01: la llegada.
◟❝Yo te llamé, por favor ven a mí❞
Abrió los ojos, pestañeando un par de veces para acostumbrarse a la luz blanca del foco que colgaba en medio del techo. Las voces de sus compañeros sonaban serenas, sin embargo cuando prestó más atención a la conversación se sentó en la litera golpeándose la cabeza con... la otra cama.
—No puede ser, Han—lucía molesto si lo estabas observando, pero su tono de voz era sereno.
—Pero Namj-
—¡Yo mismo hice los cálculos y es imposible que me haya equivocado!
Namjoon era conocido en su pueblo como el come libros, y parecía ser un nerd más del montón solo con su apariencia. Era un exelente alumno en todas y cada una de las asignaturas, dejando fuera el deporte, pero nadie le tuvo en cuenta hasta la vez que ingresó a las olimpiadas de matemáticas con tan solo catorce años y el colegio lo veneró frente a cada habitante de Incheon en un acto. Ganó cinco años consecutivos, convirtiéndose en el primer joven en hacerlo. No paró ahí, al haber dado ese primer paso fue por más por que nunca se había sentido tan capaz de algo, y no solo fue por amor al arte -como le llaman-, sino para burlarse de todas esas personas mediocres que lo subestimaron.
Kim Namjoon con casi sesenta años era un astrofísico con un amplio currículum y títulos enmarcados en las paredes de su casa. Y, por si fuera poco, se encontraba dirigiendo su segundo viaje al espacio con sus aprendices.
—Señor, nos queda aproximadamente medio tanque de combustible—anunció mediante el altavoz. Era Lalisa, una piloto profesional retirada de las fuerzas armadas que formaba parte del escuadrón desde el primer día en que surgió la idea—. El radar detecta calor a unos doscientos mil kilómetros, pero no parece tratarse del sol. Intentaré aproximarme, no tenemos más opción. Es riesgoso, pero moriríamos de las dos maneras.
Viendo como Jimin, Chungha y Bangchan controlaban que los censores de proximidad a materia estelar se encontraran de color verde, Jeon se quedó en su lugar por que esa era una de las pocas tareas que a él le habían asignado cumplir, pero a los demás les importaba poco.
—Jungkook, ven un momento conmigo—el viejo hombre le llamó desde la pequeña cocina-comedor y sin preámbulos el chico caminó los metros que los separaban, notando horrorizado que quien preparaba la cena era un robot—. Oh, vamos, no pongas esa cara. Ya no eres un niño.
—Solo me dió impresión verlo-se defendió.
El año en que nació, 2022, los robots acompañantes causaban furor entre las personas ya que se trataba de uno de los primeros inventos tecnológicos -aunque Namjoon, Lalisa y Félix les habían explicado al escuadrón que en la famosa área 51 muchos años antes se tenían conocimientos de ese tipo-, realmente eran eficientes pero solo en casas sin niños, o una casa en donde Jungkook no estuviera. Por alguna razón la estúpida máquina que su madre le había comprado para que le ayudara en sus deberes intentaba terminar con su vida cada que podía.
—Escucha, estamos a punto de llegar a Marte y necesito que sepas dos cosas—mientras que el menor tomaba asiento en frente, Kim retomó la palabra—, ¿recuerdas las clases que tomaste junto al resto? Las tres reglas, necesito que las cumplas al pie de la letra.
—¿No quitarse el traje por nada del mundo, no tocar nada que no hayas tocado tú antes y no separarse del grupo?
—Lo explicas mejor que en mi esquema de círculos y flechas—se rió, provocando una pequeña sonrisita en Jeon. No se le escuchaba reír con frecuencia, pero Jungkook le caía bien al viejo—. Como habrás oído, por algún motivo nos estamos quedando sin combustible pero estamos casi a nada de llegar a nuestro destino. Pase lo que pase...
—No hagas eso—le interrumpió con un murmuro. Había querido ignorar desde que despertó que estaban en peligro, pero viendo los ojos oscuros de Namjoon notó el miedo en ellos y sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal. A pesar de eso, se negaba a oír palabras de despedida tan pronto.
—Espera, déjame terminar—le tomó las manos con cariño por sobre la mesa—. Pase lo que pase estoy agradecido de ser tu-
—¡Namjoon, rápido! Ven a la cabina, tenemos problemas que no te van a gustar.
Lo siguiente que Jungkook vio, pasó demasiado rápido frente a sus ojos. Desde Namjoon corriendo al lugar donde le solicitaron, hasta siete personas moviéndose de un lado a otro en la sala principal. Él se resguardó en su parte de la litera del caos que se había formado dentro de la misma nave, y solo pudo llorar en silencio al considerar que, quizá, si estaban a punto de morir y ni siquiera pudo despedirse correctamente de sus seres queridos.
