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𝟬𝟬𝟮. magic

𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑫𝒐𝒔 👻 𝑴𝒂𝒈𝒊𝒂

—NO PUEDO CREER QUE NOS HAYA ECHADO —Reggie suspiró, dejándose caer en el sofá con una mirada de puchero.

—Yo no me voy —declaró Carly—. Y técnicamente, nosotros estuvimos aquí primero.

Eso era verdad, pero también lo era hace veinticinco años, quién sabe cuántas otras personas han llegado a llamar estudio a un lugar que formaba parte de su casa.

—Tenemos que intentar entrar en razón a Julie —dijo Luke—. Tiene que tener al menos un poco de simpatía por los muertos, ¿no?

—Sí, hemos muerto, debería sentirse mal —Alex intentó coger una de las flores del jarrón que estaba encima del piano, pero su mano la atravesó—. Tío, todavía no me puedo creer que estemos muertos.

Una mueca se dibujó en los labios de Carly mientras daba un paso adelante para acariciar su hombro.

—Yo tampoco, hermano, yo tampoco.

Se quedaron en silencio un momento antes de que Luke volviera a hablar.

—Vale, vamos, vayamos a hablar con ella.

Carly abrió los ojos mientras los chicos salían.

—¡Esperad un minuto! ¿No habéis oído a su hermano? Están en medio de una cena —corrió tras ellos y gritó cuando su cuerpo atravesó la puerta principal de la casa. Ser una fantasma tenía sus ventajas, pero eso no significaba que fuera algo bueno.

Julie gritó cuando los cuatro aparecieron, su familia se detuvo para darle miradas extrañas, tenía espaguetis goteando de un lado de la boca.

—Eh, Julie, me gusta lo que habéis hecho con la casa —le felicitó Luke—. ¿No es maravillosa, Carly?

La rubia puso los ojos en blanco.

—Sí, muy maravillosa.

Julie los miró con una expresión enloquecida.

—¡No deberías estar aquí!

La mujer detrás de ella se sorprendió, soltando un "¡Oh!".

—Sólo he venido a ayudar, mijita.

—Os dije que esto era una mala idea —regañó Carly—, pero una vez más, no me escuchasteis. ¿Cuándo vais a empezar a escuchar lo que digo? Esto empieza a cansar.

Luke inclinó la cabeza hacia ella.

—Quizás empecemos a escucharte cuando aceptes formar parte de la banda.

Carly se burló.

—Ya, eso no va a pasar nunca, y lo sabes.

—Tal vez, pero es una pena desperdiciar tanto talento —se apartó de ella mientras se encogía de hombros.

Julie no dejaba de mirarlos a todos mientras Alex les sacaba de la casa y les llevaba de vuelta al estudio. Carly pensó que ahora sería cuando por fin tendría unos minutos para procesar lo que había pasado. Tenía una parte de lo que quería, volver a la tierra, pero la otra mitad seguía sin aparecer, seguía muerta. Sus dedos pellizcaron el puente de su nariz, estaba haciendo todo lo posible para no gritar de frustración.

Suspiró con fuerza, rezando para que el silencio en la habitación se mantuviera sólo unos minutos, pero se olvidó de que pasaba todo el tiempo con un grupo de chicos. Parecía haber un ligero jaleo y Carly estaba a punto de reñirles hasta que vio lo que estaban haciendo. Alex estaba sentado detrás de una batería mientras Luke y Reggie llevaban unas guitarras. De repente sintió como si el viento la hubiera dejado sin aliento. No hay palabras para describir lo increíble que era verlos por fin en su elemento, y antes de que se diera cuenta, su cabeza estaba moviéndose al ritmo de la música que estaban tocando. Carly tenía ganas de llorar, su forma de tocar la hacía sentir más viva que nunca en las últimas dos décadas y media.

—Suena muy bien, chicos —exclamó la rubia por encima de la fuerte melodía, parecía que todo era tan natural como si anoche fuera realmente la última vez que tocaron.

—No, no es verdad —Julie discrepó, ninguno de ellos se dio cuenta de que había entrado—. ¡Chicos, parad! ¡Ya vale! ¡Parad! ¡Parad ya!

