🥢Tres
Capítulo 3: Primer todo.
Chifuyu se encontraba súper sonrojado en ese momento, no es normal (para él) que otro hombre también disfrute de los mangas románticos y, contrario a lo que pensaba y creía, su superior disfrutaba junto a él uno de sus mangas.
Pero no era Baji, este era otro superior: Satoru Sadao.
El pelinegro había llegado esa mañana a la puerta de su casa para cuidar de él a pedido de su amorosa madre que, sin importarle la edad o apariencia, recibió con brazos abiertos al chico y dejó en sus manos a su bebé mimado, o sea él.
Todo había empezado de forma incómoda ya que no son de hablar mucho, es más, el rubio teñido le tenía cierto rencor por aquella vez que los lanzó a él y a Baji a un lago congelado sólo porque le dolía la cabeza. Pero, aquí estaban, disfrutando de un manga que Chifuyu empezó leyendo por aburrimiento y ahora se divertía con alguien que tiene sus mismos gustos en lectura.
—¡¿Por qué te detienes demasiado en la escena del beso?! — le grita avergonzado al repetir por segunda vez ese estado estático en la mágica escena de los protagonistas.
—¿Cómo se siente? — Matsuno tuvo que acercarse más para poder escuchar su pequeño murmuro — Nunca di un beso, así que no sé cómo se siente...
—¿Eh? ¿Sadao-san nunca besó a alguien en los labios?
Hubo un silencio incómodo hasta que Chifuyu notó el pequeño rubor en las mejillas del más alto y entonces explotó por el chisme revelando. El segundo sub comandante de la Tokyo Manji Gang jamás tuvo la oportunidad de sentir la piel de otro a través de sus labios.
—"¿Entonces cuenta como virgen de labios? ¡Debo decirle a Baji-san de esto!" — aún no olvidan el frío que sufrieron aquella vez y cómo por su culpa estuvieron 2 semanas en cama por la fiebre que pescaron.
—No le creo, es imposible que ni siquiera haya recibido besos en la mejilla o en la frente, su madre se los da ¿No?
—...—
Bueno, esto ya no es divertido, es triste. Chifuyu Matsuno, a la edad de 14 años, descubrió que su superior jamás dio ni recibió un beso en su vida y causó en él un extraño sentido de responsabilidad hacia el mayor.
—¿Qué tal si lo hace con Draken?
Pensó en voz alta aquello, sentenciando su muerte cuando en menos de lo esperado gritaba demasiado agudo al estar colgando de su balcón. El miedo a la altura lo hizo mearse encima, pero no podía decidir si temía caer o volver adentro con aquel demonio de cabellos oscuros y ojos plateados que extrañamente tenían un brillo rojizo.
—LO SIENTO MUCHO, NUNCA COMENTARÉ DEL TEMA ¡¡LO SIENTO DEMASIADO!!
—...—el Sadao suspiró ahora con una mirada aburrida en su rostro y lo subió de nuevo — Nunca lo digas frente a Ken...
Cuando Chifuyu fue a bañarse su madre llegó y su niñero desapareció con su paga. Sadao caminaba por las calles con la mirada baja y bastante pensativo con respecto a lo que pasó en esa casa.
"—¿Por qué no lo intenta con Draken?"
Sadao es consciente de que no ven como amistad su relación con Ken, pero realmente no pasa nada con ellos y eso en cierto momento le da paz. No tienen ninguna relación amorosa, pero tampoco actúan como amigos, Satoru los define como un casi algo imposible y eso fue porque se siente demasiado cómodo con Draken en la soledad de sus cuartos.
Está conforme con él, con su actitud, con los momentos que pasan juntos, la seguridad que le da estar cerca de él y lo lleno que se siente cuando ambos se abrazan en los viajes de moto.
No forzará nada por miedo a perder eso que ama, por eso casi mata a Chifuyu. Su cuerpo reaccionó sólo por la mención o imagen proyectada en su mente de él y Draken compartiendo un beso similar a los protagonistas del manga shoujo que leía con el rubio teñido, porque temía esos ojos asqueados del rapado, que ya nada fuera igual o que el acoso de sus amigos llegue tan lejos que Draken quiera tomar distancia.
