Parte única.
Akito no tiene ni puta idea de cómo acabó en esta situación: aprisionado contra su propia cama y con Toya encima de él, besándolo con una ferviente desesperación. Toya, el mismísimo Toya Aoyagi, el futuro músico y pianista graduado de la universidad, el ahora compositor musical principal de Vivid BAD SQUAD, su roomie, su mejor amigo desde hace casi una década y, por sobre todo: su compañero. No es una chica aleatoria con la que podría divertirse por un par de noches y ya, ¡se trata de la persona por la que incluso saltaría por un puente sin dudar si este se lo pidiera, maldita sea! Toya y el resto de la gente siempre han estado separados por una gran barrera que comenzó a construir desde que se creó BAD DOGS, una barrera que jamás se ha atrevido a atravesar por motivos muy obvios. Entonces, ¿por qué aún está dejando que estos suaves labios le estén devorando la boca? Esto está jodidamente mal, no se supone que los mejores amigos hagan esto por lo conflictivo que puede ser con el tiempo, lo sabe muy bien y realmente no está dispuesto a que su sana convivencia con Toya se vea destruída por algo tan banal como el sexo, pero...
Oh, mierda.
Su mente se derrite cuando siente cómo Toya se aprieta más contra él, percibiendo algo duro rozar contra su entrepierna mientras sus pechos agitados chocan. Están cerca, más cerca que nunca. Casi suelta un gemido entrecortado por la abrumante sensación de ligera asfixia, sin embargo, los labios de Toya contra los suyos no se lo permiten; genuinamente agradece eso ya que no quiere que nadie le escuche exclamar ruidos tan humillantes.
Desesperado, aprieta y arruga la camisa de Toya por la espalda, sin saber si es porque quiere que todo este termine antes de que caigan a un punto sin retorno, o porque... desea más de este embriagante placer. Ni siquiera puede divagar en eso ya que una intrépida lengua se cuela en su boca para curiosear sin contemplaciones. El sabor de la saliva de Toya es amarga, lo cual es esperable si se considera la cantidad de café negro sin azúcar que consume a diario, no obstante, y pese a que él se inclina más por la cosas dulces como los pancakes acompañados de porciones extra de mapple o crema batida con frutos rojos, no le resulta desagradable en lo más mínimo. «Podría acostumbrarme», es uno de los tantos pensamientos sin sentido que viajan por su mente; gracias a la lujuria, no sobre piensa ese hecho.
Cuando Toya finalmente se separa de él después de sabrá Dios cuántos besos, siente vergüenza en el momento en que se percata de que incluso está a ecgarse a llorar pidiendo por más; por suerte, no tiene que llegar a ese punto de humillación ya que su compañero se vuelve a inclinar hacia él y... no es para que sus lenguas se entrelacen nuevamente, como desea, sino para... ¿sentir cómo su mejor amigo comienza a darle castos besos en sus mejillas? O, más bien, para besarle las pequeñas pecas esparcidas en sus mejillas, se da cuenta tras unos segundos de shock. Absolutamente nadie con quien había estado momentáneamente en el pasado, se había tomado el tiempo para brindarle tal cariño, y, honestamente, jamás le había importado ya que no acostumbraba a ser ni que fueran gentiles con él en el sexo, pero el que ahora su mejor amigo le esté dando tal atención... es extraño, pero en el buen sentido. De manera inconsciente, suspira y cierra los ojos mientras lentamente asciende su mano derecha por la espalda de Toya hasta llegar a su cuello, y enreda sus dedos por el suave cabello bicolor. Tras unos segundos más de mimos, percibe cómo Toya toma cierta distancia, ergo, es muy poca ya que aún siente su aliento mezclarse con el suyo de manera sutil.
—Kitto...
