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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐎𝐜𝐡𝐨

Había pasado una larga semana en la que Yoongi vigilaba muy bien los pasos de cada uno de los hombres que trabajaban para JungJae, todos actuaban normal, lo suficiente para no hacerlo sospechar de lo más mínimo.

Pocas veces al día iba a la casa para ver a Daniel y Sofía, y obviamente tambien a Jimin. Desde aquella vez nada más entraba y dejaba la comida sin decirle nada. Pero ahora un plan rondaba en su cabeza, ya que la persona que llevaba información a Park no iba a darse a conocer así por así, tendría que actuar él con sus propios métodos.

Estaba cansado de jugar al gato y al ratón, así que mejor ponía una trampa para que solitos cayeran en sus manos. Viajó a las afueras de Daegu, al llegar se bajó de su auto y se adentró a la casa siendo recibido por Sofía.

—Señor Min —la pancita de la mujer empezaba a verse— ¿Cómo está?

—Hola Sofi, ¿bien y tú?

—Bien.

—¿Y Daniel?

—Oh, el fue de compras con el dinero que nos dejó. Dijo que no tardaría, pero tiene más de tres horas de haberse ido —Yoongi frunció el entrecejo con extrañesa.

—¿Dijo dónde iba exactamente? ¿Se fué solo?

—Nada más que iría al centro comercial, y el chófer lo llevó.

—Ok, lo llamaré a ver qué dice —tenía que tener cuidado, más porque Kang podría verlo y llevarlo de nuevo al club. No quería que sus sospechas fueran reales, pero Kang podría ser tal vez, del soplón que hablaba Jackson. Tomó su teléfono y marcó al chofer que había designado para la casa.

—Buenas tardes señor Min.

—Buenas tardes ¿Estás con Daniel?

—El señorito Daniel tiene poco más de dos horas de estar dentro del centro.

—¿Sabe si llevó su teléfono? —la línea se quedó en espera por unos cuantos segundos.

—No señor, él dejó su bolso… oh, ahí viene.

—Okey. Cualquier cosa me informas.

—Claro, señor.

Colgó la llamada e informó a Sofi para que no estuviera preocupada y casi de inmediato se dirigió a la habitación en dónde estaba Jimin, anclando el celular a su portátil.

Abrió la puerta y entró como siempre, sin avisar. Jimin venía campantemente saliendo del baño envuelto en la bata y cuando lo vió se sobresaltó viéndolo fijamente.

—Tienes una sola llamada, piensa bien a quién vas a llamar. Y cuidado con decir algo de mí o de lo que te pasó. —le tendió el teléfono y Jimin lo tomó entre dudoso con un brillo en sus ojos.

—¿Por qué? ¿Qué truco hay detrás?

—Ninguno, si quieres borrar el número hazlo, me da igual —Jimin lo observó sin decir nada—. Si no quieres, perfecto. 

—No. Está bien, aceptaré la llamada.

Jimin estaba felíz, y claro que sabía a quien llamar. Se volteó tecleando el número que se sabía de memoria. Volteó la cabeza solo para ver a Yoongi de brazos cruzados, reacio a irse de la habitación, suspiró con pesadez ya que Yoongi escucharía la conversación.

Tres pitidos bastaron para escuchar su voz.

Yoongi miraba curioso como Jimin tenía la uña de su pulgar entre sus dientes, eso era nuevo, pero podía verlo nervioso. Hasta que un jadeo y una sonrisa apareció en su rostro.

—Hola amor.

¿Amor?, Yoongi sintió una incomodidad.

—No, es que… no puedo decirte, es una sorpresa para tu cumpleaños… No, no te diré… no lo sé mi amor, pero prometo que pronto… ¿A sí, el trabajo va bien? —lo vió sonreír, y su corazón empezó a latir fuerte y lento—... Yeonjun, te dije que… okey cariño, no sé si pueda llamarte tan seguido, aquí en donde estoy no hay mucha señal. Tengo que viajar mucho para encontrar un punto con señal telefónica… Salúdame papá por mí ¿Si?... Está bien, cariño. Te amo, cuídate.

“Te amo”

Esas palabras habían quedado grabadas en su mente. Solo tomó el teléfono y se retiró. Solo tomó el teléfono y se perdió en los pasillos con los pensamientos revueltos. Jimin tenía pareja, un dato muy interesante, su nombre era Yeonjun, aún más a su favor.

Por la noche no soportaba el peso de la llamada de Jimin. Se repetía una y otra vez en su cabeza y le causaba hastío, ya no quería seguir pensando en que Jimin tenía pareja. A él no le interesaba eso, no tenía porqué pensar en ello como si le importara. Lastima que sus acciones no cuadraban con lo que él mismo quería hacerce creer.

