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𝐏𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐨

Caminaba por el pasillo con sus manos al frente, sostenidos por las esposas y sus pies sin poder estirarlos mucho debido a las cadenas, llorar ya no era una opción porque ya lo había hecho tantas veces en aquella celda encerrado por las noches que esperaba su sentencia.

Amor, por eso su vida se había arruinado de aquella terrible manera, se enamoró de quién no debía y al final no pudo contener el impulso de amar a aquél chico con todas sus fuerzas al punto de demostrárselo de la manera que no debía, quizás ese había sido su pecado, si, lo admitía. Quería que aquello acabase, porque las esperanzas ya estaban perdidas desde hace mucho tiempo.

Tres meses atrás todavía podía decir que era un chico casi feliz a pesar de los tropiezos económicos que tenían sus padres, pero que estaba agradecido con ellos por el esfuerzo que hacían por él, estaba agradecido porque por medio de ellos conoció al amor de su vida, al mismo que lo estaba condenando a una vida de encierro, o al menos la mayoría. 

Avanzaba como zombi, casi muerto en vida, porque en realidad así se sentía, ya no estaba dispuesto a seguir lamentándose, ni a seguir desgarrando su garganta gritando por justicia tras los barrotes, pues sabía que aquellos dos seres se había esforzado mucho para que su sentencia se alargara, pero todavía quedaba cierta esperanza, porque con la declaración de su pequeño podría salir libre y aclarar todo aquél malentendido.

Lo extrañaba, añoraba poder tenerlo entre sus brazos otra vez, aspirar su exquisito aroma y perderse en sus ojitos brillantes que lo habían enamorado desde un principio, sabía que el chico iba a aclarar todo aquello y que él podría salir para llevárselo consigo a donde fuera para ser feliz juntos.

Entre jaloneos lo hicieron sentarse detrás de un gran mesón, en donde ya se encontraba su abogado de oficio que lo defendería, claro, trataría, porque abogados como ellos no apelaban a favor de situaciones como la suya, peor en contra de un menor y de su mismo sexo, pero que más podía esperar cuando sus padres no tenían el dinero suficiente como para pagar por un abogado privado que enrealidad lo ayudara a salir de esa situación, su única esperanza era él.

—Buenos días. —Saludóla jueza

Todos se le levantaron para recibirla, incluyéndolo.

—Hoy estamos aquí reunidos para hacer pasar al último testigo del caso y el más importante, hoy mismo se declarará la posible inocencia o culpabilidad del señor Min Yoongi por el delito de estupro —la mujer habló acomodándose en su silla, acto seguido, todo el tribunal imitó su acción—. Hagan pasar por favor al joven Park.

Sus ojos se iluminaron al volver a verlo, tan hermoso como siempre, lo único que lo mortificó fueron ver los ojos del adolescente que evitaban verlo a toda costa, podía ver que alrededor de sus ojos estaban hinchados y rojizos, quería soltarse de esas esposas y correr a abrazarlo. El chico se subió al estrado, hicieron que pusiera su mano en una Biblia y empezó a hacer el juramento.

—¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad?

—Lo juro —respondió levemente el chico castaño.

—De no ser así se le comunica que estará cometiendo perjurio que podría ser condenado con prisión, de seis meses a dos años dependiendo de la gravedad del perjurio aunque sea usted menor de edad.

—Juro decir la verdad —respondió Park.

Yoongi lo observaba con esperanza en sus ojos, escuchó cómo el menor daba su declaración y la sonrisa se le borraba del rostro conforme él hablaba, su mirada enamorada al verlo cambió a una de decepción y odio a la vez. No podía creer lo que estaba escuchando.

—Entonces... Señor Park —habló la jueza —, está diciendo que el señor Min lo obligaba a mantener relaciones sexuales con usted ¿Es así?

La sala quedó sumida en un tétrico silencio, uno que luego de ser roto acabaría o dictaría la sentencia de Min Yoongi, un chico que por enamorarse calló como un criminal.

—Si.

