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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐂𝐢𝐧𝐜𝐨

Mierda. Mierda. Mierda

Esas palabras eran las únicas que corrían por su cabeza. Jimin, Park Jimin estaba desmayado entre sus brazos, apenas y había alcanzado a sostenerlo antes de que chocara contra el pavimento gracias al golpe que le propinó con la pistola en su sien.

¿Qué debería hacer?

La idea de dejarlo en el basurero se le cruzó por la cabeza, o quizás matarlo y descuartizarlo para ponerlo en la puerta de la mansión de los Park, de hecho esa era su mejor idea. Pero entonces otra idea vino a su mente, qué mejor forma de tortura que privarlo de su libertad.

Caminó directo a su camioneta abriendo la puerta trasera y con nula delicadeza lo tiró al asiento trasero, haciendo que el peli rubio golpeara su cabeza en la puerta contraria. Cerró la puerta con fuerza y se subió al vehículo para emprender marcha fuera de esa zona.

Tomó su teléfono y marcó al número de Jung Jae.

—Yoongi.

—Tu hijo va de camino a su casa con Jungkook.

—Gracias, te debo una.

—Y grande. Dile a Jungkook y a los muchachos que no me esperen mañana. Necesito resolver algo.

—¿Algo anda mal? ¿Necesitas ayuda?

—No, Kim. Pero gracias por la preocupación, nos vemos pasado mañana.

Condujo hasta su casa, una pequeña mansión que había comprado hace algún tiempo, no sabía para qué exactamente. Vivía con Jungkook, ambos habían comprado un lugar más grande en donde tenían empleados que los atendieran a ambos y que era punto de reunión para los hombres que estaban a sus cargos. Pero ahora le daría un buen uso a esa casa vacía. Volvió a marcar otro número.

—Hola, Min ¿Qué tal?

—Hola, necesito tu ayuda.

—Claro. ¿Para qué soy bueno?

—¿Para qué necesitas tanta seguridad?

Yoongi lo observó por encima del vaso de cristal, estaba soportando con mucha dificultad el enorme ruido que había por toda la casa.

—Por precaución.

Y por precaución se refería a que por ningún medio el chico rubio esposado a una cama tuviera escapatoria de ese lugar. Esa casa prácticamente no existía para nadie, ni para Kim, ni para Jungkook. Eso le traía grandes beneficios a su plan. Así que con una sonrisa en su rostro se recostó sobre él sofá, probando en el licor el sabor de su venganza.

A la mañana siguiente, un chico adolorido se removía en unas sábanas desconocidas, en una habitación que no era la suya. Intentó levantarse pero una de sus manos estaba esposada a los barrotes de la cama. Su respiración se agitó nerviosa conforme se daba cuenta que estaba encerrado y esposado.

—¿Estoy secuestrado? ¡Maldita sea! Estoy secuestrado —susurró lo último, Completamente aterrado.

La puerta se abrió y él por inercia retrocedió hasta pegar su espaldas en el espaldas recostado a la pared. Era una sirvienta la que había entrado, con una bandeja con comida que dejó muy cerca de sus piernas flexionadas hacia su pecho.

—Coma, ahí hay una pastilla para el dolor. El jefe no me dijo nada, pero parece estar mal, así que ahí le dejo.

La mujer mayor hizo ademán de retirarse de la habitación, pero Jimin quería respuestas. Todo lo de la noche anterior era muy confuso, los pocos recuerdos se veían revueltos en su cabeza. .

—¡Espere! ¿Quién es su jefe? —La uniformada negó firme.

—Lo siento, pero no puedo darle esa información, no me corresponde.

Jimin se quedó perplejo.

—¿Está aquí? Necesito hablar con él para acordar un precio por mi libertad.

La mujer lo observó con pesar, no quería decir nada y tampoco lo haría, pero ese niño había caído en las garras del diablo. Jimin observó a la mujer salir de la habitación dedicándole una mirada triste antes de escuchar el seguro de la puerta.

Observó la comida de soslayo, en realidad no se veía para nada mal. Se acercó a olerla e inmediatamente su estómago rugió ante el excelente aroma que provenía de ese desayuno.
Tenía hambre, mucha, y si no comía sentía que se iba a desmayar, aún peor con la resaca terrible que se apoderaba de su cuerpo. Era extraño, jamás había olvidado lo que hacía mientras bebía alcohol, esa era la primera vez que le pasaba eso. Entre recuerdos de sus últimos minutos conciente el día anterior, pudo recordar a cierto desconocido muy cerca de él, y en un momento de distracción como este le ofreció una bebida.

