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NARRADOR
En el camino, ambas chicas reforzaron su idea sobre saber que no pertenecían ahí, porque hasta los profesores las miraban confundidos y se alejaban de ellas a gran medida. Todos intentaban de disimular los codazos y murmullos acerca de ellas, se veían tan elegantes, con sus bellos trajes y vestidos. Pero, Violet se percató que uno, no era como el resto. Tenía un traje color verde trébol, con su pelo color plateado y sus ojos, brillantes y de color avellana. Les sonrío a ambas chicas como si pertenecieran a este lugar, por un momento, Violet se dio cuenta de que Agatha se había sonrojado.
Al final, se dieron cuenta de que había dos entradas, uno para cada escuela, en la del bien, estaba decorada con reverenciales bancos rosas y azules, frisos de cristal y centelleantes ramos de flores de cristal. Estaban caminando, buscando con la mirada a su amiga cuando la encontraron con los alumnos del mal, entonces se la llevaron debajo de un banco podrido y luego la abrazaron.
— ¡Por fin te encontré! - dijo Agatha
— Que bueno que te encontramos, ¿estás bien? — pregunto Violet aún abrazando a su amiga.
— ¡Hola! ¡Qué bueno es verlas! Aggie, dame tu ropa, o tu Vi - ordenó Sophie viendo los vestidos de sus amigas.
— Espera, ¿qué?
— Ya lo dije Vi, háganlo rápido, con eso solucionamos todo
— No estás hablando en serio, ¿no?
— No podemos quedarnos aquí - mencionó Violet
— Justamente - respondió Sophie con una sonrisa - Yo pertenezco a tu escuela, y tú, Aggie a la mía, Violet realmente no sé a donde pertenezcas, ni sé si deberías estar aquí.
— Pero Sophie, no podemos dejar a nuestras familias, nos necesitan. No sabemos como terminemos aquí, tenemos que volver a casa - comentó Violet.
— ¿Qué me espera en Gavaldon?
— Tienes a tu familia
— ¿Realmente la tengo?
— Sophie...
— Bueno, ahora denme su vestido - sentenció Sophie
— Claro que no
— Entonces lo haré yo mismo.
En ese momento, Sophie le estaba agarrando de la ropa cuando escucho algo raro y se fue corriendo a ver lo que pasada.
— Creo que le pico algo - contesto Agatha
Ambas chicas volvieron a sus asientos, en ese mismo momento, Sophie también fue guiada a un asiento. Estaba a punto de comenzar la ceremonia. Ambas decanas hablaron acerca de algo que las dos amigas que cayeron en el Bien no les tomo tanta importancia, perdiéndose en sus pensamientos cuando la profesora Dovey paso hacia adelante.
— Bienvenidos, alumnos de primer año. Soy la profesora Dovey, decana de la Escuela del Bien.
—¡Siempres! ¡Siempres! ¡Siempres! - gritaron los alumnos de dicha escuela.
Luego pasó al frente una mujer alta, con un bastón y pelo color pelirrojo.
— Yo soy Lady Lesso, decana de la Escuela del Mal.
— ¡Muérete! ¡Muérete! ¡Muérete! - exclamaron los Nuncas
Cuando ambos bandos empezaban a gritar, la profesora Dovey golpeó el suelo con su bastón.
— Como ya es tradición, la escuela ganadora del año pasado, nosotros, otra vez, imagínense...
— Imagínate - la interrumpió Lady Lesso de mal gusto en un susurro muy notorio.
— Nos deleitarán a todos con una muestra de sus talentos caballerescos. ¡Caballeros! - gritó entusiasmada la profesora Dovey
Todos quedaron en silencio cuando la entrada de los siempre se abrió para dejar paso a sesenta atractivos chicos en duelo de espaldas. La piel acariciada por el sol se adivinaba a través de sus delgadas mangas azules y cuellos rígidos; las altas botas militares hacían juego con los chalecos cortos. Mientras los jóvenes chocaban espadas, a uno de ellos se le cayó la suya, notando a las dos amigas y les sonrió amablemente antes de seguir con el espectáculo.
Todas las siempre alentaban y gritaban de emoción al ver a aquellos chicos, mientras que los Nuncas los abucheaban.
En una última coreografía, sacaron rosas de sus camisas y al grito de «¡milady!» las arrojaron a las chicas que más les atraían, siendo Beatrix la que recibió tantas rosas como para llenar un jardín. Ambas amigas no habían recibido nada, para ellos les parecía un par de chicas que no pertenecían ahí. Agatha contempló aquella escena asqueada mientras que su amiga lo miro con indiferencia, al final de cuentas, las rosas se terminan marchitando.