Esta voz... Sí, por supuesto, Akito ha escuchado la voz ronca y somnolienta de Toya habitualmente tras años viviendo juntos, pero... no en este contexto. La voz actual de Toya es grave con matices profundos, algo muy inusual para alguien que suele hablar en un tono tranquilo, y, como si no fuera poco, su voz está llena de un deseo tan crudo y desesperado, tanto que le está haciendo temblar y jadear anticipadamente. Nunca, ni en sus sueños más húmedos en la adolescencia, esperó oír su nombre pronunciado de esta manera. Por supuesto, no es como si nunca hubiera oído su nombre durante el sexo, porque claramente se encargó de que las chicas con las que llegó a estar se grabaran muy bien el nombre Akito Shinonome, y hasta la fecha siente algo de orgullo saber que las hizo gritar su nombre en pleno orgasmo, pero... esto es muy, muy diferente; tal vez sea porque es la primera vez que escucha de esta manera el tonto e inocente apodo de 'Kitto' que Toya le dio hace algunos años gracias a los Kagamine, o es por el susodicho en cuestión.
Cuando se anima a enfrentar correctamente la mirada de Toya, es recibido por unos luceros grises que le roban el aliento; le observa con agudeza, pero es diferente a cuando lo regañaba en su época de estudiante por sacar bajas calificaciones en los exámenes de inglés y matemáticas, es más como... anhelo o algo parecido; no sabe darle un nombre al nunca haber visto a Toya de esta manera. Tiene que tragar saliva y cerrar sus ojos para mitigar un jadeo, empero, sus esfuerzos son en vano ya que la risa baja de su mejor amigo le hacen estremecer vergonzosamente.
—Eres muy lindo, Kitto. Me encanta verte de esta manera.
Esas estúpidas palabras están acompañadas por una suave caricia en su mandíbula que casi le saca otro gemido. Hay algo en las palabras de su mejor amigo que realmente le están haciendo perder la cordura de una manera que nadie había conseguido, incluso solo una caricia en el rostro lo está dejando al límite. Todo es mucho más íntimo... lo cual, en retrospectiva, tiene toda la lógica si se considera que se está entrelazando con alguien que lo conoce más que nadie; Toya, quien lo ha visto vulnerable en diversas ocasiones, quien le ha ayudado en todo momento cuando ha enfermado o ha caído en la locura de practicar día y noche sin descansar, quien le ha soportado en sus malos momentos sin reprocharle después por sus arranques de ira... La primera persona de su edad que verdaderamente creyó en él cuando dijo que superaría RAD WEEKEND y no solo se burló como todos los demás. El mejor compañero que pudo haber deseado en su maldita vida.
Toya ha aprendido a conocerlo, a diferencia del resto.
Su leve momento de reflexión se va a la mierda cuando Toya lo vuelve a besar con necesidad mientras balancea sus caderas contra las de él, haciendo que sus erecciones cubiertas por la ropa consigan algo de fricción. Todo sucede tan rápido que su cuerpo lo traiciona y arquea su espalda mientras gime explícitamente contra la boca de su compañero, provocando que sus entrepiernas se rocen de forma más directa. Desesperado, se aferra a la camisa del bicolor y deja que este marque el ritmo y se siga frotando contra él. No está seguro si es por el tiempo en que no se ha involucrado con nadie o por el hecho de estar siendo usado, pero siente cómo una sensación cálida se comienza a volver más intensa en la parte baja de su abdomen. Sabe lo que significa, por lo que, deseoso ya que no quiere que la sensación adictiva disminuya, comienza a imitar torpemente el ritmo de Toya mientras alza su pierna derecha y la engancha a la cadera contraria; es recompensado con una maldición en voz baja de parte de su compañero, para su satisfacción.
Más, más, más. Dame más de esto por favor, Toya.
En cualquier otro momento, le sería hasta humillante estar tan desesperado por acabar en tan poco tiempo, porque, demonios, ni siquiera ha tenido un contacto directo en su piel; se siente prácticamente como un adolescente que se excita ante unos cuantos besos y caricias por sobre la ropa. El placer le está derritiendo el cerebro y dejándolo como a un imbécil que no piensa más que en sexo y en el hermoso chico encima de él, por lo que no le importa que incluso esté deseando tanto a un hombre, más de lo que alguna vez deseó a una mujer; a sus veintidós años, jamás había visto a los chicos de manera sexual, siempre asumió que era heterosexual por ello, pero ahora... Probablemente, de estar en sus cinco sentidos, estaría alarmado por lo fácil que le está resultando excitarse por un pene y que no tenga ningún tipo de conflicto interno gracias a eso. Pero está bien, es Toya el responsable de todo esto, y su compañero siempre ha sido la única excepción para muchas cosas en su vida.