La madrugada en la que entró al cuarto de Jimin, en realidad no estaba borracho, nada más quería molestarlo y herirlo. Pero ahora las cosas había cambiado, ahora sí estaba borracho y con costo sabía que a pasos torpes se dirigía a su cuarto. Estaba un poco consciente, y eso era lo que lo hacía seguir adelante.

Su mente se nubló por completo, su cuerpo actuaba en respuesta a la situación que él estaba provocando. Los pensamientos se revolvieron y ya no había vuelta atrás, ni él mismo sabía cómo exactamente había pasado, pero se encontraba entre las piernas de Jimin, penetrando con fuerza mientras mantenía sus manos sobre su cabeza. Sintió un ligero ardor en su espalda producto de los rasguños del rubio intentando evitar aquello. Pero ahora gemía bajo él, con sus párpados temblando y sus labios entreabiertos, su piel perlada en sudor y ligeras palabras salían de sus labios. Entre el mareo y la excitación que cada vez lo consumía podía escucharlo pedir por más.

No lo soportó más, lo deseaba, anhelaba volver a probar sus labios. Los atacó con rudeza, con deseo y algo más allá. Su lengua se aventuró dentro de su boca, siendo correspondido a la perfección. El ritmo de las estocadas fue en aumento haciendo al menor llorar de placer, sus labios estaban hinchados de tanto morderlos, y ahora aún más que Yoongi se encargaba de chuparlo y recibir sus gemidos en los propios.


¿Que si la había cagado?, si, y en grande.
¿En qué cabeza le cambia follar a Jimin?

Estaba con sus dos manos tomando su cabeza y sus codos sobre sus rodillas en el sillón del salón. Estaba jodido, había arruinado todo completamente, y a eso sumándole el hecho que no sabía si había dicho algo que no debía decir. No es que hubiera algo que decir, pero de por sí tener sexo con él ya estaba bastante jodido.

—Señor Min… —llamó Daniel a sus espaldas.

—¿Qué sucede?

—Es que, usted… ¿Se encuentra bien? —sin dejar de esa posición suspiró pesado.

—¿Parece que estuviera bien? —escuchó la risita del castaño.

—En realidad no. Ayer por la noche escuché ruido de una de las habitaciones… —dijo bajo.

—Lo siento por eso.

—¿Acaso contrató a alguien?

Se quedó perplejo observando al chico, ¿Qué le diría? ¿Qué tenía secuestrado a alguien, específicamente a Park Jimin, hijo del dueño de la mitad de Daegu?. No, era absurdo hasta pensarlo.

—Si —dijo con duda.

—Oh.

—Ya eso no importa, no volverá a pasar. —dijo levantándose del sillón y yendo a la cocina para prepararse una taza de café.

El chico por suerte no lo siguió, tan solo unos segundos después entró a la cocina para pedir permiso y salir. Obviamente no se lo iba a negar, siempre y cuando saliera con el chófer y este lo llevara para protegerlo y comunicarse con él si acaso pasaba algo.

El resto del día no pudo hacer más que pensar una y otra vez en la noche anterior, era su maldito castigo recordar cada detalle como si hubiera estado sobrio aunque ejecutó las acciones casi automáticamente. A la hora que el desayuno no quiso verlo, no podía aparecer así como así luego de lo que había pasado. Por lo que pidió a la señora que cocinaba que le llevara la comida, estaba arriesgándose, ya que hasta el momento solo él sabía que Jimin se encontraba ahí.

Así pasaron dos semanas enteras en las que no lo volvió a ver. Jimin estaba por demás ansioso, esperando que cada vez que se abría la puerta fuera él y no esa señora. Sabía que aquello no tenía que haber pasado, ¿Pero que tanto le afectó a Yoongi como para no querer volver a verlo desde esa noche?. Él no tuvo la culpa, él nada más era culpable por disfrutar luego de un rato lo que estaba haciendo Yoongi con su cuerpo.

Ahora eso cambiaba completamente el juego de Yoongi y la vida de Jimin.

Por la tarde en el almuerzo la señora entró luego que su jefe le abriera la puerta para darle comida aquél chico bonito como ella le decía. Pero no lo vió por ningún lado, en cambio escuchó unos sonidos extraños venir del baño. Dejó la bandeja en la mesa de siempre y se encaminó al lugar en dónde el sonido era mas fuerte. Empujó la puerta del baño y lo primero que captó fue al pequeño rubio arrodillado delante de la taza del inodoro, y su cabeza casi dentro de ella. Vomitando como si no hubiese un mañana. A duras penas el menor se levantó hacia él grifo para enjuagar su boca y dejarse caer en el suelo de azulejos, estaba muy pálido y con un semblante enfermo.

—Chico.

—Por favor… no le diga nada a él.

Sin más Jimin se desvaneció en el piso del baño y la señora se alarmó, por lo que se dirigió corriendo hacia la salida de la habitación, en dónde Yoongi se encontraba hablando por teléfono con Jungkook.

