente avergonzado. Hasta arrepentido. No quisiera hacerla sentir mal.
—No, no pasa nada. —Lauren dijo también algo faltante aire. No estaba molesta. —Sólo... sólo... —Se aclaró la garganta pensando en como formular sus palabras, pero no conseguía la forma correcta.
—Yo igual. —Tuvo que confesar Thomas después de unos segundos, como leyendo la mente de su prometida en cierto nivel.
Los nervios de ambos los hicieron reír.
Siempre era y sería extraño confesar sentir deseo por alguien, aunque sea correspondido, aunque sea un sentimiento normal que surgía en cualquier pareja. Daba algo de vergüenza, pero algunas de las emociones que el cuerpo manifestaba en esos deseos carnales, no podían ser evitados. Todos seguían siendo humanos, después de todo. Y también tenían derecho a sentirse así.
Era nuevo, abrumador, y totalmente fascinante.
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