De forma abrupta, Toya se separa de él y se hinca delante mientras lo toma de los muslos y lo jala hacia sí mismo, y rápidamente se da cuenta de su intención cuando siente algo duro presionarse contra su culo al tiempo en que esas grandes manos de pianista rodean su cintura. Si por un momento se le cruza por la cabeza quejarse de por qué está siendo el sumiso, ni siquiera puede formular correctamente su reproche ya que siente cómo Toya se embiste casi de forma violenta contra él. Suelta otro ruido vergonzoso inconscientemente ante esta nueva e increíble sensación, temblando cuando otra embestida se hace presente. Le sigue otra embestida, y otra, y otra más. El ritmo que ha marcado Toya es feroz, sin ningún titubeo. Jamás en su maldita vida esperó contemplar a su compañero de esta manera tan... dominante, ni siquiera llegó a imaginar que le gustara el sexo rudo; al ser totalmente consciente de su actitud tranquila, siempre supuso que este preferiría el sexo gentil y amoroso, del tipo en que le llenaría de besos dulces antes y después del sexo, que preguntaría si lo está haciendo bien en todo momento y todas esas mierdas de 'hacer el amor' que el propio Akito nunca puso en práctica con sus antiguas parejas sexuales. Incluso llegó a creer que Toya era arromántico o directamente asexual, considerando que jamás lo había visto prestar atención a otra cosa que no fuera la amistad y la música.
Al parecer se equivocó por completo. Y, honestamente, está gratamente agradecido de este descubrimiento.
—Mírate, gimiendo y actuando para mí tal y como las chicas con las que llegaste a follar. Estás tan desesperado para que sea yo quien te complazca ahora, ¿verdad?
De forma automática, se retuerce y gime más fuerte ante la pregunta retórica. Mierda. ¿Toya de verdad acaba de hablarle sucio? ¿Ese chico estricto que siempre le ha reprendido cuando maldice en voz alta, realmente le acaba de decir explícitamente la palabra "follar"? De verdad... Y, maldita sea, esa voz. Sin embargo, ¿por qué se sorprende del efecto que está teniendo la voz de Toya en él? Si desde la primera vez que lo escuchó cantar quedó completamente embelesado; tiene todo el maldito sentido del mundo que ame la voz de Toya en todas sus formas.
Haz de mí lo que quieras, Toya. Estoy a tu merced. Siempre lo he estado.
Empero, incluso si es muy obvia la desesperación por entregarse por completo a Toya, se niega a vocalizar su deseo en voz alta; en cambio, deja que su lenguaje corporal hable por sí solo, por lo que comienza a restregarse contra la erección de Toya mientras alza uno de sus brazos para cubrir torpemente el notorio sonrojo en sus mejillas. Para su mala suerte, Toya deja de embestirlo y sencillamente lo toma de forma superficial de los muslos mientras lo mira de forma seria, casi severa.
—Quiero escucharte decirlo apropiadamente.
Oh, mierda. ¿De verdad Toya quiere oírlo suplicar? Como es de esperarse, su orgullo de inmediato pelea para que se niegue, ergo, su excitación es mayor en este momento, por lo que...
—Por favor, Toya... —susurra tan bajo que casi no puede escucharse a sí mismo, pero sabe que alguien con el oído entrenado como el del músico encima suyo lo puede oír sin mayor problema.
Sin embargo, la postura de su compañero no cambia en lo más mínimo.
—¿"Por favor" qué, Akito?
—¡Toya, ya lo sabes...! —Se queja con una voz más aguda de lo que hubiera querido, prácticamente sollozando mientras intenta seguir moviendo su cadera para buscar el bulto prominente del susodicho. Falla patéticamente en el proceso.
Parece que, con eso, Toya se compadece un poco ya que se inclina hacia él y le da un casto beso en el cuello antes de susurrarle al oído:
—Sé un buen chico y dime correctamente lo que deseas, Kitto.
De golpe, todo se pone borroso mientras siente cómo su cadera se empuja fuertemente contra la erección de Toya, y finalmente la sensación en la parte baja de su abdomen explota con todas su fuerzas. Se está corriendo como un maldito precoz al que ni siquiera le tocaron el pene ni una sola vez. Y, aún así...
