
XIV
𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882—𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Ese día termino de pasarlo junto a Frizzy, y la abuela de Louis, mujer que claramente ya se había recuperado, Lauren le agradeció por hacer aquella corona de rosas. La anciana estaba contenta. Habló de su nieto, de que se había soñado con él, que estaba en un soleado campo "junto a su noviecito" que le dijo que estaba bien, que estaba feliz.
La forma en la que describía el campo era igual al sueño de Lauren. Y eso la asustó un poco. No en un mal sentido. Tal vez sí había algo divino en todas esas cosas.
El abuelo de Louis sorprendió a su esposa con unos chocolates en forma de corazón. Y ambos lucieron como los adolescentes que debieron ser en algún momento.
Lauren agradecía mucho tenerlos ahí. Poder cuidarlos, Louis hubiera deseado eso. Cumplían con eso, con lo mínimo que podían por su bello recuerdo.
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Pero durante la ausencia de Thomas, no todo podía estar color de rosas o en armonía perfecta.
Lamentablemente, en los vagos inicios de Marzo, la muerte reclamó a los abuelos de Louis para llevarlas al jardín de Dios.
La pareja de ancianos murió durmiendo, de manera tranquila, tomados de la mano. Fue una sensación de vacío enorme, había sido fácil encariñarse con la pareja. El anciano recordaba a muchos en la cocina a Louis, perderlo también era triste. Aquella anciana, por otra parte daba luz a la gente de jardinería con su tierna personalidad.
Pero sucedía, ya eran bastante mayores. Posiblemente ya veían llegar aquel momento.
La muerte siempre estaba presente. No podía ser la excepción.
Pero probablemente los ancianos sufrían sin su nieto, y se decidió divinamente llevarlos con él, para poder reunirse, allí donde sea que estén. Ese paraíso del que la iglesia prometía a todos los hijos de Dios.
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Marzo se vio parcialmente luto por aquel evento, pero también tuvo algo bueno. Tenía que.
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Efectivamente, un par de sirvientes de la mansión de la Señorita Scodelario terminaron trayendo la diadema de piedras azules para que Lauren use en su boda. Tenía que agradecerle cuando la vea, posiblemente en el cumpleaños de Ava.
Era una persona tan buena, no se conocían por tanto. Pero era alguien tan agradable y transparente que no era difícil encariñarse rápidamente.
Junto con aquello Evelyn no faltaba, la confección del vestido demoraba meses, con todos los detalles los brillos, las cosas que habían de agregar.
Para lo viejo, usarían encajes antiguos de algunos vestidos que no llegaron a venderse, mientras sea todo blanco, estaba bien. Lo nuevo, completamente nuevo era el velo, incrustado con piedras y plata. Era realizado completamente a mano. Por eso mismo también sería de lo que más demore.
De manga larga, y posiblemente cuello. Debido que todo tenía que ser propiamente cubierto en la iglesia.
Evelyn bromeaba con que el vestido tenia que pesar más que Lauren, y que el velo debía ser tan largo como la entrada a la iglesia misma. La mujer estaba tan emocionada. Con todos los tules, el volumen, ese tenía que ser su diseño más perfecto.
Pasaba horas con Lauren, y su grupo de costureras, era un trabajo tan arduo y tan difícil. Que por obvias razones debía ser realizado con tanto tiempo.
Durante una tarde, que Lauren llegaba a encontrarse con Evelyn en el castillo después de sus clases de tiro. Evelyn parecía no haber traído tanta gente como siempre, ni los interminables alfileres y telas que solía, y felizmente antes de que Lauren pregunte, dijo que ese día habían de dedicarlo a algo diferente. Pronto se lo explicó.
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—Mi señora, ahora aprovechando que están avanzando con las incrustaciones del vestido, y sobretodo que mi Thomas no está, podemos hablar de esto sin vergüenza. —Mencionó la señora Evelyn dándose aire comicamente con su abanico. —Tenemos que crear el atuendo especial de su noche de bodas. —Mencionó.