Media hora después, algo mas calmados, el resto del equipo se encontraba alimentándose en el apretado comedor. No era mas que sopa con fideos, pero venían alimentándose mal y estaban hambrientos.
—¿Dónde se metió el niño?—preguntó una mujer de tez morena, llamando la atención de sus compañeros—, ¿se dan cuenta de que si ustedes se alteran—señaló a Félix y Park—, todo el grupo se desordena?
—Tengo miedo, noona—la miró a los ojos.
—Todos tenemos miedo Félix, pero no sirve de nada que se pongan a gritar—lo reprendió. Pasó su vista al menor de todos en la ronda y volvió a hablar—. Jimin, ve por Jungkook, tiene que comer. Ni Namjoon ni yo queremos que se alimente solo con las gomas de mascar.
Las gomas de mascar no eran como las convencionales, sino que eran una versión mejorada y adaptada para la función que tenian que cumplir: sustituir la comida. Cada vez que las mordías desprendía un jugo que contenía, además del sabor a lo que quisieras, las suficientes proteínas como para pasar días sin ingesta de alimento "real". Por obvias razones, de sano no tenían nada.
El astrónomo Park dejó su tazón de sopa con fideos sobre la mesa cuadrada sin rechistar, Hwasa tenía tanto poder como el propio Namjoon, no solo por ser su íntima amiga. Ella era una especie de mamá en el grupo, que velando por la seguridad de ocho personitas también imponía respeto. El holograma negro de la puerta desapareció cuando el muchacho estuvo cerca de la abertura en la delgada pared; no lo utilizaban con frecuencia pero al momento de querer un poco más de "privacidad ocular" -por llamarle de alguna manera-, era la única y mejor opción.
Paseó la vista por la sala principal, vacía en su totalidad. Lo único en orden era el mueble con libros físicos-que solo a los mayores les gustaba continuar usando-, por que antes del "desastre" ocurrido Bangchan y Félix estaban jugando a memorizar con un añejo mazo de cartas que estaba descolorido, Han intentaba programar un robot acompañante para hacer masajes descontracturantes con herramientas de Namjoon. Y cada actividad quedó a medio realizar.
Suspiró antes de seguir caminando, enfocándose en la oscuridad que reinaba hacia la izquierda. Las literas del escuadrón estaban acomodadas de manera incómoda, bastante cerca unas a las otras, solo con el propósito de reducir el ocupe de lugar. Jungkook tenía asignada la litera del lado de arriba, y era la primera a partir de la pared, pero su relación con Bangchan y Chungha no era la mejor por lo que, como toda alma caritativa, Park se ofreció a usar la cama de arriba en su lugar.
—Jungkook, ven a comer con nosotros—le habló sin rodeos, parándose junto al bulto de mantas en la cama.
Aunque el chico tratara de fingir que no, Jimin sabía que estaba despierto. Asimismo, Jeon era consciente de que el peli-rubio no se tragaba su farsa. Se giró en dirección al mayor y le sonrió un momento sin mostrar sus dientes.
—Tengo las gomas masticables, hyung—sacó de la funda de su almohada una bolsita y se la mostró—. Son de kimchi, sopa de fideos y las otras no las he probado todavía.
Park frunció el ceño. No sabía de la existencia de gomas con esos sabores, las que Jisung les repartió a los miembros del equipo eran asquerosas y por ello nadie las consumía.
No tardó en sacar una conclusión, que seguramente, fuese acertada.
—¿Han las hizo solo para tí?—Jungkook asintió con pena—. Eres un diablillo astuto.
—Me salió caro de todos modos.
—Mas caro te va a salir si Namjoon no te ve en la cocina. Levanta tu trasero y vamos.
El menor no se quejó, no serviría de nada. Y en silencio se puso de pie para acompañar a sus mayores en una cena que realmente no quería tener.
Horas más tarde, en lo que ellos tenían como la madrugada del día domingo 25 de Julio, mientras la mitad del escuadrón dormía, la nave aterrizó exitosamente en el planeta marte. Justo cuando solo quedaba una raya de combustible.
Jungkook despertó a causa de voces, como le estaba pasando con frecuencia. Se levantó y preparó su desayuno -de forma manual, aunque le dió la sensación de que el robot le miraba de mala gana desde la esquina- pobre en alimento, ya que solo fue un té, y se dispuso a mirar las grabaciones del lugar donde se encontraban con una tableta flotante en el comedor.
—¡No me toques, idiota!—era la voz de Félix, seguramente en la sala principal—, métete en tus asuntos y a mí déjame en paz.
Jeon dejó su taza sobre la mesa y se asomó a ver que ocurría, no toleraba las peleas por que le traían recuerdos de su infancia que deseaba borrar de sus memorias, si al menos eso fuera posible.