El martillo cortó el aire de un tajo, pareció resonar en cada rincón de la cabeza de Yoongi, una lágrima, una sola lágrima rodó por su mejilla izquierda para perderse en el filo de su mandíbula y caer en su pierna, la respiración se estancó en sus pulmones y no podía centrar su mirada en otra cosa que no fuera el chico rubio que no se atrevía a levantar la cabeza para verlo. Irónicamente, el abogado dijo que no lo veía por el "trauma" que le había causado los últimos meses de abuso de parte de Yoongi.

Ni siquiera fue capaz de escuchar la sentencia, se perdió al ver al chico levantarse y por fin encararlo. Si las miradas hablaran, la de Park Jimin estaba reflejando que estaba por ponerse de rodillas para pedirle perdón por lo que había hecho, pero era por su bien. Si las miradas mataran, Yoongi estaría encima del chico gritándole y preguntándole porqué carajo había mentido.

Levantaron a Yoongi del asiento y lo llevaron a través de los pasillos hacia un transporte que lo llevaría a la prisión, solo la pared pudo evitar que Yoongi siguiera fusilando a Jimin, queriendo matarlo muy a pesar que llegó a amarlo, a tenerle aprecio a ese chico que en su momento creyó que era tierno e inocente.

Lo montaron a la patrulla, seguía sin poder asimilar la respuesta de Jimin, empezó a reír sonoramente llamando la atención de los policías que lo custodiaban, que más daba si le picaban las costillas con el mansa bolos o con la punta de sus rifles, ya todo le parecía lo mismo. Si moría o vivía le daba lo mismo. 

Lo empujaban a través de los pasillos, escuchaba cómo los otros presidiarios gritaban y silbaban mientras lo intentaban jalonear de sus ropas. Llegaron a una celda, era la última del pasillo, lo aventaron dentro sin piedad para cerrar con llave el portón de verjas.

Chocó contra una mesa de cemento, pero al menos ya podía moverse más agusto gracias a que le habían quitado los grilletes y las cadenas, vió a todos lados captando a un chico acostado en la parte de abajo de la  litera.

El chico se volteó y se sentó al orilla de la cama viéndolo, parecía rudo, tenía tatuajes y sus músculos eran aún más grandes que los suyos. Se retrajo con miedo, sabía pelear, pero con gente de la cárcel estaba claro que era muy diferente que con estúpidos estudiantes.

—Hola —canturreó el chico —. Al parecer me trajeron un nuevo amiguito, o quiero decir, nueva mascota.

Golpes estruendosos se escucharon del portón que los encerraba cuando el chico hizo el intento por acercarse a Yoongi.

—Más te vale comportarte, Jeon, si no quieres que tu condena se haga más larga deja en paz al chico.

El chico de apellido Jeon chasqueó su lengua con deje aburrido, cambió su semblante por uno más relajado y se acomodó de nuevo en la orilla de la cama apoyándose en sus brazos.

—Jeon Jungkook ¿Y tú? —se presentó el chico. Yoongi nada más lo veía incrédulo, había cambiado tan rápido de actitud, era como si fuera otra persona— ¿Qué?, ¿Te comieron la lengua los ratones?

—Min Yoongi.

—Muy bien, Min. Primera regla, duermes arriba —dijo apuntando en esa dirección—. Segundo, no toques mis cosas. Y tercero —Jungkook se levantó de la cama hasta acercarse a él—. Más te vale no venderme a pandillas de aquí porque te irá muy mal ¿Entendido?

Yoongi asintió asustado, era la primera vez que tenía un compañero de celda, al menos cuando lo encerraron para esperar el proceso del juicio había estado solo, pero este tipo parecía estar completamente loco. Jungkook se dió la vuelta y se acostó boca arriba con sus manos en su cabeza y sus pies cruzados.

—¿Piensas dormir ahí de pie? —Yoongi negó a pesar que el otro no lo veía, se encaminó al segundo piso de la cama y se acomodó de frente a la pared— ¿Porqué estás aquí, Min Yoongi?

—Fui acusado de algo que no hice. —Respondió luego de pensarlo.

—¿Y qué es eso que supuestamente no hiciste?

—Estupro.

—¡Oh, hermano! ¡Eso mínimo son de 15 a 20 años!

La risa de Jeon se escuchó por los pasillos, Yoongi frunció el entrecejo preocupado y abrumado.

—No lo hice.