Ahí, de las reducidas personas a comparación de siempre que habían llegado con Evelyn, fueron sacando en fila muchas prendas de dormir.
Podrían ser prendas de dormir cualquieras, si es que su diseño no fuera específico para la noche en la que suponía se consumaba el acto matrimonial.
Eran de seda, y de tul. Algunas con encajes, y la mayoría con ciertas transparencias. Eran largas, con cola y aperturas en las piernas, la mayoría sin mangas, y posibles de quitar son solamente tirar de un pequeño hilo que las amarraba por la parte trasera del cuello.
Claramente, volviendo a tomar a Lauren de sorpresa. Estaba demasiado avergonzada.
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—No se me avergüence, aquí estamos todas entre mujeres. Es pues un evento especial después de su boda misma. Una tradición entre todas nuestras mujeres inglesas, la presentación ante el esposo, entregarse al mismo. Es un acto de amor. De compromiso. —Siguió. —Todas aquí quienes estamos casadas, podemos saber eso en cierta manera, y no es nada del otro mundo mi niña, es el milagro de la vida.
—Ah, Evelyn. Solo, no me lo esperaba. —Dijo Lauren. —Pero no puedo evitar avergonzarme, la idea me asusta un poco, no porque no esté segura de lo que siento. Sino porque es algo ante lo que no puedo evitar abrumarme.
—Ni que lo digas corazón. Todas nos sentimos así. Nuestros cuerpos siempre son templos y entregarlos a alguien es muy inquietante. Pero, así sabemos que podemos compartir un solo cuerpo, que es más que solo un deseo carnal tradicional desde hace tantos tiempos. Somos humanos por algo.
Lauren asintió.
Evelyn ayudó mucho, pero igual estaba muy avergonzada.
De todas las cosas que habían pasado, seguían pasando y de todas las demás que tenía que pensar, irónicamente su noche de bodas no había sido algo rondante hasta ser traído a colación.
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Y en verdad no lo había pensado, pensar en como se sentiría eso, si es que la educación que había recibido era suficiente. Porque seguía siendo un tema del que muchos no gustaban hablar.
La prenda se la darían a escoger a Lauren "Usted sorprenda esa noche a su prometido" fue lo que dijeron todo ese día. Y pensar en eso no ayudó mucho. Porque no tenía ni idea.
Recordó su collar de esmeralda, había mencionado que quería usarlo en su noche de bodas, no así precisamente pero podía llegar a algo con esa idea. El color, una prenda esmeralda. Sería a juego.
No podía creer que todo haya avanzado tan rápido para encontrarse pensando en aquellas cosas.
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Fue así, prenda de una sola manga, casi completamente de seda y ciertas transparencias con una larga cola. Bello color esmeralda con ciertos brillos en la misma especie de falda.
Estaba avergonzada, nunca se había visto a sí misma en esas apariencias. Aquella prenda, tenía aperturas en ambas piernas. Muy largas de hecho, haciendo que sea la pierna que levante para caminar, pueda verse hasta el costado de su cadera. Era demasiado. No creía poder usar eso, no porque no crea que no se veía bien, sino porque le daba vergüenza, tener que imaginarse que a pesar de que en esa prueba estaba con la enorme ropa interior debajo, al usarlo oficialmente debía estar desnuda, con solo esa prenda, y el collar de esmeralda puesto.
Todos en la habitación parecían maravillados con la prenda, y como no, si se veía precioso. La señora Evelyn quiso ofrecer otras joyas a juego, pero Lauren decía que con su collar podría ser suficiente. Evelyn al escucharlo no podía estar más de acuerdo que nunca. Junto a todas las damas que parecían muy emocionadas también.
Lauren sabía que hasta la punta de su cabello debería parecer un mismo hielo. Y si estaba nerviosa ahí en una prueba donde llevaba ropa debajo, no se hacía imagen de como debería verse eso cuando se lo ponga de verdad, ese día. Esa noche.
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Nunca había pensado en esas cosas, nunca le había llamado la atención ese contacto carnal. Nunca había tenido tiempo. Hasta esos momentos.