Reggie quitó sus dedos de las cuerdas inmediatamente y Alex dejó caer sus baquetas mientras Luke seguía por un segundo, finalmente, levantó la mirada torpemente y dejó la guitarra.

—¡Se os oye en todo el barrio! —exclamó Julie—. Os había dicho que os fuerais.

Carly se puso de brazos cruzados.

—Lo hiciste. Pero eso no significa que tengamos que hacerte caso.

—Espera —dijo Luke, con los ojos muy abiertos por la emoción—, ¿la gente nos oye tocar?

—¡Sí! ¡Entre ellos mi padre y mi hermano!

Alex parecía que alguien le acababa de regalar un cachorrito.

—Eh, eh, eh, a ver. Sólo puedes vernos tú, en cambio ¿puede oírnos todo el mundo? ¿Qué tipo de fantasmas somos?

—Oh, Dios mío —susurró Carly—. ¡Esto es genial!

—Mejor que genial —exclamó Luke—. La gente nos oye tocar, chicos, ¿os lo podéis creer?

Reggie los atrajo a todos en un fuerte abrazo.

—Estamos muertos, pero nuestra música no.

—Bien dicho —felicitó Carly, deseaba que este momento durara para siempre, que cada momento que le quedara en la tierra, aunque ahora fuera una fantasma, fueran como este, como los viejos tiempos. Si su corazón latiera sabe que latiría tan fuerte como la batería de Alex.

—Eh, vengo a ver si estás bien —el padre de Julie, al que Carly reconoció en la mesa del comedor, había asomado la cabeza por la puerta abierta antes de entrar.

Julie sonrió y habló entre dientes.

—Sí, estoy bien. He apagado el reproductor.

Su padre se volvió hacia los cuatro y por un momento el pánico inundó a Carly, ¿él también podía verlos? Los ojos del hombre se iluminaron cuando miró todos los instrumentos instalados.

—Espera, ¿es la chatarra que había en el desván? —preguntó él, sonando asombrado.

Carly se mofó.

—¿Chatarra? —preguntó, bastante ofendida, a todos ellos les costó mucho tiempo ahorrar para comprar todas esas cosas, así que en su mente, no era para nada basura, era un tesoro, como oro puro—. Te voy a decir lo que es chatarra...

—Eh-eh, cálmate —la detuvo Luke, agarrando sus dos brazos antes de que se abalanzara sobre el hombre, aunque no podía hacer nada, ya que lo traspasaría.

El padre de Julie golpeó la batería juguetonamente mientras la mandíbula de Alex permanecía abierta.

—Está todo en bastante buen estado. A lo mejor sacamos una pasta.

Esta vez, fue Carly la que tuvo que sujetar a Luke.

—Julie, ¡dile que deje de tocar nuestras cosas! —la chica viviente les dirigió una mirada exasperada pero luego volvió a ignorar su presencia.

—Me ha gustado esa música —dijo el padre de Julie, y las miradas amargas de los fantasmas cambiaron a una de sorpresa.

—Parece que tenemos nuestro primer fan de Sunset Curve en veinticinco años —dijo Carly, aplaudiendo sarcásticamente—, ¿qué os parece, chicos?

—¡Flipante! —exclamó Reggie—. Ojalá pudiera darle un autógrafo.

Julie puso los ojos en blanco ante todos ellos.

—Es un CD viejo que he encontrado.

Carly se acercó a la chica con una mirada de enfado en la cara.

—¿A quién llamas viejo?

—No lo decía en ese sentido —dijo Julie rápidamente en voz baja, queriendo que la viciosa fantasma rubia que tenía delante se apartara de ella.

—Aún así, me alegra que vuelvas a escuchar música —el padre de Julie la abrazó cariñosamente—. Aquí puedes tocar todo lo que quieras, siempre que quieras —y con eso salió del estudio. 

Luke golpeó el aire con el puño.

—¡Le gusta nuestra canción!

Alex negó con la cabeza, inexpresivo.

—Ya, bueno, pero él no cuenta. Es padre —susurró.

