🥢 Treinta y cuatro
Capítulo 34: Limoncito.
Los más jóvenes no se daban cuenta, pero las historias que contaban sus abuelos de un protector eran ciertas. Los más viejos y adultos lo conocen; la historia del niño que se convirtió en un dragón. Cuenta la historia, que una trágica noche de media luna un niño perdió a sus madres en un trágico accidente. Dicen que a las 3 lunas, cuando ellas dejaron de volver a casa, ese niño comenzó a salir a buscarlas y en el camino salvó a una pobre pareja de ancianos de unos pandilleros que querían destruir el humilde negocio.
El pequeño niño los salvó sin pedir nada a cambio, así como vino se fue y la pareja cuenta que un dulce niño de tatuaje de dragón en el cuello camina por las noches protegiendo tus sueños y la vida de quienes amas, hasta el día de hoy lo sigue haciendo. Muchos no tienen la suerte de verlo, pero quienes lo hicieron constantemente dejan ofrendas frente a la tercera casa de la calle 5; comida y agua es lo fundamental, junto a un papel del santuario para desearle buena salud y suerte en su misión de defender aquel territorio.
Los que creen que es un fantasma van a rezarle a la estatua de dragón que hay en el parque principal, todas las noches de media luna, los creyentes de nuestro guardián van a rezar por él para que pueda encontrar paz en su alma y sea capaz de volver a casa con sus madres.
—Abuela, esas historias no son reales. — murmura desinteresada la nieta de la señora con su vista en el teléfono. Le parecía una completa tontería, es más, apostaba todo a que era un chico cualquiera que hacía todo eso para recibir comida gratis de los vecinos.
—Cree lo que quieras, yo sé que es real. — confirma convencida. Al ver que su nieta no le presta atención suspira triste y sale afuera con un frío vaso lleno de limonada. — Satoru-chan ¿Quieres algo de limonada?
—No, ya terminé. — avisa normal el adolescente, dejando la última caja con tomates bien acomodada para que la mujer pueda abrir su negocio de verdulería. — Si no le molesta, me esperan en un lugar.
El chico no esperó nada más antes de irse corriendo de ahí, luciendo orgulloso en su cuello aquel fino tatuaje de dragón y dejando que por el movimiento la trenza rebote en su espalda. Desde hace una semana todo le está yendo bien en su territorio, no hay pandilleros que lo molesten, ni tampoco debe preocuparse por las amenazas o qué va a comer más tarde.
Aprovechó en pasar por una tienda para comprar algunos ingredientes que necesitará para la cena de esa noche, tuvo que ir a tres tiendas diferentes para conseguir los productos específicos que necesitaba y una vez sintió que tenía todo volvió caminando a su casa, donde un azabache de ojos rasgados lo esperaba sentado en la puerta principal con un extraño peluche entre sus manos.
—... ¿Olvidaste la llave? — pregunta cuando lo ve ahí.
—Tu estúpido novio vino a dejarte esto y olvidé las llaves adentro porque no lo quería dejar pasar. — resume con un todo berrinchudo, Satoru sabía por qué y por la sonrisa que le dedicaba Koko tuvo que seguir hablando. — V-vino con Inupi...
—Oh, entonces te quedaste afuera para tener una excusa de ver a tu novio. Awww, cuando quieres eres un romántico, adinerado mimado~
Atrapó en el aire el peluche de limón que tanto quería cuando su amigo se lo lanzó furioso, miró este con tanto amor que a su compañero de piso le dieron ganas de vomitar ahí mismo, por eso se encargó de manotear las llaves y abrir apurado la puerta para seguir con lo que estaba haciendo antes de que lo interrumpieran.
Un día después de su raro encuentro con Izana, descubrió que Inui estaba metido en la Toman y que Koko, para proteger a su novio de sus enemigos, se alejó lo más que pudo de él. Hace 2 semanas que viven juntos y el Sadao cree que fue el peor error de su vida porque la diva adinerada no para de quejarse de la casa, de la ropa que él le presta y de la vida de pobre que está teniendo en ese momento.
"Cuando era tu fuente de ingresos no te andabas quejando..." Satoru pensó, pero no reclamó nada porque su humor mejoró millones de veces más por ese regalo, apenas dejó las bolsas sobre la mesa fue a buscar su teléfono para llamar a Draken.
Buscó ansioso el contacto hasta que su pantalla se puso por momentos oscura y pronto el nombre de Izana junto a una llamada entrante iluminó su rostro. Se sorprendió a si mismo atentiendo muy rápido la llamada, insultándose internamente llevó aquel aparato a su oído para escuchar aquella tétrica voz darle órdenes.
—Los hermanos Haitani pasarán por ustedes a la noche, vengan muy ligeros de ropa.
— ¿Es un evento especial? — pregunta serio.
—¿Mhm~? ¿Acaso mi Jabberwocky quiere lucirse esta noche? No te culpo, yo también quisiera vestir mis mejores ropas en mi fiesta de bienvenida... — revela, tomando desprevenido al pelinegro que quedó con la mente en blanco. — Ops ¿Hablé de más?
—...
