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III

𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1904 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

     Tiempo pasaba, como siempre.

      George y Emma se seguían peleando, de vez en cuando. Vincent seguía en sus aventuras, disfrutando y aprovechando cada una de ellas, y Andrew seguía siendo el responsable hermano mayor que siempre fue.

    Y de hecho con este último sucedió algo importante, pudo hablarle a Delynn, esa chica que le gustaba.

    En una situación extrema. Que le dio la señal de que aquello debía suceder.

[•••]

    Los cuatro hijos de la gran Reina Lauren. Acompañaron a sus padres al enorme río Moselle, río en el que se estaban dando importantes construcciones para estacionamiento de barcos de pesca. Ya que era necesario para los trabajadores, para una organización óptima, y para que obviamente la pesca de río en Inglaterra tenga todas las condiciones óptimas para su desarrollo, para los vendedores, consumidores y comerciantes.

     Estaba el padre de Delynn, por saber mucho de barcos, incluidos los de pesca que eran bastante pequeños comparados con los monstruos enormes que manejaba él. Así que era de gran ayuda al estar al lado de la Reina revisando hasta los detalles técnicos más pequeños.

     Por ende Delynn también estaba. Ayudando a su padre, ayudando en algunas cosas de construcción, por su gran tamaño y gran fuerza.

    Se veía tan linda, tan radiante.

    Era usual que sus hermanos bromeen con él, porque Andrew no era el mejor disimulando que se diga ¿Cómo gustaba de alguien que podía romperle la mano de un apretón?

    No sabía. Sólo le gustaba, no entendía. Uno no elige esas cosas.

    Andrew tenía 21 años, a su edad su mamá empezó con esa maravillosa historia que el pueblo se sabía de memoria. A su edad su madre había vivido de todo.

     Y él no podía acercarse a decirle "hola" a una muchachita. Era gracioso, pero que vergüenza le daba.

[•••]

     Eso era lo que andaba pensando mientras caminaba preocupado al lado del río y de su padre que le explicaba algo sobre el caudal del mismo en diferentes estaciones del año. No estaba muy atento. Tristemente.

    Y solo fue cuando escucho a su padre gritar su nombre que reaccionó un poco.

    Pero fue tarde.

    Porque se terminó cayendo al río.

   Ese fue su último recuerdo.

[•••]

    Lo siguiente que podía recordar era despertar desesperado en el pasto tosiendo desesperadamente para poder respirar.

    Y que entre tanta tos pudo votar toda el agua que se había tragado.

     Sus ojos volvían a enfocarse, y sentía que había vuelto a la vida de cierta forma.

     Estaba empapado de pies a cabeza, todo el mundo le hablaba, su mamá, su papá, sus hermanos, guardias, trabajadores.

    Y Delynn.

     Andrew estaba en los brazos de Delynn.

    Casi entró en pánico si no fuera porque aún se estaba recuperando de casi haberse ahogado.

     Delynn al igual que él estaba empapada por completo.

[•••]

     Pronto supo y entendió, que había sido ella quien lo había rescatado. Delynn sabía nadar a la perfección, y ante ese terrible accidente, sacó al príncipe Andrew y le salvó la vida.

     Fue la forma más extraña de empezar a hablarle posible. Pero sucedió.

[•••]


   Semanas después, ella y su padre fueron invitados a cenar con la familia. En agradecimiento a Delynn por tan heroico acto, y porque obviamente le había salvado la vida a Andrew.

     Lauren y Thomas invitaron muy agradecidos a las dos personas.

     Delynn solo tenía a su padre, su madre murió cuando era pequeña, eso es lo que sabía, por lo que contaba el capitán.

[•••]

     —Oye Andrew, te busca tu mamá. —Sophie se cruzó con él en los pasillos al interior del castillo. Andrew había estado en el jardín despejando su mente un poco antes de la cena.

    —Gracias Sophie ¿Viste a George de casualidad? —Le preguntó, George tenía una corbata suya, que el deseaba usar para la cena.

    Sophie se puso nerviosa de repente. —Creo que está en la cocina, justo con tu mamá. —Atinó a decir con lucidez.

     Andrew asintió. Y recorriendo el enorme ambiente que siempre había sido su hogar, bajo hacia aquel sótano, donde se encontraba la gran cocina.

     Sí estaba George, pero no su mamá.

     George estaba todo sudado con su armadura de entrenamiento, aún ni se había bañado ni se había cambiado. Ese muchacho, siempre haciendo todo a última hora.

      Habló con él sobre la corbata que quería que le devuelva y George le dijo donde estaba. En la cocina, estaban engriendo a George con pudin de chocolate por tan buen entrenamiento. George era el favorito de las cocineras, porque siempre comía todo, literalmente todo, y con tanto ejercicio que hacía, comía más, y nunca se desperdiciada nada.