Eso, lo habían drogado para secuestrarlo.

Frustrado se acercó a la bandeja y con su mano libre empezó a comer de aquél desayuno, gimiendo ante el sabor delicioso, aquella comida era mejor que la que cocinaban en su lugar. Cuando acabó cada platillo se volvió a recostar sobre el respaldar, con la esperanza que en algún momento apareciera la mente maestra de ese secuestro.

Estaba seguro que tendría que soltarlo cuando supiera quién era, o por lo menos acordaran un precio por dejarlo ir. Si es que su padre no iba a rescatarlo antes, al menos quería creer que eso iba a suceder.


—¿Te diste cuenta que el hijo de Park desapareció?

Yoongi caminaba detrás de Jung Jae, vigilando todo alrededor entre cientos de compartimentos con cocaína que serían trasladados hacia china, en donde estaban uno de sus grupos aliados.

—Ajá.

Al pasar, todos veían y saludaban a ambos hombres, tampoco era como si fueran un témpano de hielo. Sus lados asesinos no salían a flote a menos que lo necesitaran, y eso lo sabía cada trabajador, excepto cuando una orden no era acatada al pie de la letra.

Al lado de ellos iba Jungkook con su teléfono, ese chico se mantenía más jugando Candy Crush que en la vida real.

—¿No dirás nada más? ¿Solo ajá?

—¿Qué? ¿Quieres que me tire al suelo a llorar?

Jung Jae se volteó cortando el paso, y alzando su mano le dió un rápido golpe en la cabeza que más bien le hizo reír.

—No sé cómo fuí a darte tanta confianza.

—Ahora te jodes.

Yoongi se adelantó sin antes escuchar los diálogos detrás de él.

—¿Siempre ha sido así? —preguntó a Jungkook.

—Eso no es nada, a veces se pone peor. —Contestó el menor.

En una rueda de hombres armados, se encontraba el encargado del proceso y todo lo relacionado con la exportación de drogas en la actualidad. Con rostro serio, un hombre corpulento y alto como él, de piel morena y cabello un poco largo, relajó el semblante al verlo.

—Min.

—¿Cómo va todo?

—Bien, la nueva seguridad de la frontera cedió ante el pequeño soborno.

Namjoon sonrió, dejando ver unos hoyuelos en sus mejillas. En cambio Yoongi alzó sus cejas sorprendido.

—¿Tan fácil?

—Bueno… no tanto, ya sabes como es el trabajo, a veces es fácil, y otras veces tienes que mandar a tirar al océano los cuerpos de una docena de soldados fronterizos —el moreno sonrió en su dirección y él negó—. Nada del otro mundo.

—Son ciento cincuenta toneladas de coca, y cien de marihuana.

—Y no olvides la anfetamina —Namjoon empezó a caminar hacia Jung Jae, saludándolo brevemente—. Los muchachos ya empezaron todo, solo están poniendo los sellos en dónde está la dirección de entrega.

—Perfecto —dijo Kim—. Ya que todo está en orden, no tenemos más que hacer aquí. Buen trabajo Nam.

El moreno asintió y se despidió de Yoongi con un choque de puños. Jungkook, Yoongi y Jung Jae se dirigieron a la salida, subiendo a un mismo auto los tres.

El conductor abrió la puerta para darle paso a los hombres, así que a sabiendas de su próximo destino emprendió marcha por las calles de Seúl, en donde la lluvia empezaba a caer como ligeras brisas tiñendo las calles de un clima nublado. La camioneta se estacionó frente a un club exclusivo de la ciudad, los tres personajes se bajaron del vehículo apresurados hacia la entrada sin necesidad de esperar en la fila de personas aguardando ingresar al lujoso local.

La música tenue los envolvió, los clubes de Kim eran conocidos por ofrecer presentaciones de chicas y chicos bailando, otros como era obvio, se dedicaban a satisfacer a los clientes a cambio de dinero. Pero aquello era justo, ya que el sesenta por ciento del precio era estrictamente del trabajador o trabajadora sexual. El otro cuarenta por ciento eran las ganancias del club. Así era como se llevaba el supuesto negocio de “trata de personas”, que enrealidad era algo consensuado y con remuneración. 

