13
«PAÍS DE LAS MARAVILLAS»
—¡EL TIEMPO avanza, tic tac, tic tac!
Gabriella iba dando saltitos delante de Heart, Teo y Carlos. Los cuatro corrían de cuclillas a lo largo del oscuro bosque, viendo a todos lados asustados.
—Shh, GabiGabs, malaudrey puede estar escuchándonos —Le pidió, Teo. Gabriella fingió un cierre en sus labios.
Siguieron corriendo y veían a los lados, Audrey observó a través de la bola de cristal, mirando curiosa como ellos iban corriendo a la casa del té de Heart. Sonrió con malicia y desapareció en un humo violeta, apareciendo allí en un segundo.
Heart entró a su casa del té y fue al armario que había allí, lo abrió, escuchando a los tres restantes colocarse detrás de ella. Ni intentaron entrar al ropero cuando empezaron a escuchar una risa malévola hacer en eco por todo el lugar. Se dieron la vuelta al segundo, viendo el humo rosado aparecer como una neblina, llenando el lugar por todo el suelo, llegandole a las pantorrillas.
Teo se colocó delante, alzando sus brazos para cubrir a Heart que tenía escondidos detrás de ella a Gabriella y Carlos.
Un ruido detectó su atención y vieron a Audrey sentada en una mesa, jugando con una taza del té rota. Sonreía burlona.
—oh, pero si es mí familia de dementes favorita —sonrió con falsedad y Heart blanqueó los ojos, comenzando a sonreír —¿donde está el resto del escuadrón de héroes?
—nos llamamos escuadrón de unicornios rojos con brillitos y vómito de arcoiris —Gabriella le dijo y Audrey la miró incrédula. Siempre tan loca.
—Iba a decir "disculpa por equivocarme" pero los villanos no piden disculpas —sonrió maliciosa —¿No es así, Heart? —miró a la nombrada que asintió orgullosa —claro que si. Tu jamás pedirlas disculpas, ¿por qué lo harías, princesa roja? No es digno de ti, pedir perdón por desde tu llegada hacerme la vida una misería: te robaste a mís amigos, a las porristas, la atención...
—oh, Audrey... —Heart abultó su labio inferior —Yo, en serio...
—¿lo lamentas? —se levantó, enojada —¡pues no quiero tus disculpas!
—iba a decir que yo en serio lo disfruté en realidad —se burló y Audrey aguantó su grito de enojo —pero si, también pude decir eso aún que no iba a funcionar ¿no? —salió de detrás de Teo, avanzando lentamente y pavoneando sus caderas —adivina, cariño, me da igual lo que hayas sentido, me da igual cualquiera que no sea yo. Porque vengo yo, luego yo, y luego mí sombra —movió su cabello a un lado —pero luego vienen mis amigos y mí familia... Y te metiste con la princesa equivocada.
—te arruinaré y al resto —La apuntó con el cetro.
—veamos si puedes encontrarnos antes —sonrió burlona.
Audrey miró detrás de Heart y notó que ya no estaban Teo, Gabriella o Carlos, miró de nuevo a Heart pero ella tomó una tetera que contenía té frío dentro y se lo lanzó, antes de correr al ropero.
Heart se metió dentro y lo cerró, retrocedió dos pasos y al segundo cayó en un abismo negro.
Extendió sus brazos y sonrió, sintiendo como caía metros y metros, su cabello volaba y el aire chocaba contra su cuerpo. Suspiró de satisfacción y abrió los ojos, viendo cosas flotando y dejándole el pase libre para su caída.
—¡ahí viene roja!
Heart escuchó Gabriella y, antes de caer, sintió como era amortiguada por Teo. Miró a su prometido y él soltó una risita, habiéndola atrapado entre sus brazos y sosteniéndola al estilo nupcial.
—hola, corazón —saludó dándole un rápido besito.
—hola, gorritos.
Heart bajó, pero en cuanto sus tacones tocaron el suelo, escucharon un crujido. Los cuatro observaron debajo y gritaron cuando el suelo se quebró y cayeron en otro cuarto.
—¿Por qué tuvimos que usar el ropero? —se quejó Teo, levantándose —siempre me hace lo mismo.