     Le preguntó sobre mamá y George dijo que salió a buscarlo, que de seguro ya chocan por ahí, pero que es posible que haya ido a la habitación de Andrew  para ver si estaba ahí.

     El mayor de los hermanos agradeció. Se despidió momentáneamente de la cocina y corrió rumbo a su habitación. Un muy buen largo camino en aquel enorme palacio, pero estaba acostumbrado.

[•••]

     Para su buena suerte, se encontró con su madre cerca al pasillo que guiaba a la puerta de su habitación, y de paso también con su papá. Estaban los dos.

    —Tú mamá te estaba buscando. —Comentó su papá.  Andrew asintió mientras se terminaba de acercar a los dos.

    Se paró delante de ellos, y se enderezó, listo para cualquier cosa para  la que lo necesiten.

[•••]

     —Ten —Su madre le tendió un ramo de rosas rojas, confundiendo a su hijo. —Tú tío Finlay las sacó del jardín hoy. Tienes que ser lo más atento posible con esa muchacha. Te salvó la vida. Y el agradecimiento con ella viene desde lo profundo de todos nosotros. No sé qué hubiéramos hecho si algo te hubiera pasado.

     Andrew asintió algo pasmado en silencio, ahora tendría que ver de donde sacaba coraje para darle rosas así de repente.

     Su madre había estado muy asustada con lo que había pasado, e incluso días siguientes en los que descansó, ella le traía té caliente, verificaba si es que no estaba resfriado, y se quedaba a comer con él. Sopita de pollo y esas cosas.

     Lo hacía sentir como un niño de nuevo. Cuando lo curaba de sus resfriados, cuando curaba sus heridas por andar jugando o cuando simplemente calmaba sus pesadillas.

     Su madre tenía 44 años, cómo pasaba el tiempo. Hace tan poco, parecía que fue aquella primera visita al cementerio junto a todos sus hermanos cuando todos eran pequeños.

[•••]

     —Tranquilo hijo. —Dijo su papá. —Verás que los nervios se pasarán rápido cuando dejes de pensar en todo lo que puede salir mal y estés en positivo siempre. —Aconsejó. —Cuando yo le quería hablar a tu mamá también me daban nervios pero ... —El rubio recibió un codazo disimulado en la costilla, e hizo silencio, probablemente dándose cuenta de su error.

     ¿Quién les había contado a sus papás?

      Uno de sus hermanos, seguro que sí. Sólo tenía que descubrir cuál, porque podía ser cualquiera. Los tres sabían que le gustaba Delynn.

[•••]

      —No queremos avergonzarte Andrew. Y cuando tu quieras hablar de eso estará bien, este detalle del ramo, te lo damos nosotros para que puedas representarnos. —Le dijo su mamá pacíficamente. —Para que tú, en nombre de nuestra familia puedas expresar el máximo agradecimiento que seguimos sintiendo. Para que tú, obviamente, con tus propias palabras puedas decir lo que nosotros ya hemos expresado, pero que es importante escuchar de ti.

     Mamá siempre sabía que decir. Andrew asintió. Pero faltaba una cosa.

     —¿Puedo preguntar quién les dijo? —Andrew cuestionó suavemente.

     Sus padres se miraron un momento, y luego lo miraron a él de nuevo.

     —George. —Dijeron el Rey y la Reina al mismo tiempo con una expresión algo culpable.

     Andrew entrecerró los ojos, justo tenía que ser George. Se las iba a pagar, con la misma moneda.

     —Bueno, no pasa nada. —Andrew dijo tranquilo. —A George le gusta Sophie, de todas formas. —Soltó y era verdad. A George le gustaba su mejor amiga, pero era un muchacho tan seco que Sophie nunca iba a saberlo si no se lo decían, así que técnicamente le estaba haciendo un favor a su hermano.

     Thomas levantó las cejas en sorpresa al escucharlo.

     Su madre no estaba muy sorprendida. —Bueno. —Dijo la mujer. —Ve a terminar de alistarte hijo mío, que nosotros tenemos que estar aún más temprano para el recibimiento.

    Andrew asintió, y caminó entre sus padres para llegar a su habitación. Que estaba justo detrás de ellos, abrió la puerta, entró y cerró.

    Aun así escuchó las voces de sus padres mientras los mismos se alejaban del lugar.

[•••]

    —Vas a empezar a tener cara de suegra. —Su padre canturreó molestando a su mamá.

    —Igual tú, pronto Emma estará en esa etapa también. —Su mamá molestó de vuelta.

    —No, no. Ella es una niña.

    —Tiene 16.

   —Va a tener 16, eso es diferente ....

   Y así las voces se hacían más tenues, hasta desaparecer en esa divertida conversación.

[•••]

      Andrew añoraba una historia de amor como la de sus padres. Bueno, sin tanto drama. Pero si con esa intensidad.

     Su madre era una sirvienta, su padre el príncipe. Y ahora eran Rey y Reina.

