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𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1882—𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Era algo bastante grave y bastante sensible. Pero de esa mujer se podía esperar cualquier cosa.
Y eso era aterrador.
Podía ser toda una acusación falsa o un exageramiento asumir verdaderas voluntades de la mujer. Pero no había mal en pensarlo, con todo lo que había pasado y seguía pasando.
Por todas las malas historias que tenían con aquella mujer.
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No podían quedarse en la enfermería todo el tiempo, tenían que prepararse para aquel banquete, pretender que no habían tenido ese problema para que no se arme un escándalo, simplemente asegurarse de que la Reina no vaya ahí.
Bruno se iba a poner bien, se tenía que poner bien.
A los 4 jóvenes les costó irse y dejar al animal, más porque este lloró con pena al ver a su dueño irse. Ya lo extrañaba.
Lauren ni iba a poder estar tranquila, no sólo por pensar en el estado de Bruno. Sino en empezar a tener más cuidado con la mujer.
Porque si bien ignorarla funcionaba de maravilla, un exceso en esa actitud podía desencadenar en un descuido que no querían tener. Podía suceder cualquier cosa.
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Tuvieron que alistar a todos para el banquete. Y claramente le preguntaron a Lauren si estaba bien, porque parecía desanimada. Contó lo que había pasado con Bruno, y el problema con la Reina, también se indignaron. En castillo todos se iban a enterar, y además sugirieron que Lauren lo cuente a los invitados del banquete.
Podía ser lo que definitivamente no podía hacerse, la reputación de la Reina se protegía mucho, pero darle donde más le dolía podía significar como advertencia de que ya hacían mucho con aguantarle todo.
No sonaba mal, pero también era riesgoso. Las formas de venganza de esa mujer podían ser terribles.
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Pensar en todo era difícil, más porque su concentración se iba debido al vestido de gala que llevaba puesto. Que por su puesto se veía maravilloso, pero era la cosa más pesada que había llevado encima en su vida. Porque claramente usó el armazón de metal, y si caminar con eso era difícil, añadido a las capas del vestido, podría estar cargando fácilmente dos veces su peso.
Felizmente no estaría así todo el tiempo, ya que solo duraría durante el recibimiento y la socialización con los invitados, hasta que claramente se los llame a la comida, ahí tanto Ava como Lauren iban a poder cambiar de armazón, al flexible. Porque si no jamás se podrían sentar.
Ava tenía un vestido de mangas de perlas y de color brillante rojo con escarcha, se veía preciosa. Lauren traía uno color esmeralda, sin brillos pero adornado de rozones en la falda y pomposas mangas. Un escote en corazón y un cinturón de tela negro, que era parte del mismo vestido también. Y en esa ocasión llevaba guantes de encaje, negros. Bastante elegante a decir verdad.
El collar que le habían puesto. Era parecido a una gargantilla que al final terminaba siendo larga hasta el pecho. Era muy pesado, de plata, y esmeraldas.
A Ava la habían llenado de joyas, debido a que su vestido no poseía mangas largas.
Frizzy igualmente estaba hermosa, todos habían tenido el tiempo de poder alistarse a pesar del desagradable evento de horas atrás.
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Y claramente recibir invitados era completamente diferente desde su posición ahora a como solía ser cuando trabajaba en la cocina. Mucha gente importante que hasta había visto en algunos bailes del castillo cuando solía pasar la bandeja de bocados y de vino.
Solo que ahora los conocía de otra manera.
Eran amables que ella, al menos la mayoría. Y los que no lo eran al menos tenían que fingir porque ahí estaba el príncipe, junto a ella y presentándola a los demás.
Agradeció mucho que por la formalidad no vayan a saludarla con un abrazo, más bien con reverencias, y apretones de mano que podía soportar mejor gracias a sus elegantes guantes.
Quería sacar su mente del problema que habían tenido, porque la idea de ese banquete era que todos se sientan cómodos y por su puesto pasar un buen momento, por algo se iba a dar la conversa anterior. Esa socialización tan importante, y que de hecho era probablemente más importante que la comida en sí.
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De los invitados, se fueron formando grupos, pequeñas rondas donde los mismos hablaban y reían.