—son divertidos los juegos mentales —Heart acotó, observando a Carlos que veía todo fascinado.
Era un cuarto que parecía retorcerse, era redondo con muchas puertas de muchos tamaños y con solo una mesa en el medio. Una mesa gigantesca, el triple de estatura y ancho que ellos, era como la de un gigante.
—ya siento las buenas vibras del país —Gabriella sonrió.
—por aquí debe haber Upelchucken —Teo comentó, buscando —¡Busquen un pedazo de torta chico que diga “comeme” pero no lo coman!
—¡Oigan! Nos dejaron comida, está riquísimo...
Voltearon a ver a Carlos que comía el pastel, sonriendo con migajas en la comisura de sus labios. Teo se golpeó la frente con la mano, Gabriella soltó una risita y Heart avanzó a arrebatarle el pastel.
—¡Carlos! —le gritó enrojeciendo —no debes comer todo lo que veas ¡Menos si dice "Cómeme"!
Él frunció las cejas confundido, pero comenzó a sentir náuseas y a crecer y crecer, su ropa se iba estirando o hasta rompiendo, los tres restantes se alejaron hasta quedar en un borde, queriendo evitar que Carlos los pise. El peliblanco llegó hasta chocar su cabeza con las puertas que había en el techo, a un lado del agujero por el que cayeron.
—ah... ¿Heart? —la llamó asustado, ella suspiró.
—quedate así —pidió, antes de voltear a ver a los dos maravillanos que reían —Gabriella, bebe de la botella de Pishsalver que debe haber a un lado de donde Carlos encontró esto. Pero solo un poco, así abres las puertas más pequeñas. Teo, conserva tu tamaño normal, así abres a las que Gabriella no llega.
Heart creció dos metros más de altura al darle un mordisco al pastel, lo saboreó, lo que más podía sentir era el aceite de lombriz. Su chaqueta se achicó y abultó su labio inferior sacandosela. Su ropa se encogió también un poco y miró a Teo que le sonreía.
—te ves tan hermosa cuando me sacas cinco cabezas de altura —sonrió acaramelado y ella negó divertida.
—ah, Heart —Carlos le pidió ayuda.
—solo abre las puertas del techo, alguna debe estar abierta, el resto permanecerán cerradas —le pidió, comenzando a tratar de abrir puertas.
Los cuatro buscaban alguna puerta abierta, pero no encontraron ninguna, además era complicado cuando trataban de no pisarse entre ellos. El cuarto redondo de paredes gastadas y antiguas olía a bosque húmedo y libros mojados.
—¡Oigan! —Heart les habló, agachándose un poco —miren a este narigón —señaló un picaporte que tenía ojos y boca, roncaba entre dormido hasta que Heart lo llamó asi.
—¿A quién le llamas narigón, cabezona? —se quejó ofendido, despertando de su sueño, pero apretó los ojos asustado y habló rápido con un terror inigualable —¡Lo siento tanto mí princesa!
—¿Eres la puerta que nos va a dejar entrar? —habló Teo, haciendo puntitas para agarrar el meñique de su novia, ya que no podía agarrar su mano, así calmarla.
—si encuentran la llave si —susurró atemorizado.
—¿Llave? ¿cuál llave? —preguntó Gabriella, miraron a todos lados pero no había nada más que la mesa y el florero encima —Carlitos, ¿Puedes ver dentro del florero?
Carlos casi ni se estiró para alcanzar el diminuto jarrón, lo dió vuelta y las flores con pétalos cayeron sobre Gabriella que rió. Heart sonrió enternecida, ya calmandose. De allí también cayó una llave que Teo corrió a atrapar.
—esa llave —señaló el picaporte. Teo la tomó entre sus dos manos y la subió sobre su cabeza, otorgandosela a su prometida que la tomó para colocarla en el cerrojo.
La giró a un lado y abrió la puerta, sonrió encantada al ver detrás el gran bosque de su país. Pero el único que entraba por ahí era Teo y la puerta estaba a mitad de la pared, así que no llegaba.
—bien, Bonnie —Heart llamó —come ¡solo un poco! De Upelchucken —Le pidió y Gabriella rió.