     Nunca había escuchado a alguien hablar tan bonito sobre el amor como cuando su padre hablaba de su mamá. Y habían pasado tantos años, y nada parecía haber cambiado en los dos.

    Era cierto, que ver cursilerias entre los padres de uno mismo es muy incómodo.  George siempre se paraba asqueando, en forma divertida, pero en el fondo al igual que Emma, Vincent y Andrew, la relación de sus padres les gustaba mucho.

     Habían tantas leyendas, cosas ciertas y cosas que la gente se inventaba pata darle más drama a la historia.

     Se hablaba de su verdadera abuela, Tasha Bertram, mujer desterrada después de la muerte del Rey, su abuelo. Como había una telaraña de historias detrás, como esa mujer le hizo daño a quien sí consideraba su abuela, a Karoma.

     Historias sobre las tías de su mamá y lo que le hicieron. El juicio, esa historia de que a las Dhollen las esperaron con huevos afuera de la corte. Que huyeron del Reino por todo aquel odio.

     Su mamá fue una persona muy sola desde que fue pequeña, pero encontró a Vladimir Gees de quien siempre halaba, su tía Frizzy, a la ya para ahora difunta Octavia, Karoma, el tío Gerard, y su papá, Thomas.

     Ahora los tenían a ellos, sus cuatro hijos. Eran hijos de las personas que hicieron historia.

     Andrew no podía estar más orgulloso.

    Habían tantas historias.

    Tanta gente en el pueblo contaba cosas que posiblemente sus padres no se acordaban.

     Lo que más recordaba era una historia que le contaron de pequeño, que al final su madre le dijo que era una mentira y una gran exageración. Pero que lo dejó maravillado a sus cortos ocho años.

[•••]

     Sus padres habían viajado a Holmes Chapel a visitar una granja que proveía leche, hubo problemas con el transporte, y tuvieron que quedarse la noche en la granja que los recibió con mucho gusto.

      Era una zona rural, habían coyotes que esperaban que el ganado esté desprevenido para atacar, y como la gente estaba durmiendo, ya era tarde cuando la tragedia había sucedido.

      Siempre tenían una escopeta para proteger al ganado, pero no siempre se lograba, darle a coyotes en movimiento era sumamente difícil.

      Pero no para su mamá.

      Decían las leyendas que esa noche en la granja, se levantó por los ruidos y quejas de la familia, el esposo le tendió la escopeta rendido de no poder atinar para proteger a su ganado. Y qué su mamá si le dio a todos los coyotes corriendo.

      Y se lo contaron de manera tan exagerada, que era obvio que él y Vincent se lo iban a creer así solamente con tan pocos años.

      Lo cierto era que solo había un coyote rondando y que su mamá si le dio cuando el mismo estaba desprevenido, más no en activo movimiento.

     No dejaba de ser una gran historia.

     La exagerada era la mejor, no se podía negar.

     La Reina disparandole a coyotes para proteger el ganado de una granja, a sus 32 años, en ropas de dormir y en la oscuridad de la madrugada.

     Hasta a su papá que había estado ahí le gustaba la versión exagerada.

[•••]

     Siguió pasando el tiempo, Andrew sacó la corbata suya de la habitación de George y regreso a la suya para terminar de cambiarse. 

     Pasaron minutos, y su puerta se abrió de golpe.

     —Yo te mato Andrew. —Era George, quien ya aparecía limpio y vestido decentemente.

    Andrew se congeló unos segundos. Seguro ya sabía que que dijo a sus papás que le gustaba Sophie.

    Ups.

    Pero él empezó.

[•••]

     Ya estaban trenzándose en el suelo en menos de un minuto. Reclamándose el uno al otro. No llegando a golpearse en serio, pero si encontrando una forma de divertirse en una pelea. Como esas de lucha libre, esos espectáculos que estaban empezando a llegar.

[•••]

     —¡Uy! ¿A qué estamos jugando? —De la nada se escuchó la voz de Vincent. Seguro llegó por la bulla.

     Obviamente se metió al juego también, así sin saber nada ni para ayudar a alguien. Solo quería jugar también.

       Posiblemente un mal momento para hacerlo, porque ya iba a ser la cena y se estaban ensuciando. Pero fue inevitable.

       Pero si cualquiera pregunta, George comenzó.

[•••]

     —¿Cuándo van a dejar de ser unos animales? —A Emma se la escuchó asqueada. Había llegado también.

     A pesar de ser la menor, los regaños de Emma si los afectaban.

     Se pusieron de pie entre empujones divertidos y formaron una línea mientras se acomodaban la ropa que habían terminado desordenando.

     Emma rodó los ojos.

     —Renegona. —George le sacó la lengua.

     —Tu abuela. —Le respondió Emma con una mueca.

     —Es la misma que la tuya. —George le volvió a responder.


     Hubo silencio.

     Los cuatro se terminaron riendo.

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