El ambiente en el escuadrón era tenso, demasiado si tenemos que aclarar, todos se encontraban estresados y frustrados con la situación. Cualquier comentario generaba chispazo y nadie hablaba de más por ese motivo. Sin embargo, Félix y Jisung no solo habían amanecido con el píe izquierdo, sino que llevaban peleando desde que subieron a la nave. Cuando no era por el desorden que generaba Han, era por que Félix usaba ropa de Jisung sin permiso, o por que simplemente se rozaban por accidente. Pero el momento en que Félix le reclamó algo que Jeon no terminó de escuchar, Han lo tomó por el cuello del traje con brusquedad y fue la gota que rebalzo el vaso.
Todos estaban en lo suyo, preparándose para salir a explorar, y aprovechó la oportunidad. Jimin lo miró por un momento y negó con la cabeza sabiendo lo que estaba por hacer. Pero simplemente no le prestó atención y se apresuró en terminar de colocarse el traje para, sigilosamente, salir de la nave.
¿Cómo fue que ninguno de los ocho se percató de su ausencia? De puro milagro.
Poniendo los pies en el suelo despues de bajar la escalinata, observó donde se encontraba. Menos mal que no habia insectos y el casco tenaía un vidrio protegiéndolo por que abrió la boca con asombro. Una cosa era observar el paisaje que les rodeaba a través de cámaras, y otra muy distinta estar "dentro" del paisaje. Se sentía tan irreal y único, que su odio por el traje que le envolvía el cuerpo sobrepasó los límites.
Estaba oscuro, pero no lo suficiente para no poder apreciar la belleza del lugar. ¿Ese era el tan dichoso planeta marte? ¿El planeta rojo? Sinceramente se veía exactamente como el conocido planeta tierra de hace cien años atrás. Árboles gigantes con hojas verdes en un tono raro, tirando al color gris, con troncos prominentes; la hierva bajo sus pies parecía apta para desplazarse con los pies desnudos y podia oir el agua de un rió a no más de cien metros.
Sin más, comenzó a adentrarse en el bosque. No prestó atención por donde iba, solo estaba curioseando un poco para después volver y contarle a sus mayores, pero no supo en donde parar.
—No puede ser—susurró al ver una mariposa del tamaño de un ave posada en una roca. Además de preciosa era gigante, sus alas eran completamente blancas y se asemejaba a las que había visto en el jardín de su madre, en su propio planeta.
Trató de moverse lo menos posible, pero el insecto al notar su presencia separó sus alas y se elevó vuelo. Jeon sintió una oleada de aire chocar con su cuerpo, y sonrió por lo gratificante que eso fué.
El sendero le llevó a un lugar precioso. Nunca tuvo la dicha de conocer una cueva hasta el momento, Hwasa le narró que de niña cerca de su hogar había una cueva enorme donde con sus hermanos jugaban a que era una casa y ahora esas historias traviesas tenían una imagen referente. Junto a la boca del hueco en la montaña, un árbol con flores rojas enormes desprendía un aroma dulce, semejante al caramelo. Paseó la vista hacia los alrededores, notando también árboles de peras, manzanas y mandarinas; se le hizo agua la boca, pero no tocó ningún delicioso fruto.
Se adentró sin más preámbulos en la cueva, encendió la linterna desde la muñeca, y no encontró piedras o imperfecciones en el terreno. Aparentemente algo o alguien vivía dentro, pensó que podía ser un oso por las huellas grandes, pero dejó de pensar en eso cuando vio un nido de plumas y lana en la orilla de la entrada.
Cuando abrió los ojos, el peso en su brazo que pensó era una mala posición, resultó ser el cuerpo desnudo de un joven sentado a su lado. Varias antorchas acababan con la oscuridad que ahora se apoderaba del lugar. Jungkook se removió espantado, no por la apariencia del otro, sino por que nadie despierta junto a un ser de piel violácea todos los días sin haber consumido ningún tipo de sustancia tóxica.
Rápidamente el curioso muchacho también se alejó, dando un salto hacia el otro lado. Le enseñó los colmillos, como si fuera un felino, pero no huyó.
—Tú piel es brillosa incluso en medio de la noche—se asombró, tratando de no pensar en lo peligroso de la situación. Y se sintió patético, hasta que reaccionó: el otro había asentído a sus palabras con la cabeza e incluso se miró la piel de sus manos—. ¿Puedes e-entenderme?
—Por supuesto que si.
El humano asistió con la cabeza, para sí mismo más que para la criatura violeta.
—Mi nombre es...—fue interrumpido antes de si quiera terminar de hablar.
—Jungkook—el muchacho sonrió—. Yo te llamé para que vinieras a mí.
Quizá el joven astronauta no había dormido lo suficiente, y era la razón de desplomarse en la hierva nuevamente.
©ʏᴏᴏɴɴɪᴇxᴊɪᴍɪɴɪᴇ5
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