Criaturas: Selkie, cecaelia.

Canción: Turning page

Nunca habría venido hasta aquí de no ser porque, en el fondo, aún te amo.

Me deslizo entre las sombras de los pilares del templo. Las criaturas se congregan alrededor del cofre de algas cristalizadas. Si tan solo supieran que alguien como yo se encontraba en medio de su ceremonia más íntima, estarían horrorizados.

Una corte de selkies macho se halla al pie del lecho real, cada uno de ellos carga un tridente ornamental. Suena una trompeta y comienza el baile de los cortesanos; cientos de pececitos que habitan el coral y otras criaturas crean un torbellino de colores. El baile viene acompañado por un estribillo en el dialecto selkie austral:

«Oh, princesa selkie Fahrie, musa de Tritón, hija del océano. La alegría de nuestro arrecife, nos has dejado... y un trozo del corazón nuestro ha sido arrancado.»

Me acerco lo más que puedo y la observo. La belleza aún no ha abandonado su rostro. Esos ojos del mismo color de una concha pulida. Sus frágiles facciones, una cabellera de hilos brillantes como esmeraldas. Es imposible mirarla y no pensar en ti. Es tu fiel reflejo.

Tal como nuestro amor, ella yace...tan pacíficamente muerta.

«Necesito que hagas algo por mí. Solo un último favor.»

Recordar tu voz hace que sienta aquella misma marea envolver mi cuerpo, solo que esta vez, mi respuesta es contundente.

―No haré más por ti. Te has convertido en algo que ya no puedo amar. ―Las palabras se sienten más ligeras que antes, pero no estoy segura de si son verdaderas.

Mi voz se convierte en un llanto con facilidad. La herida de tu amor es demasiado fresca.

Cuando siento que no tengo las fuerzas para permanecer aquí, me escabullo del palacio y le doy un último adiós al reino donde alguna vez me prometiste que podía pertenecer.

Mientras voy en tu encuentro, no dejo de pensar en cómo lo arruinaste para ambos.

Nunca quisiste escucharme cuando las verdades obnubilaban tus propios caprichos. En verdad, tú nunca quisiste que fuéramos felices.

Si lo hubieras querido, nunca me habrías obligado a matarla.

Si de verdad me hubieras querido...Qué diferentes habrían resultado las cosas.

Desde el comienzo fui incapaz de predecir tus intenciones. Tuve dudas sobre ti, pero preferí ignorarlas con tal de aminorar un poco mi soledad.

«Un joven selkie de aspecto desenfadado y ojos hermosos vino a mí un día. No hice esfuerzo alguno en ocultar las ventosas de mis extremidades.

―Dama pulpo, lamento importunarla. Pero este humilde viajero necesita de vuestros grandes poderes y su extraordinario atractivo.

Hace tanto que nadie se dirigía a mí con educación.

―Quizá busca, infortunado viajero, en el lugar equivocado. No poseo tales dones, ni mucho menos belleza. Como podrá ver, solo estoy arreglando...mi hogar.

Él se inclinó y comenzó a recoger trozos de conchas negras.

―No hace falta, puedo sola —dije.

Había cerca de medio millar de pedacitos desperdigados en el lecho marino luego de que volvieran a vandalizar mi arrecife.

El viajero preguntó qué había ocurrido y decidí contárselo. El ser la hija de una gran bruja del mar implicaba que tenía posibilidades de convertirme, algún día, en un espantoso ser de similar calaña.

―Lamento si te ofendí, dame tu nombre y yo te daré algo más que el mío a cambio. Quizá podamos encontrar a los responsables de este atroz crimen contra ¿vuestro hogar...?

―Morne ―respondí.

―¿Tienes ambiciones, Morne? ―preguntaste y sonreíste.

La naturalidad con la que me hablabas, como si no fuera una exiliada, hizo que me aferrara a esa pequeña muestra de bondad. No imaginé que terminarías arrebatándome algo más que el corazón.«

Las lágrimas brotan y se convierten en burbujas calientes.

¿Por qué nos hiciste esto?

Al principio rechacé tu propuesta. Yo era una criatura pacífica y mi única misión en la vida consistía en proteger este arrecife ancestral que separaba ambos reinos selkie.

Sin embargo, me ofreciste algo que ningún ser se habría atrevido a ofrecerme.

Todo iba saliendo de acuerdo al plan: Yo invocaba los poderes de mi madre mediante el colgante que me cedió y tú, a cambio, me protegías a mí y el hogar de los últimos de mi especie.

Descubrí, no mucho después, que eras el príncipe del reino selkie en guerra y que querías asumir el mando, pero tu hermana mayor se interponía en la línea de sucesión.

Entre besos y promesas, mi mente se adormecía con cada susurro y no dudé en destruir a quien sea. Yo era tu fiel arma, tú, mi escudo inquebrantable.

Embelesada cómo estaba, no pude ver en ti la ambición desmesurada.

Me amabas, de eso no me cabe duda, pero tú ambición superó ese amor y me empequeñeció.

A mí, que acaricié tus escamas, besé todas tus cicatrices, que podría haber vivido mil vidas si significaba volver a estar junto a ti...

Y al final, cuando me diste la desesperada orden de matar a tu hermana, cuando atravesé su cuerpo y sentí las vibraciones, descubrí que solo querías encubrir una cosa.

Tu monstruosidad. Tu hijo no nacido.

Y tu traición hacia mí.

Todo lo que habíamos construido, acabó en aquel instante. Con el recuerdo resonando en mi mente, nado hacia la fosa donde nos vimos por última vez.

Tus ojos etéreos ahora están apagados.

Contemplo tu cadáver, tu manto gris ensangrentado. Qué bello te ves. Extiendo uno de mis tentáculos y acaricio tu rostro.

Recuerdo cuando eras mío. Dichosos eran los labios que besé, las risas que adoré; el brillo dentro de tu alma que hoy se ha esfumado.

Creí en cada una de tus palabras, y te seguí hasta el más profundo de los abismos.

Cada vez que recurría a aquella fuerza mágica, era consumida por mi propia corrupción. Renuncié a lo que era y me transformé en un monstruo por ti.

Este amor fue la siguiente página que me destrozó.

Quizá con los años la verdad se vuelva difusa y se disperse junto con mi dolor en el vasto y oscuro mar donde una vez nos conocimos.

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Besos regalados.