—Señor —llamó pero no le respondió—, señor Min —nada, el mayor nada más le hizo una seña de espera— ¡Señor Min!

—¿Qué?

—El muchacho se desmayó.

—Jungkook, te llamo luego.

Yoongi corrió hacia donde le había indicado la señora, levantó su cuerpo y con rapidez lo llevó hacia la cama. No entendía qué estaba pasando. A Jimin no le hacía falta absolutamente nada, comía bien, ropa tenía por montón que le había comprado e igualmente productos de aseo personal. No tenía porqué estar enfermo al extremo de desmayarse.

Revisó su pulso y este era un poco lento, su rostro pálido, sus labios resecos y las ligeras bolsas debajo de sus ojos le decían que no era algo leve.

—Rosita, llama al doctor ahora mismo.

La mujer salió corriendo, y Yoongi todo el rato se quedó a su lado tratando de despertarlo. Bajó para recibir al doctor, este revisó al joven con cautela, escuchando el testimonio de la señora Rosita de cómo lo había encontrado vomitando todo el desayuno. El doctor suspiró y negó.

—No tiene nada grave, este es un síntoma normal del estrés. Vomitos, mareos, dolores estomacales y de cabeza, incluso podría pasar insomnio por la noche.

—¿Está seguro?

—Así es Yoongi. ¿Ha vivido una situación estresante? —Yoongi guardó silencio—. Bien, pues si acaso fue así te aconsejo que él se distraiga y no pase mucho tiempo en cama.

—¿Eso incluye no estar encerrado? —El doctor lo observó como si tuviera un tercer ojo.

—¿Lo ha estado?

—No.

—Entonces descarta esa idea. Solo deja que el chico respire y que haga algo diferente.

Yoongi asintió sin más remedio. Lo odiaba, pero tampoco para querer matarlo, al menos ya no tanto.

Agradeció al doctor y este se retiró de la casa. Estuvo pensándolo un buen rato antes de tomar una decisión respecto a la situación de Jimin. Rendido optó por hacer lo único que le quedaba…

Por la noche se sentó enfrente de la cama hasta que el chico despertara, no quería hacerlo él. Y no era por el hecho que le estaba llamando la atención verlo dormir, no. Solo quería seguir los consejos del doctor para que éste no muriera o se irritara, le joderia saber que la única forma de llegar a Park estaba mal.

Solo pasaron unos diez minutos antes que Jimin despertara. Jimin enfocó su vista en él, se veía serio y a la vez un poco molesto y estresado. Y Jimin estaba completamente asustado.

—El doctor dijo que tenías que estresarte menos —dijo con burla—. Cómo si estar encerrado te estresara. Escúchame bien, alrededor de toda la casa hay hombres que bajo mis ordenes te van a disparar si intentas escapar, no tienes siquiera permitido asomarte a las puertas.

—Y eso… ¿Por qué?

—Podrás salir de este cuarto. Pero como me digan que intentas algo sospechoso créeme que te encierro en el sótano, Jimin. Advertido estás.

Yoongi se levantó y salió de la habitación cerrándola. Jimin se levantó con cuidado y se dirigió a ella para darle vuelta al pomo, sorprendido de que lo que decía Yoongi no era mentira, si podría salir. Caminó por el pasillo y bajó por las escaleras descalzo, hasta llegar al salón, el sonido proveniente de lo que parecía la cocina lo condujo hasta ella. Vió a Yoongi salir de ella y pasar por su lado sin siquiera voltear a verlo, eso hizo que su corazón se hiciera pequeño en su pecho. Su forma de actuar luego de que durmieran juntos no era precisamente lo que él estaba esperando, pero era estúpido si esperaba algún trato especial.

Al menos consideración ¿No?

Esa noche por primera vez cenó en el comedor de la casa, aguantó el asco de la comida pero aún así comió e hizo todo lo posible por ingerir, agradeció y se despidió para irse nuevamente a su habitación.

A la mañana siguiente se bañó y bajó para el desayuno, solo para encontrarse con risas provenientes de una mujer joven. Al llegar a la cocina vió a una hermosa joven pelirroja, delgada, o eso creyó hasta que giró en su asiento y pudo ver la pancita que cargaba. Parecía ser de algunos cinco meses, ella sonreía feliz y tenía un brillo hermoso en sus ojos mientras hablaba con la señora que estaba cocinando.

Su corazón dolió, se rompió en mil pedazos al verlo. Ella era hermosa, preciosa, y el embarazo nada más la hacía ver más linda. Y él, siquiera se podía comparar con ella. Empezó a odiar a Yoongi por ser un idiota y un imbécil, si tenía una mujer asi de bonita no entendía como esque podia engañarla de multiples formas.

Se sentía una mierda cada día que pasaba ahí.

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