—A.. ti... ¡Toya...! ¡Toya, compañero, por favor...!
Jadeando, se sienta precipitadamente en la cama y un mareo lo invade de inmediato, lo que consigue que se quede estático mientras espera a que la horrible sensación disminuya, con la mente totalmente en blanco. Cuando se calma, cae en cuenta de que está completamente solo en su propia habitación, lo cual es de esperarse porque siempre duerme a solas, pero hay algo que no se siente bien, de alguna manera. Y, de repente, cuando baja la mirada y se percata de la dura, húmeda y pegajosa erección atrapada en su pantalón chándal negro que usa como pijama, los 'recuerdos' llegan a él como una estampida de toros. Los besos, el frotamiento con los pantalones puestos, la maldita voz varonil que lo hizo temblar como a una gelatina... Oh, por... ¡¿De verdad tuvo un sueño húmedo con Toya?! ¡¿Es en serio?! ¡Tiene que ser una maldita broma de muy mal gusto!
Soltando una maldición en voz alta, talla su rostro con desesperación, como si con ello fuera desaparecer todo el tumulto de sentimientos contradictorios que están en su pecho ahora mismo.
De todas las personas con las que pudo haber tenido un sueño húmedo, tuvo que ser su maldito compañero.
A mitad de su agonía, escucha cómo la puerta del cuarto se abre y un Toya con ropa de trabajo y un mandil azul se hace presente. Sus ojos grises suaves y gentiles lucen genuinamente preocupados, se da cuenta cuando chocan las miradas por un breve momento. Este es el Toya con el que está plenamente familiarizado, siendo absolutamente todo lo contrario al Toya dominante y severo de su sueño, grita una vocecita burlona en la parte posterior de su cabeza.
—¿Está todo bien, Akito? Oí que estabas gritando mi nombre.
Incluso la voz de Toya es igual de tranquila que de costumbre, nada que ver con la maldita voz profunda que le proyectó su subconsciente por alguna razón sin sentido.
—De verdad, ¿todo bien, Akito? Pareces... agitado. ¿Tuviste una pesadilla?
Escucha nuevamente la voz preocupada de su compañero y siente una cálida mano tocarle la frente con delicadeza. Se estremece ante la repentina acción y cercanía, y se echa atrás por mero acto reflejo. Rápidamente se arrepiente de su arrebato al notar la mirada sorprendida y algo confusa de Toya ante el evidente rechazo. Cierto. Es Toya. No debería estar actuando como un gato asustadizo con la persona más allegada a su vida. Sin embargo, por más que desee inclinarse ante el toque de su mejor amigo, como siempre suele hacer después de un día exhausto de trabajo o tras enfriarse después de una exitosa presentación en algún live house, hay algo en su mente ahora que se lo niega por completo, como si le reprochara que ya no merece tal privilegio por haber corrompido la dulce imagen de Toya.
Y lo peor es que, pese a todo, no siente culpa.
—¡Sí! Eso, una... pesadilla... —es todo lo que puede decir, con un tono ahogado y la mirada baja.
—¿Necesitas que te traiga agua o algo dulce? Probablemente ayudará a despejar tu mente.
Toya, tan atento como siempre. Si tan solo supiera...
—Nah, hombre, no te preocupes, estaré bien; es solo la conmoción —se obliga a mentir, aún sin ver a los ojos a Toya ya que sabe que, en cuanto intercambien miradas por unos cuantos segundos, su compañero se dará cuenta e insistirá en que sea honesto. En cambio, finge estirarse y bostezar para disimular.
Su táctica improvisada funciona ya que Toya tararea con aprobación, le da un par de palmadas en el hombro y hace el amago de caminar de regreso a la cocina. Ahora que presta verdadera atención a su alrededor, puede captar un suave y familiar olor dulce, ¿acaso...?
—Entonces no demores en venir a desayunar o se enfriarán los pancakes.