Thomas se quedó con un grupo del consejo y junto a su padre. Algo importante habían de estar discutiendo.
Lauren, se quedó con Frizzy, Ava, la esposa del Canciller de Londres, y la esposa del Gran Marqués de Escolmo. Kaya Scodelario y Marina Dickinson respectivamente.
Se habían acercado, y habían terminado hablando. Tanto el Canciller como su esposa eran amigos de Thomas, Kaya desde la adolescencia más o menos, porque su padre pertenecía al consejo, lo seguía haciendo.
Marina Dickinson era más callada, y miraba al círculo de su esposo de tanto en tanto. Sólo para ver que hacía, o si la estaba mirando desde antes, es sus mismas palabras, se habían casado hace poco. Era por eso. Aún así, se la notaba muy evasiva, probablemente no estaba cómoda.
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La joven Kaya contó sobre su reciente parto y su primer hijo, que a penas tenía meses y lo habían dejado con una cuidadora en la mansión de la familia de su esposo. El niño, se llamaba Steve, y la señorita contó que el nombre vino a ella en un sueño donde un niño le decía que él era su hijo, y que se llamaba Steve. Que le parecía loco, pero que lo tomó como una señal de Dios, y que así fue, porque nació un varón.
Lauren recordó su propio sueño entonces, y sabía que había sido bastante sensible. Pero sólo decidió contar la parte donde su padre le decía que le dé su reloj a Vincent cuando nazca.
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—Vincent es un nombre muy bonito su majestad. —Agregó Kaya después de escuchar la historia. —Los sueños son complicados, pero yo creo que esas cosas pasan por algo. Será Dios tal vez o el instinto. A mi me sucedió ya embarazada, a usted puede que mucho antes de serlo, pero quien sabe. La vida es un misterio.
—Vincent suena a nombre de mujeriego. —Comentó Frizzy. —Osea en el buen sentido. —Se justificó con Lauren. —Ya sabes, todo un conquistador.
—Ni siquiera está en planes y ya le están dando una personalidad. —Bromeó Ava haciendo reír a las muchachas. —Pero de todas formas, no es por poner presión pero este castillo se verá lindo con niños, así como cuando vinieron todos los sobrinos de Frizzy.
—Ellos fácilmente pueden ser un ejército. —Dijo Frizzy, y uno pensaría que exageraba, pero en realidad no, si eran muchos niños, de esa vez que habían venido a visitar. —Yo sé que a Lauren le gustan los niños, pero no la veo como mi madre o mis hermanas, con más de 6 hijos.
Iban a seguir conversando con tranquilidad. Pero de repente, Thomas junto al esposo de Marina habían aparecido.
Debido a que el lugar estaba lleno de cuchicheos no escuchó las palabras de Thomas cuando toco su hombro para llamar su atención.
Las mujeres lo saludaron educadamente y él hizo lo mismo.
—¿Qué? —Preguntó Lauren amablemente a su prometido. Ya que lo que le había dicho no había podido descifrarlo.
—So. —Le respondió.
Lauren terminó haciendo una mueca ante la actitud del joven, que sólo se terminó riendo por la expresión de la muchacha.
—Mentira. —Le apretó una mejilla delicadamente. —Decía que el señor Dickinson había traído algo para tí. —Dijo, y después después que el hombre salude y se presente con todas con un beso en el dorso de la mano, y se ponga junto a su esposa, llamó a un mayordomo. Diciendo que esperaba su regalo vaya a gustarle a Lauren.
Se sintió muy halagada y ni siquiera sabía que era. Recibir regalos siempre era algo a lo que no se iba a acostumbrar.
Frizzy hizo una mueca muy extraña cuando vio al mayordomo acercarse y Lauren se giró para ver qué le provocaba esa mueca. No creía para nada que el regalo vaya a ser desagradable.
Y no lo era, al menos no para ella.
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Era un gatito. Bebé. De aquella raza sin nada de pelo y algo arrugados. Con un listón rojo en su cuello.
No pudo creer que su corazón se haya suavizado tanto con ese animal.
—Mi señora, toda princesa y toda Reina merece una mascota igual de fina que ella. —Dijo el hombre. —Está especie es elegante y rarísima, es un macho, lo trajimos desde Dinamarca.