En aquel momento se oyó un silbido, había entrado un chico más desde lo alto.
— Si ya terminaron su clase de baile, tal vez quieran una pelea. ¿Qué dicen?
Aquel misterioso chico bajo desde las alturas, tenía el pelo azabache y los ojos azules, su piel era del color de la cálida arena del desierto.
— ¡Ah! ¡Es Tedros! - exclamó con gran emoción una chica que estaba al costado de Violet y Agatha.
Ambas amigas se taparon los oídos; sin embargo, Violet se dio cuenta de que Agatha blanqueo los ojos, ella solo se limitó a reír y seguir viendo el espectáculo. El chico, llamado Tedros, miró a sus compañeros armados con espadas, extrajo la suya... y sonrió para volver a guardarla.
— ¿Saben qué? Se los voy a poner fácil - dijo Tedros con una sonrisa.
— Suena a un total principito - susurró Agatha
— Bueno, un poco... tal vez - le respondió Violet
Todos los muchachos lo retaron de inmediato, pero los desarmó uno a uno con la velocidad de un rayo. Las espadas de sus compañeros se apilaron en el suelo, al igual que ellos, mientras él los derrotaba.
— Mira - les aviso aquella chica de su costado.
Tedros había derrotado a cada uno, el último se había quedado sin espada y estupefacto. Los chicos del Bien se dieron cuenta de que ahora, tenían un rey.
— Buen trabajo, compañeros
— ¿Y cómo te iría en una pelea de verdad, principito? Prepárate para morir - exclamó un Nunca. Cuando un chico de un solo ojo, en opinión de Violet, similar a un cíclope, avanzó hacia Tedros con su hacha mientras los Nuncas lo aclamaban.
En respuesta, el príncipe sacó su espada, Excalibur y con solo ponerla en el suelo hizo que el Nunca saliera volando por los aires.
— ¡Ay, por favor! ¡Falta! Tedros tiene una espada mágica - grito, un joven nunca que estaba al costado de Sophie.
En ese momento el hacha del chico se volvió de fuego. Ambos chicos pelearon codo a codo, aunque al final Tedros provoco que aquel chico se cayera, haciendo que su propia hacha le cortara el brazo. Todos aclamaron aquel triunfo aunque, en opinión de Violet, deberían de ayudar a aquel chico por perder un brazo sin importar que el mismo se lo haya buscado.
— ¡Bravo! ¡Bravo! - exclamó la profesora Dovey - ¡Qué gran muestra de heroísmo!
Parecía que Tedros iba a tirarle a Beatrix su rosa.
— ¿A quién...? - preguntó Tedros mientras volteo hacia atrás y vio a Sophie, habían conectado sus miradas, ella le sonrió.
Sin darse cuenta, el príncipe le había tirado su rosa a Violet. Todos miraron atónitos aquella escena.
— Disculpe, mi lady, me parece que...— dijo Tedros aproximándose a Violet
— Sí, no te preocupes, ya sabía que no era para mí, es más, tome - respondió Violet regresándole la rosa a aquel chico.
— En realidad, quédesela, realmente le quiero dar esta rosa para una bella dama - replicó Tedros devolviéndole la rosa
Ambos chicos se miraron fijamente por un tiempo, fueron unos segundos, pero ambos sintieron algo inefable. Se sonrieron siguiendo con su juego de miradas.
— Gracias, aunque ambos sabemos que no era así en un principio, ¿cierto?
— No le podría negar, aunque no me arrepiento de mi decisión.
— Sería una buena manera de zafarse
— Bueno, la única forma que queda para saber si lo que digo es cierto, es conocernos más, ¿no lo cree? - agregó Tedros mientras miraba con cierta picardía y diversión a Violet
— Estoy de acuerdo
— Enton-
— Hay un lugar disponible junto a mí, Teddy - interrumpió Beatrix mientras miraba mal a Violet. Tedros la miro con una ligera sonrisa y se acercó a Violet .
— Espero tener una agradable conversación más tarde con usted, bella dama - le susurro.
— Espero que para la próxima vez, tenga un mejor apodo, el que ya tiene suena al nombre de un oso de peluche - respondió Violet.
Él se va sonriendo hasta donde está Beatrix, riéndose por lo bajo de aquel singular comentario, aunque tenía razón. Ella se dio cuenta de algo, se había sonrojado, vio la rosa que se encontraba en sus manos sonriendo.
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