Los chicos y chicas al ver a los hombres entrar sonrieron, era de saber que ellos, o mejor dicho específicamente el señor Min, las había defendido en múltiples ocasiones de Kang, el hombre que ahora estaba a cargo de los establecimientos. Y que por desgracia se encontraba ese día ahí. 

—Iré a ver a los chicos al salón. 

Informó Yoongi cuando Jung Jae y Jungkook tomaron asiento en uno de los sillones del área VIP. Se dió la vuelta, abriéndose paso entre la gente. Al llegar pudo ver con una mirada emanaba felicidad de ellos al verlo. Era pocas veces las que iba a ese lugar, pero cuando iba se aseguraba del bienestar de todas las mujeres y hombres que ahí trabajaban a costas de su cuerpo ¿Por qué? bueno, porque para Yoongi eran personas como cualquier otra que merecían respeto sin importar a lo que se dedicaban.

En el camino se encontró con Wang, el ayudante de Kang.

—Señor Min ¿Cómo le va?

—Bien ¿Algo nuevo por aquí? 

—Nada.

Se adentró al salón, en dónde chicas caminaban con sus pecho al aire buscando sus prendas, chicos acomodaban sus prendas y terminaban de maquillarse para salir a escena. A lo lejos pudo ver a una chica llorando, recostada en una mesa con sus pertenencias.

—¿Qué pasa con ella? —el más joven observó hacia la misma dirección que veía el pelinegro. 

—Oh, no sabemos. Ha estado así desde hace una semana y no ha querido decir nada.

—Iré yo.

Conocía a la chica, era exactamente aquella misma que Kang había agredido el mismo día que fue nombrado mano derecha de Kim Jung Jae. Esa chica era tranquila, una de las pocas que no daba conflicto alguno en el club.

—Ey ¿Qué te ocurre?

La mujer apenas levantó la cabeza y lo vio saltó a sus brazos, rodeando su cuello y aferrándose a él como si fuera su única salvación, y a decir verdad así era.

—Señor Min… sáqueme de aquí, por favor… se lo ruego, no quiero estar aquí. 

—¡Ey, tú! No se te paga para ser una garrapata con nadie, ve a terminar de arreglarte. —Se escuchó a sus espaldas, sabía que era Kang. El hombre caminó hasta estar frente a él y sólo entonces lo vió—. Mierda, Min ¿Que no sabes hacer otra cosa que venir a joder a mi trabajo?

—¿Te recuerdo la diferencia de puestos? Si quiero traer mis cosas a este lugar y mudarme aquí, lo hago.

El rostro del tipo era de suma y auténtica molestia.

—Siempre recordando tu puesto.

—Lo hago cuando necesito que los idiotas se lo metan bien en la cabeza, y no por eso abuso de mi poder, Kang —sentía el calor de la chica aún en su cuerpo, intentó apartarla un poco pero ella no se soltó— ¿Qué le ocurre?

—Está así por unos pendejos cólicos, las mujeres siempre hacen drama por eso —Mencionó restando importancia con un gesto de manos.

—Señor Min, me siento mal. —Susurró en su oído, para luego desvanecerse entre sus brazos.

Yoongi rápidamente la cargó. Pasando uno de sus brazos por su espalda y el otro por la curvatura trasera de sus rodillas. Asustado de ver a la chica pálida y con los labios resecos.

—¿Cólicos pendejos?

—Es show de ella para no trabajar. —Yoongi inhaló y exhaló aire en busca de un poco de paciencia.

—Lo único que me impide meterte una bala en el culo es tu parentesco con Kim, si no ya estuvieras muerto.

Yoongi salió por la parte trasera del establecimiento, escuchando pasos detrás de él, al voltear vió un chico, y no cualquiera. El chico era uno de los que gozaba en hacerle compañía cuando él llegaba. Nada sexual, solo simples roces y besos mientras se sentaba en sus piernas.

—Señor Min… ¿Ella estará bien? —preguntó con los ojos acuosos.

—¿Tú sabes algo?

—No sé si debería decirle… ella, solo le puedo decir que necesita un médico.

Min se preocupó ante lo dicho por el joven.

—Ven conmigo —Ordenó

—Pero Kang…

—Te lo estoy ordenando yo.

—Si, señor.