—Eso es bueno, significa que tenéis una amplia gama de audiencia —dijo Carly, tratando de sacar lo mejor de la situación.

Julie estaba echando humo junto a la puerta, y si no estuvieran ya todos muertos, su mirada probablemente los habría matado.

—¿Por qué no podéis ser fantasmas normales? —se quejó—. Iros a una mansión antigua. En Pasadena hay a montones.

Antes de que pudieran responder, se fue igual que hizo su padre momentos antes y cerró la puerta de un portazo.

—Creo que empezamos a caerle bien —bromeó Alex.

—Yo siempre he querido ir a Pasadena —comentó Reggie, melancólico. Carly se rió y volvió a sentarse en el sofá, Luke la siguió detrás.

—Parece que por fin las cosas vuelven a ser normales —dijo ella—, al menos nosotros somos un poquito normales.

Luke sonrió y deslizó su brazo alrededor del hombro de la rubia.

—No sabía que lo echaba tanto de menos hasta que empecé a tocar. Esa sensación que tienes- ¿sabes? Nada se puede comparar con eso.

—Lo entiendo —estuvo de acuerdo Carly—, es casi como magia —una vocecita en su cabeza le dijo que cogiera la guitarra que estaba detrás de ella, pero sabía que si lo hacía los chicos nunca la dejarían en paz al respecto, muy pocas veces había tocado frente al público, incluso ellos—. Pero seguimos muertos, desgraciadamente.

Luke se rió.

—Ya, eso es lo que apesta de todo esto.

—La única vez que decido comer uno de esos estúpidos perritos calientes y va y me mata. Mi suerte está podrida —el universo debía estar realmente cabreado con ella aquella noche de 1995 para decidir quitarle la vida la única vez que decide comer comida de mala calidad—. Aunque si te soy sincera, lo prefiero así, no creo que fuera capaz de vivir sin ti... —hizo una pausa incómoda—. Y Alex y Reggie, por supuesto.

—Por supuesto —Luke suspiró—. No digo que me alegre de que hayas muerto, pero me alegro de que estés aquí.

—Gracias —Carly apoyó la cabeza en su hombro—. ¿Qué crees que estarán haciendo? —preguntó ella de repente.

Luke la miró con extrañeza.

—Eh... ¿jugando a piedra, papel o tijeras?

—Ellos no, idiota —respondió Carly apartando la mirada de Alex y Reggie, que estaban jugando en el suelo—. Nuestras familias, y nuestros amigos. ¿Qué crees que estarán haciendo ahora?

Luke tardó unos instantes en responder, y Carly quiso abofetearse a sí misma, ¿cómo podía olvidar lo delicado que era el tema de la familia para Luke? El día que volvió de discutir con su madre seguía estando muy claro en su mente. Podía recordarlo llorando y gritando, preguntando al mundo por qué tenía que ser así, por qué alguien que lo amaba no apoyaba sus sueños.

Carly no sabía la respuesta a eso, pero le gustaba creer que los padres de Luke sí lo apoyaban, pero simplemente no entendían su visión de su futuro, aunque él no escuchaba realmente cuando decía eso.

—No estoy seguro —dijo finalmente Luke—, pero estoy seguro de que ahora estarán mejor.

—Espero que tengas razón —dijo Carly esperanzada, por su mente pasaron flashes de sus padres, no creía que fuera posible echar tanto de menos a dos personas, pero pensar en ellos le provocaba un dolor en el corazón. Se preguntaba si seguirían viviendo en la misma casa, y si la cafetería en la que solía tomar chocolates calientes todos los viernes seguía estando bajando la calle, pero eso eran dos cosas más que aún no estaba preparada averiguar—. ¿Por qué no tocáis otra canción? —sugirió—, tal vez una un poco más tranquila. No quiero que me vuelvan a gritar.

Carly los escuchó mientras reían y hacían lo que mejor saben hacer, y se esforzó por ocultar las lágrimas que corrían por sus mejillas; ¿Quién iba a saber que los fantasmas podían llorar? Puede que las cosas apesten ahora mismo, pero era la forma en que no estaban destinadas a ser, y tendrían que conformarse con eso.


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