—yo no soy Carlos —se quejó, tomando unas migajas para comerlas y luego guardar el postre en su vestido. Gabriella creció y el vestido que antes le quedaba grande ahora le quedaba bien, Teo la abrazó al segundo.
—vengan aquí —extendió sus manos para tomar a ambos en cada una, ellos comenzaron a reír y Heart los entró por la puerta, dejándolos en tierra firme, a los maravillanos —Carlos, ven.
Carlos se acercó y Gabriella les tendió al botella de Pishsalver que Heart tomó.
—debemos beber lo suficiente, agárrate del marco de la puerta, así cuando enconjemos no caemos al suelo —le advirtió y él asintió.
Heart bebió y luego le dió la botella a Carlos que también bebió. Los dos comenzaron a encoger a gran velocidad, tanto que tuvieron que apresurarse a sostenerse del pie de la puerta, quedando colgados y con el riesgo de tener una larga caída. Sus pies colgaban y Carlos cometió el error de observar hacia abajo.
—¡Vamos a caer, vamos a morir!
—ojalá —refunfuñó Heart —¡Gorritos, Bonnie!
Los dos se apresuraron a subirlos y entrarlos dentro, la puerta se cerró una vez estuvieron fuera del cuarto y dentro del país de las maravillas.
Heart volteó y sonrió encantada al ver de nuevo las hadas de caballos de madera, los insectos parlanchines, las flores gigantes y criticonas con rostros ceñudos, las plantas verdes y grandes como en ningún otro lugar. Los cuatro estaban en el país de las maravillas.
—que bueno volver a casa —susurró Heart.
El gato Sonriente apareció flotando delante de los cuatro que dieron un salto.
—Llegan tarde... Mirana los está esperando con sus amigos —Comentó, mostrando sus colmillos en su abierta sonrisa —pero Damián está llegando a buscarlos...
Escucharon un rugido provenir del bosque encantado, tan fuerte que espantó a muchas de las maravillosas aves, el rugido de la mascota de Damián.
El bandersnatch.
Para cuándo Audrey abrió el ropero dónde Heart se había metido, encontró solo un mueble vacío. Bajó la vista y notó un papel, se agachó a tomarlo y leyó.
—“Buscame si quieres intentar acabarme, villana de cuarta ¿Te doy una pista para tu lento cerebro? Estoy donde los dementes como tú pueden entrar pero no ganar” —Arrugó el papel y volteó enojada —si es lo que quieres...
Desapareció en un humo rosado rápidamente, desvaneciendose de la polvorienta casa del té en ruinas y apareciendo en otro lugar completamente diferente. Audrey apareció en el museo, en la misma habitación a la que pertenecían el cetro y la corona, sonrió con malicia pero no iba a agarrar nada de allí, se giró sobre sus pasos y caminó a través del museo de Auradon.
Audrey guió su camino por las escaleras hasta la galería de villanos, viendo la estatua de los grandes allí, sin embargo, su atención se fijó en la puerta al final. Caminó ensanchando su sonrisa y abrió la puerta, encontrándose con la habitación de honor a Iracebeth.
Observó la estatua de la inmensa cabezota allí y resopló burlona, luego observó todo el panorama y comenzó a reír al ver a los soldados de cartas dormidos.
—Si quiere jugar con fuego... Le daré fuego —alzó sus manos y el cetro brilló —si quiere pelear en el país de las maravillas, usaré sus mismas cartas.
Audrey dió un golpe al suelo con el cetro y los naipes rojos temblaron hasta que despertaron y se colocaron en pose de soldados. Audrey comenzó a carcajear, saliendo de allí con las cientos de cartas multiplicándose detrás suya. Ella salió del museo con el ejército antiguo de la Reina roja y se paró delante de un árbol.
Sobre la rama del árbol apareció el Gato Cheshire, llamando la atención de Audrey.
—Si que les vas a dar un susto... —habló sonriente antes de mover su cola y abrir el árbol para Audrey.
—no molestes, gato, o te haré un felino común —entró al árbol.
Sonriente le sacó la lengua por su espalda y desapareció, dejando al ejército entrar al País de Las Maravillas a través de ese árbol. La guerra empezaría.
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