Por eso posiblemente la imagen que atacó su cabeza absolutamente, se sintió terrible. Como una falta de respeto, un pecado de pensamiento. Algo que no debería estar haciendo. No era momento. No parecía estar bien.
Pidió el permiso correspondiente a las mujeres para poder dirigirse al baño de la habitación un momento. Quería mojarse el rostro, estaba cansada. Eso dijo, tenía que mentir, porque ni loca podría decir que en verdad se había puesto a pensar algo que no debía y que la imagen se la debía sacar de la cabeza.
Todas las mujeres muy tranquilas dijeron que Lauren no tenía porque pedir permiso, ella era la próxima princesa de Inglaterra. Si quería ir al baño, que solamente lo haga.
Desamarraron la prenda de ella para que vaya al baño en más comodidad con su ropa interior, los largos calzones parecidos a pantalonetas, fustes internos, y el corsé que también funcionaba como sostén. No había problema, todas eran mujeres, y no estaba desnuda.
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Cerró la puerta detrás de ella y efectivamente se echó agua al rostro ¿Qué pretendía su cerebro con una imagen así de repente?
Había tenido la imagen de si misma, con la prenda propiamente puesta recostada en un colchón. Y a su prometido, o específicamente las manos del mismo, sobre ella acariciando sus piernas desnudas a través de aquellas aperturas que tenía.
Se iba a morir de un ataque de vergüenza. No era bueno tener pensamientos de esa calaña. Ella se sentía así, nunca se había imaginado un escenario parecido. Estaba helada por fuera pero por dentro sentía que iba a arder en llamas de la vergüenza.
Al verse al espejo, era obvio había enrojecido, felizmente fue al baño antes de que empiece a sonrojarse más, que vergüenza que tal vez se haya notado que de la nada se puso más nerviosa de lo normal.
Pero cómo iba a controlar una imagen que asaltó su mente de forma repentina.
Por eso se fue al baño, porque tenía que sacarla de ahí. Esa imagen se podía convertir en una serie de imágenes, y luego en un escenario. Y no quería nada de eso.
Se había asustado mucho. Porque nunca antes le había pasado. Algo en ella le hacía pensar en una posible falta de respeto. A pesar de que nadie podía ser condenado por espontáneos pensares de su cerebro.
Pero era normal, el ser humano también era un ser sexual, y no estaba haciendo algo malo, solo se había imaginado algo y a veces esas cosas podían suceder. Iba a casarse así que pensar en esas cosas de algún modo también era inevitable.
Aun así, solo tenía que pretender que eso jamás pasó, olvidar que alguna vez lo pensó para no volver a experimentarlo. Porque por más de que sepa que tampoco estaba mal, sería imposible no morir de vergüenza a penas su cabeza baje de las nubes.
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Se mojó bien el rostro, y sirvió de maravilla. Respiró y salio del baño. Tranquilamente. Evelyn mencionó los arreglos para la prenda de Lauren, aumentar algunos trozos de tela, disminuir otros. Tal vez algo menos de brillo. Y listo, al ser eso más sencillo se lo podían dar en menos de una semana. Muy diferente al vestido que con los cálculos exactos estaría listo a tres días de la boda para poder hacer las pruebas y que nada vaya a faltar.
Por ese día habían terminado, Lauren les agradeció. También vendrían al día siguiente, esta vez sí para continuar con el vestido y todas sus exactas y precisas medidas. Lauren pudo volver a ponerse el lindo y sencillo vestido que tenía puesto en la mañana, uno amarillo de tiernas mangas largas, así como una capa con botones y caperuza de color azul .
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Despidió a las mujeres con mucha amabilidad acompañándolos hasta las puertas del castillo. Para luego volver a su habitación para descansar unos segundos antes de sus próximas clases de Alemán.
Pero al regresar a su habitación. Supo que tenía que lavarse el rostro de nuevo. Porque como una divertida broma, posiblemente aquel cerebro suyo que se abría a nuevas tentaciones le jugo una nueva pasada, por aquella misma imagen. Una vez más, solamente, para burlarse de ella al parecer.
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