—Yo tampoco hice lo que me acusaron, pero aquí estoy —dijo sarcásticamente —. Todos dicen eso, pero la verdad es que lo decimos solo para intentar bajar la condena, créeme, eso no ayuda mucho cuando te sentencian.

—¿Cuánto tiempo te dieron? —preguntó ya más en confianza con el chico.

—Diez años.

—¿Qué hiciste?

—Entré con mi pandilla a robar en una mansión —empezó a contar—. Los dueños llegaron y nos alarmamos, dos de mis colegas mataron a los señores pero antes de eso uno de ellos activó la alarma, llegó la policía y me arrestaron por un asesinato que yo no cometí. Acepto la culpa del robo, pero no maté a nadie.

—Yo... —suspiró para empezar a contar—. Me enamoré de un chico de catorce años, él es el hijo de los jefes de mis padres. Tuve sexo con él muchas veces —dijo recordando cómo ambos disfrutaban la desnudez del otro—... Jamás pensé que mentiría en su testimonio, dijo que lo había obligado todas esas veces que estuvimos juntos.

—Qué caso... Bueno... Así son el tipo de personas de la alta sociedad.

—¿A qué te refieres?

—Cuando ellos se satisfacen contigo, sacan provecho o cumplen un estúpido capricho, simplemente te tiran como si fueras una basura cuando ya no les sirves.

Min se quedó callado el resto de la noche, Jeon tampoco volvió a hablar. Las palabras que había dicho él habían calado hondo en su mente ¿Entonces él había sido un estúpido capricho para Park?. La sangre empezó a hervir dentro de él, el odio hacia el chico creció mucho más hasta que se quedó dormido con el rostro de él en su mente.

Fuertes estruendos despertaron a ambos compañeros de celda, Yoongi tuvo que girar rápidamente su cuerpo para no caer del segundo piso de la litera al escuchar semejante bulla.

—¡Levántate Min!, Tu abogado te espera en la sala de visitas.

Min sacudió su cabeza y se bajó de un salto, caminó hasta la oficial quién abrió la celda y esposó sus manos por detrás de su espalda. Lo guió hasta el espacio amplio que parecía más bien un comedor con varias mesas y sillas. En un rincón alejado, se encontraba el hombre que lo había representado en el tribunal.

—Buenos días, Yoongi. —No respondió

La oficial se alejó dejándolos solos.

—¿Qué más tienes que decirme aparte de que estaré aquí la mitad de mi vida encerrado?

—Escucha Min, conseguí una buena apelación. Si confiesas pueden reducirte al menos tres años...

—Yo no abusé sexualmente de él —dijo entre dientes acercándose a él—. Jamás le haría algo así a Jimin, ni a él ni a nadie ¡El mintió!

—Tranquilo Yoongi, quiero lo mejor para tí...

—No me haga reír —rió a carcajadas—. Si quisiera lo mejor para mí hubiera investigado bien, jamás obligué a Park Jimin a nada.

—Asi no funcionan las cosas...

—Mire como funcionan las cosas para mí —se levantó y lo observó fijamente—. No volverá a poner un pié aquí para buscarme a menos que me traiga noticias de reducción de condena. Pero le aseguro que yo no diré ante un juez que lo que pasó entre Jimin y yo fue a la fuerza. Yo no mentiré igual que él.

Se volteó y caminó hacia la puerta en donde se encontraba la oficial.

—¿Estás seguro? Todavía quedan tres minutos

—Para mi es suficiente. —Dijo con indiferencia.

¿Qué más daba que redujeran la condena? ¿Qué más daba si le aumentaban? Su vida ya estaba marcada, su expediente y todos sus malditos sueños habían sido arruinados en las manos de personas poderosas. Su futuro, su carrera, incluso la beca deportiva que le habían dado para ir a una de las mejores universidades de corea, todo, absolutamente todo se había ido a la basura.

Lo odiaba, empezaba a odiar su sonrisa, sus ojos, empezaba a odiar el agudo tono de su voz al cantar, odiaba como el chico le hacía sentir mariposas en su estómago, empezaba a odiar la sensación de sus caricias en su piel, empezaba a odiar el roce de sus labios encima de los suyos propios. Y aún más, odiaba no poder odiarlo por completo.

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