Prólogo
Según cuentan los antiguos druidas, el origen de los licántropos se dio en una noche de luna llena cuando esta brillaba más intensa que nunca. La Diosa Luna decidió crear una criatura especial y única, diferente a sus otros hijos: una hermosa unión entre hombre y lobo, el equilibrio perfecto de sabiduría y fuerza. Les otorgó el poder de cambiar de forma a voluntad entre su aspecto humanoide y su aspecto animal. En su forma de lobo, eran rápidos y ágiles, con garras afiladas y colmillos mortales. En su forma humana, conservaban la fuerza y la astucia de los lobos, pero mantenían la inteligencia y la habilidad de razonar como seres humanos.
Esa misma noche, bajo el resplandor de aquella inmensa luna de plata, los licántropos juraron lealtad eterna a su creadora, tomando el papel de guardianes del bosque. La Luna volvió a su reino en el cielo, contenta con su perfecta creación, o casi perfecta, pues nunca pudo imaginar que la avaricia de poder corrompería aquellas almas tan puras a las que bendijo con su magia.
Desde lo alto, vio con suma decepción cómo aquellos con mayor poder y habilidades se iban corrompiendo poco a poco. Los alfas veían a las restantes clases como sus subordinados y no como sus iguales, tomando el poder por la fuerza y autoproclamándose líderes, imponiendo una jerarquía de castas.
Los lobos alfas gobernaban con puño de hierro, imponiendo leyes injustas y cazando a los licántropos más débiles para su propio beneficio. La Diosa Luna, observando desde lo alto de su reino celestial, se entristeció al ver la injusticia y crueldad que se estaba cometiendo en su creación. Cegada por la ira, descendió hasta la tierra para acabar con esos monstruos que había engendrado.
La Diosa Luna, con su larga cabellera plateada y ojos brillantes como la luna llena, descendió a la Tierra en una noche lluviosa. Desde la cima de un risco, pudo observar un noble acto que le tocó el corazón.
Corriendo bajo la lluvia por el sinuoso terreno del bosque, se encontraba una pareja: un alfa y una omega, claramente huyendo de su manada mientras eran perseguidos como presas.
-Huye lo más que puedas y no mires atrás -le susurró aquel alfa de cabellos negros a la indefensa omega que temblaba en sus brazos.
-No puedo dejarte, te matarán...
-No me importa morir, si sé que los dos estarán bien -como un acto de cruel despedida, sellaron sus labios en un beso efímero mientras el alfa tocaba el vientre de la omega con su mano.
El crujido de las ramas siendo partidas por las fuertes pisadas de lobos sedientos de sangre hizo que cundiera el pánico en sus corazones.
-¡Corre!
-¡No me iré de aquí, moriré si tengo que morir, pero moriré contigo, a tu lado!
Los ojos plateados de Selene se llenaron de lágrimas. Eran escasas las ocasiones en las que la Luna lloraba, pero esa escena la desgarró por completo: ellos se amaban verdadera y completamente.
Con un gesto majestuoso, levantó sus manos hacia el cielo estrellado y susurró palabras antiguas en un idioma que solo los seres celestiales podían comprender. El cielo se iluminó con destellos plateados y aquella pareja fue transportada hacia otro lugar, un lugar oculto de aquellos seres malvados que enjuiciaban su amor.
-¿Qué ha pasado...? -frente a ellos se mostró Selene irradiando aquella luz protectora y maternal.
-Ya no tienen por qué temer, hijos míos.
Selene sonrió al tocar el vientre un poco abultado de la omega. Su piel se iluminó con un brillo azul mágico que le permitió entrever un pequeño vistazo del futuro. Eran escasas las ocasiones en las que podía usar el poder de la clarividencia. Aquella pequeña bebé que aún crecía en las entrañas de su madre sería el inicio de un nuevo cambio.
-Necesito que me escuchen con atención, ya que de esto depende el futuro de su especie.
Cuando su hija llegue a su decimoctavo cumpleaños, conocerá a su mate, un alma oscura y atormentada a la cual ella le brindará paz. Del fruto de su unión nacerá un niño híbrido. El día de su nacimiento caerá del cielo un arma mortal, capaz de aniquilar a todo aquel ser impuro que atente contra el equilibrio natural. Esta arma será codiciada por todas las criaturas mágicas, por eso solo podrá ser custodiada por él. Él será el próximo Lupus guardián, quien, junto con una loba blanca de ojos violáceos, traerá la paz a las tierras licántropas y así el reinado sangriento llegará a su fin. La profecía se cumplirá no importa lo que hagan para impedirla. Es el destino, y el destino ya está escrito. Ustedes harán de estas tierras su dominio, ofrecerán cobijo a todo aquel que sea de corazón puro y formarán los cimientos de una nueva manada.
-Madre Luna, ¿por qué nosotros? Somos unos simples desertores.
-Ustedes son el inicio de una nueva era, confíen en sus instintos y oigan a su corazón.
Un halo de luz cegadora cubrió el cuerpo de Selene, haciéndola desaparecer ante los ojos del alfa y la omega. Ya todo estaba dicho y la inminente profecía se empezaba a cumplir, ya que en las altas montañas situadas al sur se erguía la manada Silver Moon, preparándose para luchar contra el enemigo en una rebelión de sangre.
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