—Cómo sea. Ven con lo que quieras, pero hazle saber a tu... ¿amigo? Que venga ligero. — hizo una mueca. No le gustó mucho la forma asqueada a la cual nombró a Koko. — Nos vemos, Jabberwocky~
Satoru siente que, si esto fuera escrito, Izana le estaría dando un corazón al final de aquella frase y tiene por seguro que sería uno rojo. Se quedó mirando a un punto inexistente de su habitación, perdido en sus pensamientos, o, mejor dicho, perdido en sí mismo.
"Me siento más ligero que antes... Pero ¿Qué es esta sensación de miedo?"
En sus 41 años de vida (contando su edad de la primera línea más el primer viaje) jamás sintió tal sensación. Tuvo miedo en su vida, sí, constantemente lo tiene, pero este está dirigido al sentimiento de pérdida, tiene miedo de perder a sus amigos y al amor de su vida. Pero, por primera vez, siente miedo hacia una persona. Izana no sólo le transmite ese sentimiento de poder, seguridad y autoridad, sino que también es capaz de transmitirle aquella sensación de miedo.
"... Tengo miedo... ¿De él?"
Se comenzó a analizar a sí mismo. La locura comenzó a incrementarse a tal punto que cerró con llave la puerta de su habitación, se acostó a lo largo de su cama con la vista al techo y descansó sus manos por encima de su estómago. Tragó un poco de saliva, mojó sus labios con su lengua y meditó un poco sus palabras.
—No sé qué me está pasando, es la primera vez que siento esto hacia alguien... ¿Será un mal augurio? — preguntó a la nada, imaginando que con él había alguien que lo escuchaba, que estaba ahí para razonar con él o para aconsejarle. — No sé... Tal vez todo este asunto de los viajes en el tiempo me esté haciendo mal... A todo esto ¿Cuándo me hizo bien? Digo, tuve que volver una y otra vez, vi morir 2 veces a mi mejor amigo, unas cuantas veces más al resto, cada vez que creo que hice un cambio todo va para mal porque Mikey no quiere soltar a los muertos y dejarlos... Bueno, muertos... Aunque también es muy hipócrita de mi parte decir eso, digo, Michi y yo vamos y venimos constantemente para cambiar el destino de todos y... ¿Tú que crees, Limoncito?
Giró su vista para ver al tétrico limón apoyado en una silla que miraba en dirección a él. Satoru se quedó un rato largo mirándolo hasta que su vista enfocó aquella sangre falsa del muñeco, entonces algo que creía dormido comenzó a picar en su paladar y sintió la enfermiza necesidad de lamer aquellos dientes de porcelana del peluche.
—... Eres tan sabio, Limoncito... — murmura ido. Dejó que su cuerpo se mueva como poseído hasta el muñeco para tomarlo entre sus manos y acercarlo a su rostro. — Oh, Limoncito... Eres el único que me entiende ¿No es así?
Sintió que tenía mucha saliva junta en su boca, así que tragó ruidosamente esta. Sus pulgares acariciaron lentamente la suave tela hasta que se posicionaron lentamente sobre los ojos falsos del peluche para comenzar a hacer presión, las venas de sus brazos y manos poco a poco se comenzaban a marcar por la fuerza que ejercía y en su retorcida mente imaginaba que ese peluche era alguien a quien intentaba quitarle los ojos. Imaginaba como este lo miraba con miedo, gritando y pidiendo clemencia por su vida, entre desesperados gritos de dolor que hacían acelerar de la emoción el corazón del Sadao.
El botón cedió, impactó con fuerza en su labio superior provocando una pequeña herida que sangró. Satoru dejó caer el peluche y quedó hipnotizado con la cabeza en alto al techo, sus ojos bien abiertos al igual que su boca temblaban por el pequeño hormigueo que producía el espeso líquido rojizo al salirse de aquel pequeño corte.
El sabor metálico llegó a su lengua en forma de una pequeña gota, sus pupilas se dilataron y las voces en su mente gritaban con fuerza; "Traga, traga, traga." un coro bastante fuerte que casi lo hace caer hasta que unos fuertes golpes en la puerta lo sacaron de golpe de su trance.
— ¡OYE! ¡¿Por cuál maldito demonio planeabas decirme que teníamos que salir?! ¡Los hermanos locura están afuera!
— ¡Lo siento! ¡Ya voy!
No la pensó cuando llevó los bordes de su playera hasta su boca para limpiarse los restos de sangre de su lengua y presionar con fuerza su pequeña herida en el labio. Respiraba agitado, miraba con demasiado miedo el pequeño peluche de limón en el suelo que mostraba aquella espeluznante sonrisa, como si se estuviera burlando de él.
—... ¿De qué te ríes, maldito tuerto? — le pregunta molesto. — ... Hoy dormirás en el suelo...
Salió de su cuarto a paso firme. A los segundos se escucharon sus pisadas volver con velocidad al cuarto para recoger el peluche del suelo y ponerlo sobre su cama. Le dio unas palmaditas para devolverle su apariencia esponjosa cuando tuvo que volver a correr para irse porque sus choferes tocaron muy insistentes las bocinas de sus motos.
Cuando la puerta principal se cerró con fuerza el pequeño peluche perdió un poco el equilibrio, quedando al chueco a como lo dejó su dueño, con su único ojo disponible apuntando a donde estaba el otro, con un pequeño rastro de la sangre del pelinegro.
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