Lauren tomó al animal de los brazos del mayordomo dándole las gracias. El mismo joven se retiró con una reverencia.
Tuvo al animal entre sus brazos acomodándolo de la mejor forma para tenerlo calientito y cómodo.
Era el gato más bonito que había visto, y probablemente se notó en la sonrisa que su rostro formó.
Bruno iba a adorar tener un amigo, y esperaba que el pequeño gatito también.
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Se lo agradeció al Marqués encarecidamente, el mismo hombre sentía el pecho inflado porque el regalo haya sido de agrado de su futura princesa. Con humildad dijo que no era nada más que un detalle, acción mínima que podía tomar para mostrar su aprecio.
De todas formas Lauren no podía evitar parar de decir gracias. Thomas a su costado tocó y acarició la cabeza del gato que muy feliz también se dejó mimar. Era algo bastante tierno.
—Parece un viejito. —Thomas susurró en el oído de Lauren a cerca del gato.
Lauren rió un poco. Tenía razón. Pero eso no quitaba que sea un gatito lindo.
El Rey llamó a Thomas y junto al Marqués se tuvieron que ir rápidamente, habían interrumpido al grupo de mujeres solo para hacer presente el regalo.
Todos se despidieron cortesmente mientras otra vez Lauren agradecía por el detalle al hombre y a su esposa, quien parecía haber sabido todo desde el inicio, tal vez por eso miraba tanto a su esposo, sabiendo que iba a suceder aquel presente. Thomas dio un beso en su cien antes de regresar donde su padre llamaba, y donde también parecía preguntar que tal había salido lo que fueron a hacer.
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Fue todo en un momento rápido, corto y esporádico. Pero cambió su humor de manera radical.
Nunca había tenido un gatito.
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—Mi esposo eligió al animal en una venta de lujo. —Dijo la señorita Marina, quien trayendo el tema, se notaba mucho más joven que su amable marido. —Me alegra mucho que le guste.
—No sabía que habían gatos sin pelo. —Dijo Frizzy. —Espero no ofenderla pero de lejos parecía una rata. —Dijo.
La señorita Kaya que había tomado una copa de vino que le ofrecieron, terminó haciendo burbujas en la copa porque había empezado a reírse.
Ava le dio un pellizcon a Frizzy.
—¡Ay! —Se quejó con dolor. —Pero si dije que solo de lejos. —Se justificó.
Ava negó sin remedio. —Hay que ponerle nombre al pequeñito. —Cambio de tema.
Ahí Lauren se dio cuenta que se había distraído de la conversación por estar mimando al gato en sus brazos. Y reaccionó. Ava tenía razón.
Se quedó pensando, todas lo hicieron habían varias opciones para un macho.
—Chispita. —Sugirió Frizzy.
—Lord Winston. —Sugirió la señorita Kaya, todas se rieron, ese era un nombre muy creativo.
—Sir Meow. —Dijo Ava.
Y ese solo fue el inicio para una gran serie de nombres graciosos.
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—Mr. Van Nicholas III. —Propuso Frizzy.
—¿ No sería I?— Preguntó Ava.
—III suena más genial. —Se rió Frizzy.
—Emperador. —Habló suavemente la señorita Marina.
No sonaba mal.
Los nombres graciosos estaban bien, y también eran opción. Pero ese se escuchaba muy bien, Lauren sintió como una pequeña conexión con ese nombre.
Además, también quería darle un nombre bastante rápido, y qué mejor que en esos mismos momentos.
En ese caso, apresurarse no era un problema, al igual que la precipitación.
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Emperador el gato sin pelo.
Bastante contrario, a Bruno el perro con pelo en exceso.
Siempre existía algo en el día que podía borrar los malos momentos del mismo.
Pero no esperaba que en ese caso vaya a ser aquel gatito. Bruno se iba a poner mejor, y la idea que en ese proceso Emperador pueda tal vez hacer ver que no sería la única mascota, que tenía un amigo mas podría hacer que se sienta mejor en menos tiempo.
Bruno era la mascota de Thomas. Y ahora Emperador sería la mascota de Lauren.
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