Salió al estacionamiento, en donde el conductor abrió de inmediato permitiendo a Yoongi dejar con delicadeza el cuerpo de la mujer en la parte trasera, indicando al chico entrar con ella y subiéndose él al copiloto. 

—A casa.

Mientras tanto, marcó el número de Jungkook. 

—¿Qué pasa, hermano?

—No estoy en el club. Estoy rumbo a otro lugar con una de las chicas.

—¿Y eso? —El tono coqueto de Jungkook lo hizo rodar los ojos.

—Nada de lo que piensas, pervertido. Se desmayó y haré que la vea un doctor.

—Carajo, ¿Está grave?

—Aún no lo sé, informa a Jung Jae. 

—Claro.

Cortó la llamada y dió la indicación al chófer de estacionarse apenas llegaron a la casa que compartía con Jungkook. Inmediatamente bajó con la chica en brazos, ordenando al chófer retirarse. En una de las habitaciones de huéspedes dejó a la mujer para inmediatamente llamar al doctor. Al volver a la habitación, el chico bajito se encontraba arropando a su compañera con las sábanas.

—Ven. —Yoongi caminó hacia el salón en donde esperarían al doctor.

—Señor Min…

—¿Qué le sucede?

—Esque, no sé cómo decírselo sin que esto llegue a más —el chico estaba asustado, aterrado más bien.

—Nada que esté mal suena bien por mucho que lo intentes ablandar, ya dime que le sucede.

—Ella… está embarazada. 

—Mierda —Yoongi se cruzó de brazos suspirando, eso era grave, pero no tanto.

—Bien, ¿Quién es el padre?

—Ahí está el problema…

—¿No sabe quién es?

—Eso quisiera. El padre es el señor Kang.

Yoongi frunció el entrecejo y sus ojos se vieron inyectados de rabia pura ante el ser completo que llevaba ese asqueroso apellido.

Unos minutos después el doctor llegó, afirmando lo que ya sabía, la chica estaba embarazada y lo más recomendable era que en cuanto se despertara fuera a hacerse pruebas y ultrasonido para verificar el tiempo de gestación del bebé. Yoongi buscaba la manera de mantenerse bajo control y no salir para poner un disparo entre ceja y ceja de ese hombre. Odiar era una palabras pequeña, él repudiada a Kang Sohan, la única razón por la que no lo había matado él mismo era porque la sobrina de Kim Jung Jae era su esposa. Asco le daba saber que la engañaba y estaba siendo partícipe de una traición como esa.

Estaba tirado en el sofá de la sala, revisando en su computador las escalas de las embarcaciones y algunas otras aéreas. Necesitaba poner en orden diariamente tanto los horarios como las rutas para evitar lo que él le decía “fugaz”. Prontamente fue interrumpido por timidez pasos bajando de las escaleras, era pasada las dos de la madrugada.

—¿Sucedió algo? —preguntó sin voltear, seguro de que el chico seguía ahí.

—N‐no. Yo solo quería decirle algo.

Yoongi paró lo que estaba haciendo y cerró la laptop, señalando a su lado para que el menor se sentara.

—Dime.

—Kang es un hombre malo. Él… es un miserable y poco hombre.

—Dime algo que no sepa.

—Él le pidió que abortara y ha hecho lo imposible por obligarla, incluso llegó a golpearla. No deje que le haga daño.

—Entonces él lo sabe —el menor asintió. 

—Bien. Creo que ya sé qué hacer, mañana saldremos de aquí. Los llevaré a un lugar donde él no conoce. Ahora vete a dormir, yo me encargaré de todo ahora.

El chico se levantó y se retiró, no sin antes desearle buenas noches al mayor.

Yoongi se quedó un rato más ahí. Esta vez dejando de lado el trabajo y dirigiéndose a la barra que tenían a un lado de la cocina. En eso la puerta principal se abrió, y el menor castaño se acercó a él con un rostro ofendido. 

—¿Pensabas emborracharte sin mí?

No respondió, en cambio sirvió el vodka en dos vasos con hielo que sacó del mini refrigerador. Ofreciéndole uno a Jungkook.

—¿Acaso te veo preocupado? Eso no es propio de tí.

—Solo estoy cansado.

Pasaron en silencio, Yoongi al menos se bebió otros cinco vasos antes de decidir que era mejor permanecer sobrio, así que se despidió de Jungkook con un buenas noches y se encaminó hacia su cuarto.

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