No, es impensable. No puede perderlo, no a él.
El teléfono en su bolsillo comenzó a vibrar de forma insistente que, harto, atendió de mala manera al saber de quién se trataba.
—¿Qué quieres, Mikey? — revisó sus bolsillos hasta dar con su dulce y sostuvo su teléfono con su hombro para desenvolver el caramelo — ¿Peleas clandestinas? Ah... Escuché algo de eso. Son aburridas, todos son unos debiluchos, los idiotas ponen a sus esclavos a pelear... — le daba igual esas peleas, eran aburridas y jamás pasaba algo que verdaderamente llame su atención. Se detuvo a medio camino cuando escuchó las instrucciones de Mikey —... Eso queda en mí territorio... Está bien, iré.
Sus pasos lo llevaron rápidamente a su barrio y comenzó a recorrer este hasta escuchar a un grupo de adolescentes hablar de peleas clandestinas. Golpes por aquí, otros por allá y llegó tranquilo al lugar, nada del otro mundo, una arena dónde esclavos peleaban contra otros sin oportunidad alguna de oponerse.
—"Deberían pelear entre ellos, a ver si se siguen haciendo los machitos"— pensó aburrido el Sadao antes de sacar su teléfono y comenzar a escribir un mensaje a Draken, aunque se detuvo por los gritos de los demás simios — "Mikey me dijo que busque a quien usa el nombre de Toman en esto... Pero están en mí territorio, rompiendo mis reglas. Los voy a matar a golpes a todos..."
Los abucheos comenzaron cuando uno de los esclavos mata a golpes a un niño flacucho que, si lo hubiera visto de otro ángulo, creería que era Mikey. La cosa era que Satoru veía con pena como el más flaquito que su enano caía casi muerto al suelo, con otro niño encima que lo seguía golpeando sin piedad y los descerebrados a su alrededor no tardaron en apoyar que lo "matara" de una vez.
Todo se cortó cuando un niño pelirrojo se raro peinado apuñaló al aclamado Kiyomasa. Eso más las sirenas de fondo provocaron que todo el mundo saliera corriendo de ahí, pero no Satoru, este observaba la escena con profundidad y algo de curiosidad.
Jamás en su vida vio a alguien apuñalar a otro.
El cuchillo se clavó profundamente en el costado de Kiyomasa, haciendo que por el shock se desmaye y caiga al suelo. Satoru admiraba como si estuviera en transe como la sangre se extendía de su herida, como poco a poco un charco del espeso líquido se iba formando debajo del cuerpo del sujeto.
Les dio la espalda y se fue de ahí con tranquilidad para no llamar la atención, con sus dos manos en los bolsillos de su pantalón y una mirada diferente en sus ojos. Caminó unos pasos antes de sentir la bocina de la motocicleta de Draken que lo esperaba junto a Mikey para ayudarlo a escapar de la escena.
—¿Qué sucedió?
—El esclavo se rebeló al rey... Mejor dicho, era un bufón más que rey — sacó el caramelo de su boca y por la mirada que le dedicaba Mikey se lo dio de mala gana —. Era Kiyomasa, no soportó que no le permitamos entrar a la Toman que usó nuestro nombre para promover sus pelear clandestinas, ya vi la ambulancia que se lo llevó así que mañana mandaré al gemelo del medio para que averigüe cuando le dan de alta y unos días después lo mandaré a golpes ahí.
—Confío en que le romperás todos los huesos, Satchin. — habla con algo de dificultad Mikey con la paleta en su boca y Draken los observa asqueado a los dos.
—Ugh, ya sube antes de que vomite. Son unos asquerosos, los dos.
Ignoró la riña del rapado para subir detrás de él y abrazarse a su cintura con una pequeña sonrisa en su rostro. Ambos rubios no comentaron nada por el extraño brillo en los ojos del azabache, con la mirada ya pactaron no comentar nada y, de momento, dejarlo pasar.
Sin saber que eso detonó un algo muy oscuro dentro de Satoru.
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