Rápidamente se anima y casi salta de la cama como un niño emocionado, pero se detiene porque recuerda el desastre pegajoso en su parte baja. Pese a eso, sabe que Toya pudo leer muy bien la intención porque sus ojos grises reflejan una combinación de diversión y cariño. A estas alturas, ya no siente vergüenza de exponer su adoración por aquellos trocitos de cielo esponjosos llenos de mapple, a diferencia de cuando era un adolescente mucho más reacio a mostrar sus gustos 'infantiles'; no desde que Toya hizo el gran esfuerzo y pidió ayuda a MEIKO por aprender a cocinarlos cuando estaban en tercero de preparatoria, tan solo para dárselo de regalo de cumpleaños. Hasta la fecha, siente demasiado orgullo de decir abiertamente que Toya empezó a poner empeño en los postres solo por él y para él (porque la familia Tenma definitivamente no cuenta); a cambio, Akito consiguió una máquina para moler los granos de café y aprendió la cantidad exacta que usa su compañero en cuanto empezaron a vivir juntos.
—Iré después de cambiarme —afirma con una sonrisa genuina, sonrisa que es correspondida al instante.
Ignora por completo la curiosa sensación en su pecho y se limita a esperar a que Toya se vaya del cuarto, lo cual no tarda en suceder. Cuando finalmente está en soledad, vuelve a mirar el desastre en sus pantalones y chasquea la lengua, ya anticipando lo problemático que será limpiarlo. Sin más, se apresura a irse a poner ropa limpia e ir tras su delicioso desayuno, haciendo su mejor esfuerzo para dejar de lado la razón por la que se encuentra en esta problemática.
Pensará en ello más tarde... o tal vez nunca; ese será un problema para el Akito del futuro.
Originalmente, planeaba escribir y publicar esto dentro de unos meses, pero... sí. Mi regalo para Akito era otro one-shot en el que llevo meses trabajando, desgraciadamente ocurrió un desastre natural en mi ciudad y digamos que nos está llevando la vrg desde entonces, por lo que no pude terminar nada de lo que tenía planeado porque era buscar carga para mi celular para poder escribir, o buscar agua/comida y salvar algunas cosas no tan dañadas de mi casa (que se fue a la vrg también). Escribí esto en una madrugada que me dio por intentar evadir mi realidad, idk.
En fin, dejando de lado mi desgracia, ¡feliz CUMpleaños al pixel de mis ojos! Definitivamente este jengibre está siendo el sostén de mi vida porque, al cuarto día del desastre, cuando quedé tirada todo el día junto a mis perros porque no podía caminar por el dolor de una herida que me hice en el tobillo y la migraña que me dio porque me cayó una pared de cemento en la cabeza, gasté lo poco que me quedaba de batería en el celular oyendo los covers de Akito que tengo descargados, y fue lo único que me hizo sentir menos miserable. Tqm, Akito, si no hubiera sido por ti, creo que sí me hubiera puesto a llorar tras todo lo que me pasó. Al menos sigo con vida, supongo que debo dar gracias de salir viva (mas no ilesa) junto a mi familia y mascotas.
Si veo el lado bueno de todo esto, por lo menos ya me puedo jactar de que ya sé qué se siente estar al borde de la muerte en contra de mi voluntad. No ha cambiado mi perspectiva de la vida, como la mayoría de gente dice tras vivir un desastre natural de gran impacto, sigo queriendo darme un tiro más que nunca, pero... algo bueno tuvo que salir de una experiencia como esta; no sé qué, pero algo debe de haber.
Eso sí, toda mi ciudad está sufriendo de estrés post-traumático gracias a los huracanes (o tornado, según USA). Ya van como tres histerias colectivas de la gente porque a cada rato se está corriendo el rumor de que se aproxima un nuevo huracán (o terremoto, lo cual es chistoso porque hace unas horas tembló y hasta yo entré en pánico de tanto que lo escucho por todos lados). Todo una experiencia, de verdad.
En fin.
AMO SU NUEVA TARJETA DE CUMPLEAÑOS, MÍRENLO, INTENTANDO PONER SU CARITA DE INDIFERENCIA CUANDO CLARAMENTE ESTÁ DISFRUTANDO DE SU POSTRE. BIEN BONITO EL MALDITO TSUNDERE ESTE.
Posdata: que chingue a su madre el cumpleañero.
Posdata dos: mentira, mejor que me de unos besotes el cumpleañero (o que se los de a Toya, en todo caso).
-Lindassj1
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